Algo en mi pecho se desvanecía,
era como si mi cuerpo fuera de éter,
no encontraba la solución a
toda esta maldad, los problemas
me habían consumido dejándome
en una eterna oscuridad.

Y por más que buscaba y buscaba una salida,
este laberinto tenía un sinfín de enigmas,
¿Cómo salir de este inmarcesible vilo?
Quisiera despertar y dejar atrás el dilema
que me acompañaba en cada latido,
poder abrir los ojos y renacer,
renacer lejos de esta lobreguez.

No podía despertar de ese mal sueño,
de esa pesadilla con figuras dantescas
y seres abyectos, todo parecía oscuro
y desalmado, hasta que llegó Ella, como un ángel
para sacarme de un fatídico vaticinio,
salir avante de este terreno mortecino.

Y aparece, como si fuese un fantasma traslúcido y enigmático,
Su luz casi que ciega mis ojos cansados de oscuridad,
extiende su mano haciéndome la invitación a caminar a su lado, y yo, asombrado e incauto me paralizo, como si algo en mí se congelara y no me dejara dar un paso adelante.

Hostil y escandalosa noche me consumía entre una lucha interna donde las alucinaciones se volvían tortuosas...

Pero de repente tomo la mano de aquella silueta casi repentinamente haciéndole trampa a mis sentidos y me aferro al destello de luz que irradia,
sus pupilas agudas me regalaban vida.

Me pierdo entre su luminoso espíritu,
las nostalgias mueren y las vagas congojas desaparecen,
llega un cotejo que renueva entre versos de aves que allí escucho trinar, y de repente todo es luminosidad.