Día 30: Libre
Era la mañana del 24 de diciembre, y la Mansión Kido estaba preparándose para dar un gran banquete en la noche. El pino que descansaba en la sala era enorme, y las esferas de colores y luces cálidas resplandecían hermosamente, aquel árbol era el espíritu navideño reencarnado. La decoración no se quedaba atrás, las guirnaldas que colgaban de los barandales y las paredes hacían ver la casa más acogedora de lo que era.
Los sirvientes estaban dando los últimos detalles a las habitaciones, mientras Saori esperaba pacientemente en la sala, sus invitados llegarían en cualquier momento a ayudar a preparar la cena. Era una tradición en la Mansión Kido que ella y sus Caballeros de Bronce prepararán la cena de navidad en vez de los sirvientes. Y ese año no sería la excepción. La única diferencia era, que los Santos de Bronce pasarían la noche ahí, con la novedad de que los regalos los abrirían bajo el fastuoso árbol navideño de los Kido.
La Diosa bajó el libro que estaba leyendo cuando escuchó el timbre.
-¡Ikki! ¡Pandora! Son los primero en llegar.- saludó la peli-lila mientras la pareja entraba en su morada, acompañados por la pequeña Esmeralda, de apenas tres años, quien venía en los brazos de su padre.
-Creímos que no llegaríamos a tiempo, nuestro vuelo se retrasó.- explicó Pandora mientras le entregaba a Tatsumi su equipaje.
-Lo bueno es que lograron llegar. Les preparé la antigua habitación de Ikki. ¿Aún recuerdas cómo moverte por esta casa? ¿O necesitas que uno de los sirvientes te guíe?- bromeó Saori.
-Eso jamás.
La siguiente pareja en llegar fueron Seiya y Shiryu, acompañados de Ryuho, su hijo biológico de cinco años; y Koga, hijo adoptivo de ocho años.
-¡Hola muchachos! Me alegra verlos de nuevo.
-¡Qué hay, Saori-san!- saludó Pegaso, muy alegre. -Saluda, Koga.
-¿Eh? Ah, sí. Hola tía.- dijo el pelirrojo sin quitarle la vista a su videojuego.
-Koga... ¿qué dijimos sobre eso?- le dijo Shiryu con tono severo a su hijo.
-Qué me freirá el cerebro y terminaré como papá.- Shiryu y Saori se carcajearon ante la respuesta del niño, quien finalmente levantó la vista y le dio un beso en la mejilla a su "tía".
-¿Somos los últimos?- preguntó el Dragón.
-No, faltan...
-¡Saori-san!- Shun de Andrómeda saludó desde su auto.
-¡Shun-chan!- saludó Seiya.
Cuando el Cisne abrió la puerta de los pasajeros, dos niños de siete años salieron volados al encuentro de la diosa y los otros Santos de Bronce.
-¡Oigan, niños! ¡Con cuidado!- gritó Hyoga a sus hijos, mientras ayudaba a Shun a bajar los obsequios del auto.
-Vaya, están enormes...- comentó Saori, mientras saludaba a los pequeños. -Sus habitaciones on las de siempre. Una para ustedes y otra para los niños.- explicó la peli-lila al entrar a la mansión.
Shun estaba parado en medio de la habitación, aquella habías ido su vieja recámara. Esa en dónde pasó la mayor parte de su adolescencia y temprana juventud, dónde suspiró tantas veces por su compañero, el Santo de Cygnus, y también dónde su historia de amor comenzó.
-Tanya y Shin-chan se quedarán en mi cuarto, aunque tendrán que compartir la cama. Espero que no se pateen.- Hyoga llegó a la recámara con su esposo y lo abrazó por detrás. -¿En qué piensas?
-Nada en particular...- respondió Andrómeda, sujetando los brazos del ruso. -Recordaba todo lo que hicimos en este cuarto.
-¿Ah sí?- añadió Hyoga, pícaramente, a la vez que comenzaba a besar el cuello del peliverde. -Cómo olvidarlo... Domadora de hombres...- Shun se sonrojó y comenzó a reír. -Aunque lo lograste, no lo negaré.
Shun se volteó para besar los labios del rubio.
-Las cosas salieron bien ¿no, patito?
-Mejor de lo que pensé...- ambos Caballeros se comenzaban perder en un pasional beso cuando fueron interrumpidos por sus pequeños retoños.
-¡PAPÁ! ¡Baka-Shin-chan me jaló el pelo!- la pequeña Tatyana corrió hasta sus padres hecha un mar de lágrimas.
-¡Ella me pateó primero!- el niño rubio de ojos azules, copia perfecta de su padre Hyoga, entró en su defensa.
El Cisne levantó a su hija en brazos. -Tanya, primero que nada, no llames así a tu hermano. Y tampoco lo patees, sacaste el gancho de tu mamá.- Shun esbozó una sonrisa. En efecto, él era "mamá". Habían intentado, y fallado, muchas veces en hacer que sus hijos lo llamaran "papá", pero los pequeños siempre terminaban refiriéndose a él como "mamá".
-Shin-chan, ya te dije que si tu hermana te hace algo, no le hagas nada de regreso. Así no llegarán a nada, mi amor.- Andrómeda se agachó para quedar a la altura de su hijo y comenzó a acariciar el rubio cabello.
-Recuerden que deben portarse bien, o no recibirán nada mañana.- añadió Hyoga, mientras depositaba a su hija en el suelo.
-¡Patrañas!- Shintaro interrumpió a su padre. -Si Santa no me trae nada, el tío Ikki lo hará.- Shun se carcajeó ante el comentario del pequeño, Hyoga volteó los ojos.
-¿Por qué no van a saludar a su tío, calabacitas?- sugirió el peliverde a los niños, quienes salieron corriendo y gritando de emoción, olvidando el percance que los había llevado ahí en primer lugar.
-Ikki los malcría demasiado...- bufó el Cisne cuando sus hijos dejaron la habitación. -¿¡Por qué no malcría a su propia hija!? Este par ya es latoso por naturaleza como para arruinarlo más.
Shun calló a su esposo con un beso.-Seguro que tú eras igual, patito.- Hyoga sonrió y volvió a besar los labios de su esposo.
-Por cierto...- Shun lo alejó un poco, poniendo su blanca mano en el pecho del rubio. -Quería esperar hasta mañana, pero mejor te lo digo de una vez.
Hyoga lo miró extrañado.
-Necesitarás ser más paciente con Tanya y Shin-chan, porque... me temo que las cosas están por complicarse aún más...- Andrómeda puso una mano sobre su vientre, lo que hizo que el Cisne pusiera los ojos como platos.
-No puede ser... ¿otro, mi amor?- Shun asintió con una enorme sonrisa. -Dios, cómo te amo...- el rubio abrazó a su esposo.
-Feliz Navidad, Hyoga-chan.
La cena fue un éxito. Hyoga no ayudó a cocinar, desde luego; él fue el encargado de evitar que los niños se metieran en problemas.
Mientras los Santos de Bronce hacían bromas y contaban chistes, Saori los miraba con atención y una sonrisa en sus labios. No veía a unos padres responsables con su hermosos hijos, sino a una bola de adolescentes chistosos pero leales a su causa. Habían pasado de todo en esa casa, y lo más importante, se habían creado lazos que durarían para siempre.
-Chicos...- interrumpió la diosa, alzando su copa. -Un brindis, por que esta gran familia siga creciendo.
Y seguiría creciendo, aunque no se vieran a diario ni pasaran tantas aventuras como en antaño, aquellos Santos de Bronce Legendarios y su Diosa, continuarían unidos hasta el fin.
El postre fue un delicioso pastel de chocolate que los niños, y Seiya, engulleron como si no hubiera un mañana. Después del postre, se dirigieron a la sala, y dejaron que los pequeños abrieran un regalo cada uno.
Así, mientras los niños jugaban con sus nuevos juguetes, los Caballeros aprovecharon para cumplir con otra tradición navideña:
-Si es niña, deberíamos llamarla como mi mamá...
-Cómo tú quieras, patito.- Shun abrazó a su esposo de la cintura y depositó un adorable beso en su mejilla. -Mira, muérdago...
Hyoga desvió su mirada hacia arriba y acto seguido tomó el pálido rostro de Andrómeda en sus manos y besó esos labios rosados que tanto amaba.
-Me has dado el mejor regalo de todos, любимый...
-¿Este bebé? Espero que no se vuelva una tradición...- bromeó el peliverde antes de ser interrumpido por el Cisne.
-No sólo eso. Tatyana, Shintaro, tú... Shunny, me diste una familia y una razón para seguir peleando.- Shun se ruborizó ante las palabras del rubio.
-Te amo
-Yo te amo más.
Ambos permanecieron abrazados por un largo rato, mientras observaban a sus pequeños jugar. Al contemplar la escena, daban gracias por qué las cosas se hubieran dado de esa manera.
Ahora, Andrómeda y Cygnus tenían aquello que tanto habían deseado: una familia con la persona que más amaban.
FIN
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