Dos ángeles en el empíreo,
dos almas bienaventuradas sin lamentos,
perpetuas e inmóviles con buena fe
que rezan y sirven hasta el amanecer,
sin embargo, estas dos almas
un día se encontraron,
sus miradas los enervaron,
sus cuerpos colapsaron,
era algo que no habían esperado,
una emoción que sucumbía en su carne y los trastornaba.

Experimentaron algo que nunca imaginaron,
sus túnicas blancas de fluidos mancharon,
besos, caricias, mordidas y orgasmos,
desde el momento que se vieron
supieron que serían desterrados,
que su lujuria los condenaría a un amor prohibido, 
sin nombre,  ni promesa, ni reparo.

No tuvieron elección
y del paraíso los arrojaron sin razón,
pero eso no aminoro la pasión,
con la que un día esos dos cuerpos
vibraron al unisón.

Cortaron sus alas en un ritual ancestral,
pensando que ya no podían pecar más,
ambos estaban muy equivocados,
porque Luzbel los estaba esperando,
regocijado por el pacto perdido 
y la tentación hecha fruto.

Sangre derramada con cada beso,
condena lasciva entre el sexo 
de sus placeres carnales
que los llevo al Infierno
y allí estos Ángeles han de perecer,
consumiéndose en cenizas todo 
su celestial ser.