5. Roswaltt's Rhapsody.

5. Roswaltt's Rhapsody.

ALONSO

Bebo mi batido de campeones proteico mientras leo las notificaciones de Instagram y preparo el desayuno. El video que subí anoche está teniendo una receptividad galáctica. Propuse un desafío que consiste en grabar un cover instrumental de cualquier canción en menos de veinticuatro horas.

Doy vuelta a los panqueques con la espátula y miro la hora.

«7:04 a.m».

Busco en la nevera mermelada de fresa, mantequilla de maní, fruta y queso crema. También saco el jugo de naranja y la leche. Preparo la mesa del pequeño comedor en compañía de Otto. Mañoso, ladra exigiendo su parte. Corto un panqueque a la mitad y se lo arrojo.

—Eso huele bien. —Escucho la voz soñolienta de Niko a mis espaldas.

—¿Te desvelaste jugando en línea otra vez? —pregunto serio. Sus calificaciones bajaron mucho por esa razón.

Niega con los ojos cerrados.

—Tuve una pesadilla —musita acongojado.

Le entrego un plato de panqueques y fruta. Toma la mermelada para untarles junto con el queso crema.

—¿Quieres hablarlo? —Aprieto su hombro.

Abre la boca y la cierra cuando escuchamos el gritode Sofía. Corremos y nosquedamos bajo el umbral de la puerta del baño. Lleva puesto el uniformey su cabello está húmedo.

—¡Compraste la crema para peinar equivocada! —reclama de mal humor, rebatiendo un frasco verde. Niko rueda los ojos y regresa a la cocina. Me acerco a mi pequeña tormenta—. No es la misma que me dio la tía Lena. Esta no huele a rosas, huele a aguacate y pepino. —Arruga la nariz, asqueada—. No puedo ir a clases así, tío. ¡No puedo!

—Sí puedes y lo harás —comento sereno.

Abre la boca, escandalizada.

—¡¿Cómo se te ocurre?! —Da vueltas de un lado a otro, consternada—. ¡Es culpa tuya que no pueda manejar mi cabello rebelde!

Me cuesta entender su drama. Su melena avellana es bonita, abundante, larga y fuerte.

—Relájate. —Si no fuera por el uniforme, le sugeriría usar una gorra—. Lo resolveremos. Siéntate y dame dos gomas —pido con suavidad sin cambiar mi expresión autoritaria.

Sofía obedece de malagana.

Ya hemos hecho esto antes. Las primeras semanas tuve que ayudarla a preparase y me instruí con tutoriales en YouTube. Mi técnica ha mejorado con la práctica. Tomo el secador para eliminar la humedad, le doy forma a su cabello con un cepillo y, una vez seco, con un peine lo separo en dos partes, ato cada una con las gomas que me tiende.

Se ve tierna con las coletas iguales a las de Rin Tohsaka, pero sé que ese estilo no le gusta, así que comienzo a trenzar con parsimonia sus hebras. Para finalizar, le aplico fijador con aroma a flores.

—Ya quedó —anuncio con una sonrisa.

Su ceño fruncido desapareció hace mucho. Está conforme con las trenzas y el aroma; sin embargo, no dice nada y se levanta de la silla, directa a la cocina. Aprieto los labios.

Extraño a mi dulce niña.

Para ambos ha sido increíblemente difícil adaptarse a una rutina sin Natasha; En los primeros días, días y noches en los que apenas se despegaban del Xbox, no comían, no dormían o lo hacían después de llorar un montón.

Desayunamos entre comentarios sobre el proyecto de ciencias de Níkolas. Sofía se mantiene callada, distraída con su nuevo teléfono Novacell. Busco mi bolso deportivo, me aseguro que los chicos tienen todo lo que necesitan en sus mochilas, las cuales cargo, que no olvidan nada y, tras colocarse sus abrigos y despedirse de Otto, salimos del apartamento.

En contra de los deseos de mis padres y Derek, nos mudamos al condominio que consiguió Natasha antes de morir. El lugar tiene el espacio justo para los cuatro.

—¿Les parece si vamos a patinar mañana por la tarde? —propongo entrando al elevador. El invierno está en decadencia, hay que aprovechar.

Sofía se coloca unos audífonos morados que hacen juego con su pulsera Army. Sube tanto el volumen que escucho perfectamente el inicio de Dynamite.

La reconozco porque la repite todos los días.

—¿De regreso jugamos Minecraft? —Los ojos de Níkolas se iluminan.

—Y Need for Speed —añado y Niko lanza puñetazos al aire a modo de celebración. Retiro los audífonos inalámbricos de las orejas de Sofía—. A largo plazo, ese volumen te traerá problemas auditivos.

Sus ojitos azules me aniquilan.

—¡Devuélvelos!

Niego con la cabeza.

—Decomisados.

—¡Me los regaló papá, no tú! —zapatea.

Mantengo mi postura inflexible a pesar de que siempre me pone en jaque con esas palabras. Las puertas del elevador se abren y corre atravesando el estacionamiento hacia Bumblebee. Mi corazón se acelera y apresuro el paso. No se baja de la acera pero no deja de preocuparme que pueda atravesársele a algún coche.

—¿Qué te he dicho sobre correr así? —gruño abriendo las puertas de Bee.

—Es peligroso, Sofí —apunta Niko.

Ella nos ignora magistralmente.

Me va a sacar canas a este paso.

Joder.

¿Qué tengo que hacer para volverla feliz?

«Conoces la respuesta».

Mi pecho duele. Es imposible regresar en el tiempo.

Niko se mantiene viendo por la ventana y Sofía sincroniza su móvil con el estéreo para ahogarnos con Blackpink. Ninguno le refuta su nueva obsesión por los coreanos.

Según ella, se casará con Jungkook.

«Sobre mi cadáver».

—¿Tío, podrías estacionar aquí? —pregunta Sofía a media cuadra antes de la escuela—. El Audi deportivo de la mamá de Molly Lewis nos acaba de adelantar. Molly y sus amigas se burlan porque Bee es un Camaro viejo de antes del 2010. Aseguran que el amarillo no es cool.

—Nuestro Bumblebee es un buen coche —defiende Niko—. Es un clásico que apenas necesitó reparaciones.

Sofía enarca una ceja y cruza los brazos.

—Un coche de pobres.

La miro por el espejo retrovisor con advertencia y hace un puchero.

—No lo juzgo, ni te juzgo a ti. Me gusta Bumblebee. Sé que te costó mucho esfuerzo trabajando con el tío Nathaniel en Roswaltt's Rhapsody —se adelanta antes de que le suelte un sermón. Su mirada caprichosa se suaviza y me alegra que recuerde de dónde viene—. Evito que me critiquen por llegar en Bee o irme en el coche aburrido de la abuela. Molly Lewis y su grupo fueron amables conmigo cuando papá nos trajo en su G-Wagon de este año. —Centra sus ojos en la ventana—. Quiero tener amigas, no ser una perdedora.

Aprieto el volante y aparco media cuadra antes de la escuela.

—Sofi, no deberías permitir que los prejuicios te afecten. —Giro el cuerpo para mirarla directamente—. Eres una niña inteligente, talentosa, hermosa y única. —Quiere sonreír pero se contiene—. Ellas no saben el tesoro que pierden si no quieren ser tus amigas. Puedo hablar con tu maestra si...

—¡No, tío! —Se alarma y tensa—. Resolveré yo sola mis problemas, si te cuento, es para que me apoyes. Lo tengo bajo control. No quiero que vayas con mi maestra a mis espaldas o ya no te voy a querer.

Algo arde dentro de mí a pesar de saber que no habla en serio.

—No voy a permitir que nadie los dañe. —Es un juramento sagrado—. Estoy aquí para protegerlos.

—Entonces, deja que papá nos traiga más seguido por las mañanas y así evitarás que me acosen.

La suplica se planta en sus ojos.

—Me gusta que tú nos traigas —Níkolas mira mal a Sofía, quien se frustra porque no está de su lado—. Yo te quiero más que a Eleazar.

Suspiro.

—Llegarán tarde —evado la conversación. Hablar de ese tipo me irrita—. Lo discutiremos cuando regresen de clases.

Quito el seguro de las puertas y Sofía baja del coche enfurruñada. Ya no le gusta que la lleve tomada de la mano. Se excusa en ser una niña grande cuando sólo tiene nueve años.

Aún con veinte o treinta, seguirá siendo mi princesa.

—Que tengan un buen día. —Les entrego sus mochilas.

Sofía me permite besar su mejilla y acomodar su abrigo, choco el puño con Níkolas, beso su frente y los miro desaparecer juntos dentro de la escuela. Vuelvo a suspirar, nostálgico. Mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y las miradas de varias mujeres, tanto jóvenes como ancianas, en mi culo.

Conduzco al gimnasio sintiendo que me asfixio lentamente. Mi corazón se nubla frustrado, confuso, molesto y dolido... Pongo un clásico de jazz para tratar de distraerme.

Cada día doy gracias porque mis sobrinos no salieron perjudicados aquel día que cambió nuestras vidas. La asistente psicópata los tenía dopados e intactos en una habitación. Los amo como si fueran mis propios hijos; no obstante, a veces sopeso en si estoy o no dando la talla como mentor.

No me sucede muy seguido, pero existen momentos en que la inseguridad me ataca y siento que no soy un buen papá.

Un buen ejemplo.

***

Elevo dos mancuernas sobre mis hombros en varias repeticiones. U Got That de Halogen atruena por mis audífonos. Continúo entrenando a pesar de haber terminado con Willy, mi entrenador, hace media hora. Los monitores se preocupan tanto por evitar que mis músculos se desgasten y se atrofien, que ya me han amenazado varias veces con quitarme la membresía.

Me importa un carajo.

Después de la música, esta es la mejor forma para no pensar. Adquirí gusto por el ejercicio durante mis terapias para recuperar la fuerza en mi pierna izquierda. Además, los resultados que he obtenido son geniales. Antes no podía vestirme de Sub Zero, mis escasos músculos no llenaban el traje. Siempre me conformaba con ser un Spiderman.

Ya no.

Con arduo trabajo, gané la suficiente masa muscular para hacer un buen cosplay de Capitán América, CuChulainn o Wolverine. Mi meta es poder representar a Superman o Batman sin ridiculizarme en el intento.

Me detengo para secar el sudor de mi frente con una toalla y beber de una botella con agua y luego hacer elongación.

Dejar a los chicos en la escuela, entrenar e ir a Roswaltt's Rhapsody.

Es mi rutina desde el año pasado.

Desde que mi hermana partió de este mundo.

Desde que me rompieron el corazón.

El apartamento no queda muy lejos. Si no fuera por el frío, me regresaría corriendo. Otto me recibe pero no pierdo mucho tiempo jugando con él. Me doy una ducha y me visto con vaqueros negros y una camisa manga larga negra de botones.

Los trajes los uso para ocasiones especiales.

Aparco a Bee en el estacionamiento privado de Roswaltt's Rhapsody. Saludo a nuestros empleados a medida que me acerco a la barra. Aún no se abre al público. Los uniformes consisten en camisas negras sublimadas con notas musicales doradas.

—Ayer los clientes pidieron por ti. —Eneas choca la palma conmigo.

—Hoy los complaceré —aseguro.

Me comenta cómo estuvo el concurso de karaoke que hicieron por la noche al tiempo que me paseo para checar el piano de cola. Un Steinway & Sons negro que me regaló el año pasado un fiel seguidor, o seguidora, por mi cumpleaños.

Armagedón.

Fue excesivo, absurdamente excesivo,  pero Milena evitó que lo devolviera porque se vería mal rechazarlo. Repitió mil veces que es clave tener una buena relación con los seguidores. Acatando el consejo, mudé el piano aquí e invité a esa misteriosa persona a escucharme tocarlo y también a comer. Pero se negó y nunca pude darle las gracias de tú a tú.

Conocerla o conocerlo.

Me envía muchos mensajes motivacionales que, a veces, permiten que encuentre una forma de avanzar cuando las emociones negativas me sobrepasan. Sospecho que es mujer o un tipo gay. Suele comentar mucho mis videos donde exhibo los frutos del gimnasio.

Atravieso la puerta que da con la cocina. Me informan que Stacy está en el callejón trasero recibiendo un cargamento de vegetales. Su cabello rubio está perfectamente peinado en un moño en la cima de su cabeza. Me acerco con sigilo hasta detenerme a su lado. Huelo con disimulo la fragancia en su cuello y contengo la sonrisa cuando noto que se estremece.

—Nathaniel no ha llegado —comenta sin mirarme.

Frunzo el ceño.

—Tampoco contesta llamadas —agrega.

—No tardará —aseguro adusto.

Es extraño

Nathaniel es muchas cosas pero no es un irresponsable. De faltar por cualquier razón, incluso para quedarse follando a una mujer toda la mañana, me habría avisado. Saco mi móvil para llamarlo.

«El número que usted ha marcado no se encuentra disponible».

¿En dónde está?

Stacy termina con el camión y deja que los empleados carguen las cajas al almacén. Me mira fijamente con extrañeza.

—¿Estás enojado, caramelito? —inquiere preocupada sin moverse.

Como jefe establecí mi propia norma de mantener un ambiente laboral confortable y familiar. No seré un líder déspota. Pocas veces me han visto de malhumor.

Soy amable pero también sé imponer mi autoridad.

—Podrías ayudarme a drenar el estrés —propongo bajito y sus mejillas se tornan rojas.

—O podría darte un muffin que acabo de preparar —contraataca con una sonrisa.

—Mi día libre es el viernes —apunto y cruzo los brazos.

Rueda los ojos y aprovecha que nadie nos ve para apretar uno de mis bíceps. Su mirada dulce pide una sola cosa.

Joder.

La llevo hasta detrás de una camioneta fuera de la vista de cualquier curioso y la acorralo contra la puerta. Ella solita rodea mi cuello con sus brazos y me atrae para juntar nuestras bocas en un beso lento y húmedo. Me prueba despacio, sin apuros ni lujuria desenfrenada.

A ella le gusta vainilla.

La estrecho para que sienta lo que provoca y quiero que solucione con sus labios. Me empuja ligeramente cuando trato de aumentar el ritmo, sus ojos están medio nublados por el deseo. Beso su mejilla antes de apartarme y suelta una risita nerviosa. No interrumpiré más. Estoy ansioso por hundirme en sus piernas pero también sé respetar su hora de trabajo.

Tuve que declinar la oferta de Alan Tagger en los Ángeles para quedarme en Chicago y cuidar a mis sobrinos. Confío en pocos para la tarea. Principalmente cuando Eleazar Gastrell pretende asumir un papel que rechazó desde el inicio, justificándose con una excusa barata y papá lo defendió el día que Nathaniel casi lo muele a golpes.

«Cómo lamento no haber estado presente para terminar el trabajo».

Mis padres querían hacerse cargo. Papá como, sospecho, una forma de redimirse por el trato que le daba a Natasha.

Mamá ya hace bastante con recogerlos después de la escuela los dos días a la semana que mi turno en el restaurante es completo, los cuida hasta que voy por ellos. No está para mayor estrés y menos confío en el juicio de papá... o en el de Courtney. Mi cuñada y Derek también se ofrecieron.

Níkolas y Sofía me prefirieron a mí.

Me necesitan y yo estoy dispuesto a hacer lo que sea por mi familia. Incluso si eso significa posponer mis sueños.

A Luther se le ocurrió que podría dar clases de música online sin salir de casa. Me ayudó con el sitio web y, junto a Milena, con la publicidad en redes sociales. Instagram, Spotify, Twitter, TikTok, YouTube, Facebook... En todas soy bien recibido y descubrí que me gusta. Me gusta incentivar a otros en el mundo de la música.

Pero las ganancias no son suficientes para darles a mis sobrinos la vida que se merecen. Es la realidad. La asumo como adulto responsable de dos menores de edad y velo por satisfacer sus necesidades trabajando en nuestro restaurante.

Mi hermano tuvo problemas en XQuisite, Searchix me cerró muchas puertas y decidimos buscar otros horizontes.

Él usó sus ahorros como striptease y pidió un préstamo a un amigo, yo usé el dinero que ganó Julius Cowan en la demanda contra Gregory por plagio y le pedí dinero a Derek, a quien aún le debo los intereses.

Nos la jugamos y lo logramos. Juntos abrimos Roswaltt's Rhapsody.

Nathaniel tomó cursos de administración y juntos llevamos la gerencia, aunque él más que yo puesto que mis redes me absorben bastante. Compartimos una oficina y me toca ocuparme de revisar la contabilidad o tratos con proveedores. Me siento en mi escritorio aunque no alcanzo a revisar correos. Escucho el sonido de la puerta abrirse, ahuyentando el bucle de pensamientos negativos, y en un segundo me encuentro junto a mi hermano para evitar que caiga al suelo.

—¿Qué pasó? —pregunto rápido, llevándolo hacia el sofá.

Sus manos están en sus costillas, su camisa negra está húmeda y arrugada. Quien lo golpeó fue cuidadoso dejando su rostro casi intacto a excepción de un corte en su frente. Le sirvo un vaso con agua y busco un botiquín de primero auxilios para limpiar la sangre.

Su expresión es una mezcla de rabia, impotencia y vergüenza.

—No me mientas y dime qué pasó —exijo saber.

Nathaniel niega y maldice con una mueca de dolor.

Le entrego una manta, está helado.

Dos semanas atrás lo encontré menos golpeado en su apartamento. Era de noche y hoy la mañana apenas comienza. Quien le haya hecho esto no le importa horarios, no teme que lo delaten y es obvio que va subiendo en intensidad.

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Mucha información para procesar XD

¿Notaron a Alonso más maduro? 

No olviden comentar y votar si la historia les está gustando. Los invito a pasarse por mi Instagram LueCallaghan para ver contenido de los personajes y, quizá, algunos spoilers.

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