55. Il passato


55. Il passato


JULIUS

La junta directiva de K-corp está congregada en la sala de reuniones de la sede central, al menos aquellos que aún conservan su puesto tras los arrestos. Regina, Charlotte y yo cruzamos el umbral y de inmediato siento el cambio de aire. Los murmullos disminuyen, veo a algunos de los directivos inclinarse en sus asientos, intercambiando miradas de sorpresa y enojo que se transforma en miedo.

Regina disfruta las reacciones. Se mueve con esa majestuosidad que la distingue. Su vestido es negro y ceñido, con mangas largas y una falda apretada. Sorprendiéndolos a todos, Charlotte toma asiento a un lado de la mesa y no en la cabecera, un puesto que ocupa Regina con ceremonia, irradiando autoridad y supremacía como la reina que asume su trono. Yo me quedo de pie en su flanco, evaluando el lenguaje corporal de cada persona.

Hemos estado en muchas reuniones para tomar posición en una empresa, pero ninguna como esta. K-corp es una de las multinacionales más grandes del país y, desde hoy, tiene nueva líder. La sala queda en silencio, saben que cualquier objeción podría ser el fin, por lo que se limitan a observarnos con seriedad, expectantes, y algunos francamente pálidos.

—Buenos días a todos —saluda Regina, formal—. Sé que muchos de ustedes no esperaban verme aquí de nuevo; pero las cosas cambian. Yo las cambio poseyendo el cincuenta y tres por ciento de las acciones, distribuido en un treinta y siete por ciento manejado por Azzagor Enterprises y el restante por mi cartera personal —revela y se expande el horror, la gente se remueve en sus sillas. Temen que los deje en la calle o algo peor—. K-Corp será absorbida por Azzagor Enterprises, lo cual me convierte en su nueva presidenta. Es probable que estén preocupados por lo que esto significa para sus posiciones. No les endulzaré la cruda situación —su voz fría, pero sus ojos oscurecidos sonríen—. Las personas que no creen en mi visión, no tienen lugar aquí.

»Esta empresa será reestructurada por completo cuando acaben las investigaciones. No soy perfecta o intachable, todos saben que pasé por un proceso legal parecido hace un año con el desfalco, causado por su antiguo socio, pero hubo una diferencia grande. Yo no arrastré a mi gente en la mierda, a Bernand Keegan sí que no le importó ensuciar el futuro de cada uno de ustedes y de su propia familia. —Mira a Charlotte quien asiente en su dirección antes de ponerse de pie.

—Como ya han oído, Regina asumirá el control de K-Corp. y cada una de sus extensiones nacionales e internacionales —corrobora—. Por el bien del futuro de esta empresa, y debido a la participación de Bernand en los sabotajes contra Azzarelli, mis hijos y yo decidimos no involucrarnos en los daños colaterales. Aceptamos a Regina Azzarelli y ofrecemos una cálida bienvenida como nuestra nueva líder. —Comienza a aplaudir y el resto la imita, la mayoría de expresiones son de resignación y susto, algunas pocas de esperanza.

Nadie en sus cabales se atreve a contradecir. Entienden la magnitud del peligro que acarrea ir contra madam Azzarelli. Sonrío. Se adaptarán. Es normal que haya sentimientos contradictorios, por un lado, tras una violenta demostración de poder: unos extraños vienen a usurpar un esquema familiar de generaciones; por otro lado, Regina tiene razón. Bernand varias veces traicionó a su equipo, incluso los más fieles de la junta que cuestionaban a Regina en cada reunión, fueron arrestados porque su líder los usó como salvavidas.

Sus propios hijos, CEOs de las sedes en otros países, pudieron enfrentar investigaciones por colusión de no ser por el trato que hizo Charlotte para salvarlos. Cuando acusaron a Regina por falsificar en la evasión de las Caimán, un error personal, entre sus prioridades estuvo proteger a Alonso Roswaltt y a los empleados de Azzagor Enterprises para que el estigma no fuese tan amplio. Aunque muchos le dieron la espalda, ella los cuidó.

Eso hace una verdadera líder.

Una reina.

***

A pesar de la victoria parcial que hemos conseguido, no puedo sacarme de la cabeza lo que tengo que confesarle a Regina. Hace meses que lo descubrí, desde diciembre, y he guardado silencio. Lo hice por su bien, para que no perdiera el enfoque en la trampa que estábamos armando contra Bernand, pero ahora esa justificación parece débil y me hace sentir cobarde. Lo mejor es que no se entere y siga su vida sin esa sombra pero, como pocas veces, la mentira me está carcomiendo.

Puedo ocultarle secretos a Simon, pero a Regina no.

Regina y yo abordamos el Phantom. El triunfo la hace brillar mientras comentamos sobre la reunión, sonríe feliz, empoderada por el éxito y me siento miserable por tener que borrar esa sonrisa. Respiro hondo y saco el sobre de mi maletín.

Arquea las cejas mirándome con curiosidad.

—Tengo esta información desde el año pasado, diciembre para ser específico —revelo serio—. Conseguimos las declaraciones de la doctora que atendió tu legrado.

Regina se sienta más derecha, frunce el ceño y sus ojos se abren más denotando confusión y molestia.

Trago.

—¿Por qué lo ocultaste? —musita casi inaudible.

—No quería que te distrajeras cuando más te necesitábamos al frente —confieso calmado—. Pensé que lo mejor era que tomáramos un problema a la vez.

Aprieta los labios y percibo que se contiene, frena su arrebato y piensa en frío. No explota pero siento su enojo. Está analizando y sabe que si hice eso es porque tengo razón.

Menea la cabeza y mueve la mano, apremiándome.

—No andes con rodeos y dame el puto sobre —masculla.

Exhalo, esto no será sencillo.

—Aquí están los detalles. Recomiendo que lo abras en casa. Va a doler. —Le tiendo el sobre y me fulmina.

—Explícate —ordena y dudo—. Maledizione! Me enfurece más que me subestimes a que me hayas ocultado algo. ¡No soy una niña!

Asiento y relamo mis labios.

—Fiorella pidió la ligadura —suelto.

Su rostro pierde toda emoción. El silencio se hace espeso, pesado. Regina parpadea, procesando. Abre el sobre con rapidez y empieza a leer. La gente de Hank hizo contacto con la doctora y otras personas que extorsionaron para que confesaran. Fiorella usó dinero de la iglesia, destinado para sus tratamientos, para pagar la operación de Regina. Pensó que le hacía un favor al condenarla, ya que más hijos serían productos del pecado y Dios no aprueba el estilo de vida que llevaba Regina.

Sus manos tiemblan mientras lee, su mandíbula se tensa y veo una única lágrima descender por su mejilla. Sus ojos chispean con odio puro y me estremezco al ver surgir su bestia interior, lista para destrozar todo lo que se le ponga en frente.

Aprieta el papel y mira hacia la ventana.

—Dame un pronóstico legal —exige muy bajo, letal.

—Tenemos suficiente para demandarla por violación de derechos infantiles y reproductivos, daño psicológico y físico, e incluso podríamos explorar cargos penales si logramos demostrar que hubo coacción o falsificación de documentos. Podemos destrozarla en un tribunal pero tendríamos que preparar una estrategia de control de daños. Necesitamos ser cuidadosos. Con Patrizia en medio, todo puede volverse en tu contra... —Me muestra su palma.

—¿Crees que la mocosa tiene alguna posibilidad real de sobrevivir?

Su tono me causa otro escalofrío.

—Es incierto. El tratamiento que está recibiendo es agresivo. Su situación es delicada, y cualquier estrés adicional podría empeorar las cosas. Como la ausencia repentina de su madre, por ejemplo.

Toma aire con disimulo

—¿La basura es buena con la mocosa? —pregunta pese a que conoce la respuesta.

—No hay duda de que está completamente comprometida con la niña —suspiro—. Sabes lo que opino de los inocentes pero lo que te hizo no tiene perdón. Acataré tus órdenes. ¿La vas a demandar o a desaparecer? ¿Qué quieres hacer?

—Te enviaré las instrucciones. Enrique, detén el coche —ordena aún sin mirarme—. Bájate del coche.

—Regina...

—Bájate. Ahora. —Su tono cortante no deja lugar a discusiones.

***

REGINA

A nuestro alrededor se alzan los Alpes de Valtellina, el aire es helado y pesado, cortante, casi como si la misma montaña intentara alejar a los intrusos. La luna se oculta tras las nubes, dejando apenas un resplandor tenue sobre el suelo rocoso mientras avanzamos por el sendero de grava. Mashiro y los hombres de Hank me rodean luciendo una apariencia casi espectral, igual que yo, con capas negras, capuchas y máscaras aterradoras que ocultan sus identidades.

Dos hombres nos esperan junto a la piedra lisa que cubre la entrada de la cueva. Solo aquellos que saben lo que buscan podrían encontrarla. Respiro profundo antes de adentrarme en la densa oscuridad opacada apenas por unas antorchas. Tuerzo la boca y arrugo la nariz. La caverna huele a tierra mojada y musgo, el eco de nuestros pasos reverbera en las paredes de piedra.

El túnel se vuelve más angosto, forzándonos a caminar en fila, uno detrás del otro y lidio para no pensar en la claustrofobia. Yo elegí este laberinto pero no es lo mismo estar aquí a verlo a través de una pantalla. El túnel se ensancha, y pasamos por la zona de estar de los bandidos hasta llegar a otro pasillo, que termina en una puerta de madera, custodiada por Dimitri.

Muevo mi mano y asiente

—Llegó la jefa —anuncia descorriendo el cerrojo.

El aire dentro de la gruta es frío, mi vista se ajusta a la luz tenue de una antorcha y, entonces, veo a mi presa. Está encorvada, su respiración acelerada, rostro avejentado sucio y el cabello desgreñado, encadenada y sentada en el suelo sobre una fina capa de paja. El cuerpo tenso, sus ojos inquietos yendo de ambos hombres a mi lado y luego fijándose en mí.

En mi máscara de demonio.

Se la ve cansada, pero no rota. No aún.

—¿Qué quieren de mí? ¿Por qué me hacen esto? —pregunta angustiada—. No tengo dinero, no tengo nada... Por favor... Déjenme ir. Yo... yo no he hecho nada y tampoco diré algo. No sé quiénes son, pero... mi hija... —se interrumpe al sollozar—. Mi hija está enferma, tiene cáncer... por favor, tengo que regresar al hospital. ¡Ella me necesita! ¡Solo quiero volver con mi hija! ¡Por favor!

Aprieto los puños.

Nadie responde o se mueve sin mis órdenes. El silencio es opresivo, roto solo por el llanto de Fiorella y el goteo distante de agua que cae en algún lugar de la gruta. Ha pasado veinticuatro horas aquí para que sea consumida por la ansiedad. A pesar de todo, su salud es monitoreada en tiempo real.

No quiero que muera todavía.

—¿Qué quieren de mí? —repite al borde de la histeria—. ¡Por favor, díganme algo!

Doy un paso, viendo cómo se retuerce y tira de las cadenas.

—Dices que tu hija te necesita pero, ¿a cuál de las dos te refieres? —mi voz es siniestra y metálica, disfrazada con un modulador—. ¿A Regina o a Patrizia?

Su rostro palidece más y sus labios tiemblan.

—N-no sé de quién me hablan, yo sólo he tenido una hija.

—Vamos, Fiorella. No mientas. Sabes exactamente de quién te hablo. Regina Azzarelli. —Niega frenética y vuelve a llorar—. Habla o Patrizia sufrirá por tu silencio.

—¡No! ¡Por favor, no! —grita desgarrada.

—Entre más suplicas, más ganas me das de irme a divertir con tu querida niña.

—¿Por qué me hacen esto? Yo no sé nada de Regina. Lo juro, no sé nada de su vida actual. Por favor, tiene que creerme.

Suelto una risa satírica.

—Oh, te creo. Sé que no sabes nada de su vida actual pero quiero que me hables sobre esa hija que arruinó tu vida —enfatizo con veneno—. ¿Fue una carga más grande que lidiar con una sanguijuela con cáncer? ¿Tan terrible fue para que decidieras que ella no valía nada? ¿Te arrepientes de cómo la trataste?

Su sudoración aumenta.

—Por completo lo lamento. Me arrepiento de tantas cosas. Si pudiera volver atrás, lo haría. Pero no puedo... no puedo... —Cierra los ojos, suena sincera—. No tuve opciones. Yo era joven, era una niña cuando nació...

—¿Una niña buscando sexo? —Mi tono burlón.

—No es así, su padre abusó de mí. Era un canalla mucho mayor que yo y nos abandonó. No se hizo responsable y todo se complicó. Me dejó sola con ella...

La bofetada que le doy voltea su rostro y roba un grito junto a más sollozos y súplicas.

—Te doy crédito por no violar el acuerdo de confidencialidad y saber guardar silencio, pero nunca vuelvas a manchar el nombre de Pasquale Azzarelli o te cortaré la lengua —advierto paralizándola—. Él me amó de verdad. Era un hombre presente, responsable y dedicado. No me arruinaría la vida como tú lo hiciste

Me quito la capucha junto a la máscara y la observo sin filtrar emoción. Se pone más pálida y su respiración se atasca. Veo el reconocimiento recorrer su rostro, y algo en ella cambia. Sus ojos se llenan de un miedo distinto, de horror. Entiende a quién se enfrenta y empieza a temblar.

—¿Por qué? —musita.

—¿En serio te atreves a preguntar eso? —Sonrío irónica—. ¿Creíste que nunca vendría a saldar cuentas?

Me mira de abajo arriba y niega.

—He intentado disculparme y no me diste oportunidad. Te envié un álbum en tu cumpleaños y lo devolviste. No quieres nada de mí, lo sé, pero eran fotos tuyas de pequeña y de Pasquale —gimotea y alzo una ceja—. Un lo siento no borrará lo que te hice o los recuerdos, Regina, pero realmente lo lamento. Años después logré entender y ya era tarde para arreglar las cosas contigo. Me avergüenzo del daño que te causé, la tortura y cada consecuencia.

Estas son las consecuencias.

Comienzo a caminar a su alrededor sin acercarme más.

—Imaginemos que te creo. Me tuviste siendo una inmadura adolescente, una "niña". —Hago comillas con los dedos y río sin gracia—. ¿Pero y yo qué? ¿Qué hay de las veces que me golpeabas hasta sacarme sangre solo porque mi padre no estaba cerca? Me dejabas sin comer, bajo la lluvia y repetías que nunca debí haber nacido. Que fui tu maldición. ¿Ser joven excusa los maltratos y humillaciones? ¿De verdad piensas que voy a creer que te redimiste? ¡Colgabas mis putas llamadas! —Rujo y se sobresalta—. ¡Pudiste buscarme y no lo hiciste hasta que tu otra hijita casi se muere!

—Estaba desesperada. —Sacude la cabeza, balbuceando entre lágrimas—. Yo no... no sabía lo que hacía contigo... no pensé...

—¿No sabías lo que hacías cuando autorizaste una ligadura? —expongo y se estremece.

Sus ojos se van a salir de su cara.

—Yo... solo quería lo mejor para ti... No podías traer hijos al mundo en esa vida que llevabas. Eras una prostituta. Los niños habrían crecido en un ambiente misera...

Le doy otra bofetada que la arroja al suelo. Mi respiración se descontrola y la furia me hace ver en rojo.

—¡No era tu elección! —grito mientras no deja de llorar—. ¿Era lo mejor para mí? ¿O era lo mejor para ti, para que no tuvieras que ver en mí tu fracaso? Porque eso es lo que siempre fui para ti. ¡Me trataste como a una basura! Me lastimaste justificándote en el nombre de Dios, cuando la verdadera pecadora eras tú. Hice lo que tenía que hacer para que no te pudrieras. ¿Y lo merecías, Fiorella? —De mi abrigo saco una pequeña leona dorada, low poly de porcelana, y la arrojo al suelo entre ambas. Los trozos salen disparados a todas direcciones. El llanto de Fiorella sube de nivel—. ¡ESTÁ ROTA! ¡¿Crees que pidiéndole perdón volverá a ser como era antes?! La única razón por la que no me arrepiento de salvarte es porque ese infierno me convirtió en el demonio que ves.

»Soy poderosa, exitosa, adinerada, inteligente, hermosa y sobre todo amada. Te equivocaste. Conocí a un hombre maravilloso que me ama, admira, apoya y me respeta aun conociendo mi pasado. Un hombre con el cual estoy construyendo una familia que me hace feliz. —Alzo mi mentón, mis manos temblando mientras saco y le muestro otra leona quebrada, pero reparada con oro. Kintsugi—. Me aceptan. Algo que tú nunca supiste hacer. Tu hija murió en un legrado, pero mi madre falleció cuando yo nací.

Vuelve a negar muy rápido.

—Me equivoqué, nunca debí decir eso. Yo te considero mi hija, mi niña, por favor —balbucea arrodillándose entre sollozos—. Lo siento, lo siento muchísimo. Te lo ruego, perdóname, por favor...

Se deshace en disculpas y lágrimas.

Aprieto la figurita y mi miro a mi progenitora fijamente, buscando algo en mi interior. Cualquier cosa. He imaginado este momento cientos de veces: ella humillándose y rogando mi perdón. Pero... no siento nada. Ni alegría, rabia, odio, alivio. Nada. Ni un rastro de venganza cumplida. Solo un vacío que no se llena con su sufrimiento, ni con sus súplicas. No siento satisfacción o placer por saborear su miedo.

Uno de los hombres se acerca.

—Madam, la presión arterial está aumentando.

—Estoy por terminar —aviso con desdén.

La frustración me está quemando el pecho.

—Perdóname. —Fiorella intenta acercarse, arrastrándose, pero las cadenas lo impiden—. Fui a terapia, puedes revisar mi historial médico para que compruebes que no te miento. Lamento todo. En serio me arrepiento de lo que pasó.

Doy unos pasos hacia ella y evito que me toque. Sus palabras no borrarán años de cicatrices.

—Yo también fui a terapia y aprendí a ser misericordiosa —Tomo su barbilla con mis dedos enguantados—. No quiero volver a verte en mi puta vida. La única razón para que sigas respirando es Patrizia. Tuvo suerte de tener una madre y no crecerá sin ella. No tiene la culpa de tus errores y no arruinaré la vida de una inocente. No soy como tú. —Sonrío escéptica—. Asegúrate de ser una excelente madre para ella, porque si la dañas, te destruyo. —Se queda tiesa, sus ojos suplicantes, y me incorporo—. Si se te ocurre cometer el error de decirle a alguien sobre esto, no olvides mencionar que tú creaste a este monstruo.

Con sonoridad, dejo la pequeña leona a un lado y me retiro con la mandíbula apretada. La cólera bulle en mis entrañas al sentir que todo fue en vano. Tuve a Fiorella destrozada frente a mí, y yo... no siento nada.

***

La fiesta de Azzagor Enterprises se ha celebrado cada 22 de noviembre, excepto durante mi periodo de servicio comunitario. Alonso me animó a hacer las cosas un poco diferentes el año pasado, después de que le conté la verdadera razón del evento. Propuso que viajáramos a Italia para visitar la tumba de papá pero no me sentí preparada. Sin embargo, ya que me acompañó a Milán para el encuentro con Fiorella, consiguió convencerme de afrontar el otro lado de mi pasado.

Sólo he estado dos veces en el cementerio donde yacen los restos de papá. Cuando lo sepultaron y cuando compré la torre, pero en ninguna oportunidad pude expresar alguna palabra. Mis piernas se vuelven rígidas, Alonso aprieta mi mano y me guía siguiendo a Enrique. La convicción con la que me levanté ha desaparecido por completo. Mi garganta se estrecha y mi pecho se oprime en cuanto veo la tumba.

Me quedo tiesa con las manos en los bolsillos de mi abrigo, en tanto Alonso acomoda las flores que trajimos. Observa con interés la foto de papá que yace sobre la lápida. Intercala su vista y luego me mira como esperando a que hable, pero no puedo. Me dedica una sonrisa cálida y se concentra en la foto.

Salve, suocero! Debo decir que usted era muy guapo. Ya entiendo de donde viene la belleza de su hija —halaga y muerdo mi labio inferior—. No me malinterprete como superficial. Ella es muchísimo más que una mujer hermosa. Es la más inteligente y fuerte que conozco, es apasionada, comprometida con sus objetivos, creativa y, aunque ella lo niega, con un enorme corazón amoroso sin límites. —Ríe bajito—. Hay veces donde se comporta como una niña caprichosa y obstinada. ¡Incluso hace rabietas!

—Yo no hago rabietas —protesto.

—Sh, no nos interrumpas. —Agita la mano

Enarco una ceja y no puedo evitar reír mientras niego, mis nervios se calman un poco y amo que Alonso aligere el ambiente.

—No le paso queja, para nada. Al contrario, el carácter de su hija condimenta mis días. Soy músico, por cierto, y ella es la musa que me inspira para componer. Soy el hombre más afortunado del mundo por compartir mi vida con Regina. Es una guerrera, y no hay un día en que no me sorprenda con su determinación. —Me mira con ternura—. Usted crio a una niña que se convirtió en una extraordinaria mujer.

Sonrío y se me acerca. Saca una botella del bolso, lo ayudo tomando la copa y sirve el vino.

—Es tu momento —susurra y besa mi frente—. Tienes que hablar con él. Lo has guardado todo este tiempo y debes desahogarte.

Asiento, tomo aire y doy un paso adelante.

—Ciao, papa —saludo mirando su foto y dejo la copa sobre la lápida—. Te traje tu vino favorito, cosecha de 1985. Recuerdo tus discursos para alegar su calidad cada vez que te decía que no me gustaba. Lamento decirte que aún prefiero el cabernet. —Medio sonrío—. Siento haber tardo tanto... pero todavía me dueles como si hubieras partido ayer. Aquí estoy. He fallado mucho durante los últimos años pero me considero una adulta exitosa.

»Y tú fuiste el primero en creer en mí. Desde que era un bebé supiste que sería grande. Fiorella me odiaba, siempre dijo que no valía nada, que no iba a lograr nada y que mi único valor era mi belleza... Pero tú... tú me tuviste fe, creíste en mi inteligencia y audacia. Siempre estaré agradecida de que me dieras todo pero prometiste que estaríamos juntos por mucho tiempo... y te fuiste —reprocho y un sollozo escapa de mi pecho, mi garganta quema—. Rompiste tu promesa y me dejaste sola para pelear con el mundo entero. Jamás pensé que me faltarías. Fue duro, ¿sabes? Es duro cada maldito día sin ti. No sé cuántas veces pensé en rendirme, en abandonar todo. Pero no podía, papá. Tú me enseñaste a nunca abandonar una batalla y me funcionó.

»Espero que me perdones por lo que hice para sobrevivir, no me enorgullece pero estoy trabajando para que esa sombra no condicione mi vida. No soy una víctima. —Abro mis brazos, mi barbilla temblando—. Soy la puta ama, una jefa de jefes, soy la reina. Cumplí con lo que soñaste para mí e iré por más... Odio que no estés aquí para verme triunfar, enaltecer nuestro apellido y celebrar. Yo... Te extraño... —Las lágrimas empapan mi rostro—. ¡Merda, te extraño demasiado! ¡¿Por qué no pudiste cuidarte más?! ¡¿No pensaste en mí?! No sabes cuánto necesito verte, escuchar tu voz y sentir tus abrazos. Quiero que me veas y digas que todo valió la pena. Pero nunca más vas a hacerlo. Nunca más...

Alonso se me acerca al ver que me quiebro, niego y comienzo a caminar alrededor de la tumba. Necesito esto. Él y Sandra me ayudaron a ver lo que no quería. Entendí que una de las razones por la que se me dificulta perdonarme y soltar mi pasado, es porque en el fondo me avergüenza que papá me odie por lo que hice.

Tampoco lo he dejado ir.

Le confieso sobre cómo tuve que empezar a trabajar en el cabaret, cómo me ofrecí a ser bailarina y lo mucho que me gustaba esa parte... y cómo acepté después vender mi cuerpo. Me asqueaba, sí, pero obtuve mayores ganancias para comprar los medicamentos de Fiorella. Hubo un cliente en particular que usé bastante para crear lo que luego usé como fondo de escape. Lo manipulé sin escrúpulos y no me arrepiento. Todo iba relativamente bien hasta que un día llegaron los bastardos. Cuatro tipos adinerados y repulsivos. Los rechacé pero ofrecieron una suma descomunal y los jefes aceptaron contra mi voluntad.

Me drogaron para doblegarme y abusaron de mí en grupo.

Quedé embarazada.

Mi jefa directa me indujo un aborto.

Mis manos tiemblan mientras hablo sobre Fiorella en aquel hospital. Las lágrimas me ahogan pero no me detengo, pierdo la voz al contarle sobre mi ascenso en Chicago, cada batalla que luché. Porque su hija es imparable no porque esté en lo alto, sino porque nunca se rinde y se levanta dispuesta a ganar.

La destruyen y vuelve a construirse más fuerte.

Estando aquí, analizo y entiendo la realidad, lo que provoca que me martille un dolor sordo que siento en todo el cuerpo. Siempre creí que sacrificaría cualquier cosa por volver a ver a mi padre; pero, justo ahora, sé que si tuviera la opción de recuperarlo por el precio de perder a mi nueva familia, no lo haría.

Y sé que él tampoco querría que lo hiciera.

Mis piernas se vuelven gelatina, veo borroso y Alonso me sujeta antes de que mis rodillas toquen el suelo. Me abraza firme en silencio mientras mis lágrimas fluyen. El peso que he cargado durante tanto tiempo comienza a disiparse. Hoy, finalmente, he dejado atrás el pasado.

Hoy, me despido de esa niña herida que alguna vez fui.



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:)

Kintsugi: es una técnica japonesa de reparación de cerámica que utiliza resina mezclada con polvo de oro para unir las piezas rotas. En lugar de ocultar las imperfecciones, el kintsugi las resalta, transformando el objeto dañado en una obra de arte única. 

Regina es una leona con cicatrices de batalla que la hacen lucir más hermosa (guiño a la portada).

La historia más allá de resolver la identidad de quién desató la guerra, trata de cómo ese conflicto transforma a la reina. No se trata de la montaña, sino de la subida y en quién se convierte cuando llega arriba. Lo cual no significa que será una mejor persona, todos sabemos que es más corrupta, pero ahora también es más fuerte y poderosa. 





https://youtu.be/itBfViO1FyE


https://youtu.be/__ob64t7q40


https://youtu.be/vkNs4Xin3G4

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