Día 6: Mimos / Acurrucarse

Hyoga y Shun regresaron tarde de su cita, y lo primero que hicieron al llegar a la Mansión Kido fue desplomarse en el sofá, para recobrar fuerzas antes de ir a dormir.

Permanecieron ahí unos momentos, sin decir o hacer nada, hasta que Shun se levantó y sacó el pastel de miel que el ruso había pedido para llevar, junto con un par de tenedores desechables.

-¿Aún tienes hambre?- preguntó Hyoga con una sonrisa.

-Es que está muy bueno...- respondió Shun, ruborizándose. Andrómeda sostuvo el recipiente de unicel en sus manos mientras ambos Caballeros de Bronce comían de él. El peliverde recargó su cabeza en el hombro de Hyoga.

-Me encantó este día, Hyoga-chan...- el Cisne sonrió y besó la cabeza de su novio, después comenzó a acariciar su suave cabellera.

Se quedaron así unos cuantos minutos más, Hyoga no dejaba de hacer cariños en la cabeza de su pareja, al menos hasta que notó que Shun emitía unos sonidos graciosos y no se movía. Se había quedado completamente dormido.

Con cuidado, el Cisne retiró el recipiente de unicel vacío de las manos de su novio, este ni se inmutó. Corría el rumor en la Mansión de que Shun era una persona perezosa por naturaleza, y que a menudo se quedaba dormido en los hombros de la gente cuando permanecía sentado en el sofá sin ninguna cosa que hacer. Según el chisme, el peliverde era capaz de dormir hasta doce horas seguidas; y, de ser elegido como la almohada del japonés, la única forma de quitarlo de encima era despertándolo, pues de lo contrario se seguiría hasta el amanecer. También se decía que el récord de la "almohada" más duradera lo tenía Ikki, dejando reposar a su hermano sobre su hombro un total de cuatro horas; seguido de Shiryu, con dos horas; y finalmente Seiya, con media hora.

No obstante, Hyoga jamás se había encontrado en tal situación hasta ese momento. El Cisne estaba al tanto del chisme, pero no se atrevía a despertar a su novio. Se le veía tan tranquilo así como estaba. Tenía una ligera sonrisa en los labios y su respiración le traía paz y calma al rubio.

Estuvo así alrededor de una hora, pasaba de media noche y Shun no parecía que fuera a abrir los ojos. El rubio pensó en despertarlo, seguro se sentiría más cómodo con su pijama y recostado en su cama, pero justo cuando la idea cruzaba por su mente, Shun cambió de posición, acomodándose y abrazando al ruso. Era obvio que una cama o el mismo Hyoga eran sinónimos para el Santo de Andrómeda.

Resignado, Hyoga comenzó a considerar la manera de hacer la noche más cómoda para él mismo, no porque la presencia de Shun le presentara una incomodidad, pero no quería pasar la noche sobre su trasero.

Como pudo se volteó hasta quedar de espaldas al brazo del sofá, al principio temió despertar al japonés, pero este ya estaba en otro mundo. Cuidadosamente, se inclinó hacia atrás, hasta que su cabeza reposó sobre el brazo del sofá. Shun se acomodó nuevamente, esta vez posando su cabeza entre el hombro y el cuello de su novio, su mano nívea reposaba sobre el pecho del rubio.

Hyoga esbozó una sonrisa, le gustaba la sensación de Shun sobre su pecho; comenzó a jugar con su dedos y los besó tiernamente. Su brazo izquierdo descansaba sobre la cabeza de Shun, acariciando lentamente, pero sin detenerse, el cabello verdoso de Andrómeda.

Cygnus continuó haciendo caricias a su novio hasta que se quedó completamente dormido.





Ambos Caballeros amanecieron en el sofá, uno sobre el otro. Sorprendentemente, Shun despertó primero, al principio no sabía muy bien en dónde o sobre qué estaba dormido; luego, su ojos enfocaron su mano, entrelazada con la de Hyoga, lentamente dirigió su mirada hasta toparse con la cara del Cisne, quien roncaba levemente; Shun soltó una risita.

Continuó recostado sobre el pecho se su novio, escuchando atentamente los suaves ronquidos y los latidos de su corazón, mientras se perdía en la respiración del rubio y el subir y bajar de su pecho.

Andrómeda comenzó a besar dulcemente la mano de Hyoga, seguido de su pecho, hombro, mejilla y terminando en sus labios.

Aquellas caricias fueron suficientes para que el cisne despertara, abriendo lentamente los ojos, cuando estuvo consciente, lo primero que vio fue la cara angelical de Shun.

-Hola...- susurró el ruso, perezosamente.

-Buenos días...- respondió Shun, besando nuevamente los labios de Hyoga. -¿Tienes hambre?- preguntó el japonés mientras le quitaba al rubio el cabello de la cara.

-No... sólo... quedémonos así un rato más ¿quieres?

Shun besó la frente de su novio y regresó a recostarse sobre su pecho. No iba a negar que se moría de hambre, pero ya desayunarían después. Por el momento, se limitaría a disfrutar de las caricias y besos del Cisne.

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