Resplandeciente.
Ni el ardor de sus ojos o los interminables hemantomas y cortes repartidos por todo su cuerpo podían importarle a estas alturas. Su corazón era un caos, su mente se negaba a asimilar la situación flagrante. A pesar de tenerla delante suyo.
El mal presentimiento se apoderó de él tan pronto Akane saltó para impedirle morir. Cuando la fuente térmica de Kinjakan evaporó toda el agua de su cuerpo hasta dejarla en un estado miniatura, desde ese momento sintió que el mundo se volvía oscuro.
La peor parte fue la revelación del guía. Ese terrible escenario si ella llegaba a cerrar los ojos. Y ahora...
Negó con la cabeza. Abrazándose a ese inerte cuerpo, cuyos orbes permanecían cubiertos por sus párpados. Era tarde, demasiado. Aunque logró desquebrajar al dragón apuntando la fuente de agua fría hacia ellos, aunque consiguió devolverla a su estado original; todavía fue derrotado tras notar ese hermoso par de ojos cerrados. Los que ya extrañaba en este momento.
No podía hacer más que pugnar con sus lágrimas. Sujetandole por los hombros, llevando el rostro femenino hasta su cuello. Así, sus párpados apretados impidieron la salida de las lágrimas tanto como pudieron. Donde amortiguando los sollozos le reprochaba su imprudencia. Porque él debió morir en su lugar.
¿Por qué siempre intentaba ayudarlo? ¿Por qué tenía que arriesgarse por él? No podía discernir si lo dominaba más el enojo, la impotencia, el dolor o la gratitud. Era un sentimiento amorfo, inefable.
Los alrededores se habían convertido en un cero a la izquierda comparados con esa joven recostada en su regazo. Su voz salía apenas audible en medio del resquicio anunciado por la quietud, una quietud desesperante por la ausencia de su respiración. Le había colocado la camisa para cubrir su desnudez mientras recitaba un montón de galimatías e incluso se incrustaba un puñetazo en la cara por sus tonteras.
¿Esta era la culminación de su historia? ¿Jamás podría confesar esos sentimientos guardados dentro de su corazón? Él de verdad ¿La perdió?
El ominoso pensamiento fue implacable, derribado los vestigios de su estoicismo; diezmado desde hace mucho. Liberando el torrente de llanto que emergía sin parar a través de sus lagrimales; los roncos quejidos de su garganta adolorida se intensificaron para dar rienda suelta a los gritos. Ignorando el ardor, el sabor metálico de la sangre proviniendo de su boca.
—¿Puedes oírme? Por favor Akane, necesito que pongas atención. Quería decirte... —aspiró hondo, incapaz de callarlo por más tiempo. —¡Quería decirte que te amo, Akane! —la última sílaba de su nombre se prolongó en un aullido desgarrador, lleno de voz quebrada. El río salado proveniente de sus fanales apagados se volvió tan abundante hasta gotear desde la barbilla masculina, en las mejillas pálidas de la muchacha.
Aferrado a lo que podía considerar un cadáver, continuó el grito con los párpados cerrados. Llenándose de auto reproche, de remordimiento por su inutilidad. Si tan solo hubiera sido más fuerte para derrotar al emperador Fénix por lo menos un par de minutos antes.
No.
Si tan solo hubiera sido suficientemente fuerte para protegerla desde el principio, ella jamás se habría ido. —Akane, de los dos, soy yo quien debería cuidar de tí. De los dos, debería ser yo quien entregue su vida a cambio de la tuya. Así que por favor, no te vayas. Me ofrezco a morir en tu lugar.
Lo que sucedió después podría describirse como una epifanía, quizá una alucinación. No estaba seguro.
Una de sus lágrimas se desvaneció en el aire antes de colisionar contra el suelo, dispersándose en forma de luz acompañada por una corriente de cálido viento que los envolvió mientras su alrededor se distorsionaba. Era como si se encontrara dentro de una aurora resplandeciente.
Desconcertado y asustado, abrazó con más fuerza el cuerpo de Akane. Receloso de su alrededor se prometió protegerla ante cualquier peligro. Sin embargo una voz imponente reverberó acompañada de su eco estremecedor.
¿Quieres dar tu vida por ella?
Parpadeó repetidas veces, limpió los restos de lágrimas en las comisuras de sus ojos buscando al locutor. Viró la cabeza en todas direcciones entretanto protegía a la joven con mayor cautela ¿Qué estaba pasando?
Hace un momento se encontraba entre los escombros de Jusendo. Acaso ¿Él también murió? Si ese era el caso, podría ver a Akane ahí ¿Cierto?
Tragó duro antes de dirigir la vista a la chica, alejandola con cuidado de su pecho. Probó llamándola quedito. —Akane —la meció suavemente sin respuesta. Encontrándola en el mismo estado. Sin su permiso, las lágrimas se arremolinaron una vez más nublando su vista.
¿Quieres dar tu vida por ella?
La misma voz intimidante resonó. Esta vez el muchacho captó cada palabra y manteniendo la vista sobre ella, musitó. —Lo haría. Una y mil veces. Lo haría.
¿Por qué?
El muchacho vaciló. No sabía expresar sus sentimientos con claridad, se limitó a reprimir los sollozos nuevamente.
¿Por qué?
Esta vez, habló una voz distinta, mucho menos amenazante e incluso tranquilizadora. El muchacho alzó el rostro para buscar nuevamente al responsable de esa pregunta casi perdiendo el equilibrio, dado el susto. No podía creerlo.
Delante suyo se encontraban dos figuras que él ahora conocía bien. Nadie más que el dragón y el fénix de Jusendo. Ambos se encontraban observando su situación, como espectros incorpóreos, a su derecha el dragón irradiaba frío, una ventisca que se volvería peligrosa si te acercabas. Por la izquierda, el fénix expulsaba llamaradas capaces de calcinar tan pronto entraras a su diámetro de alcance. Majestuosos y peligrosos por igual.
Anonadado, el muchacho incluso olvidó la anterior pregunta.
¿Por qué?
Los entes no tuvieron tanta paciencia, el tiempo para devolver a esa joven a la vida era limitado, sin embargo tampoco lo harían para ahorrarle la pena de su pérdida.
El sonido viajó nuevamente, con la misma cuestión.
¿Por qué?
Ranma se mordió los labios. Algo que parecía tan simple como respirar, incluso se volvió sofocante. Las deidades miraron atentamente el dilema del cual fue presa durante unos segundos. Hasta que a tono bajo y dolorido, confesó.
—Porque la amo.
Entonces, salta.
Tras las palabras del dragón, un abismo oscuro se abrió delante suyo, la temperatura proveniente del mismo lo hizo temblar involuntariamente, un torrente de aire glacial emergiendo por su abertura.
Si dejas su cuerpo y saltas. Ella volverá a vivir.
Transcurridos algunos minutos, el muchacho no se movió un ápice, provocando la ira de ambas entidades.
¡¿Vamos, por qué no saltas?! Se impacientó el dragón, su temperamento feroz hizo temblar el lugar provocando una grieta mayor en el suelo.
—Porque es lo más importante que existe en mi vida. Ni siquiera me importa perder todo si ella ya no está. Pero si no puedo verla volver a la vida con mis propios ojos. Jamás dejaré su cuerpo a merced de nadie. Aún si eso significa morir abrazado a ella.
Las palabras cortas del muchacho eran más una verdad para si mismo que una respuesta para las fuerzas masivas esperando. Él sabía, desde el fondo; lo ciertas que eran estas oraciones, más, nunca tuvo la disposición de admitirlas incluso consigo mismo. Ahora el peso de la verdad rebosaba en su interior, disipando las dudas.
Dándole un significado completamente nuevo al deseo de intercambiar su propia vida por la de ella. Una vez escuchó el eco de sus propias frases, la consciencia de renunciar al mundo llegó a su mente sin atormentarle, sin asustarlo. El valor de su pecho acrecentó lo suficiente para asimilar su propia desaparición si con eso, ella volvía a la vida.
También fué el momento en que una nueva preocupación se vislumbró a través de sus pensamientos. Él podría renunciar a ella, él podía enfrentarse a cualquiera por protegerla. No obstante, sin él aquí ¿Quién velará por su bien?
No iría a ninguna parte a menos que pudiera verla sana y salva. De lo contrario, el mundo podría caerse a pedazos pero jamás la soltaría.
Los entes a su alrededor miraron llenos de satisfacción la valentía del joven. Aunque su propuesta no era una mentira, al final llevaba cierto engaño. Si él saltaba sin mirar atrás no significaba que ellos cumplirían su palabra ni lo sabría.
Observaron la firmeza de su palabra, decidiendo probarlo por última vez.
El dragón abrió sus fauces expulsando un ventarron que fué encerrado por una fina capa de hielo alrededor. Anunciando. Si no estás dispuesto. Entonces muere con ella.
El fénix agitó las alas para enviar el proyectil en su dirección. Al darse cuenta, Ranma no vaciló manteniéndose en su sitio. A pesar del remordimiento por no protegerla, todavía la acompañaría incluso en el camino a la siguiente vida. Abrazándose a ella, se preparó para recibir el impacto; que nunca llegó.
En su lugar, la corriente helada se combinó con el calor del fénix convirtiendo su mortalidad en una tibieza indescriptible, en un agradable susurro que se llevó todo el dolor de su cuerpo. Abrió los ojos, dirigiendo la mirada cubierta de incógnita hasta ellos.
Ninguno explicó nada, en cambio, esperaron por el efecto de su combinación. Como fuerzas que llegando a sus extremos se volvieron destructivas, también encontraron el equilibrio cuando se unían, como el ying y el yang, con la tibieza de las lágrimas. El cálido efecto de ello, funcionó como un somnífero, ambos muchachos debían volver.
El ínterin donde se desarrolló todo el intercambio fue prolongado, no obstante, los que permanecieron fuera de ese resplandor solo pudieron ver al joven aferrarse al cuerpo de Akane. Tras regresar a su recipiente, Ranma olvidó todo, mientras se quedaba ahí encorvado derramando lágrimas amargas.
—Ran... ma —un tenue murmullo de voz seca, inundó sus oídos como el aria más hermoso del mundo. Un sonido tan particular que podría reconocer bajo cualquier circunstancia.
—A... A... ¿Akane? —su propio tono se volvió lleno de esperanza a pesar de quebrarse en cada sílaba. Lo primero que hizo fue alejarla de su pecho para mirarla, encontrando esos amados luceros recuperando su resplandor.
—Hola Ranma —esas palabras lo hicieron aterrizar. Pensando: Está viva, está sonriendo.
—Lo siento, pude oírlo todo, pero no podía moverme ni hablar.
—¿Eh? ¿Escuchaste lo que dije?
—Si, cada palabra —afirmó segura, de alguna extraña manera. Debido a la amnesia impuesta por el dragón y el fénix, ninguno de los dos debía recordar nada de su visión. Sin embargo, la confesión de Ranma era el detonante de su empeño en abrir los ojos. Un lamento tan sincero, no sería borrado fácilmente de su memoria.
Incluso ahora, que tenía veintiséis años.
—¿Estás listo? —cuestionó Akane tomando la mano de su prometido. La cual temblaba quizá de emoción, quizá de miedo.
Muchas situaciones se presentaron después de la batalla en Jusendo. Ambos tuvieron que crecer y madurar para admitir abiertamente la inegable atracción entre ellos, teniendo que enfrentarla por si mismos. Ahora, ambos se encontraban hombro con hombro frente a los estanques de Jusenkyo nuevamente ordenados, la naturaleza se había encargado de restaurar la locación a su estado original durante largos años.
Finalmente, Ranma Saotome pisaba sus tierras lleno de esperanza, expectativa. Esperando cumplir la promesa recién hecha a su formalizado suegro. Después de curarse, él desposaría a su hija menor. A la joven que amaba desde su temprana juventud. Por eso, no podía esperar más.
—Vamos —instó ella dando un paso adelante. A la par, él siguió su ritmo afianzándose en el agarre de sus dedos. La travesía continuó mientras leían los letreros, cada pisada representó un segundo de tiempo menos al contrarreloj de su matrimonio, poniéndolos nerviosos.
Al cabo de un rato, finalmente estuvieron delante de ese pozo anhelado, devolviendoles la vista con su propio reflejo. El mismo había cambiado por su versión adulta como un recordatorio del tiempo transcurrido. Aspirando hondo, ella lo invitó con la mirada. Ranma seguía sin creerlo, sin asimilar la realidad. Ante su rigidez, Akane sonrió con malicia. —Apresurate, bobo —hablando, le dió un empujón, impulsando su cuerpo hacia el líquido.
Ranma manoteó algunas veces sin hallar ningún asidero, cayendo de lleno al estanque. Los segundos se escurrieron entre tanto la mujer apretaba su anillo de compromiso recibido hacía una semana. Expectante por los resultados. Transcurridos los segundos, una corriente de burbujas se asomó por la superficie enviando ondas a su estela.
Entonces, emergió la figura bajo el agua. —¿Por qué hiciste eso Akane? —cuestionó tan pronto se quitó los sobrantes de agua del rostro.
Akane se conmocionó, llevando las manos hasta su boca en un gesto de asombro. No podía creerlo. Ranma, en realidad...
Salió exactamente de la misma manera en la que cayó. Como un hombre.
Ya no había cabello rojo, maquillaje lila sobre sus párpados, no más reducción de estatura, no más pechos por debajo de la camisa. De pies a cabeza, seguía teniendo el aspecto de un hombre.
—¿Qué pasa? —el muchacho había adquirido una susceptibilidad con respecto a la maldición tras fracasar incontables veces. Con velocidad bajó el rostro comprobando el estado de su físico, palpando a lo largo de su anatomía. Reconfirmando sus resultados, se enfocó al reflejo del agua aún moviéndose alrededor. Quedando en shock.
—¿Ranma? —. Akane lo llamó viéndolo con la mente en blanco.
—Lo conseguí ¿Verdad? —susurró lleno de incredulidad. —Yo, en serio lo hice. ¡Estoy curado! —saltó de alegría, gritándole al mundo su felicidad. Los eufóricos vítores continuaron por largos minutos, sintiendo la dicha nacer con más fuerza cada vez que se miraba en los reflejos de los estanques. —¡Soy libre! ¡Lo logré!
Su prometida estaba al borde del llanto, dejándolo hacer su demostración de alegría hasta el fondo de su corazón. Conmovida al verlo en ese estado.
—Akane, lo conseguí — Ranma no olvidó celebrar con ella, corriendo para abrazarla fuertemente, a pesar de la ropa húmeda ella no se negó, aceptó el reconfortante gesto entre brinquitos emocionados.
—Lo lograste Ranma. Por fin. Me alegro tanto por tí, yo... —su frase quedó inconclusa, atrapada entre sus labios y los del joven. En medio de su efusiva reacción, correspondió lentamente cerrando los ojos.
En Jusendo. El calor y el frío se fusionaron otra vez al verlos en la lejanía. Sin arrepentirse por darles una segunda oportunidad.
Fin.
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Hola.
Estoy aquí para hacer la ceremonia de premiación sobre la dinámica realizada hace algunas semanas. La ganadora ha elegido compartir con ustedes su premio, por favor sean amables con ella y denle las gracias.
Por la presente, hago entrega de este One-shot a: Shiviss2087
Por su destacada participación en la dinámica “Estrella” realizada durante la primera semana del RanMaratón. En agradecimiento a su apoyo y deseando que lo disfrutes al máximo. A continuación, la historia.
Fue un placer compartir esta pequeña muestra de gratitud. De corazón espero que te haya gustado y pido una disculpa si hay alguna falla en el texto.
Nuevamente muchas gracias por tu participación, deseo te encuentres saludable. Te envío muchos abrazos.
También agradezco a las personitas que se pasaron por aquí a compartir. Un gran abrazo.
Se despide desde las estrellas: Jiyuu Akabane.
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