Día 15: Noche de cita

-¿A dónde vamos ahora?

-Es una sorpresa...- Hyoga besó la frente de Shun.

-¿Todo será una sorpresa en este viaje?- sonrió el peliverde.

-Algunas cosas...- el rubio sonrió pícaramente.

Estaban subiendo a su habitación en el hotel, era de tarde. Habían pasado todo el día afuera, primero en el yate de Isaak, luego en un restaurante local y posteriormente caminaron por la ciudad, comprando souvenirs y admirando el paisaje.

Esa noche, Hyoga tenía una sopresa, tal vez la más grande de todo el viaje. Primero irían al teatro a ver un ballet, el Lago de los Cisnes, desde luego; y luego irían a cenar a un restaurante cercano.

Shun no tenía idea de nada de lo que sucedería a continuación, ni del teatro ni de lo que vendría después.

-Toma, usa esto...- el rubio le entregó a su novio el atuendo que había elegido para él: un traje negro, una camisa negra, corbata roja y tirantes del mismo color. -Espero haberlo combinado bien.

Shun tomó las prendas, extrañado. No sabía por qué Hyoga se había tomado la molestia de haber empacado a escondidas aquel traje. ¿Por qué no simplemente le había dicho que empacara una muda de ropa formal?

Ciertamente el atuendo estaba bien combinado. Hyoga a menudo carecía de creatividad a la hora de vestirse; el Cisne siempre solía usar traje negro con camisa blanca y lo único que cambiaba de color era la corbata. Lo mismo pasaba con la ropa casual, un par de jeans y botas viejas más una playera de su elección. Andrómeda por otra parte era más cuidadoso a la hora de elegir ropa, tenía pantalones y playeras de diversos colores que combinaba siempre con tirantes a juego; Shun pensaba que no se necesitaban trajes o prendas caras para lucir bien, sólo saber combinarlos.

-Me sorprendes, patito.- expresó el peliverde con una sonrisa. -¿Iremos a un lugar elegante?

-Shhhhhh....- Hyoga se acercó a él y lo abrazó de la cintura, callándolo con un beso. -Arruinarás la sorpresa.








-¿Vamos a una fiesta?

-No.

-Mmmmmm... ¿A un concierto?- el Cisne negó con la cabeza.

-¿A un restaurante súper elegante y caro que no puedes costear, pero te da lo mismo, pues Saori paga las cuentas?

-¿Qúe? Deja de intentar adivinar y relájate ¿quieres?

-¡OH! ¡Ya sé! ¿Uno de esos bares dónde sirven cócteles exóticos y tienen música jazz en vivo y stand up's?

-¿Qué rayos, Shun? Ves demasiada televisión. Ni siquiera sabía que eso existía.- hubo un momento de silencio que Hyoga agradeció enormemente, la actitud de Andrómeda lo estaba poniendo nervioso. Todo era paz y calma, hasta que...

-Y... ¿ya casi llegamos?- el Cisne suspiró derrotado.

-Shun... ¿por qué no cuentas los autos rojos?








-¡Whoa! ¿El teatro? ¿¡Vamos al teatro!? ¿O es la ópera?- comenzó a gritar el peliverde cuando salieron del taxi, admirando el enorme y fastuoso edificio que tenía enfrente.

-De hecho, es el ballet.

-¡Claro! ¿Cómo no lo pensé? Es el deporte nacional ¿no?- bromeó el japonés.

-Muy gracioso, Shunny. Entremos, ¿te parece?

Entraron al recinto y tomaron sus lugares, no eran los mejores, pero sí eran bastante buenos. Cuando la música comenzó, Shun supo exactamente el ballet que estaba a punto de ver.

-¡AWWWWW! ¡Patito, es precioso! Me encanta...- Hyoga sonrió satisfactoriamente, mientras Andrómeda depositaba un tierno beso sobre sus mejillas.

Hasta el momento todo iba perfecto, Shun estaba amando cada detalle de la noche. Hyoga intentó calmarse y concentrarse en el escenario, pero fue incapaz de hacerlo, y cuando se dio cuenta, la función había terminado. Era hora de irse a la siguiente parada, lo que significaba que lo que lo ponía tan inquieto se acercaba.

No fueron directamente al restaurante, primero hicieron una parada en la tienda de recuerdos del teatro; ahí, Shun compró el peluche de un cisne.

-Para tenerte conmigo cuando no estés...- mencionó cuando notó que Hyoga lo miraba confundido.








-¿Vamos de vuelta al hotel?

-No...

-Uuuuuu... ¿ahora sí vamos al restaurante súper caro?

-Shun...

-Ya sé, ya sé... contaré lo autos rojos...








-Hyoga, no quiero que te quedes pobre...- Shun observaba el recinto. No era como aquel restaurante de Japón al que Hyoga lo llevó para su primera cita; este era distinto, tenía un aire diferente. Tal vez era el país, o la cultura, que hacía que los edificios y lugares fueran más hermosos, más detallados, más antiguos y con un aire romántico y misterioso.

-No lo haré. Mi amor, no te preocupes por eso.

-Pero no quiero que gastes en mí...

-Si no es en ti, ¿entonces en quién?

El mesero llegó y tomó su orden, cenaron y platicaron. Shun notó que su novio lucía nervioso, y apenas hacía contacto visual con él; pero cada vez que Andrómeda le preguntaba si todo estaba bien el rubio evadía la pregunta y cambiaba de tema.

Así continuó hasta la hora del postre, el Cisne no dejaba de mover su pierna de arriba a abajo con rapidez. El momento se acercaba, y estaba que se moría de la ansiedad.

-Vuelvo en un momento...- dijo abruptamente el ruso y se levantó torpemente de la mesa. Shun no tuvo tiempo ni de contestar cuando el rubio ya había salido huyendo de ahí.

-Tal vez algo le hizo daño...- pensó el peliverde.

Antes de que pudiera seguir preguntándose qué rayos le ocurría a su pareja, música comenzó a resonar en el restaurante. Varios miraron desconcertadamente hacia la fuente de aquella melodía, Shun entre ellos.

Entre el mar de mesas, meseros y miradas curiosas, un muy apuesto rubio se abría camino. Andrómeda quedó boquiabierto y un ligero rubor inundó sus mejillas.

Cuando el ruso llegó a la mesa de su acompañante, le ofreció una rosa, igual a la rosa que le entregó en su primera cita. Luego le ofreció una mano, el peliverde dudó en tomarla, sabía lo que Hyoga pretendía. Finalmente accedió, y ambos Caballeros comenzaron a bailar, a diferencia de la vez anterior, ninguna pareja se les unió en esta ocasión. Dejándolos ser el centro de atención.

-¿Y esto?- preguntó suavemente el japonés.

-Otra sorpresa...- Shun esbozó una sonrisa adorable.

-Desde que te vi por primera vez en el Torneo Galáctico... me encantaste...- comenzó a decir el Cisne. -Pero no le di importancia... hasta que casi te perdí en la Casa de Libra. En ese momento supe que no quería tenerte lejos jamás. Y cuando la Guerra Santa y todos los demás conflictos terminaron, se me acabaron las excusas para no estar a tu lado.

Shun se sonrojó.

-Se que no hemos salido por mucho tiempo... casi un año pero... te conozco desde hace mucho tiempo y... quiero estar contigo el resto de mi vida y aún después.- al decir estas palabras, Hyoga paró de bailar y puso una rodilla en suelo, sacando una pequeña cajita negra del bolsillo de su pantalón y ganándose un grito de sorpresa por parte de los comensales, los meseros y de Shun.

-Hy-Hyoga...

-Shun, se que tu hermano tal vez me mate, o nos mate a los dos, pero... ¿Me harías el honor de convertirte en mi esposo?

Andrómeda quedó atónito, los ojos bien abiertos al igual que sus labios, sentía que su corazón se detenía y le costaba respirar. No podía creer lo que estaba sucediendo. Desde el primer momento que vio al Caballero de Cygnus en el Torneo Galáctico, sintió la necesidad de estar con él y de conocerlo mejor. Él era el hombre de todas sus fantasías, el chico que protagonizaba sus sueños e invadía sus pensamientos. El rubio de ojos azules en el que pensaba todos los días al despertar. El ruso encantador que lo volvía loco. El patito al que amaba con todo el corazón.

-Sí...- susurró el japonés en un tono apenas audible. -¡Claro que sí!- exclamó más fuerte. Hyoga no lo podía creer, por alguna razón, sentía que no era suficiente para el peliverde, y no lo hubiera culpado de haberse negado. Pero había dicho que sí, y por fin pudo sentirse tranquilo. Ahora todo estaba bien.

Con la mano temblorosa, colocó el anillo dorado en la blanca mano de su ahora prometido.

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