Día 29: Embarazo
El Santo de Andrómeda estaba recostado en el sofá, viendo a través de la ventana cómo las hojas secas y anaranjadas caían sobre el pavimento. Soltó un suspiro ruidoso, últimamente no hacía nada en todo el día, mas que permanecer en el sofá o en cama. No podía atender ningún trabajo del Santuario, por obvias razones; y aunque le hubiera gustado que Hyoga se quedara con él durante todo el embarazo, Saori no podía darse el lujo de prescindir del Caballero del Cisne por nueve meses, además de la licencia de paternidad.
Así, Shun pasaba sus días con movilidad limitada, el hecho de llevar gemelos hacía que su pancita fuera el doble de grande, y aunque apenas estaba en el sexto mes, lucía como si fuera dar a luz en cualquier momento. Su cuerpo también tardó en adaptarse, en ciertas ocasiones, hasta el mismo peliverde pensó que su delgada y frágil complexión no soportaría aquella travesía. Se mareaba con facilidad y la mayor parte del día no tenía muchas fuerzas, los bebés se movían como locos y muchas veces no lo dejaban descansar bien. Además, su cuidado se alternaba entre su hermano y su esposo, y aunque Saori hizo todo lo que pudo por prever que el Cisne y el Fénix no estuvieran fuera al mismo tiempo, no siempre era posible, y en varias ocasiones había tenido que quedarse bajo el cuidado de Shiryu o Seiya.
Aquella tarde en particular, estaba con su hermano, Hyoga regresaría de una misión en San Petersburgo en las próximas horas.
-¿Necesitas algo?- Shun volvió a la realidad al escuchar la voz de su hermano.
-No, gracias, nii-san.- respondió desganado.
-¿Cómo te sientes?- preguntó el Fénix, sentándose a su lado. Era inusual para él mostrar esa clase de sensibilidad, y al principio, a Shun le incomodaba ese comportamiento. Ya después de un rato se acostumbró a la nueva personalidad de Ikki.
-Algo cansado, pero a estas alturas ya es mi estado natural.- agregó el peliverde, esbozando una ligera sonrisa. -¿Sabes algo de Hyoga?
-Sólo que regresa hoy, pero Saori no me dió muchos detalles. Ya sabes lo que siempre dice, es...
-Clasificado...- interrumpió Shun. Era usual en su trabajo, no todas las misiones eran del acceso de todos los Caballeros, por cuestiones de seguridad, principalmente.
Los hermanos tuvieron una charla trivial durante los próximos minutos, hasta que esta fue interrumpida por el teléfono.
-¿Hola?- contestó Ikki, pues no había manera de que Shun llegara a responder a tiempo. -Ah, ¿qué hay, pato?- al escucharle decir eso, Andrómeda volteó en dirección al Fénix, con los ojos esmeralda llenos de ilusión. -Aha... aha... aha... de acuerdo... ¿mañana?- Ikki dirigió su mirada a Shun y la desvió inmediatamente, no contaba con que su hermano tuviera la vista fija en él. El peliverde frunció el ceño, se le notaba molesto. Si Hyoga llamaba para decir que no regresaría ese mismo día, lo mataría él mismo cuando llegara.
-No, comprendo, pero...- el Fénix se pegó al teléfono y comenzó a susurrar, lo que le confirmó a Shun que, efectivamente, su esposo no regresaría a casa ese día. -Shun, él te necesita, y pues... son tus hijos también... Aha... está bien... no tardes... Sí. Adiós.
-No va a regresar hoy ¿cierto?- expresó Andrómeda apenas su hermano colgó el teléfono.
-Dice que se retrasará un poco, pero hará todo lo posible por volver mañana.- Shun resopló mientras ponía los ojos en blanco. -¿Shun?
-En salud y enfermedad... para bien y para mal...- murmuró el peliverde entre dientes. -Creo que Hyoga olvidó ese pequeño detalle.
-No digas eso, Shun-chan.- intervino Ikki, mientras frotaba la espalda de su hermano menor. -No se va porque quiere, seguro que si dependiera de él, se quedaría a tu lado todo el tiempo.
-¿Por qué lo defiendes?- espetó Shun. -Nunca te agradó, y ahora de repente abogas por él y justificas su ausencia.
-Lo hago porque en este momento, sé que no fue su elección. Y además... aunque no me agrade del todo y piense que es un imbécil... es el padre de mis sobrinos.
Al día siguiente, Shun se sentía peor que en otras ocasiones, los bebés estaban más inquietos que de costumbre y no había podido dormir en toda la noche. Hyoga no regresó hasta la tarde, casi de noche, y encontró a su esposo profundamente dormido en el sofá.
Apenas Ikki dejó el departamento, Hyoga dejó su equipaje en el pasillo y se dirigió al sofá. Se sentó junto a su esposo y comenzó a besar su sien mientras le quitaba el cabello de la cara.
-Disculpa que haya tardado, mi amor...- le susurró al oído. Acto seguido sus manos deslizaron por el cuerpo de Andrómeda, hasta detenerse sobre el vientre del peliverde.
En ese momento, Shun comenzó a despertar.
-Mmmmmmm...
-Hola, conejito, perdóname... ¿te desperté?
-¿Hyoga?- el rubio sonrió. -¿Cuándo llegaste?
-Apenas.- el Cisne ayudó a su pareja a incorporarse en el sofá. -¿Estás bien? Ikki me dijo que no te la has pasado bien los últimos días...
-No te preocupes... sólo... estoy exhausto...- la voz de Andrómeda comenzó a entre cortarse. -Y... te extrañé mucho, patito...- las lágrimas comenzaron deslizarse por sus rosadas mejillas a la vez que escondía su rostro en el pecho de Hyoga.
-Perdóname, mi amor. Te juro qué intenté volver antes, pero fue imposible.
-Tengo miedo de que no regreses... por voluntad propia o porque algo te suceda. Tengo miedo de que me dejes solo con dos bebés.
-Shunny...- el ruso comenzó a acariciar los suaves cabellos verdosos de su esposo. -Jamás podría dejarte...
-No es que quieras, Hyoga. Pero si algo te pasa, no sé que voy a hacer. De por sí soy inútil, en este momento lo soy más...
-Oye, oye, oye, no eres inútil. ¿De dónde sacas eso?
-¡No lo sé! Son las hormonas o algo así... Hyoga, no sé que me pasa. Sólo sé que todo es mucho mejor cuando estás conmigo.- Shun se aferró a Cygnus, rodeándolo con fuerza.
-Hablaré con Saori. Pero por el momento, soy todo tuyo.
Permanecieron abrazados por un largo rato, hasta que los traviesos bebés comenzaron a patear el vientre del peliverde.
-Aaaaayyyyy...- se qujeó Andrómeda. -Ya despertaron... seguro escucharon que su papá ya regresó.- Hyoga rió por lo bajo y colocó su mano sobre la pancita de su esposo, sintiendo atentamente las tiernas pataditas que sus hijos no natos daban.
-Qué adorables...- añadió el Cisne, con una enorme sonrisa en su rostro.
-No lo es tanto cuando están adentro de ti, créeme.
Hyoga acercó su cara a la enorme pancita de su esposo y depositó un suave beso en ella.
-Shhhhh... Shintaro... Tatyana... dejen a papá descansar... ya es tarde.- susurró el ruso, Shun esbozó una sonrisa inconscientemente, que creció cuando los bebés dejaron de patear.
-¡Oye! Creo que te quieren más que a mí...- el Cisne se carcajeó.
Se quedaron juntos toda la noche en el sofá. Shun recargado sobre Hyoga, y este rodeándolo con sus brazos.
Ciertamente, todo era mejor cuando estaban juntos. Y cuando por fin tuvieran a sus pequeños, las cosas seguro irían de maravilla.
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