thirteen.

"Luchas bien,  pequeña

Pero tus nudillos duelen un montón

Y los de él están hechos de latón.

Ahora, toma tu arma

Y haz lo que mejor sabes hacer."

Tony Stark observa cómo su mejor amigo se mueve lentamente a través de la máquina de resonancia magnética. La expresión de James Rhodes es una que lucha contra el miedo a lo que sabe que es el resultado de su caída. Está paralizado. Visión no se mueve desde su posición rígida, mirando a través de la ventana de la sala de observación, sintiendo culpa. Tony camina detrás de él y sus manos temblorosas aún siguen apretadas a sus costados.

La voz de Tony es aguda y baja mientras levanta la barbilla hacia él.

—¿Cómo ha podido pasar?

Visión le susurra:

—Sufrí una distracción.

Tony da una mirada que es tanto vehemente como incrédula.

—No creí que eso fuera posible.

—Yo tampoco —responde Visión en voz baja, finalmente mirando al hombre.

Tony lo observa por un momento más antes de apartar la vista, dejando escapar un suspiro preocupado. Mientras Visión todavía mira a Rhodey, Tony se aparta y una pequeña mirada angustiada brilla en sus orbes. Una pelirroja aparece por el rabillo del ojo y apenas se voltea para ver a Natasha parada en la puerta. La precaución y disculpa recubre los bordes y las curvas de la cara de la mujer. Ella no se atreve a respirar incluso cuando sus labios están tensados, mirando al hombre que ha llamado su amigo desde hace tantos años.

Natasha no quiso que esto sucediera.

Él tiene que saber que no lo quiso.

Pero entró demasiado en juego y ella no fue rival.

Ninguno de ellos lo fue.

Los ojos marrones de Tony luchan con esa amistad ahora; él solo siente dolor y traición y una ira silenciosa al verla fijamente.

No se pueden pronunciar palabras, ni disculpas ni excusas. Incluso si no quería enfrentarse a él, la verdad es que Natasha sí. Hizo una llamada y él estaba del otro lado. Y la mujer que ha estado soltando mentiras toda su vida tiene que enfrentarse a la verdad esta vez.

—Los médicos dicen que se ha hecho añicos la L4 a la S1. Laceración extrema de la médula espinal. Es posible que sufra algún tipo de parálisis.

Una hora más tarde, los dos amigos se paran uno al lado del otro, observando la hierba verde que cubre la extensión de la Base de los Vengadores. Una hilera de árboles forma un bosque al borde del patio y el verde oscuro crea una sensación de oscuridad que Natasha no puede resolver dentro de sí misma. La preocupación se ha metido en su corazón y no hay escapatoria. Sus amigos han sido destrozados y ella nunca fue la que reparó ese tipo de vínculos rotos. Su hija está allá afuera, en la línea de fuego, y todavía no hay absolutamente nada que pueda hacer para evitarlo. Para una mujer que puede hacer mucho, Natasha no puede evitar sentir la desagradable sensación de inutilidad ahora.

Tony mira a Natasha solo para descubrir que no puede soportar la vista por mucho tiempo y, rápidamente, tiene que mirar hacia otro lado.

—Steve no va a detenerse —Natasha mantiene los brazos cruzados sobre su pecho, sacudiendo la cabeza y mirándolo—. Si tú tampoco, lo de Rhodey va a ser insignificante.

—Dejaste que escaparan.

Ella mantiene su voz baja, tratando de que él entienda.

—Lo hemos hecho muy mal.

¿Hemos? —Tony se burla con una risa amarga e incrédula, entrecerrando los ojos con brusquedad—. Cuesta quitarse el hábito de ser agente doble, ¿no? —los de ella se ensanchan un poco por la sorpresa cuando él escupe—. Se fija en el ADN.

Los labios de la pelirroja se separan, pero le toma un largo momento expresar su incredulidad.

—¿Es que eres incapaz de despojarte de tu ego durante un solo segundo?

Los ojos de Tony se desvanecen antes de apretar los dientes.

—T'Challa le ha dicho a Ross lo que hiciste, así que... —él sacude la cabeza hacia ella con una sonrisa amarga y poco entusiasta—. Vendrán a por ti.

Natasha lo mira profundamente antes de que ella responda con un tono sibilante y casi de advertencia.

—No soy quien debe vigilar sus espaldas debido a su hija.

Los ojos de Tony se abren ante su revelación y los de ella se quedan en él por un momento; ella se da la vuelta y se aleja apresuradamente. La mano de Tony golpea la barandilla, observando a la mujer. Su cabello siempre rojo se balancea sobre sus hombros y aprieta la mandíbula con el ceño fruncido mientras se dirige hacia la salida de esta vida. Desaparecerá como siempre, una nueva apariencia, una nueva vida, una nueva persona.

Natasha Romanoff sabe que tiene que desaparecer una vez más...

Una última vez.

♛♛♛

Svetlana se queda en uno de los asientos de cuero negro del quinjet frente al de su padre, fuertemente atada cuando Bucky y Steve insistieron en que lo hiciera. Por mucho que lo aprecie, a Svet realmente le gustaría no ser tratada como una cría. Sabe que es por el amor y el cuidado que los hombres tienen por ella, pero también podrían haber olvidado el hecho de que HYDRA la crió y se entrenó para ser una asesina durante sus primeros trece años de vida. Pero no se molesta en decir nada; todos tienen mucho más en mente, de todos modos. Nadie ha hablado realmente desde que el jet escapó del aeropuerto y los que los perseguían fueron detenidos.

¿Qué podría decir?

Steve perdió a su equipo.

Svetlana perdió a su madre.

¿Qué podría hacer Bucky?

—¿Qué pasará con tus amigos? —el hombre finalmente rompe el silencio, sin mirar a Steve ni a Svetlana mientras la culpa lo invade.

Nunca tuvo la intención de arruinar la vida de nadie. Los recuerdos vienen en destellos, esos de los tiempos en que era más joven, más puro y libre. Steve era más pequeño entonces; debe haber tenido el mismo peso que la enfermiza y flaca Svet. Había baile, chicas, la promesa del patriotismo y el honor de servir. Era un buen hombre y un gran soldado en una guerra contra el mal. Lo puede recordar.

Bucky Barnes luchaba contra el mal, pero luego se convirtió en él.

Esa fue la razón por la que huyó con su hija. Ambos querían liberarse de la destrucción y de las batallas. Pensó que tal vez se habían alejado de todo cuando Svetlana cumplió los quince. Había pasado mucho tiempo y todo estuvo tranquilo. Muy tranquilo. ¿Quién hubiera pensado que, solo unos meses después del cumpleaños de Svet, los dos volarían directamente al corazón del lugar que juraron no volver a pisar nunca? Todo lo que realmente querían era dejar de hacer daño a las personas, y la última persona que querrían lastimar otra vez era Steve.

Pero lo hecho, hecho está.

Y no hay vuelta atrás ahora.

Y habrá consecuencias por sus acciones; siempre hay consecuencias.

—Sea lo que sea —Steve lo mira por encima del hombro, hablando con una resistencia que vacila sin que el capitán lo sepa—, ya me ocuparé.

Svetlana se muerde el labio inferior y presiona la parte posterior de su cabeza roja contra el asiento, la preocupación aún le desgarra el corazón por su madre, por Sam, por el arquero que es amigo de su madre.

Bucky traga y niega, hablando única y completamente por sí mismo cuando dice con voz ronca:

—No sé si me merezco todo esto, Steve.

Un pequeño silencio se extiende entre los tres, Svet mira a su padre por un largo momento y Steve por encima del hombro. La joven de quince años cierra los ojos para combatir las lágrimas que le pican los iris, despreciando y doliendo por el hecho de que la primera persona en mostrarle un poco de bondad se considera a sí mismo como nada.

—Lo que hiciste todos estos años... No eras tú —la voz de Steve resuena desde el frente de la cabina—. No tuviste elección.

—Ya lo sé —Bucky pone los ojos amargamente de vuelta hacia Steve, asumiendo la culpa que sabe que merece—. Pero lo hice.

Y son devueltos al silencio.

Puede que solo una hora más tarde el tablero de control del quinjet comience a emitir un pitido y los motores comiencen a quejarse. El jet comienza a reducir la velocidad por encima de un grupo de rocas negras como el azabache y una gruesa capa de nieve blanca pura. Una moto de nieve abandonada y cargada de escarcha se encuentra cerca, prometiendo que alguien ya está aquí, esperando. Al tiempo que Steve desciende hábilmente el vehículo y las alas se pliegan, una neblina de nieve blanca y fría estalla de sus costados, disipándose para revelar las gruesas puertas de metal a la instalación que albergó al Soldado de Invierno y la Bailarina Sangrienta durante demasiado tiempo.

Una sensación de malestar se instala en la boca del estómago vacío de Svetlana, un pequeño escalofrío recorre la parte posterior de su cuello, haciendo que todo el vello de sus brazos se erice. Los largos y profundos cortes en su brazo derecho le pican mucho y se permite saborear el dolor por un momento. Si deja sentir el miedo, el dolor y la ira por solo unos minutos, estará satisfecha. Tiene que ser fuerte con lo que sea que llegue, pero ninguna de esas cosas lo es.

Así que Svet no se mueve por un momento, solo observa como su padre y Steve se ponen de pie y se preparan. Sus ojos pálidos caen de sus espaldas, sobre su regazo, desabrochándose con precaución los cinturones alrededor de su pecho. Sus pequeñas manos trazan los cortes en su brazo y sus labios se retuercen. Luego traga saliva antes de levantar las manos para tocar sus orejas y concentrarse en el silencio que la rodea. Aún no sabe cuándo le quitaron el sonido. Pudo haber sido aquí. Por cómo fue criada antes de conocer a Bucky.

Y una pequeña parte oscura de ella se obliga a sí misma a considerar qué podrías perder más podría debido a este lugar.

—¿Svetlana? —Bucky le golpea el hombro y observa a su hija con cautela entrelazando su tono tranquilo—. ¿Estás bien, bebé?

La joven arranca sus ojos del suelo y asiente, adivinando que esta debería ser la respuesta a su pregunta. Ella no dice nada más al levantarse y caminar hacia la compuerta. Después de hurgar en los cajones, Svet encuentra y se pone una chaqueta extra que, con suerte, la protegerá del frío que se encuentra afuera. La chica se lanza el pelo largo por la espalda y mira a su padre.

Bucky tira de uno de los muchos compartimentos y pronto un conjunto completo de rifles negros se desliza ante sus ojos. Caminando en silencio, Svetlana toma su propio rifle y frunce el ceño ante lo familiar que se siente en sus manos. Ha pasado mucho desde la última vez que sostuvo uno; casi había esperado olvidar cómo manejarlo. Pero claramente no fue así por la forma en que su pequeña mano busca cartuchos, los carga, se desliza sobre una mirilla, la alinea con su ojo y luego presiona el extremo del arma contra su hombro. Sus movimientos son tan rápidos y precisos que inmediatamente llama la atención de los dos hombres.

Svet levanta las cejas en inocente confusión.

—¿Qué?

Steve y Bucky simplemente sacuden la cabeza, avanzan y no se molestan en tratar de explicar cuán extraño debería ser ver a alguien tan joven y pequeña como ella manejar hábilmente tal arma. Todavía de pie junto a la pared, Bucky aprieta la mandíbula y elige un rifle del compartimiento que tiene el nombre 'Romanoff' etiquetado en su costado. Svet tira de los bordes de su chaqueta con su mano libre y le da a Bucky una pequeña sonrisa cuando mira en su dirección.

El hombre se endereza y le frunce el ceño levemente serio pero aún provocando.

Svetlana...

—¡No he dicho nada! —a pesar de todo, la joven de quince años ríe en silencio y levanta la mano—. ¡En serio!

Bucky rueda brevemente los ojos y camina hacia ella, estudiando su rostro durante un largo rato, cayendo en su severa compostura habitual. Su amplia sonrisa se desvanece en una suave y asiente con la cabeza. El padre descansa su mano de carne en el costado de su mejilla, dándole algo de calor a su cuerpo frío antes de que vuelvan a la amargura.

—Esto es todo —le dice Svetlana, sus ojos se oscurecen en su propia comprensión—. Una vez más.

Bucky asiente con la cabeza y susurra:

—Una última vez.

Con estas últimas palabras, Bucky la guía hacia la puerta donde Steve ya espera. El rubio los mira por encima del hombro antes de que se detengan a su lado con Svetlana parada en el centro. Copos de nieve revolotean en el quinjet abierto. Los intrincados fragmentos de hielo patinan sobre las caras del trío y se apresuran hacia la cabina vacía, como si advirtieran que debían dieran la vuelta, que escaparan mientras podían.

Un tono duro y sombrío parece establecerse sobre ellos hasta que Steve lo rompe con una pregunta.

—Buck, ¿recuerdas cuando tuvimos que volver desde Rockaway Beach dentro de un camión frigorífico?

Los ojos de Bucky se entrecierran en un recuerdo lejano y sonríe un poco, hablando con una ligera alegría en su voz.

—¿Quizá porque te puliste el dinero del tren en perritos calientes?

Los labios de Svetlana se dibujan en una pequeña sonrisa. Nunca ha aprendido realmente muchos de estos recuerdos, y cada uno es como otra pieza de su padre que faltaba. Casi parece que él es una especie de rompecabezas que ella intenta armar para que pueda ver la imágen completa. Lo vio en su forma más básica y cruda después de ser liberado de HYDRA, pero hay una historia, un pasado que lo formó como una persona con reacciones y razonamientos complejos. Al enterarse de estas historias, es como si ella finalmente estuviera conociendo al hombre que ambos querían que tuviera.

Steve lo mira, aún recordando.

—Y tú tres pavos intentando ganar un peluche para una pelirroja.

Mientras Bucky se ríe un poco, Svetlana esboza una sonrisa divertida y mira a su padre con los ojos entrecerrados.

—La próxima vez que juguemos, no estarás en mi equipo.

Steve se ríe de la niña y Bucky pone los ojos en blanco, dándole un ligero empujón.

Todavía hay una sonrisa en su rostro cuando el hombre hace una pausa, preguntando después de unos momentos:

—¿Cómo se llamaba?

—Dolores —contesta Steve—. La llamabas Dot.

Bucky menea la cabeza y mira por la puerta con un suspiro tranquilo.

—Ahora debe de tener unos cien años.

—Igual que nosotros, amigo.

Steve se acerca y toca el hombro de su mejor amigo, haciendo que Bucky lo mire a los ojos. El hombre que era el Soldado de Invierno lentamente permite que su sonrisa se desvanezca cuando Steve le da un eventual gesto de aliento.

Los dos supersoldados liberan respiraciones de preparación y miran hacia el blanco. Los tres permanecen uno al lado del otro por un momento más, preparándose para lo que sea que deban entrentar.

Pero entonces, Svetlana rompe el silencio con un suspiro pensativo.

—Cien años y aún sin arrugas.

Bucky resopla silenciosamente mientras Steve la mira en breve confusión. Svetlana no se molesta en explicar la broma interna que tiene con su padre antes de que los tres bajen por la rampa y sus botas resuenen en la nieve. Los ojos azules miran al cielo blanco grisáceo y descubren que hoy no brilla el sol.

Este es el lugar donde Svetlana vio sus rayos por primera vez.

Los árboles que alguna vez lograron crecer han caído y las montañas negras todavía se elevan en la distancia. Un fuerte viento invernal golpea sus rostros, afectando a la única no mejorada. Un escalofrío amargo se enrosca en la columna vertebral de Svetlana y su cabello rojo choca con sus ojos hasta que se reajusta los hombros dentro de la chaqueta grande, lanzando su pelo hacia atrás. Su vista viaja al suelo bajo sus pies y se traga la bilis que se le sube a la garganta.

Este es el suelo donde Svetlana vio la nieve por primera vez.

Svet cierra los ojos por un momento y respira hondo para recobrar la compostura. Después de un rato, sigue a los hombres que han caminado hacia la boca de metal de la instalación, pero se detienen rápidamente al ver que la puerta ya está abierta.

Svetlana mira a los dos.

—El doctor está aquí.

Steve frunce el ceño.

—No puede llevar aquí más que un par de horas.

—Lo suficiente para despertarlos.

La joven frunce el ceño profundamente y reprime un suspiro pequeño y lleno de temor. Si los otros Soldados de Invierno están despiertos, significa que necesita prepararse para enfrentar a los que la torturaron cuando aún era pequeña y tenía miedo. Recuerda los días en las jaulas, los tiempos antes de que se volvieran locos y Karpov los volviera a congelar.

Es triste, la verdad. A pesar de toda la miseria por la que pasaron los dos hombres, Steve y Bucky tienen juegos, ferias y perritos calientes como recuerdos de su infancia, mientras que, por otro lado, Svetlana tiene estos. Y los recuerda muy bien; recuerda los golpes y cortes para entrenar, ser golpeada y lavada con agua fría como castigo. Ahora es más fuerte y tiene a Bucky y Steve a su lado, sin duda, pero seguirá siendo como enfrentarse a viejos demonios, y no hay nada más aterrador que eso.

Esta es la puerta donde la alejaron de su padre.

—Lana —Bucky saca a la niña de sus pensamientos cuando golpea ligeramente su pie contra el de ella, asintiendo con la cabeza—, ¿realmente quieres entrar?

A pesar de todos sus miedos y sus recuerdos, la chica respira hondo, nivela los hombros y entrecierra los ojos.

—Esta es mi lucha tanto como la tuya.

Con esas últimas palabras, la chica entra en la oscuridad.

Los hombres se miran brevemente y la siguen.

Nadie dice nada mientras mantienen sus armas preparadas, arrastrándose por las instalaciones misteriosamente vacías. Bajan por un viejo y familiar hueco del ascensor, una luz azul y nebulosa proyecta sombras sobre sus caras.

Cuando las puertas de metal se abren, Bucky y Steve levantan sus armas y rápidamente entran en la sala. Giran sus armas de derecha a izquierda, buscando cualquier signo del psiquiatra o de los otros soldados.

Y, aún así, no hay absolutamente nada.

Svetlana emerge lentamente del elevador iluminado de azul con su propio rifle levantado y una expresión conflictiva. Muchas emociones están furiosas en su interior; son tantas que no sabe qué hacer con ellas. Fue criada para reprimirlas, pero ahora que es libre, han regresado y son demasiadas para que las sienta. Sus dedos aprietan su agarre sobre el arma negra, se muerde la lengua para redirigir el dolor y lucha contra la sensación de malestar en el estómago.

Esta es la sala donde Svetlana fue golpeada por primera vez.

Y ella sigue avanzando.

Cautelosamente, Bucky los dirige hacia una oscura escalera que los llevará al vientre del lugar donde Svetlana vio a su padre gritar por primera vez.

Sus botas no hacen ruido mientras los llevan por los escalones, pero un fuerte sonido desgarrador obliga a los dos hombres a darse la vuelta y caer en posiciones de combate con armas y escudos en alto.

Svetlana instantáneamente sigue sus movimientos, agachándose entre Bucky y Steve, nivelando su rifle en las puertas del ascensor que prometen un enemigo al otro lado. La chica deja escapar un suspiro tranquilo y su agarre aprieta su arma una vez más.

Creyendo completamente que su mejor amigo y su sobrina están bien cubiertos, Steve humildemente pregunta:

—¿Listos?

De repente, Bucky mira a Svetlana, que asiente y estrecha los ojos.

Cuando está seguro de su respuesta, los ojos de Bucky Barnes se dirigen a las puertas del ascensor.

—Sí.

Y este es el comienzo del fin.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top