Musa misteriosa
El aroma a resina y óleo se mezclaba con el polvo de la vieja galería, creando una atmósfera espesa y cargada de misterio. Elias, un joven artista de ojos oscuros como la noche y una sonrisa melancólica, se movía con la soltura de un felino entre las telas y los caballetes. Su mirada, sin embargo, no se posaba en las obras inacabadas, sino que se perdía en la figura de una mujer sentada en un rincón, envuelta en la penumbra.
Ella era como una escultura de mármol, con una belleza misteriosa que parecía irradiar luz propia. Su piel era pálida, casi translúcida, como la porcelana, y sus ojos, de un azul profundo, parecían reflejar la inmensidad del cielo nocturno. Su nombre era Aura, a quien Elias había descubierto en un bar de mala muerte, un oasis de deterioro en medio del bullicio de la ciudad. Desde entonces, la había convertido en su musa, su musa y su obsesión.
-Aura, mi amor, ¿puedes posar para mí?- susurró Elias, acercándose a ella con una mirada llena de deseo. Aura levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de él y una tenue sonrisa se dibujó en sus labios, una sonrisa que le recordaba a Elias la luna llena sobre un lago oscuro.
-Como siempre-respondió ella con una suave voz que parecía acariciar sus oídos, como el susurro de la brisa en un jardín de rosas.
Elias la llevó a un espacio iluminado por solamente un foco, creando una corona de luz alrededor de su figura. La colocó en un taburete, y comenzó a trazar el contorno de su rostro con un carbón negro. Su mano temblaba ligeramente, no por falta de habilidad, sino por la intensidad de su fascinación.
-Eres tan hermosa-, susurró, sin apartar la mirada de su rostro.-Eres la musa perfecta, la inspiración que mi alma necesita-
Aura no respondió, pero sus ojos brillaban con una intensidad que le envió un escalofrío por la espalda a Elias. En ese instante, sintió que no estaba solo en aquella galería. Una presencia oscura se cernía sobre ellos, una sombra que se extendía desde el rincón más oscuro del estudio, emanando un olor a tierra húmeda y a algo indefinidamente fétido. Era como si la propia oscuridad se hubiera materializado para reclamarla.
Elias intentó ignorarlo, concentrándose en el dibujo, pero la sensación de ser observado no lo abandonaba. Aquella sombra se movía, y con una voz tenebrosa, le dijo al oído: -Ella es mía, Elias. No te atrevas a tocarla-
Elias se sobresaltó, pero cuando intentó mirar hacia la fuente de la voz, no encontró nada. La sombra había desaparecido, y Aura seguía sentada en aquel taburete, con una enigmática sonrisa en sus labios.
-¿Todo está bien, Elias?- preguntó con una voz que ahora sonaba un poco más fría, como el acero.
Elias dudó, pero la belleza de Aura lo cautivó nuevamente. Su obsesión se intensificaba con cada mirada, con cada toque, con cada susurro de su musa. No podía negar que había algo inquietante en ella, algo que lo atraía hacia la oscuridad, pero no podía resistirse a su encanto.
-No te preocupes, mi amor-le dijo, sin dejar de dibujar. -Solo estoy un poco cansado. Tu belleza me inspira, pero también me agota-
Aura sonrió, y Elias sintió que su corazón se aceleraba. No podía comprender por qué, pero una sensación de peligro se extendía por su cuerpo. La sombra, su voz, la sensación de ser observado... todo eso lo llenaba de un miedo que no podía explicar.
Pero la belleza de Aura lo cautivaba, hipnotizaba, y él no podía resistirse a su encanto. Aquella oscuridad que lo rodeaba se convertía en un imán irresistible, y él se dejaba llevar por su irresistible atracción.
Elias pasaba horas en la galería, absorto en su trabajo, con Aura como su única musa. La belleza de ella y su aura misteriosa, lo inspiraban a crear obras que nunca antes había imaginado. Pero la oscuridad que lo rodeaba se intensificaba con cada pincelada que daba, como si la sombra se alimentara de su arte.
Las noches se volvían cada vez más inquietantes. Elias soñaba con una figura oscura que lo observaba desde la penumbra, susurrando palabras que no podía comprender. La figura se acercaba, extendiendo una mano hacia él, y una voz gutural le decía: -Ella es mía, Elias. Tu arte es mío. Tu alma es mía-
Al despertar, el miedo lo invadía. La sombra de su sueño se extendía por la habitación, y la sensación de ser observado lo perseguía. Elias se levantaba de la cama y se dirigía a la galería, buscando la seguridad de la presencia de Aura.
-Aura, mi amor, ¿estás ahí?- susurraba, con la voz temblorosa.
Aura aparecía en la penumbra, su belleza siempre inquietante, pero su mirada ahora era distante, fría.
-Elias, ¿por qué estás tan inquieto?- preguntó, con una voz que parecía provenir de un lugar lejano.
-He tenido un sueño terrible-confesó Elias, sintiendo un nudo en la garganta. -Una sombra, una voz, me decía que ella era suya...-
-No te preocupes, Elias. Solo son sueños. Tu imaginación te juega malas pasadas- dijo ella mientras le sonreía, una sonrisa que no lograba llegar a sus ojos.
Pero Elias no podía ignorar la sensación de peligro que lo rodeaba. La sombra de su sueño se había convertido en una presencia tangible, una amenaza que lo acechaba en cada rincón de la galería.
-Aura, ¿quién eres?- preguntó, con la voz llena de angustia. -Dime la verdad, ¿quién eres realmente?-
Aura se acercó a él, con su mirada penetrante. -Soy tu musa, Elias. Soy la inspiración que te permite crear. Soy la oscuridad que te atrae, la belleza que te consume.-
Elias se estremeció. La respuesta de Aura no lo tranquilizaba, sino que lo llenaba de un miedo aún más profundo. La sombra que lo perseguía no era una simple figura de sus sueños, sino que era una parte integral de la propia Aura, como si la oscuridad la hubiera reclamado para siempre.
-Aura, ¿qué es esa sombra que me persigue?- inquirió, con voz temblorosa. -Dime, ¿quién es esa sombra que me amenaza?-
Ella se rió, una risa que resonó en toda la galería como un eco de la oscuridad. -No hay ninguna sombra, Elias. Solo eres tú, atrapado en tus propios miedos-
Elias no podía creerle. La sombra se acercaba, y volvía a susurrarle -Ella es mía, Elias, al igual que tu alma-
Elias se aferró a Aura, buscando su protección, pero ella se desvaneció en la penumbra, dejando solo un vacío que lo llenaba de un miedo paralizante. La sombra se acercaba, y Elias se sintió atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.
Elias cerró los ojos, esperando lo inevitable. La sombra lo envolvió, y la oscuridad lo consumió.
La galería se llenó de silencio, solo la resina y el óleo se mezclaban con el polvo, creando una atmósfera espesa y cargada de misterio.
Elias despertó en la galería, envuelto en una espesa oscuridad. La resina y el óleo, que antes le parecían un aroma familiar, ahora le provocaban un nauseabundo sabor metálico en la boca. Su cuerpo dolía, como si lo hubieran golpeado con fuerza, y una sensación de confusión lo envolvía.
-¿Dónde estoy?- murmuró, con voz ronca.
La sombra se movió a su lado, y una voz misteriosa le respondió: -Estás en mi dominio, Elias. En el lugar donde tu alma pertenece-
Elias se incorporó de golpe, buscando la fuente de la voz. La sombra se extendía por la galería, tomando forma, hasta que se materializó en una figura alta y esbelta, con ojos rojos como brasas y una sonrisa cruel que le heló la sangre. Era la sombra, pero ahora tenía forma, un cuerpo que emanaba un poder aterrador.
-Tú... ¿quién eres?- preguntó Elias, con la voz llena de miedo.
La sombra se rió, una risa que resonó en toda la galería como un trueno. -Soy la sombra que te persigue, Elias. Soy la oscuridad que te consume. Soy el poder que te inspira y te destruye-
Elias se sintió atrapado en una pesadilla. La sombra que lo perseguía en sus sueños ahora era una realidad, una entidad poderosa que lo dominaba.
-Aura... ¿dónde está Aura?-preguntó Elias, con la voz llena de angustia.
La sombra sonrió, con una sonrisa que no le inspiraba ninguna confianza - ella está a salvo, Ella está conmigo-
Elias sintió una punzada de dolor en el pecho. Aura, su musa, su inspiración, estaba atrapada en las garras de la sombra. Él tenía que salvarla.
-Libérame- suplicó -Déjame ir con ella-
La sombra se rió nuevamente, una risa que lo llenó de miedo -No, Elias. Tú eres mío ahora
Elias se levantó, buscando una forma de escapar. La galería estaba llena de trampas, de sombras que se movían a su alrededor, voces que lo llamaban por su nombre.
-No te escaparás- dijo la sombra, con una voz que se extendía por la galería. -Eres mío al igual que ella.
Elias se encontró atrapado en un laberinto de oscuridad, con la sombra acechando a su alrededor. La galería se había convertido en su prisión, y la sombra, su carcelero.
-Aura-susurró, con la voz llena de desesperación. -Ayúdame-
Pero la voz de Aura no respondió. La sombra se acercaba, y Elias se sintió impotente ante su poder.
-Tu alma es mía, Elias- dijo la sombra, con una voz que resonó en su mente. -Y tu arte también-
Elias cerró los ojos, esperando lo inevitable. La sombra se extendió sobre él, envolviéndolo en su oscuridad.
La galería se quedó en silencio, solo la trementina y el óleo se mezclaban con el polvo, creando una atmósfera espesa y cargada de misterio.
La oscuridad se había convertido en su prisión. Elias se encontraba atrapado en la galería, rodeado por las sombras que se extendían por las paredes, los rincones y los objetos que lo rodeaban. La voz gutural de la sombra resonaba en su mente, una tortura constante que le recordaba su impotencia.
-Tu alma es mía, Elias-,susurraba la voz, una melodía macabra que se repetía sin cesar.
Elias se aferraba a la esperanza de encontrar una salida, una forma de escapar de la trampa en la que se encontraba. La sombra lo observaba, una presencia constante que le impedía pensar con claridad.
La sombra, sin embargo, no lo abandonaba. Se movía a su alrededor, susurrando palabras que lo llenaban de miedo.
-Tu arte es mío, Elias- decía la sombra. -Tu talento me pertenece-Déjate llevar por la inspiración, y yo te mostraré el camino.
Elias se sentía atraído por las palabras de la sombra. La inspiración, la creatividad, la pasión por el arte... eran las cosas que más amaba en la vida. La sombra lo conocía, lo comprendía, y le ofrecía un camino hacia la grandeza.
-Muéstrame el camino-suplicó Elias, con la voz llena de deseo. -Ayúdame a crear obras maestras-
-Te mostraré el camino, Elias. Pero recuerda, el precio de la inspiración es alto- respondió la sombra con una sonrisa cruel que revelaba sus verdaderos propósitos. La sombra lo condujo a través de la galería, mostrándole materiales, colores, herramientas. El taller se convirtió en un escenario de creación, un lugar donde la imaginación se desbordaba y la inspiración fluía.
Elias se dejó llevar por la corriente, creando obras que nunca antes había imaginado. La sombra lo guiaba, susurrando palabras al oído, inspirándolo a dar rienda suelta a su talento.
-Eres un genio, Elias-, dijo la sombra, con una voz llena de orgullo -Tu arte es único, extraordinario.
Elias se sintió eufórico. La sombra lo había convertido en un artista excepcional, pero una duda comenzó a invadirlo.
-¿Cuál es el precio de la inspiración?- preguntó, con la voz temblorosa.
La sombra se rió, una risa que lo llenó de miedo. -El precio es tu alma, Elias. Y el alma de Aura.
Elias se quedó petrificado. La sombra lo había engañado, lo había manipulado, lo había utilizado para alcanzar sus propios fines. La inspiración que le había dado era una trampa, una forma de robarle su alma y la de Aura.
-No-gritó Elias, con la voz llena de rabia. -No dejaré que te vaya con ella- No te dejaré llevarte mi alma.
La sombra se acercó a él, sus ojos rojos brillaban con una intensidad amenazante. -No puedes escapar, Elias. Eres mío ahora.
Elias se preparó para luchar, para defender su alma, para salvar a Aura. La sombra se abalanzó sobre él, y Elias se sintió atrapado en una lucha desesperada.
La galería se llenó de sombras, de colores, de gritos y de lamentos. La batalla entre la luz y la oscuridad había comenzado.
La galería se había convertido en un laberinto de sombras. Elias, con la fuerza de la desesperación, luchaba contra la sombra que lo envolvía. Cada pincelada, cada golpe de martillo, cada grito de rabia, solo parecía alimentar la oscuridad que lo consumía.
-Aura-gritaba Elias con la voz llena de angustia. -¡Por favor, ayúdame!-
Pero no había respuesta, solo un silencio sepulcral. La sombra había silenciado a Aura, había apagado su voz, había robado su sonrisa. Elias se sentía solo, atrapado en un laberinto de oscuridad donde la única compañía era la risa macabra de la sombra.
-Tu alma es mía, Elias- susurraba la sombra, con una voz que se extendía por la galería. -Y Aura también. Ella es mi musa ahora-
Elias se aferraba a la esperanza, a la memoria de la sonrisa de Aura, a la calidez de su mirada. Pero la sombra lo estaba consumiendo, robándole la memoria, la esperanza, el amor.
-No-gritó Elias, con la voz llena de desesperación. -¡No te la llevarás No me quitarás a Aura!-
La sombra se rió, una risa que resonó como un trueno en la galería. -Eres mío, Elias. Tu arte es mío. Y Aura... Aura es mi inspiración-
La sombra lo condujo a través de la galería, hacia un lienzo en blanco. Elias, con la mente nublada por la oscuridad, obedeció. La sombra lo guiaba, susurrando palabras al oído, inspirándolo a crear.
-Crea, Elias- susurró la sombra. -Crea una obra maestra para mí, para Aura, para nosotros-
Elias, con la mano temblorosa, tomó un pincel. La sombra le susurraba al oído, dictando cada trazo, cada color, cada sombra. Elias se dejó llevar por la inspiración, pero la inspiración ya no era suya. Era la inspiración de la sombra, la inspiración de la oscuridad.
El lienzo se llenó de colores vibrantes, de formas extrañas, de sombras inquietantes. Elias, con la mente nublada, no podía distinguir la obra de arte de la pesadilla. La sombra lo había convertido en un instrumento, un títere en sus manos.
Cuando la obra estuvo terminada, la sombra se quedó en silencio. Elias, con la mirada fija en el lienzo, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La obra era hermosa, pero también era terrible. Era una representación de la oscuridad, de la muerte, de la pérdida.
-Es perfecta- exclamó la sombra, con una voz llena de satisfacción. -Es una obra maestra-
Elias se quedó mirando el lienzo, con la mente llena de confusión. No podía reconocer su propia obra. La sombra lo había consumido, lo había convertido en un fantasma de sí mismo.
-Aura- dijo Elias, con la voz llena de dolor. -¿Dónde estás?-
La sombra se rió, la risa resonó en la galería como un eco de la muerte. -Aura está conmigo-
Elias se desplomó, su cuerpo vacío, su alma rota. La sombra lo había consumido, lo había convertido en un vacío, en un silencio. La galería se quedó en silencio, un monumento a la tragedia de un amor que se había perdido en la búsqueda de la inspiración.
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