Es el día de mi boda, debería estar rebosante de felicidad y no lo estoy...de hecho no podría estar más confundida ¿realmente quiero casarme? Yo no amo a Gerardo, pero no quiero decepcionar a mis abuelos.

Mis hermanos me han repetido hasta el cansancio que mi futuro esposo es un idiota, que no necesito complacer a nadie, que solo debo buscar mi felicidad.

El problema es que mi felicidad está con un hombre que jamás aceptarán, es demasiado diferente al resto...mi querido Daniel.

Al principio solo era el amigo de mi hermana mayor, mi amor platónico y nada más.

En algún momento surgió esa conexión, ese sentimiento abrasador que nos envolvió a ambos e hizo que comenzara esta prohibida pero emocionante relación.

Nadie lo sabe, ni siquiera Diego quien es el hermano al que le confió todo ¿por qué? Daniel es mayor que yo, es el amigo de mi hermana y no es de la misma posición social.

Ciertamente ni a mi a ni a mi familia le importan esas cosas, pero siempre he sido la más pequeña, la nena consentida, la que sigue las reglas y la preferida de los abuelos, mi consciencia no me dejaría en paz si les fallaba de esa manera.

Gracias a toda esa presión sobre mi, me vi obligada a terminar con Daniel y aceptar a Gerardo, un chico educado y de buena familia.

—Pilar ¿Estás lista? —Escuchó la voz de mi hermana— ¿De verdad quieres seguir con esto? No estás obligada a hacer feliz a nadie, más que a ti misma.

Le sonrió falsamente.

—Amo a Gerardo.

Ella niega.

—Puedes repetirlo unas mil veces, para poder mentir primero créetelo tú, Pili no comentas un error.

—Solo quiero que alguien me ame, así como tú con...

—Entonces no te cases —me interrumpe— los únicos contentos con todo este circo son los abuelos Valencia, solo necesitas decirlo y moveremos cielo, mar y tierra para detener esta locura.

Ahora la que niega soy yo.

—Lo siento Liv...De esta iglesia salgo casada.

Perdóname Daniel...