Dirty Paws
—Michimuuu, no te atrevas.
Sus ojos azules me observaban desafiantes, mientras empujaba mi vaso de vidrio hacia el borde de la mesa.
—¡No!
Tarde, me lancé hacia adelante para atajarlo. Rebotó y continuó su viaje hacia el suelo, haciéndose añicos.
—¡Michimú, serás hijo de...!
Era el tercero que rompía, en la semana que llevaba viviendo conmigo. Nunca más adoptaría un animal, por mucha carita de lástima que pusiera. Eran lobos en piel de cordero, tamaño souvenir.
Ya bastante enojada estaba, después de que frustrara mi beso apasionado con Di Caprio, despertándome con brutales arañazos en mis pies. ¿Qué se creía? ¿Que bajo las sábanas había ratones tamaño industrial? ¡Mis pies, idiota, mis pies! ¡Y mi beso! ¡Me arrebataron mi beso!
—Te odio.—murmuré, recibiendo un maullido como respuesta.
*****
Más tarde, ya de madrugada, iba ensayando mi caminata zombie por el pasillo. Tenía muchísima sed, tanta que me obligué a levantarme. Prender la luz sería la muerte para mis ojitos, así que hice el camino de memoria.
No lo vi venir. Es más, casi que no la cuento. Michimú salió de entre las sombras para cruzarse entre mis piernas, justo cuando iba a bajar por las escaleras.
Con piruetas que darían envidia a los del Cirque du Soleil, traté de no partirme la cabeza al caer.
Me puse de pie como pude. Desde lo alto, solo sus ojos se vislumbraban en la oscuridad. Era Scar, versión miniatura. Si hasta tenía la cicatriz en el ojo y todo. Con su maullido característico, se alejó.
****
—Michimú quiso matarme, abuela.
—No lo culpo, con ese nombre ridículo que le pusiste —se burló—. Ponle esta correa, y verás lo manso que se pone.
Me alcanzó un lazo rosa espantoso, que sabía que odiaría. No tenía nada que perder.
*****
—Ya bésame, Leo.—suspiré.
Y, otra vez, los pies. Me senté de un salto, por el dolor.
—¡Gato estúpido! ¡No soy tu presa!
Lo quise correr, pero un tirón de mi muñeca me tiró hacia atrás. Miré hacia ahí y descubrí el collar de mi abuela enroscado e inamovible.
—¿Qué rayos...?
—Silencio, humana. Ahora, mando yo.
Desde su escasa altura, no pude más que reírme. Sí, claro, peluchín.
—Comida, humana. —me ordenó.
Sentí el calor en mi muñeca que se expandía por todo mi cuerpo, desponjándome de mi voluntad.
—Tu abuela es una farsante, pero algo hizo bien, Michimuza.— dijo, burlándose de mi nuevo nombre.
Estaba perdida.
******
La consigna era: Un relato de humor, en el que mi gato quiere matarme; le pido ayuda a mi abuela, que consigue ayudarme; termino invirtiendo roles con mi gato, y él se convierte en mi amo. Máximo 400 palabras(yo usé 399), y sólo puedo utilizar la palabra gato una vez.
Bueno, me costó... Todo jaja Espero que les haya gustado.
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