Charlotte miraba los pájaros surcar el cielo, indiferentes a todo lo que pasaba en el mundo.

—¿Sabes? A veces pienso que las naves de guerra como pequeños pájaros que no saben a donde ir, pero después recuerdo que solo son trozos de metal que pregonan la destrucción en el mundo —comentó al aire.

Bueno, más bien al chico que estaba sentado en la arena a unos pasos de ella, pero estaba tan enojada con él que jamás iba a reconocerlo.

—Lottie... —comenzó el chico.

Ella volteó a verlo, furiosa.

—¡Ni se te ocurra decirme así! ¡No cuando vas a dejarme para irte a sabra Dios donde!

Él bufo mosqueado.

—No es algo que yo elija Charlotte, son órdenes de mis superiores... —fue interrumpido.

—Y si tus superiores te ordenan tirarte al vacío ¿Lo harías?

—Si esto para esta absurda guerra sin sentido, lo haría.

Charlotte le miró incrédula.

—Te amo Lottie, pero mi deber para con mi nación es primero, solo quiero hacer un mundo seguro...para ti.

Eso la desarmo por completo, logrando que corriera hacia él, envuelta en lágrimas.

—¡¿Y yo para que quiero un mundo seguro sino estás tú?!

—Volveré Charlotte...te lo prometo.

Ella lo miro.

—¿Bailarías conmigo por última vez?

—Bailaré contigo hoy y siempre...este será nuestro vals interminable.

Y fue así como dos amantes, presos de una guerra donde un futuro incierto les aguardaba, hacían promesas de un amor eterno ...uno que ni la muerte o el más fuerte de los soldados podría separar.