Mi querido Mason
Por alguna extraña razón, la historia de mi familia se dividía en dinastías. No en generaciones, no en apellidos... No, en dinastías teníamos que separarnos. Tan especiales somos.
Me llevé las manos a la cabeza y tiré de mi cabello. Desde que nos mudamos a la casa que tiene un camino directo al cementerio y dejamos nuestra antigua mansión vacía, saludando sola a las olas como siempre había hecho desde que la mandaron construir, a lo único que me dedicaba era a estudiar.
Yo, la verdad, no lo entiendo. ¿A santo de qué? Mira bien que yo he sido siempre muy orgullosa. De mí, de mis antepasados y de mi linaje. ¿Pero esa obsesión tan extraña que le había dado a mi abuela con saberme el nombre de todos lo que descansaban bajo las tierras revueltas del cementerio? Eso me parecía dos cosas: una pérdida de tiempo y un dolor de cabeza innecesario.
Lo peor es que me encantaba estudiar. Siempre me había encantado. Pero de estudiarme una obra de teatro a un linaje más largo que el del propio rey había un buen trecho, la verdad.
Miré la lápida que tenía delante y me concentré en las rugosidades gris oscuro de la piedra.
—Yo, Liliana Miller, soy hija de Victor Miller, que es hijo a su vez de...—miré la lápida que tenía a su izquierda para activar mi memoria visual—. Susana Miller, que es hija a su vez de...
Mi abuela chasqueó la lengua. La miré, con las cejas levantadas.
—¿Qué pasa, abuela?
—Lo estás haciendo mal, niña.
Resoplé por lo bajo. Si me vio, no dijo nada.
—¿Por qué esta vez, abuela?
—Eres Liliana Miller, hija de Victor Miller, CASADO con Valeria Rodríguez—Hizo mucha énfasis en CASADO.
Puse una mueca que ella me devolvió con la misma soltura. Levanté las manos como diciendo "me rindo" y me senté encima de una de las lápidas de piedra. Mi abuela me echó una mirada asesina y yo, si no fuera porque acababa de ver a Mason Occoner entrar en el cementerio otra vez, le hubiera hecho un poco de caso y me hubiera levantado.
Caminaba erguido y sin mirar a ninguna zona en concreto. El traje que llevaba puesto no se lo había visto nunca. Consistía en unos pantalones blancos y una especie de chaquetón azul marino que le sentaba fenomenal. El sobrero alto que escondía sus rizos rebeldes era el mismo de siempre Mantuvo un semblante serio hasta que llegó hasta donde yo estaba sentada y se sentó en el suelo con una pequeña sonrisa en los labios.
—No tienes ni idea de cuánto tiempo he tenido que aguantar al pesado de tu hermano—me dijo mientras acariciaba mi rodilla derecha y acentuaba una sonrisa cansada.
—¿Sí?—Sonreí—. ¿Por qué?
—No paraba de repetirme lo loco que estoy por querer casarme contigo—Bufó.
Ladeé la cabeza.
—¿En sentido literal o figurado?
—Lo decía completamente en serio. Quiero decir, a mí me da completamente igual. Es cierto que estoy loco por ti y loco por casarme contigo, pero tampoco creo que me merezca ese tono por su parte. Me trata como si estuviera loco de verdad—Hizo una pausa—. Tu hermano es un pesado, ¿te lo he dicho alguna vez? —Volvió a guardar silencio—. Pero, en fin, que eso no es lo importante. Al menos he podido escaparme y verte al fin.
—Si mi abuela me dejara—le dije mientras observaba a mi abuela limpiar una lápida y girar la cabeza rápidamente al escuchar su mención—, sería yo la que iría a verte, pero... Ya sabes, es lo que toca.
Se levantó un segundo para darse la vuelta, apoyar la espalda en la lápida y cerrar los ojos. Yo le pasé los dedos por el pelo y él pareció sonreír otra vez.
Inspiré profundamente para llenarme con su olor a lavanda.
—¿Sabes?—me preguntó en un susurro—. Echo tanto de menos que vengas a verme.
—Yo también, Mason. Verte era bastante...—busqué una palabra que no alterara el viejo corazón de mi abuela—. Estimulante. Sí, estimulante.
Se rio.
—Entre muchas cosas, nos la pasábamos hablando de literatura. ¿Te acuerdas? Y de música. Y de arte en general. Bueno, de todo, la verdad. Hablar contigo era una de las cosas más sencillas y cómodas que hacía—Otra pausa—. Hablar contigo hacía de mi día un día mejor.
—Sí. Siento lo mismo—suspiré con nostalgia.
—Qué lástima que ahora prefieras pasar más tiempo con tu abuela que conmigo—Se llevó la mano al corazón y exageró al hablar—. Me lo rompes, Lily. ¡Me rompes el corazón!
Sonreí.
—Oye, eso no es verdad. Ni prefiero pasar tiempo con mi abuela—susurré para que no me escuchara, aunque por la mirada asesina que me lanzó dudo que haya conseguido algo— ni te rompo el corazón, Mason.
Abrió los ojos.
—Si pasáramos más tiempo juntos, ahora mismo no estaría en un cementerio hablando contigo a escondidas. Estaríamos en el baile de Débora, bailando juntos. Llevarías tu vestido ese, el blanco brillante. Y tendrías el pelo suelto, seguramente. Yo llevaría lo que llevo ahora y bailaríamos juntos. Seríamos la envidia de la ciudad—Aseguró con la cabeza.
—¿Mason Occoner quiere bailar? ¿Y conmigo? ¿Mason Occoner quiere llamar la atención? —Levanté las cejas, curiosa.
No me contestó porque se levantó de golpe, se paró frente a mí y me tendió la mano. Sonreí, me subí encima de la lápida con un salto ágil y le tomé de la mano.
Menos mal que mi abuela estaba de espaldas limpiando otra lápida porque, si no fuera así, le daría otro infarto al vernos. Mason y yo empezamos a correr, él por el suelo y yo dando saltos sobre las lápidas. Me sujetaba la mano ligeramente, sin a penas ejercer algún tipo de fuerza.
Él reía y yo también.
Llegó un momento en el que dejamos de correr como locos porque se paró. De repente, su cara se ensombreció y pareció mirarme.
—¿Sabes? Me encantaría morirme.
Sonreí, triste.
—¿Por qué?
—Así podría pedirte que te cases conmigo de nuevo.
—Pero ya te dije que sí la primera vez.
Por un mísero segundo, pensé que me miraba directamente a los ojos. Que me veía a mí y que me hablaba a mí y no a sí mismo. Pero no. Él seguía tan vivo como siempre y yo tan muerta como siempre.
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