02 - la decisión de Elizabeth

Los soldados del emperador estaban en el pueblo, obligaron a Diane y a Elizabeth a conservarse dentro de la casa, pero ellas no hicieron caso y salieron, estaban junto a su madre cuando Cath comenzó a hablar.

— ¡Los Arcángeles han invadido Camelot! — gritó, muchas personas estaban horrorizadas — Cada familia deberá contribuir con un alfa varón — agregó.

Elizabeth quedó tiesa, el único alfa en su familia era Ban y el estaba muy enfermo como para ir al combate. Comenzaron a decir los apellidos de varias familias hasta que llegó la suya. Las mujeres de la familia quedaron mudas, nadie se atrevería a hablar enfrente de ellos.
Y sin protestar, Ban fue hacia ellos dejando el bastón a su madre, esta bajó la mirada aguantando las lágrimas. Todos lo miraban, las personas del pueblo sabían que su salud iba empeorando con el paso de los días, aún así, nadie dijo nada.
El ya había ido a una guerra pasada, ya había demostrado su honor, esta vez si iba, ya no regresaría.

— Es un honor volver a servir al emperador — dijo, el hombre que estaba arriba del caballo sacó la hoja de reclutamiento para dársela.
Elizabeth no aguantó más y corrió hacia el.

— ¡Hermano no puedes ir! — chilló desesperada colocándose adelante de el.

— ¡Elizabeth!

— Por favor, el ya a acudido a la última guerra — no pudo seguir hablando ya que Cath se acercó con el caballo y la calló.

— ¡Silencio! — gritó — Debería enseñarle a su hermana a no abrir la boca en presencia de un alfa — Ban la miró enojado.

— Elizabeth — susurró entre dientes — Me estás deshonrando.

Ella quiso tomarlo del brazo, pero su madre la apartó lentamente, dejando a Elizabeth destruida y a Ban avergonzado. Tomó el pedazo de papel y se dirigió a la casa, cuando su madre intentó darle su bastón, el se negó. Elizabeth entró a la casa cabizbaja sin decir ni una palabra. Tenía que hacer algo, no podía dejar que su hermano fuera a la guerra ¿Tal vez persuadirlo?
No lo sabía, solo sabía que se iba a aquella guerra contra los Arcángeles, no lo vería nunca jamás.

La madre de Elizabeth la llamó para poder tomar un poco de té para pasar el mal momento. Había un poco de arroz en la mesa y tazas para los cuatro.
Nadie dijo una palabra, todo era serio sin ninguna risa. El ambiente estaba tenso o así lo sentía Elizabeth. Tenía la mirada desorbitada y parpadeaba más de lo frecuente para evitar que las lágrimas salgan de sus ojos.
Ella miraba con el ceño fruncido a todos, estaban comiedo y bebiendo como si nada hubiera pasado, ese comportamiento le molestaba y mucho.

— Eres un gran guerrero Ban, ya has aceptado grandes sacrificios — dijo su madre por fin.

— ¿Que estás sugiriendo? — preguntó — ¿Quieres que nuestra familia caiga en la desgracia y que no cumpla con el decreto imperial?

Elizabeth no podía quedarse callada, la vida de su hermano estaba en riesgo, ya nadie le diría si callar o no.

— Pero ¿Cómo vas a pelear si- — la interrumpió golpeando violentamente la mesa con la mano. Elizabeth negó, sabía que ese golpe fue para que haga silencio, su madre la miraba para que no hablara, y su hermana estaba en el mismo estado — ¡No es tu obligación!

— ¡Elizabeth! — gritó su madre.

— Hay muchos alfas que lucharán por Camelot — dijo.

— Debo hacerlo por honor y dignidad, no permitiré que nuestra familia sea objeto de burla — dijo Ban queriendo contener su ira.

Elizabeth lo miró incrédula, ¿Honor? ¿Dignidad? ¿De que servía tenerla si iba a arriesgarse en el campo de guerra?

— ¿¡Así que morirás por tu honor?!

— ¡Se cuál es mi lugar... Y es tiempo de que conozcas el tuyo Elizabeth, yo soy el alfa y tu eres la omega! — gritó estallando, se levantó bruscamente de la mesa y salió de la casa.

Su vista se nubló debido a las lágrimas, quería salir corriendo y llorar hasta no poder más.

— Tenemos que ser fuertes, esta vez el no regresará — dijo su madre para que por fin Elizabeth saliera corriendo.

Con el pasar de las horas, las lágrimas fueron parando, pero el dolor en el pecho de la albina no.

Bajó hasta el sótano, ahí se encontraba la armadura y la espada de Ban, el se encontraba ahí, su mano temblaba al tomar el mango de la espada. Comenzó a afilarla y Elizabeth se acercó. Se sentó enfrente y miró la espada, tenía marcado los tres pilares: valentía, lealtad y verdad.

— Es hermosa — dijo Elizabeth.

Ban asintió.

— Una hermosa arma que se usa para actos terribles.

Miró un dibujo en el cuál estaba el Gran Blanco. Ella recuerda que siempre oraba por el antes de irse a dormir.
La espada era reluciente, y el mango era de color rojo, Ban la había obtenido en la última batalla, todos estaban muy orgullosos de el. Incluso su padre, el murió en esa misma guerra. Era por ese motivo por el cuál Elizabeth no quería que vaya. Ya había perdido a su padre, no quería perder a su hermano también.

— Ojalá pudiera ser tan valiente como tú — susurró Elizabeth, Ban la miró y acarició su mano.

— No hay valentía sin temor — dijo —Tienes que ser muy valiente Elizabeth, por mamá, por Diane... Y por mí.

Ambos se miraron con tristeza.

Ban guardó su espada y Elizabeth habló.

— Si yo fuera varón y alfa, no haría falta que vayas — dijo. Ban le sonrió y se levantó de la mesa en donde estaba. Guardó sus cosas y fue hacia su habitación. Elizabeth se quedó ahí, sola, mirando la nada, sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más y fue hacia el inmenso jardín.

Comenzó a llover. Elizabeth se encontraba empapada debajo de la escultura del Gran Blanco. Miraba su reflejo en un redondel de agua de lluvia, su cabello estaba pegado a sus mejillas debido a las lágrimas. Miró enfrente y ahí se veía la silueta de su madre junto a su hermano, de repente ya no vio nada y fue ahí cuando tomó una decisión que cambiaría para siempre su vida.

Fue hacia el interior de la casa, todo estaba oscuro. Su hermana estaba durmiendo al igual que su hermano y madre. Entró a la habitación de Ban y tomó la hoja de reclutamiento, a cambio, ella le dejó su broche favorito. Luego se dirigió al sótano, se sentó en el suelo y tomó la espada, dividió en dos su cabello y rápidamente lo cortó por encima del hombro. Le dolía ver su cabello tirado en el suelo, siempre lo había conservado largo, pero por su hermano, hasta cruzaría por todo el mundo.

Antes de ponerse su armadura, se colocó una faja en su pecho, no debían sospechar nada, y para más seguridad, se colocó un diminuto collar para que no se notara su olor que la representa como omega. Se hizo un rodete en el cabello y se miró al espejo.
Parecía otra persona, y eso era fantástico.
Sin hacer mucho ruido, salió hasta el templo de sus antepasados y los protectores como el Gran Blanco o el ave fenix. Rezó por una última vez antes de subirse al caballo y salir a todo galope, desapareciendo en la oscuridad de la noche.
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¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien, bueno, aquí les traigo un capítulo más UwU ya en el próximo veremos a Meliodas más sexy que nunca. Así que nos vemos luego.
Cariños♡
Moon_

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