—Esto es lo más loco que hemos hecho en toda nuestra vida y eso es mucho decir —Fue lo primero que se le ocurrió decir a Haruka mientras ajustaba la espada que le había regalado su padre de cumpleaños— Ni siquiera sabemos qué hay ahí dentro, es un puto suicidio.

—Han muerto más de veinte personas por los ataques que vienen de quien sea que esté en este lugar, como...

—¡Ya no eres la princesa de Merilya!

—Solo porque he tenido que mantenerme escondida no quiere decir que he dejado de serlo y no solo lo hago por Merilya ¿sabes a cuantos de los nuestros han matado? No puedo ni quiero volver a tener que escuchar llantos de madres desoladas o de viudas que han perdido a sus maridos, también...tengo miedo por ti y tu madre.

Haruka dejó de jugar con su espada y volteó a ver su amiga con la cara confundida, moviendo sus listones de forma rara.

—¿Qué? ¿Has pedido el juicio?

—¿Crees que engañaras a esa cosa con esto? —Himawari le tocó sin disimulo alguno los listones del cabello a su amiga desatando uno, revelando su cuerno...uno que indicaba su clara herencia demoniaca.

—¡¿Estas loca?! ¡Dame eso! —se lo ata de manera rápida.

—A eso me refiero, tú y tú madre de los pocos demonios que quedan, aunque en tu caso solo sea la mitad ¿sabes lo que pagaría cualquiera por un poco de su magia o de sus cuernos? De por si la gente "elegida por los dioses" está en constante peligro.

—Hima, eso es algo que hemos resuelto en casa, papá hace todo por protegernos a las dos, descuida ¿si? Demonios tienes que comenzar a preocuparte por ti, tú también eres especial, más de lo que crees.

—Como sea, quítate los listones de todos modos, se que repelen criaturas mágicas.

—¿Cómo?...

—Tú padre no es muy disimulado en cuanto a su protección —Himawari solo se encogió de hombros mientras Haruka se terminaba de quitar los listones asegurándose que nadie las viera, aunque era poco probable ya que todos le tenían miedo a la cueva de la muerte, nombre ridículo según Haruka.

—Como sea, vamos antes de que me arrepienta.