Dia 30: Libre
Ese día veía como siempre por la ventana de la habitación de hospital que me habían asignado desde el accidente que casi nos cuesta la vida a mi familia y a mi. Un conductor borracho que se nos atravesó, golpeando principalmente el lado donde estábamos mi madre y yo, logrando que ella tuviera amnesia y que yo ahora esté postrada en esta cama.
Los doctores dicen que hemos sido afortunados, mucha gente no vive para contarlo, pero ¿Qué clase de vida era esta? Mi madre no nos reconocía y yo no podía caminar, mi padre y mi hermano siempre me querían dar ánimos, pero yo era realista, ni ella volverá a recordar ni yo a caminar.
Lo que más tristeza me daba es que ninguno de mis amigos se ha interesado por mi salud o la de mi madre, hasta ese niño tonto ha venido más seguido, aunque sea sólo por lastima o por acompañar a su familia, me refiero a Alexandre Taylor.
Digo es normal que su hermana venga ya que es la novia de Aiden ¡hasta sus padres tienen razón de estar aquí! Ya que son amigos de mis padres, el único que me molesta que esté aquí es él, no tiene nada a que venir y menos si era a regalarme una mirada de lastima como cuando me veía con mis amigos en el colegio.
—¿Se puede? —Veo la cabeza rubia de mi cuñada quien se asoma con una sonrisa— ¿Cómo te sientes, Eli?
—Bien —Le sonreí con un poco de falsedad, pero no logré engañarla, la verdad no se ni porqué lo intente, Emma es el tipo de persona que puede ver a través de los demás, logra comprender a mi hermano después de todo.
—¿Qué tal si damos un paseo por los jardines? Hoy comenzó la primavera.
Ella también sabe cuando callar y es algo que adoro de su personalidad, aunque esa mirada sea tan parecida a la de su hermano menor. Me encojo de hombros, pero acepto su ayuda para pasarme a la silla de ruedas, es un poco tedioso, aunque ya le voy agarrando maña, al menos la ayuda que ocupo es mínima y eso me hace sentirme mejor.
—¿Te gustan mucho las margaritas? —Es lo primero que pregunta cuando salimos del cuarto en dirección a los jardines.
—Esas son las favoritas de mamá, yo soy más de girasoles —El ambiente se siente un poco incómodo porque Emma no sabe que decirme sin mencionarme a mi madre.
—¡Mira! —Después de un rato sin hablar, Emma me señala emocionada hacia dónde está Alexandre y Aiden con varios globos de muchas formas y colores.
—Ya era hora ¿Por qué tardaron tanto? —Mi hermano si que sabe como empezar una conversación, menos mal que su novia lo conoce casi o más que yo.
—Pues fíjate que fue porque muchos chicos me han pedido mi número —Aiden no pica el anzuelo porque es casi imposible que Emma les de a unos desconocidos su numero, es muy aprensiva con eso.
Ellos siguen con su tira y afloja como partido de tennis, cuando noto que Alexandre se me acerca, pero finjo no notarlo.
—Siempre igual ¿no? —Lo ignoro y escucho como suspira—Elizabeth, si te he hecho algo prefiero que me lo digas, no leo mentes, aunque mi hermana te haga pensar lo contrario.
—No necesitas leer mentes para saber que no me agradas.
—Pensé que el accidente te cambiaria, pero sigues igual ¿Acaso no ves que tus supuestos amigos ni siquiera te han visitado? Y en clase ni se acuerdan de ti.
—¡¿Y tú que vas a saber?! ¡Tú siempre me estás mirando con esa aura de magnificencia! Como si fueras mejor que los demás y solo eres un idiota sin amigos.
—¡Al menos no tengo amigos falsos que me dejaran cuando sepan que no puedo caminar!
Al escuchar nuestra discusión Aiden y Emma nos voltean a ver, mi hermano quiere acercarse pero Emma no lo deja y se lo lleva a un lugar apartado, dejándome sola con el idiota.
Tengo ganas de llorar, pero definitivamente no dejare que me vea vulnerable.
—Puedes llorar ¿sabes? —Me dice de repente— No te veo con lastima, lo que no me gusta es que pienses que ellos son tus amigos, eres como una mariposa, mereces ser libre.
—¿Cómo voy a ser libre en esta silla, Alexandre?
Él tomó un globo y lo ató a mi muñeca, me ayudó a pararme.
—Yo te ayudaré.
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