56. Auténtica reina.
56. Auténtica reina.
REGINA
Me despierto perezosa por las ganas de ir al baño, intento levantarme con los ojos entrecerrados, pero me retiene una fuerza inmovible y me vuelvo más consciente del entorno. Estoy sujeta por los brazos de Alonso que duerme pegado a mi espalda, respira suave contra mi cuello, su barba me hace cosquillas en el hombro, sus piernas están enredadas con las mías y su mano sobre mi seno.
Pruebo liberarme sin despertarlo, pero sus músculos se tensan y me estrecha más. Cazzo. No me altera su abrazo, al contrario, pero siento mi vejiga a punto de reventar.
—Amore mio —susurro moviéndome y palmeo su brazo—. Alonso, necesito levantarme.
Su respuesta es un balbuceo confuso y cómico mientras me suelta y se gira. Tras mi breve paso por el baño, me envuelvo en una bata negra y me dirijo al balcón de nuestra habitación. Deslizo la puerta de cristal y cierro los ojos respirando profundo. Me vitaliza el aire fresco teñido de un aroma a tierra húmeda y pino, algo dulce y agrio que sólo las viñas pueden ofrecer. Saboreo este momento de paz y absoluta satisfacción. Este es el hermoso paisaje que disfrutaba de niña. El sol apenas se asoma sobre los picos nevados de mi tierra natal, contemplo las hileras de parras que cubren las laderas de la montaña, aún envueltas en una fina niebla.
Me estremezco por las corrientes heladas y vuelvo a la habitación. Esbozo una ligera sonrisa. Alonso aún duerme, se ve sereno y comestible. Siento el impulso de despertarlo para follar, pero se acostó tarde trabajando en unas composiciones y respeto su descanso. La inauguración de su academia, que estuvo planeando con tanto esmero, tuvo que ser pospuesta por una maldita cuarentena. Me duele verlo tan frustrado y decaído, ignorando el dinero que perdimos, sé cuánto empeño invirtió en ese proyecto.
La pandemia nos obligó a refugiarnos en mi hacienda de Valtellina. Aquí estamos seguros y a la vez disfrutamos de una vida relajada. Nos esforzamos para reducir el impacto psicológico en los niños haciéndoles sentir que estamos de vacaciones. No les ha sido fácil adaptarse a las clases online. Puedo entenderlos. Yo todavía estoy gestionando la paciencia para monitorear mis empresas a distancia. Quería absorber a K-corp lo más pronto posible, pero las investigaciones legales se complicaron por el colapso. Julius hace malabares pero, incluso con el poder que tengo, el proceso sigue siendo lento.
El lado positivo es que me volví billonaria haciendo cortos en medio de la caída de Keegan y el desplome de los mercados por el maldito virus. Una aberración para muchos. Cualquier otro sentiría culpa por capitalizar una catástrofe de esa magnitud. Pero no yo. Ni siquiera la sentí cuando aposté durante el ataque del nueve once. Si el mundo arde, yo me reinvento sobre sus cenizas. Ese dinero es lo que me permite proteger a mi familia, a todos los que me son leales y ayudar a las víctimas del mismo desastre con mis fundaciones, con Minerva.
Mis planes pueden ralentizarse, pero nadie puede frenarme.
Bajo las escaleras con la intención de trabajar en mi despacho. Al llegar al salón principal, una mujer del servicio se acerca con rapidez, casi como si me hubiera estado esperando. Informa que Ryan está despierto y se encuentra en los establos. Me sorprende que madrugara y un presentimiento me hace salir de la casa. Lo encuentro usando ropa de equitación, luchando exasperado con una paca de heno, la patea soltando gruñidos pero luego, con el ceño fruncido, usa una palanca para moverla sin ayuda. Me cuesta no sonreír.
Esa misma determinación me recuerda a mí misma a su edad. Pudo llamar a un mozo pero se empeñó en resolver por sí mismo... enojado. Dejo de sonreír y me aclaro la garganta, da un respingo y su postura se vuelve tensa en instantáneo.
—Buongiorno, R —susurra nervioso sacudiendo sus manos.
—Buongiorno, R. ¿Qué haces aquí tan temprano? —pregunto suave tras secar su mejilla con la manga de mi bata para darle un beso—. ¿No podías dormir? ¿Tuviste una pesadilla?
Desvía la mirada encogiéndose de hombros. Me preocupo, conozco esa expresión abatida. No me gusta presionarlo pero tampoco cuando se esconde en su caparazón.
—Sólo me dieron ganas de pasar tiempo con los caballos.
Siento una punzada en el pecho.
—Hay una ruta que confiere una increíble vista matutina de los alrededores y parte del pueblo. —Sonrío relajada para que no sienta que lo analizo—. ¿Quieres que te la enseñe? Podemos ir a caballo, incluso hacer una carrera. ¿O prefieres que te deje solo?
Parece dudar pero veo leve curiosidad asomándose.
—Me encantaría ir a cabalgar contigo.
—Iré a cambiarme. —Pellizco su nariz—. No olvides que te amo, principito. Mucho.
—Lo sé, y... yo también a ti. —Sonríe tenue, casi triste.
***
Tuvimos que traernos a Iskandar y Nerón por la pandemia, pero dado que mi chico rebelde es agresivo con otros caballos, opto por una yegua de pelaje café para nuestro recorrido. El sendero flanqueado de pinos serpentea a lo largo de una colina, abriéndose paso intermitente en extensiones de prados o pequeños arroyos. A lo lejos, vemos las laderas salpicadas por parches de viñedos. Ryan guarda silencio, sus manos se aferran demasiado a las riendas y frunce mucho el ceño, como si sus pensamientos lo transportaran a otro lugar.
Llegamos a un claro donde el paisaje se aprecia en toda su magnificencia. Desde aquí, vemos las casas de piedra y tejados rojos agrupadas alrededor de una iglesia con campanario.
—De pequeña solía venir mucho aquí —comento acariciando la crin de la yegua—. Cuando algo me agobiaba o dolía, simplemente escapaba para perderme entre estas lomas.
Ryan me mira estupefacto.
—Aquí desaparecen a alguien y nadie se daría cuenta —su tono regañón—. ¿No era peligroso que estuvieras sola tan pequeña? Nosotros tenemos guardaespaldas. —Señala a Enrique varios metros atrás.
Su análisis me hace sonreír.
—Lo era, vaya que sí —sopeso—. Sin embargo, el pueblo es conocido por ser tranquilo y muchos le temían a mi padre.
—Es la montaña. Igual pudiste toparte con un hombre malo.
—Cierto, pero venir aquí me ayudaba a olvidar todo y calmar el tormento en mi cabeza.
—Y... ¿te sientes abrumada justo ahora?
—No, principito. Te traje para probar si tú te sientes mejor.
De inmediato sus mejillas se ruborizan y baja la mirada.
—Un poco... creo.
—¿Qué te atormenta?
Vacila unos segundos y suspira profundo.
—Las carreras —confiesa con los ojos clavados en sus manos—. Realmente quería clasificar este año. Practiqué tanto y ahora parece que perdí mi tiempo.
Lo sospechaba.
—A veces, las circunstancias cambian nuestros planes, pero eso no significa que todo tu esfuerzo haya sido en vano —modulo mi voz con calidez—. Estás en pausa y puede ser frustrante pero tu dedicación sigue ahí. Las habilidades que has desarrollado te acompañarán cuando las cosas vuelvan a la normalidad.
—Podría oxidarme, R, no será lo mismo —insiste—. No es lo mismo. Se supone que cursaría el programa de avanzada presencial, no así, a distancia. —Gesticula con una mano—. A Níkolas le gusta pero no a mí y Sofía piensa igual. Es... raro, y creo que podría adaptarme a pesar de todo pero es imposible resolver mis prácticas de karting. Alonso me instaló un volante, pedales y palanca de cambios en el PS5. Los gráficos son fantásticos pero no es igual, ni siquiera con los visores que me obsequiaste. —Me mira como si fuera a llorar, desesperado—. No siento lo mismo a cuando estoy tras un volante real.
—Buscaremos un tutor presencial si eso te hará sentir más cómodo —planifico—. Sé que amas el karting y quiero que entiendas que la cuarentena no es eterna. Es un desafío y es importante que aprendas a superarlos. Quizá parece que a veces te pongo todo fácil, Ryan, pero no es así —explico muy seria—. Seré la primera en enseñarte a luchar. Quiero que te independices de mí, lo cual tampoco significa que no uses tus privilegios. No importa cuántas ventajas tengas en comparación con otros, el verdadero éxito depende de tu empeño y astucia. Sé que eres un chico determinado y por eso te conseguiré una pista privada. —Su mandíbula cae y sonrío—. Después de todo, de nada servirá tantas comodidades si no entrenas al máximo. El triunfo en las carreras será fruto de tu esfuerzo.
Incrédulo, sacude la cabeza.
—Sé que lo dices en serio y eso es algo especial para mí. Pero hay... hay momentos donde experimento culpabilidad por exigir y no conformarme porque tengo demasiado, más de lo que tiene el noventa y ocho por ciento de las personas. Afuera hay gente con hambre, gente muriendo y yo tengo infinitas comodidades, no debería quejarme sino estar agradecido. —Ajusta sus gafas y mira hacia adelante—. Estoy agradecido, pero no quiero conformarme, no me convertiré en un holgazán, sino lo contrario. Quiero trabajar duro y hacer algo bueno con mi vida. Quiero ser implacable como tú.
Su honestidad me desconcierta. Es un niño, casi adolescente, que revela una madurez que no se espera de alguien de su edad. La vida lo golpeó duro obligándolo a crecer mentalmente. Paso saliva, mi corazón latiendo a mil. Guio a la yegua para quedar a la par de su caballo.
—Nunca había tenido a alguien que haría cualquier cosa sólo para verme feliz —musita—. Alonso y tú me dieron más que oportunidades, me dieron un hogar, algo que pensé que nunca tendría. Una familia... y ya no me siento tan perdido. —Toma aire—. La doctora Paulsen explicó que mis emociones son normales en un cambio tan drástico de vida. Es buena. Sus consejos me ayudan pero también sugirió que hablara contigo. —Sus ojos reflejan timidez—. Tenía miedo de que te decepcionara mi forma de pensar. Me repites siempre que debo ponerme como prioridad y ser un poquito egoísta con mis deseos pero... —su voz se reduce hasta el silencio.
Siento un nudo en mi garganta recordando mis propias luchas, los vacíos y la sensación de flotar a la deriva, perdida. Estoy aprendiendo a ser madre con él, a entender lo que significa ese vínculo y me niego a que pase por el mismo martirio que yo.
—No hay nada de lo que digas o hagas que me decepcione u ocasione que te ame menos —enfatizo—. Tus emociones son válidas. Lo que has vivido no es fácil y es natural que tengas sentimientos encontrados. No tienes que disculparte por tener metas grandes. Tus miedos, tus deseos... todo es parte de lo que eres. No tienes que cargar con ese peso solo. Siempre puedes contar conmigo.
Asiente, sus ojos llenos de lágrimas. Bajo de la yegua y abro mis brazos en una clara invitación. Esboza una sonrisa, desmonta y lo estrecho esperando transmitirle seguridad y confianza. Aunque ya lleve más de un año conociéndolo, aún temo no ser suficiente para él.
Ser el ejemplo que necesita.
—Gracias... —susurra con voz rota.
—Sabes, tú y yo... somos más parecidos de lo que imaginas. Fuera de comenzar de cero y ser una genio... cuando era una niña, sentía que no merecía las cosas buenas que me pasaban o que debía ganarme el amor de mi madre. Pasé por muchos maltratos, tuve una infancia... bastante difícil —revelo mirándolo a los ojos—. Mi papá me amó pero esa mujer nunca me quiso.
Alza las cejas, perplejo.
—¿De verdad?
—Sí, y aprendí de adulta que una familia no espera que hagas algo para merecerla. —Aprieto sus hombros—. Ryan Azzarelli, estás con nosotros sin condiciones, sin tener que demostrar nada. Lo único que quiero es verte feliz porque eso es lo que hacen las familias: se apoyan y se animan mutuamente.
***
ALONSO
Dos años después...
Ajusto mi camisa de cuello tortuga viéndome en el espejo, mientras pienso en los años de trabajo que han llevado a Regina a este momento. Sabíamos que la absorción de K-Corp, el holding que Bernand Keegan dejó lleno de caos, iba a ser complicada. Las investigaciones fueron intensas y largas; cada abogado, cada auditor revisó hasta el último detalle para que Azzagor Enterprises tomara el mando en limpio. Fue como desenterrar una mina de oro y, al mismo tiempo, tener que esquivar las bombas enterradas.
Fueron meses que se convirtieron en dos años por la pandemia.
Hoy, por fin, es el día en que celebramos que toda esa visión se convirtió en realidad. K-Corp pasó a ser RA-Corp, el acrónimo derivado de Ra, el dios egipcio de la luz y prosperidad; además de ser las iniciales del apellido Roswaltt y Azzarelli, una parte del poderoso legado que ofreceremos a nuestros hijos.
Antes de salir de mi vestidor, me coloco el reloj que simboliza mi compromiso con mi reina, tomo la chaqueta negra, pero decido no ponérmela aún, así que la cargo sobre el brazo. Me asomo en el vestidor de Regina y sonrío desde el umbral. Da órdenes con los ojos cerrados a su asistente, recibe un masaje en los pies, pintan sus uñas y otros estilistas revolotean a su alrededor.
Me acerco, sin querer interferir demasiado.
—Estaré abajo con los niños —aviso en italiano y abre los ojos, acción que pausa la labor en su rostro.
Regina se toma unos segundos para recorrerme de pies a cabeza, en sus ojos brilla una apreciación que siento hasta en los huesos. Sus labios sin pintar se curvan en una sonrisa traviesa. Me lanza un beso que simulo atrapar y llevo a mi boca con mis dedos. Le guiño un ojo y me alejo para no entorpecer su espacio.
Suspiro, cada día más enamorado de mi esposa.
Bajo las escaleras, revisando en mi móvil algunos detalles del evento, mensajes de mi secretaria y atiendo un par de llamadas. Todo parece estar en orden. Un ligero sentimiento de nostalgia me acompaña al pensar que Níkolas, Sofía y Ryan no nos acompañarán. Los tres notificaron sus ganas de asistir, no habría problema en que se ausentaran en la escuela, pero Regina fue contundente para explicarles que no están listos para enfrentarse a las oleadas mediáticas.
No quiere exponerlos, estoy de acuerdo y Eleazar también.
Sin embargo, con el embarazo, el instinto protector de Regina creció exponencialmente hasta casi rozar, a veces, la paranoia. Nuestros hijos no son de cristal. Hemos discutido en ocasiones porque olvida que necesitan aprender a enfrentarse al mundo por sí mismos.
Aprender a fortalecerse como lo hicimos nosotros.
Un torrente de calidez me envuelve cuando entro en la habitación destinada como guardería y sala de juegos infantil. Veo a mi madre intentando en vano hacer que Leónidas coma algo diferente a su leche y puré de pollo. Suspiro al notar que Artemisia duerme dentro de su cuna, con una expresión pacífica, abrazada a un Pikachu de felpa y su pequeño cuerpo regordete cubierto con un enterizo de tiburón. Diez meses, cabello castaño como el mío, hermosos ojos verde grisáceo y su rostro una mezcla angelical de Regina y yo.
Pero insisto en que cada día se parece más a mí.
En contraste, Leónidas es un terremoto robusto de vampírica piel blanca, ojos verde intenso, cabello castaño oscuro que forma rizos en su frente y el volátil carácter de su madre. Es idéntico a Regina. Ya no lleva el enterizo de Stitch, sino un conjunto negro con estampado gris de dinosaurios, un babero y está sentado en su silla de bebé, rodeado de tazas geek con purés de distintos colores y texturas. Mi madre levanta una cuchara con puré naranja y la ofrece, pero Leo cierra la boca y desvía la mirada con una terquedad divertida.
Mamá cuidará de los bebés con ayuda de Bianca y el resto del personal de la mansión. Papá se ofreció reclamando su derecho de abuelo pero Regina no confía del todo en su criterio de crianza. Casi discutimos por eso. Me duele el rechazo porque mi padre ha cambiado, pero también entiendo el miedo de mi esposa a que nuestros hijos pasen por maltratos.
—Casi nada le gusta. —Ríe mamá, infinita paciencia en su expresión—. Al menos no lo que hemos probado hoy. Solo quiere jugo de mango, puré de pollo y trocitos de aguacate.
Dejo la chaqueta sobre un sofá.
—Dale tiempo. —Sonrío, desinfecto mis manos, me coloco un delantal, beso la mejilla de mi hijo y me siento a su lado para acariciar su estómago—. Este leoncito es un glotón caprichoso.
Leónidas hace sonidos de lucha, patalea e intenta alcanzarme abriendo y cerrando sus manos regordetas. Comienza a molestarse, así que le doy mi mano que rápido lleva a su boca con dientes asomados.
—A ver, papá no se come. Mira, la comida está aquí. —Tomo una cuchara y llevo el puré a mi boca—. Mmm... Leo. Mira, esto está delicioso. ¿Quieres probar?
Mi terremoto me observa con atención y balbucea. Todavía no dice papá. Le ofrezco puré y abre la boca con cierta reticencia, pero finalmente accede. Traga y hace una mueca de espanto que nos deja claro lo que piensa de la zanahoria. Se empeña en empujar la siguiente cucharada y casi me arroja una porción de puré. Hago sonidos y juego con él para los siguientes intentos, logro que pruebe varios sabores y parece decidir que el brócoli vale la pena, se alborota y abre la boca con gusto.
Mamá ríe mientras nos observa, veo la nostalgia en su expresión y sus ojos no tardan en llenarse de lágrimas. La conozco demasiado bien para saber en qué piensa. Mis mellizos le recuerdan a Nathaniel y Natasha, y la misma época cuando ayudó a mi hermana con sus propios mellizos. Sofía y Níkolas. El nacimiento doble está en la sangre Sirmard y la fecundación in vitro aumentó las posibilidades para procrear a los mellizos Azzarelli Roswaltt.
Me levanto para besar la frente de mi madre.
—No tienes idea de la dicha que siento al ver en qué hombre te has convertido, Benjamin. —Frota mi brazo, compungida—. Estoy segura que tu hermana también sentiría lo mismo a causa de lo que has hecho por Nikolas y Sofía. Aunque sé que no los ves como sobrinos.
—Son mis hijos. —Limpio la boca de Leónidas—. Igual que Ryan, igual que Artemisia y este terremoto. Nikolas y Sofía son mis hijos.
Leo termina de comer y lo saco de su silla para darle palmaditas en la espalda. Lo llevo a su cuna cuando eructa pero hace berrinche. Sé lo que quiere. Vuelvo a cargarlo y se lanza a morder mi mandíbula.
—¡Hey, caníbal, eso duele! —me quejo entre risas.
Tira de mi cabello en lo que me siento en la zona con alfombra de espuma. Empiezo un ataque de besos con ruidos exagerados y suelta carcajadas que llenan el espacio de vida. Mi madre nos fotografía comentando que es duro para dormirse. Su energía es impresionante. Lo dejo sobre la alfombra, tomo su peluche favorito de tiranosaurio y me siento lejos para animarlo a desplazarse, pero no viene. Se queda balanceándose sobre sus manos y pies como si estuviera bailando.
Escucho el repiqueteo de tacones y esa voz hablar con mi madre, mi corazón se dispara, me giro y alzo las cejas, embobado.
Mi esposa se ve jodidamente poderosa y sexy.
Sólo existiendo es preciosa, incluso engripada desbordando mocos es una diosa por naturaleza. El maquillaje y la ropa la necesitan a ella para lucir tan espectacular, no al revés. Ese vestido negro me hará querer sacar ojos por la cantidad de miradas que robará, se amolda a su figura con elegancia y con una sensualidad que me invita a quitárselo. La chaqueta hecha a medida le da vibras de autoridad y control. Su melena cae suelta en cascadas, las sombras oscuras acentúan la determinación que exudan sus ojos y, para mí, la alianza en su dedo resalta más que cualquier otro lujoso accesorio.
Luce preparada para gobernar el planeta y poner a todos de rodillas con tan solo una mirada. Pero lo que más me sobrecoge, es verla inclinarse para besar la cabeza de Artemisia. Es una visión. Leónidas la mira y se vuelve loco de felicidad, sus gritos emocionados no tardan en atraer su atención. Comienza a gatear veloz como si su vida dependiera de alcanzar a su mamá. Lo sigo de cerca, Regina sonríe de oreja a oreja, sus ojos desbordando amor y se agacha para recibirlo con brazos abiertos.
—Mam-ma, Mam-ma.
—Il mio prezioso leonetto! —Regina lo levanta sin titubeos.
Lo cubre de sonoros besos que activan una risa de bebé enternecedora. Acaricia su cabello mientras Leónidas se acurruca contra ella. Entre vampiros se entienden. La escena es entrañable. Sin embargo, la tensión se desata cuando nuestro hijo regurgita sin previo aviso. Una mancha de papilla naranja se extiende por la solapa de la chaqueta ejecutiva. Regina parpadea conteniendo la respiración, todo ocurre en milisegundos donde me apresuro viendo que el terremoto se carcajea mientras esparce su desastre hacia el vestido, luego lleva su mano babosa a la mejilla de su horrorizada madre.
—Mam-maaa...
—Leónidas... —Extiende los brazos para separarlo y evitar que la siga ensuciando, pero Leo sonríe estirándose—. ¡Maledizione, Alonso, agarra a tu hijo! Y tú no te rías de las desgracias de tu madre, leoncito revoltoso. ¡Este traje fue hecho especialmente para hoy!
Regina me mira dramática con desconcierto... y sí, algo frustrada.
Parece que se va a desmayar. Joder. Me esfuerzo para no reír y cargo a Leo que la llama balbuceando, lo limpio y se retuerce molesto. Mi madre toma una toalla y asiste a Regina, quien arruga la nariz mirando la mancha, se quita la chaqueta y revisa su delicado vestido. El rey de la manipulación comienza a llorar porque su mamá no le presta atención.
Regina cierra los ojos como contando hasta diez y suelta una sonora exhalación.
—Tranquilo, Leonetto, aquí estoy —susurra sacándolo de mis brazos. El llanto cesa con los besos y el terremoto se amolda a su cuerpo buscando calor—. Mamá siempre estará para ti.
—Regina, déjalo llorar o llegarán tarde —aconseja mi madre tocando su hombro—. Vayan, yo me encargo.
Mi esposa frunce los labios.
—Tiene sueño. —Abraza casi con posesividad a nuestro hijo—. Una reina no llega tarde, los demás llegan temprano.
—Nunca nos iremos si es por Leónidas —intervengo acariciando su espalda—. Tienes dos opciones: cámbiate o nos vamos así. La mancha apenas se nota y el olor es casi nulo por tu perfume. Nadie lo notará.
Regina chasquea la lengua.
—No puedo ir así, no me sentiré cómoda si no estoy impecable. Usaré el Gucci que llegó el jueves —suspira resignada y besa la frente de Leo—. Nos vemos luego, Leonetto, mamá irá a conquistar el mundo para ti y tus hermanos. —Otro beso—. Te amo tanto.
Un nudo se enreda en mi estómago al escuchar su voz afligida. Se llena de valor y, con profundo pesar, entrega a Leónidas a mi madre. Me interpongo para que no vea el berrinche del siglo y la saco de la habitación. Será peor si Artemisia se despierta. La debilidad de mi esposa es no poder negarse a lo que pidan nuestros hijos. Odia verlos llorar.
—Ve a quitarte la ropa —demando en su oído y le doy una nalgada.
Bufa enarcando una ceja.
—¿Esto es un maldito karma?
—Es justicia poética. Yo te veo perfecta, pero ya que lo mencionas, sí, no puedes salir así. Sería pecado capital. Madam Azzarelli se enojará si irrespetan su preciado y exquisito código de vestimenta —apunto divertido y entorna los ojos, retadora.
La comisura de sus labios tiembla, plasmo un besito allí y se le vuelve imposible suprimir la risa que me contagia. Recuerdo vívidamente aquel encuentro fortuito donde nos conocimos, el inicio de una aventura extraordinaria que nunca deja de sorprenderme por todo lo que hemos compartido. El antiguo Alonso Roswaltt jamás habría imaginado que, años después, acabaría casado y teniendo hijos con la vampiresa que le vio en calzoncillos.
***
Cuando llegamos al centro de convenciones, el equipo de seguridad abre las puertas del Rolls Royce y nos escolta a través de una entrada lateral. Regina camina a mi lado con porte implacable, aunque sus uñas clavadas en mi brazo revelan que está nerviosa. Nos detenemos en el vestíbulo detrás del escenario donde la expectación es palpable.
Los directores ejecutivos y altos cargos de sus empresas nos saludan con sumo respeto y nos separamos para que pueda prepararse. Coordino con Milena que tengan listas las rosas de chocolate para cuando mi esposa baje del escenario. Converso con Lorena, Gwain y Tyler, vamos con Eleazar a la zona de stands. Es una locura lo que presentarán al público. La institución secreta Minerva desarrolló nuevos materiales para que, en conjunto con Alphagine, Novacell International y Specter Industries, crearan chips y otras cosas que están marcando un antes y un después en la fabricación de gadgets y equipos médicos.
Se escuchan los murmullos del auditorio lleno y, cuando faltan minutos para comenzar, Mashiro viene a buscarme para ir con mi esposa. Desde lejos, noto que la adrenalina le brota por cada poro. Tomo su mano y beso sus nudillos, antes de subir mi toque por sus brazos y sostener su rostro, sonriéndole.
—Eres grande, Regina Azzarelli, una reina triunfadora que me hace sentir muy orgulloso. Has logrado todo esto con un esfuerzo que mereces celebrar hoy. —Apoyo mi frente en la suya, sus ojos cálidos y su sonrisa es muy amplia—. Esto sólo es el principio. Soy el tipo más afortunado por presenciar que te estás convirtiendo en una inspiradora leyenda.
Cierra los puños en mi chaqueta y atrapa mi boca para un beso lento pero invasivo, mientras se relaja contra mi cuerpo. El alboroto a nuestro alrededor desaparece, acaricio su espalda, mordisquea mis labios y le meto mi lengua, embriagado por su sabor y perfume.
Separa su rostro tras un jadeo y corto con mi dedo un hilo de saliva.
—Me está calentando, signore Azzarelli, y no quiero presentarme con bragas empapadas. —Ríe pícara, pasando su mano por mi barba.
—Puedo quitártelas en un camerino. —Subo y bajo las cejas.
—Tentador, pero no. Agasájame con tu lengua cuando termine de hacer historia. —Me envuelve en un abrazo—. Gracias por tu apoyo, amore mio. Sin ti, mi camino habría sido opaco y estos logros no tendrían el mismo delicioso sabor a gloria. Me encanta mi éxito y quiero crecer aún más; pero haber llegado a este punto con nuestra familia, es lo que me hace sentir plena e indestructible. —Besa mi cuello—. Ti amo.
—Yo te amo más. —La estrecho y nos quedamos así unos segundos hasta que empiezan a llamarla—. Anda. Ve a deslumbrarlos.
Le doy un beso en la frente y un último en los labios. Sonríe volviendo con su abrumador equipo, retocan su maquillaje y rocían un producto en su cabello. Suspiro viendo cómo la guían hacia su lugar en una plataforma con escáner holográfico. Froto mis manos. Me dirijo hacia el área de producción, en el borde derecho del auditorio. Desde aquí observaré las reacciones del público. La sala se sumerge en total oscuridad y escucho los murmullos de anticipación. Mi piel se eriza pese a que conozco cada detalle de lo que viene.
Una melodía misteriosa acompaña la aparición de un haz de luz azul en el centro del escenario. Se expande en espirales hasta transformarse en la pantera de Azzagor Enterprises a escala gigante. Camina con gracia, sus ojos fieros apuntando al público. Con un movimiento de su pata, desata un vórtice de colores que se moldea en la figura de Regina. Un avatar proyectado por varios drones apenas visibles. Lleva un vestido negro con pequeñas estrellas. Levanta una mano y con un gesto controla a la pantera que se sienta tras suyo.
A diferencia de los hologramas de la última presentación, cada hebra de cabello, cada movimiento, cada textura parece más real y, aunque no sea perfecta y quizá falten años para serlo, nosotros manejamos lo último en tecnología holográfica. El equipo de Alphagine trabajó por meses para programar esta actuación.
—Damas y caballeros, sean todos bienvenidos —su voz resuena potente y natural—. Mi historia, como muchos saben, no comenzó en una cuna de privilegios. Tuve que aprender a luchar desde joven y, sobre todo, a creer en mí misma en momentos donde parecía que nadie más lo hacía. Y no fue fácil. Pero lo que importa no es de dónde venimos, sino hacia dónde queremos ir. —Sonríe sutil—. Azzagor Enterprises nació de la visión de desafiar lo convencional y de la valentía de romper moldes para impactar positivamente en la vida de las personas. Pasó de ser una idea ambiciosa, a un referente global gracias a la excelencia de cada uno de ustedes. La empresa no sería nada sin ustedes. —Abre los brazos y drones con luces comienzan a girar alrededor de la pantera, mostrando los logos de cada subsidiaria—. Hoy, con la integración de K-corp como RA-corp, celebramos un momento histórico y damos un gran salto hacia el futuro. Hemos superado tiempos difíciles, incluida una pandemia que nos puso a prueba, pero salimos más fuertes y comprometidos con la sociedad, con la innovación que no sólo mejorará nuestras vidas, sino que revolucionará la manera en que vemos el mundo.
El avatar se eleva rodeado por los logos y la pantera avanza hasta que todo se fusiona en un espectáculo de luces. La pantera cierra los ojos, tras la transformación luce más estilizada. Su pelaje negro azulado brilla como si fuera hecha de galaxias. Cada puntito es una subsidiaria, un empleado que forma el imperio Azzarelli. Frente a ella y en grande, el logo de K-Corp se transforma en el logo de RA-Corp y se integra como una parte importante del corazón de la pantera. Abre los ojos y vemos que el amarillo felino se tornó verde. Sonrío absorto. Suelta un rugido que provoca jadeos y la vibración se siente en el pecho.
Es símbolo de fuerza, poder y riqueza.
Un claro mensaje de que Azzagor Enterprises está aquí para liderar.
La pantera se agazapa y salta hacia adelante, haciendo que el suelo tiemble por los efectos especiales, y se desvanece en millones de puntos de luz. Siento un escalofrío. En su lugar, sublime y majestuosa sobre una plataforma transparente, aparece en carne y hueso la verdadera Regina.
La ovación que sigue es ensordecedora.
Me uno a los aplausos y vítores sintiendo un nudo en la garganta, mi pecho atiborrado de admiración, orgullo y profundo amor. Una lágrima resbala por mi mejilla al ser testigo de tal grandeza. Hoy celebramos la capacidad de Regina de transformar el dolor en poder, el fracaso en aprendizaje y la adversidad en una sinfonía de esperanza. Su mirada busca la mía y sonríe dejándome sin aliento.
Paso saliva.
Esa empresaria imbatible es más que una visionaria; es la diosa que cambió mi vida, es la madre de mis hijos, mi musa, mi amor, mi esposa y complemento... Es la mujer que me enseñó que ningún obstáculo es demasiado grande, y que cualquier meta, por inalcanzable que parezca, puede ser conquistada cuando se lucha con el corazón de una fiera.
Es la mujer que emergió de una escabrosa penumbra, que enfrentó cada desafío con una fuerza indomable y construyó un imperio a partir de su férrea voluntad. Es la líder que convirtió su historia en un faro para aquellos que se sienten perdidos en la oscuridad. Ya que, sin importar cuán sombría sea la senda, siempre podemos encontrar fulgor dentro de nosotros mismos. Todos tenemos el poder interno para levantarnos, renacer y crear nuestro propio destino. Porque aunque lo nieguen, cada uno lleva una chispa para trascender; solo debemos, cueste lo que cueste, hacer lo que sea necesario para permitirle brillar.
Regina Azzarelli ha demostrado lo que significa iluminar al mundo con el fuego de una auténtica reina.
FIN
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(Recomiendo leer la parte de la presentación en el escenario escuchando Whatever It Takes de Imagine Dragons)
No olviden darle amor al cap (comentarios y estrellitas) Nos vemos en el epílogo y los extras.
*Les envío un abracito virtual porque ando llorando y fueron casi cinco años en este proyecto :)
https://youtu.be/96YeDWnUMw0
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