Día 27: Luna de miel
Shun miraba por la ventana del avión, no podía esperar a llegar a Ibiza, el lugar elegido por ambos para su luna de miel. El sol se asomaba entre las nubes esponjosas, y coloreaba el cielo de tonos anaranjados. Hyoga venía dormido, recargado sobre el hombro del peliverde, al sentir que los rayos cálidos del sol impactaban contra sus ojos, emitió un sonido somnoliento bastante gracioso; Andrómeda volteó en su dirección y rió por lo bajo. Usualmente era él quien caía profundamente dormido sobre los hombros, pecho o regazo de Hyoga.
Se quedó admirando a su esposo unos momentos.
Esposo...
Ya no era su crush, o su novio, ni siquiera su prometido. Ahora era su marido, sólo para él.
Miró la banda que adornaba su dedo anular derecho, el sello de su promesa. El anillo de bodas era dorado, igual que su argolla de compromiso, con la diferencia de un zafiro cortado en forma de baguette que adornaba el centro de la banda. Esbozó una ligera sonrisa, aquello era una de las cosas que más había anhelado en toda su existencia; y aunque por un momento pensó que una vida a lado de Hyoga era sólo un sueño, una mera fantasía, ya fuera porque el Caballero del Cisne no sintiera nada por él, o porque no se atreviera a confesarle sus sentimientos, o simplemente porque la vida como Santos de Athena significaba que podrían morir en cualquier batalla; sin embargo, ahí estaba, sentado con el amor de su vida descansando sobre su hombro en un avión con dirección a España, que, según Pandora, era un paraíso perfecto para los recién casados.
El sol hacía que el cabello del rubio pareciera más brillante y hermoso, un pensamiento cruzó su mente, el deseo de querer sentir aquellos finos cabellos dorados entre sus delgados dedos, y después recordó que no necesitaba ansiar acariciarlo, era su esposo, y podía tocar lo que le apeteciera de él. Shun se sonrojó levemente ante esa idea. Hyoga era todo suyo ahora, y viceversa.
Pronto aterrizarían, y a Shun se le hizo pedazos el corazón al pensar que tendría que despertar a su adorado ruso de su profundo sueño. No fue necesario, pues la grabación que anunciaba a los pasajeros sobre el aterrizaje fue suficiente para devolver al rubio a la vida.
-Buenos días, Hyoga-chan...- susurró Shun mientras besaba la sien del Cisne.
-Hola...- respondió el rubio, devolviendo el beso, pero esta vez en los labios del japonés, a la vez que entrelazaba sus manos con las contrarias.
Cuando bajaron del avión, esperaron una eternidad por el taxi que los llevaría a su hotel. Al parecer hubo un problema con el transporte y se demoró casi una hora completa.
Al llegar a su habitación, Hyoga no pudo evitar levantar a su esposo en su brazos, una vieja tradición que no podía dejar pasar.
Su primer impulso fue arrojar a Shun en la cama, su noche de bodas la habían pasado en un avión, aún vestían los trajes que usaron para la recepción.
Hyoga se puso sobre el peliverde y comenzó a besar sus labios con fuerza, siguiéndose al cuello y mientras su boca bajaba más y más, sus manos desabotonaban la camisa rosa con desesperación. Shun rodeó el cuello de su esposo y alborotó su rubio cabello con sus dedos. Deslizó el saco azul cielo por los hombros de Cygnus a la vez que intentaba incorporarse para poder quitarle la camisa más fácilmente.
-Te amo tanto... conejito...- expresó Hyoga entre gemidos.
-Yo te amo más...- contestó Shun con falta de aliento.
Aquella sería la primera vez que lo hicieran como esposos, y tanto para Shun como para Hyoga, fue como si fuera la primera vez de sus vidas. Tan perfecto, tan delicioso y satisfactorio, lleno de pasión desmesurada y amor total.
Después de agotarse por completo, comer un refrigerio y volver a la cama, Shun decidió suspender sus actividades matrimoniales por un momento, el atardecer estaba cerca y quería observarlo en la playa.
Los esposos se dirigieron a la orilla del mar, donde se sentaron junto al otro sobre la arena para deleitarse con el espectáculo que el cielo les ofrecía. El aroma de la brisa del mar y el sonido de las olas rompiendo en la arena eran el complemento perfecto para la ocasión.
-Me recuerda a Sochi...- mencionó Shun, sin quitar la vista del horizonte.
-Pero más cálido...- agregó Hyoga, escondiendo su cara en el blanco cuello de Andrómeda y depositando un dulce beso en él. -Te amo, esposo.- Shun rió.
-¿Así me llamarás de ahora en adelante?- preguntó el peliverde.
-¿No te gusta?- el ruso frunció el ceño, mientras miraba a Shun a los ojos.
-Para diario, no.
-Entonces ¿cómo quieres que te llame?
-Mmmmm... al despertar y antes de dormir, mi amor o algún derivado en ruso, si quieres.- respondió el japonés con su adorable tono habitual. -Para el resto del día, corazón o conejito, ese me gusta mucho.- Hyoga sonrió.
-¿Y cuándo esté molesto contigo?
-Puedes usar mi nombre completo, o esa versión rusa que usaste alguna vez...
-¿Shunya?- le recordó el Cisne.
-¡SÍ! Dudo que lo uses alguna vez, pero ahí está.- dijo Andrómeda, emocionado. -En ocasiones especiales, puedes llamarme cosita hermosa, dios celestial o mi razón de ser por la que respiro y vivo todos los días.- en ese momento Cygnus se carcajeó por completo.
-¿Y cuando te llamaré esposo?- inquirió, cuando pudo retomar el aliento. Shun acortó la distancia entre ellos, y puso su mano detrás del cuello del rubio.
-Esposo, esposo mío, esposo adorado y sus derivados, los usarás sólo cuando estés loca y perdidamente enamorado de mí.- explicó con suavidad, Hyoga esbozó una sonrisa. -Cuando sientas que si no me besas en ese momento te morirás. Cuando tu corazón explote de amor y pasión. ¿Está bien?
-De acuerdo, esposo mío.- Hyoga besó delicadamente los labios de su esposo. -Esposo adorado...- susurró entre besos y continuó posando sus labios en todo la cara, cuello y manos del peliverde. -Esposo querido... esposo perfecto... мой муж... муженек...
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• Мой муж (moy muzh) : Mi esposo, en ruso.
• Муженек (muzhenek) : Forma cariñosa de referirse al esposo. (A los rusos les encanta hacer diminutivos de cualquier palabra >u<)
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