Aethel

SenioritaRMDeJeon

Había una vez, en el reino de Aethel, un lugar donde las leyes eran tan antiguas como las montañas que lo rodeaban, y las tradiciones se mantenían con el paso del tiempo, yo era solo un ladrón. No uno como los demás, claro, yo era Zander, el mejor en lo que hacía. Mis manos, ágiles como las sombras, podían abrir cualquier cerradura con una facilidad asombrosa. Mi mirada, penetrante como la noche, podía detectar cualquier engaño, y mi mente, rápida como un rayo, podía planear y analizar cualquier escape en segundos.

Aethel era un reino rico, lleno de tesoros y riquezas de todo tipo, pero también era un reino donde la justicia era implacable y la ley se aplicaba con todo rigor. Yo no era un hombre de principios, ni mucho menos de ideales, solo era un hombre que buscaba la forma de poder sobrevivir en un mundo que no me ofrecía nada más.

Esa noche, bajo la bella luz plateada de la luna llena, me preparaba para mi último trabajo. Mi objetivo: el palacio real, la fortaleza impenetrable donde vivía la princesa Avalon, la heredera al trono. Este no era un robo cualquiera. El collar de la luna, una joya legendaria con un brillo que se decía que era capaz de atraer la fortuna y el poder, era mi objetivo. Pero para mí, el collar representaba algo más: un símbolo de libertad, un escape de la vida miserable que había llevado hasta ahora. Robarlo me permitiría finalmente alcanzar la independencia que tanto anhelaba.

Me deslizé sigilosamente por las sombras del jardín real, evitando a la guardia como si fueran fantasmas. La seguridad del palacio era impenetrable, pero yo conocía todos sus secretos. Mis manos, ya acostumbradas a la precisión, abrieron la cerradura de una ventana sin hacer ruido. Entré en el palacio, y el silencio me envolvió.

El aroma a flores y a la cera de velas me guiaba hacia la habitación de la princesa. la mujer cuyo rostro había visto solo en los retratos oficiales, la mujer cuyo nombre era sinónimo de belleza y poder, era mi objetivo.

Me acerqué hasta su cama, en donde ella dormía con un sueño profundo. Su piel pálida, iluminada por la luz de la luna, parecía hecha de porcelana. Sus labios, ligeramente entreabiertos, me invitaban a besarlos. Pero yo no estaba allí para eso.

Tomé aquel collar, un collar de plata con una luna llena en el centro, y lo guardé en mi bolsa. Me retiré con el mismo sigilo con el que había llegado.

Al salir del palacio, sentí una presencia detrás de mí. Me giré, y allí estaba ella. La princesa, con su mirada penetrante y su rostro lleno de furia.

-¿Quién eres tú? - preguntó, su voz mostraba una mezcla de miedo y determinación.

-Solo un ladrón - respondí, sin mostrar ningún tipo de miedo.

-¿Por qué has robado mi collar? - cuestionó, su voz temblaba ligeramente.

-Porque es mío ahora - respondí, sin apartar la mirada.

En ese momento, bajo la luz de la luna, sentí algo que nunca había sentido antes. Una atracción que me hizo olvidar mi objetivo. Era como si una fuerza invisible nos hubiera unido. Sus ojos se encontraron con los míos, y en ese instante, sentí una chispa de algo nuevo, algo que nunca había experimentado antes.

-Eres un ladrón, pero también eres un hombre - dijo ella, su mirada se suavizó un poco.

-Y tú eres una princesa, pero también eres una mujer - respondí, sin poder evitar una sonrisa.

En ese momento, la guardia real apareció, rodeándonos. Avalon, con un gesto rápido, me empujó hacia atrás, protegiéndome.

-Detengan a esos hombres - gritó, con una voz llena de autoridad.

La guardia se abalanzó sobre mí, pero yo ya estaba preparado. Esquivé todos sus golpes y salté sobre la pared del jardín, desapareciendo en la oscuridad. Mientras huía, la imagen de Avalon, con su mirada llena de furia y su rostro lleno de preocupación, se quedó grabado en mi mente.

Esa noche, sentí una extraña sensación, la sensación de que había robado su corazón. Y no sabía si eso era algo bueno o malo.

Las semanas siguientes fueron un torbellino de emociones. La imagen de la princesa no se borraba de mi mente. Y la sensación de haber robado su corazón me perseguía como una sombra constante.

No podía dejar de pensar en ella. En la forma en que me había mirado, en la manera en la que me había protegido. Y lo que es más, no podía dejar de pensar en aquel collar. Era una joya realmente hermosa, con un brillo que parecía hipnotizarme. Pero no era solo su belleza lo que me fascinaba. Sentía que guardaba un secreto que me llamaba a desentrañarlo.

Una noche, bajo la luz de la luna, me encontré en el mismo lugar. El palacio real, con sus torres y muros imponentes se erguía frente a mí, como un gigante dormido. No tenía un plan, ninguna intención de robar nada. Solo quería ver el collar nuevamente, sentir su energía.

Me acerqué a la ventana por la que había entrado la primera vez, y la abrí con la misma facilidad que antes. Entré en el palacio, sintiendo el mismo silencio y el mismo aroma que ya me resultaba familiar. Me dirigí a la habitación de la princesa, y la encontré vacía. Me acerqué a la cama, y ahí vi que el collar estaba sobre la mesita de noche.

Lo tomé en mis manos, y lo examiné con cuidado. No había nada especial en él, solo era uno como cualquier otro bañado en plata y con luna llena que se encontraba situada justo en el centro. Pero cuando lo miré a la luz de la luna, sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. La luz de la luna reflejada en el collar brillaba con una luz propia, una luz que parecía emanar de su interior. Y de repente, sentí que la luna en el collar se movía, que pulsaba con una energía invisible.

Intenté quitármelo de las manos, pero no pude. Sentí como si el collar se hubiera pegado a mi piel, como si estuviera conectado a mí de alguna manera que aún no podía decifrar. Y entonces, vi una imagen en mi mente. La imagen de una mujer con el cabello largo y negro, unos ojos oscuros y penetrantes, con la mirada llena de tristeza. Aquella mujer estaba vestida con una túnica blanca, y llevaba un collar idéntico al que yo tenía en las manos, trate de quitarmelo y está vez lo logre y lo deje en su sitio.

La imagen desapareció tan rápido como había aparecido, pero la sensación de misterio y de peligro se quedó conmigo. En aquel momento, sentí que el collar de la luna no era solo una joya, sino una llave que abría la puerta a un mundo desconocido y lleno de secretos peligrosos. Y yo, un simple ladrón, me había convertido en el guardián de aquella llave.

Salí del palacio, sintiendo que mi vida había cambiado para siempre. A partir de ese momento, ya no era solo un ladrón. Era un hombre con un secreto, un hombre con un destino. Y no sabía si ese destino me llevaría a la felicidad o a la destrucción.

Después de esa noche en el palacio, la vida se volvió cada vez más complicada. El misterioso collar, con aquel brillo y su conexión impecable con esa mujer desconocida, se había convertido en una obsesión para mí. Cada vez que lo miraba, la imagen de la mujer con sus ojos oscuros y mirada llena de tristeza volvía a mi mente.

No podía dejar de pensar en ella, en quién era, en qué le había pasado, en por qué el collar la había elegido a ella. Y tampoco podía dejar de pensar en Avalon. La princesa, con su belleza única había despertado algo en mí que no sabía que experimentaría alguna vez.

La veía a menudo en el palacio, desde la distancia, observándola desde las sombras. La veía pasear por los jardines, leer en aquella biblioteca, hablar con sus sirvientas. Y cada vez que la veía, mi corazón se aceleraba, y sentía una mezcla de atracción y miedo al mismo tiempo.

Un día, mientras observaba a Avalon desde la distancia, la vi hablando con un hombre alto y corpulento, el cual poseía una mirada fría. El hombre llevaba un uniforme negro, y en su pecho lucía el escudo de la guardia real. Era el capitán de la guardia, el hombre que me estaba buscando, aquel hombre que quería llevarme a la cárcel.

Avalon parecía estar discutiendo con él, su rostro estaba lleno de preocupación. No logré escuchar lo que decían, pero por su preocupación asumí que se trataba de algo importante. Cuando ella se fue, me acerqué al capitán de la guardia.

-¿Qué le pasa a la princesa? - le pregunté, tratando de mantener mi voz tranquila.

-No es tu asunto - respondió el capitán, con una mirada amenazante.

-Solamente me preocupa su seguridad -dije, tratando de sonar lo más sincero posible.

-La princesa está segura - respondió aquel hombre, sin apartar la mirada.

-Solo quiero saber si hay algo que pueda hacer para ayudarla - respondí, tratando de mostrar buena voluntad.

-No hay nada que puedas hacer - respondió el capitán, con una mirada fría.-Y si vuelves a acercarte a la princesa, te arrepentirás-

Me alejé del capitán, sintiendo una mezcla de miedo y determinación. Avalon estaba en peligro, y yo tenía que hacer algo para ayudarla. Pero ¿cómo? ¿Cómo podía protegerla sin ponerme en peligro? El collar de la luna me había llevado a ella, y ahora me estaba llevando a un mundo donde la verdad se escondía en las sombras, y el peligro acechaba en cada esquina.

No sabía si estaba preparado para afrontar esta misión, pero sabía que no podía dejarla sola. Avalon necesitaba mi ayuda, y yo estaba dispuesto a dársela.

La amenaza que se cernía sobre Aethel se hizo más palpable con cada día que pasaba. El capitán de la guardia, con su mirada fría y comportamiento amenazante, no me dejaba tranquilo. Sabía que algo no andaba bien, que se tramaba algo oscuro en las sombras del palacio.

Una noche, mientras observaba a la princesa desde las sombras, la vi hablando con un hombre elegantemente vestido y misterioso. Aquel hombre tenía cabello negro como la noche, ojos oscuros, y una sonrisa enigmática que no llegaba a sus ojos. Avalon parecía estar encantada con él, su rostro se iluminaba cada vez que él le hablaba.

-¿Quién eres tú? - pregunté, tratando de mantener mi voz tranquila.

-Soy el príncipe Aric- respondió aquel misterioso hombre, con una sonrisa arrogante.

-¿Qué es lo que haces aquí? - cuestioné, sin apartar la mirada de el.

-He venido a ver a la princesa - respondió el hombre, con un tono de voz suave pero firme.

-¿Qué tipo de relación tienes con ella? - interrogué, sintiendo que la situación se volvía más peligrosa.

-Soy su amigo - respondió el hombre, con una sonrisa que no me convencía.

-¿Amigo? - repetí, con una sensación de desconfianza.-¿O algo más?-

-No es algo que te importe-respondió el, con un tono de voz que me hizo sentir algo incómodo.

-¿Qué es lo que le pasa a la princesa? -pregunté, sintiendo que me estaba acercando a la verdad.

-Ella está en peligro - dijo el hombre misterioso, con una mirada que me heló la sangre-Y yo estoy aquí para protegerla.

-¿De quién? - interrogue sintiendo que mi corazón se aceleraba cada vez más.

-De aquellos que desean hacerle daño -respondió el hombre, con una mirada que me hizo sentir que estaba a punto de descubrir un terrible secreto.

Y en aquel momento, sentí que la verdad estaba a punto de revelarse ante mis ojos. Aric no era solo un amigo más. Era un enemigo que se escondía en las sombras, alguien que tramaba algo terrible.

El príncipe de las sombras, con su enigmática sonrisa y palabras amenazantes, me había dejado con una sensación de terror y determinación. Sabía que Avalon estaba en peligro, y que yo tenía que hacer algo para salvarla.

Una noche, bajo la luz de la luna, me encontré ante el palacio real, aque lugar en el que se encontraba la dueña de mi corazón, la mujer que corría peligro y debia de proteger.

A medida que caminaba hacia la habitación de la princesa el collar que tenía guardado comenzó a brillar y en aquel momento logré ver nuevamente la imagen en mi mente. Era la misma mujer de siempre, la cual llevaba un collar idéntico al de Avalon. La imagen desapareció tan rápido como había aparecido, pero esta vez, sentí que la mujer me hablaba, y me decía algo.

-Él está aquí- dijo aquella mujer, su voz era como un susurro en el viento.-Él quiere destruirla, Debes detenerlo.

En ese momento, la verdad se reveló ante mis ojos. Aric no era solamente el enemigo de Avalon. Sino que era enemigo de todo el reino.

Salí del palacio y corrí hasta que llegue al jardín en dónde encontré a Avalon admirando las flores.

-Avalon, debes salir de este lugar-Susurre con un tono de peligro en mi voz-Tienes que escspar.-Estás en peligro.

Ella se giró, y me miró con su rostro lleno de sorpresa.

-¿Qué estás diciendo? - preguntó, con la voz llena de temor.

-Aric es un enemigo-Respondi-Quiere hacerte daño.

Ella frunció el ceño, y me miró con algo de desconfianza.

-¿Por qué dices eso? -pregunto con la voz llena de dudas.

-Porque te quiero-dije-sin poder evitar mostrarle una sonrisa.-Y no puedo permitir que te hagan daño.

Avalon se quedó en silencio, mirándome con una mezcla de sorpresa, preocupación y confusión.

-No lo entiendo- dijo finalmente.

-No importa- respondí
-Ahora lo importante es que te vayas-Vete ahora, antes de que sea demasiado tarde.

Ella se quedó en silencio durante un largo minuto que pareció una eternidad y finalmente me miró con decisión en sus ojos. En ese momento la vi levantarse,se giró y comenzó a correr hacia el bosque.

Yo la seguí, sintiendo que mi corazón se aceleraba cada vez más. Sabía que estaba haciendo lo correcto. Pero también sabía que estaba arriesgando mi propia vida, Pero eso no importaba si podía protegerla a ella.

Aric era un enemigo poderoso, y yo era solamente era un ladrón, un ladrón que se había robado el corazón de la joven princesa y ella se había convertido en dueña de mi corazón desde ese día en el que decidí entrar al castillo por el collar.

Lo único que me importaba en ese momento era salvar a Avalon. Y mientras corríamos hacia el bosque, bajo la luz de la luna llena, sentí que nuestro destino estaba ligado para siempre.

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