"Los monstruos no duermen bajo tu cama, sino dentro de tu cabeza".
La pobreza y el hambre, son malas consejeras.
Entre mis vericuetos andantes, procurando rascar del fondo cualquier chance que me liberara de este yugo, que me obligaba a consumir alimentos al borde de la caducidad o incluso hacerme con una sobra que algún imbécil repleto no le molestó tirar al tacho; encontré una mano que me llamó desde un callejón. Una considerable cantidad para apoyar en un proyecto científico, y requerían sujetos de prueba. Acepté sin dudarlo.
No me pregunten sobre la descripción, pues la languidez de mi estómago disolvió el montón de palabras científicas que me explicaron en la propuesta en una sencilla pero contundente oración: PLATA PARA COMIDA. Y así hubiera estado en ese momento sin sufrir de hambre, tampoco habría comprendido palabras como mitosis, meiosis, cromosoma, estimulación genética, autogénesis y otro montón de conceptos que me sabían a una rebuscada lengua alienígena.
De lo que recuerdo, el proceso fue molesto, en ocasiones doloroso, lo acepto; pero la generosa suma de platita al final de las sesiones me mantenía inmerso en el asunto. ¿Qué cómo era? Recibía diversos sueros, en que veía cómo se mezclaban sustancias de colores un poco inquietantes, la verdad, y provocaban una mezcla de escozor y ardor al recorrer mis venas. Acto seguido era transportado a una cámara y me colocaban un cobertor en mis ojos. Aun con la tapadera podía notar la vibración de luces de diversos colores a los que era expuesto, posiblemente para activar o combinar los efectos de las sustancias que me introducían, anda a saber para qué propósito.
Veinte días en total, en los que el tiempo intermedio pasaba en habitaciones de muy tenue luz, pero de aburrirme nada, pues dormía la mayoría de las horas, suponiendo que un sedante estaría entre el conjunto de sustancias introducidas en mi cuerpo. Las restantes horas de conciencia, era para devorar toda la comida que me ofrecían. Si había algo más metido ahí dentro, no me importaba. Todo estaba rico.
El vigésimo día, me fue entregada mi ropa habitual, limpia y planchada, cosa que agradecí pues tales prendas no habían conocido detergente en semanas. En mi mano reposaba una tarjeta que me explicaron era de débito, diciéndome que ahí estaba el depósito prometido, con una deslumbrante cifra de cinco números, explicando cómo debía ingresar la clave provisional y colocar la definitiva de la que no debería olvidarme nunca. Me llamarían en un mes para un control y si todo salía bien, podría tener otro pago.
Día 1.
Hice desbordante de alegría los trámites que me indicaron, palpando los cinco billetes sedosos con la misma lujuria con la que se acariciaba a esa mujer que ocupaba tu horizonte sexual. Canturreaba en mis pensamientos la clave definitiva mientras invertía todo ese dinero en suficiente comida y bebida hasta volver a mi habitáculo, no sin dejar pagando también los tres meses de renta atrasada. El fantasma del desahucio se desvaneció con un gemido.
Día 2.
Destiné dinero para licores variados y bocaditos, llamando a los pocos amigos que tenía y familiares que aún se dignaban dirigirme la palabra. Yo, el fracasado, la oveja negra, brindando un festín a los que un día me señalaron. Honestamente, no debería. No son realmente personas de mi agrado, pero necesitaba variar esa soledad perpetua alguna vez, así fuera con esos pedazos de carne parlante, más dignos de comer que charlarles. ¿Eh? ¿Pensé en verdad eso?
Día 4.
Me recomendaron que registre todo síntoma que experimente, sea bueno o malo. Yo me sentía de maravilla, la verdad sea dicha. Como con un apetito que no tenía antes, y paladeando sabores que había olvidado en alimentos que ya despreciaba como insípidos. Mi olfato también se intensificaba, pudiendo percibir hasta si hay humedad o no. Mi vista pasó de un candidato a lentes culo de vaso a notar el movimiento de una hormiga entre mis sobras, a cinco metros de distancia, y casi a oscuras. Sólo me incordia un discreto hormigueo en todo mi cuerpo.
Día 5.
Mi consumo de comida está aumentando cada día. Estoy gastando 3 a 4 veces más de lo que normalmente hacía, y aun con el dinero actual. Es como si mi cuerpo me pidiera cada vez más energía. ¿Qué me está pasando?
Día 8.
Tengo dedos nuevos.
Al levantarme de la cama, la sábana no se despegaba de mi codo, y al sacarla de un tirón, vi que cuatro dedos completos, con uñas y todo, la estaban aferrando. El alarido mío se escuchó en todo el barrio. Un examen en el resto de mi cuerpo reveló que también tenía dedos emergiendo de mi hombro derecho y de mis calcáneos. ¿Qué me metieron estos hijos de puta? ¡Y aún faltaban tres semanas hasta el control programado!
Día 12.
No puedo creerlo.
Me he gastado casi la mitad del dinero ofrecido, en pura comida. Y ahora está creciendo más cosas en mi cuerpo. Cerca de mi esternón tengo otra nariz, y dos bocas completamente funcionales han emergido en mi abdomen. Los dedos han dado paso a manos y antebrazos incluso. Puedo controlarlos, es cierto, pero he debido comprar ropa mucho más holgada de mi talla para cubrir las irregularidades, pues me tomarán como un monstruo y me cazarán como tal.
Día 17.
Paso casi todo el día comiendo, devorando más bien, pero mi apetito no cesa. Y controlo bien, muy bien, cada apéndice aberrante u órgano nuevo, por lo menos los de músculo y hueso. Mi tamaño se ha duplicado y mis búsquedas de dinero (que ya empieza a menguar) y posterior comida debo hacerlo con la mayor discreción. Cubro mi bizarra corpulencia con tela de sábanas, procurando abrir al mínimo las manos, pues una alberga un ojo enorme y otra, una boca de dientes perfectos y lengua chasqueante. A veces hablo por ahí.
Día 20.
Recibí una visita. Uno de los amigos que tomaron parte de mi fiesta en días anteriores. Suerte que lo recibí con las luces apagadas, so pretexto de una falla en los fusibles. Habría huido al verme. Mis narices percibieron su aroma. Tan vivo, tan fragante. Mis oídos escuchaban el latir inquieto de su corazón. No lo pude resistir. Tan débil ante mis brazos multiplicados, tan silente mientras aferraba y estrangulaba. Tan... exquisito.
Día 23.
Mientras una de mis bocas terminaba de rasmillar un fémur de un vecino, quien tuvo la mala fortuna de preguntarme por una taza de azúcar, escuchaba las noticias. Personas desaparecidas en mi barrio, sin causas aparentes. Tocaron a la puerta. Un policía preguntando de paraderos. El mismo que tuvo él en unos minutos. Doblé su ropa, su arma y su radio portátil para dejarlos a tres cuadras. La miríada de extremidades me daba una agilidad portentosa, y no había forma de despertar alarmas, tan aguzado tenía los sentidos para percibir movimientos. Saltando por los techos, fui y volví.
Día 28.
El dinero se había acabado hace mucho, pero me he vuelto un gran cazador. Condimentos y guarniciones salían sobrando, mi apetito se conformaba con ese terroso y delicioso sabor que me daban mis presas. Y si pudiera darse algún alboroto, había formado y separado de mi enormidad una decena de fusiones entre manos, tentáculos terminados en ojos y púas, para cazar en mi nombre. Yo los controlo. Yo los domino. Soy el amo y señor de esta zona, y todos son sólo mi alimento, sin importar que fueran personas conocidas para mí, vecinos, colegas, padres, amistades...son sólo alimento.
Día 31.
Mientras en las noticias se disparaba el pánico por la criatura que devoró a la mitad de la población de la ciudad, mi celular timbró, siendo llevado por una de mis partes móviles. Una comunicación de que soy un experimento fallido, que lo lamentaban mucho. Se rompieron puertas y ventanas entrando humanos en traje de combate y armados con ingenios diversos.
No me cazarán.
No me cazarán.
Doy pelea, me llevo algunos por delante, pero sus armas pudieron más. Una parte de mí se congeló y quebró. Otra estalló. Otra se derritió. El dolor. ¡El dolor desgarrador y agónico! Hice un último intento de supervivencia protegiendo mi cerebro en formaciones óseas y excreciones puntudas, pero ellos también lo esperaban. Varias saetas metálicas a mi núcleo liberaron una sustancia que paralizó mi sinapsis, extinguiendo mi voluntad y vida, definitivamente.
"Sujeto de prueba #2034, sometido a mejoría autogenética. Resultado fallido. La autogénesis se salió de control y maximizó instintos de cacería y supervivencia. Se recogerán muestras cerebrales para mejorar resultados en pruebas futuras. Recomiendo cambiar de base de operaciones..."
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