El amor existe en las insondables fauces del olvido,
allí donde se anida lo infértil de tu recuerdo, de tu memoria, de tu cuerpo.

Quiero despojarme de todos esos lamentos,
ahora más que nunca, ya que estoy
exhalando mi último aliento.

Aliento a flores, a tu sonrisa, a primavera,
y a tu vereda, para llenarme de ti cada día más,
sé que tenemos dilemas y que de estos
eclosionan en más problemas, pero
dejemos a un lado esta tóxica e irremediable lid, que yo a tu lado quiero vivir.

Vivir en el empíreo una sutil y efímera realidad,
donde nuestros cuerpos colisionen día y noche,
donde el paroxismo de tus ojos me desboque,
donde tu piel me acobije en las inmarcesibles estrellas,
donde nuestro amor es el motor de esta mágica
y hermosa relación.

Relación en la que deseo cerrar los ojos y empezar de nuevo,
envueltos en un romance apasionado como en las quimeras del ayer,
pero en la ruleta del juego del amor, algo es diferente, siento que ya no te amo,
la indiferencia opacó y nos empujó al abismo del olvido,
se hizo hostil cada tristeza causada, cada miedo invadido por la incertidumbre de un mañana.

Mañana que quizá se reprima, porque nada es para siempre,
cuando la llama del amor se apaga con lágrimas de dolor que no mitigan,
que nos alejan más allá de la piel en un retroceso de lamento cargado de lo que pudo ser y no fue,
donde el corazón se parte en dos, y nos llevamos la mitad del otro, esperando poder amar de nuevo con todo el anhelo.

Anhelo de encontrar el tiempo perfecto, para recomenzar, lamiendo las heridas de un corazón roto, para volvernos a enamorar y salir de la oscuridad donde nos encogimos, buscando el camino para retomar y poder volar de nuevo creyendo una vez más,
que el amor existe.