42. Caos.

42. Caos.

REGINA

La tensión en la sala de juntas confirma mi presencia. Al principio, los accionistas arrugados refutan por mi participación en la reunión de consejo de K-corp.

—Necesitamos un cambio de distribuidor de componentes —dice uno de los vejetes—. Nos retrasamos con las entregas por conservar a Alphagine. Es lamentable el incidente, pero debemos priorizar nuestras ventas.

Las miradas se intensifican en mí.

—Las ventas aumentaron después de que se renovaron los equipos con las piezas Alphagine —agrega otra persona.

—Disminuyeron un cuatro por ciento en los últimos dos meses —alega un tercero—. Cerraremos muy mal.

Charlotte está sentada en el extremo de la mesa, escuchando atenta las opiniones de su junta directiva.

—Alphagine se está levantando exitosamente. —Me pongo de pie, segura de mí porque sus caras de querer quemarme en la hoguera no me intimidan—.Con el resurgimiento de las cenizas, trae una nueva versión más ligera de los microchips que implementan en sus equipos. El rendimiento mejoró un once por ciento cuando nos eligieron como distribuidores. —Señalo una estadística—. Según las pruebas que se llevaron a cabo, se estima que el porcentaje aumentará el doble incluyendo mayor ahorro energético.

—La planta aún no vuelve a funcionar. No podemos esperar más tiempo a que los fabriquen.

—Las piezas están listas para ser distribuidas —corrijo.

Mis siguientes intervenciones les recuerdan a todos por qué me llaman la reina. Me reúno con Charlotte en su oficina poco después de finalizar la junta. Las punzadas en mi sien son intermitentes; sin embargo, cauta, no acepto el batido de papaya que me ofrece uno de los tres asistentes. Es un chico guapo de rasgos indios, usa un impecable traje que le marca los músculos.

—¿Necesita algo, madam? ¿Señora Keegan? —pregunta formal.

Charlotte me mira de forma sugerente y niego.

—Tiene una lengua larguísima, Regina —presume apenas nos sentamos en los sofás.

—Paso. —Cruzo las piernas.

—Qué extraño —comenta incrédula, sus cejas muy alzadas—. He conocido a muchas mujeres que disfrutan de un buen sexo, y me atrevo a decir que pocas tienen un apetito como el tuyo.

Me encojo de hombros.

—Mi novio me satisface.

—¿Alonso?

Ruedo los ojos.

—Obviamente.

—Para mí no, es difícil asimilar que ya no eres soltera. Menudo desperdicio. —Me mira con lástima—. Ignoré cada artículo sobre ustedes porque la prensa siempre inventa algo nuevo y porque me advertiste que era tu gigoló exclusivo. Jamás pensé que estuvieran tan involucrados. Debe ser buenísimo en la cama como para que te conformes sólo con él.

Enarco una ceja, mi paciencia llegando al límite.

—Lo nuestro es más que sexo, querida, pero no vine a cotillear sobre mi vida privada —zanjo severa.

—Oh, lo siento. Es que... me impresiona que alguien tan inteligente haya caído de forma sentimental por un hombre. —Arruga la nariz—. Es una pena, espero que recapacites pronto. —Suspira y revisa su reloj—. Tengo otros compromisos y sé que tú también, entonces, a lo importante: sabes que varias veces he preferido enlazarme contigo antes que con los socios escogidos por Bernand, quienes poco me respetaron en las ocasiones que mis opiniones diferían con él. Estoy dispuesta a enfrentarme con ellos para firmar contigo, Regina. Acabas de comprobar que tú tampoco eres muy grata a los ojos de la junta directiva. Leí sobre retomar tu expansión y lo que planeas con RAzzarelli, da por garantizado mi apoyo en tus proyectos. No seré exigente, sólo te pido que cortes relación con Eleazar Gastrell.

Uso mi máscara de imparcialidad.

—Básicamente, pides que abandone a mi más reciente socio —digo lento—. ¿Qué problemas tuviste con él?

—Recién lanzó una OPA Hostil a una de mis filiales de ingeniería. Atravesamos un conflicto competitivo. Se está expandiendo hacia mis terrenos y no puedo permitirlo —explica contundente—. Averigüé que está enlazado con filiales de los Goldskin y sola no puedo contra ellos pero juntas sí. Como socia antigua puedes conseguir más información que yo y usarla para dar ataques implacables.

Mi dolor de cabeza se eleva al cuadrado.

¿Esto está pasando?

—No me parece una estrategia adecuada —elijo mediar y no mandarla a la mierda—. Los Goldskin controlan toda Europa y una buena parte de Asia. Una guerra contra ellos nos desangrará.

Su propuesta me da hasta risa. Los Goldskin tienen una sólida conexión con la casa real británica. Atacarlos es absurdo. Están en un nivel muy superior.

—Imagínate lo que gobernaremos si les ganamos. —La codicia brilla en sus ojos—. Has vuelto trizas legados familiares sin misericordia, tomas lo que quieres cuando lo quieres sin que te importen los demás. Y por si no lo recuerdas, yo te apoyé públicamente cuando Lacroix te impuso un bloqueo —rememora con ahínco—. Ahora es tu turno.

Mi estómago arde por el esfuerzo que hago conteniendo mi furia. Odio las deudas. A Julius le dará un infarto si arruino nuestros planes y salgo de aquí declarando guerra a K-corp.

—Lo siento, Charlotte, pero es una decisión que no puedo tomar en este instante. Son miles de aspectos positivos y un millón de negativos. Tienes razón. Me ahorraría años en mi expansión si le quito el imperio a los Goldskin pero hace un año estuve en número rojos —mi tono calmado y profesional—. Hay mucho que analizar.

—Estúdiala sin apuros, sólo no te tardes demasiado. Te respeto y aprecio nuestra relación comercial pero contigo o sin ti, iré contra Novacell International. En tus manos está si te pones del bando ganador o si te hundes con los perdedores.

Altiva, me levanto con el mentón alzado.

—¿Es una amenaza?

—Una predicción. Únete a mí o cae con ellos.

***

Mi autocontrol es casi nulo.

Razón para prevenir un asesinato y aplazar a otro día una reunión con el idiota de Wallace, las entrevistas para el puesto de asistente y cualquier cosa que me obligue a tener interacción humana.

Quiero estar sola.

Evito cualquier detonante de mi ira hasta que Lorena se aparece en mi oficina por la tarde. No entiendo por qué la dejo entrar. Se reserva cualquier comentario personal y es directa en invitarme a ver un ensayo para un desfile. Hastiada de los gerentes que vienen a buscarme, acepto acompañarla de buena fe pero la desgraciada me engaña y cambia la ruta alegando que necesito desconectarme del mundo por un rato.

—¿En qué piensas? —curiosea con la vista al frente mientras conduce el Jeep.

Sospeché de algo raro cuando vi que no trajo un deportivo. Power de Little mix nos acompaña y, aunque yo iría más rápido, la velocidad de Lorena es aceptable como para disfrutarla. Hay canciones que se sienten en el alma gracias a la potencia en carretera.

—Tácticas para escapar de un secuestro y luego desollarte —gruño con los brazos cruzados.

—Tengo uno de tus blindados pegado al parachoques. Si quisieras matarme, Mashiro me hubiera interceptado hace veinte minutos cuando tomé esta vía. —Ríe—. Deja el drama, Regina Helena.

Bufo.

—No es muy profesional mandar todo al carajo para irse a perder en medio de la nada.

Los árboles junto a la carretera parecen medio moribundos.

—La familia es más importante. —Encoge los hombros—. Sé que mi jefa entenderá.

—No te sancionaré si me dices a dónde vamos.

—A un lugar —responde con picardía.

—Te lo preguntaré otra vez y no quiero evasivas —advierto—. Es por seguridad. ¿A dónde diablos me llevas con exactitud?

Me mira de reojo.

—Enrique sabe a dónde vamos.

—¿Y?

—Es una sorpresa.

Palmeo mis muslos, exasperada.

No tengo ganas de lidiar ni con mi propio humor y de verdad que no quiero tratarla mal. Ya bastante me hizo enfurecer Charlotte... y me tiene incómoda la discusión con Alonso, me enoja enojarme con él. La furia es la emoción que más me cuesta controlar, se macera en mi pecho y sólo quiero alejarme para evitar daños colaterales... o un aneurisma.

Me conozco, soy venenosa y pienso únicamente en destruir.

Mi recelo aumenta cuando el asfalto se difumina con la tierra y nos adentramos en un terreno extenso y polvoriento. Veo a lo lejos profundas excavaciones y maquinaria de construcción que no pertenece a Kraptio. Miro rápido a Lorena y esboza una sonrisa traviesa. Hace ocho años, la llevé a un campo, después de que los problemas con su familia y Stefan la consumieran, para que se desahogara con una bola de demolición. Luego fuimos a un elitista club voyeur para una función privada de striptease y acabamos en una orgía. Ah, que buenos, muy buenos recuerdos.

Finalmente, estaciona frente a un complejo industrial de aspecto rústico. Al bajar, leo un rótulo que reza Rampage Wheels.

Mi corazón se acelera.

—¿Monster trucking?

—Anoche me hablaste un poco de cómo te sentiste. —Toma un bolso deportivo del asiento trasero—. Vinimos aquí para que puedas destrozar cualquier obstáculo que se te atraviese.

Muerdo con fuerza el interior de mis mejillas sin saber qué decir. Es la primera vez que menciona lo que pasó anoche, no hemos hablado nada al respecto y lo agradezco. Me avergüenza perder el control. Mi último ataque de pánico fue hace ocho meses. Sandra se encuentra fuera de la ciudad por motivos familiares. Aunque le ofrecí el triple del dineral que cuesta su consulta, no accedió a una sesión online.

Tendré que esperar hasta el lunes para enfrentar mis demonios

Sin embargo, no recuerdo bien qué sucedió después de que llegué a la playa, mucho menos sé cómo volví a casa. Recuerdo borroso que Lorena me llevó y... que Alonso cantaba mientras lavaba mi cabello.

O algo así.

No sé. Pensarlo me da dolor de cerebro.

Entramos en el edificio y Lorena le muestra una tarjeta a la recepcionista que nos mira con incredulidad, igual que otras personas a nuestro alrededor. Es muy raro que vengan mujeres, casi imposible ver a dos diosas como nosotras. Nada más con los tacones, desentonamos luciendo demasiado espectacular para el sitio. Sin embargo, debemos cambiarnos por los monos ignífugos de color negro que Lorena trajo.

Después vamos a la parte trasera del edificio hasta llegar a una gran zona asfaltada, en aledaño, hay un campo hibrido acondicionado para prácticas extremas. El olor a gasolina y goma quemada se mezcla con mi expectación. Como imanes, atraemos las miradas de varios hombres panzones usando overoles manchados de aceite. Mis ojos no se despegan del imponente camión monstruo que están lavando. Es la primera vez que veo uno tan de cerca.

—¿Señora Specter?

Un hombre joven y fornido se aproxima, su andar confiado y mirada afable sin malicia.

—Sí, Lorena Specter. Un gusto. Ella es Regina Azzarelli —presenta y él me dedica un respetuoso asentimiento.

—Bienvenidas. Soy Bob, y estaré a su servicio hoy. ¿Listas para elegir a sus bestias?

Lorena y yo nos dedicamos una mirada cómplice.

Bob nos guía hacia el garaje donde guardan los camiones. Me quedo boquiabierta. Neumáticos gigantes, carrocerías robustas, motores que pueden generar más de mil quinientos caballos de fuerza, jaulas de seguridad reforzadas con la última tecnología y sistemas de suspensión que pueden absorber los impactos más brutales.

Che figata!

De acuerdo, lo admito: Estoy fascinada.

Recibimos información detallada de las características técnicas de cada camión y las instrucciones necesarias para manejarlos. Lorena opta por uno sencillo con aspecto de toro en lo que yo me saco una selfie junto a un camión con llamativa carrocería de dragón. Bob lo enciende y el potente rugido retumba sacudiendo el suelo. Las oleadas de adrenalina me electrifican cada terminación nerviosa.

—¡Esto te hace ver muy sexy! —alzo la voz por encima del ruido dándole una nalgada a Lorena y ajusto su arnés.

—¡Hey, loca, compórtate! —Ríe—. Habrá muchos obstáculos moviéndose en la arena. Los de color naranja valen un punto, los amarillos cinco puntos y los rojos diez puntos. ¿Qué quieres apostar?

El fuego de la competencia arde tras mi pecho.

—Mi licencia de conducción profesional certifica que mi victoria es ineludible. —Sonrío con suficiencia y recojo mi cabello—. Es inútil apostar contra mí.

—Nunca se sabe. —Abrocha mi arnés—. Si gano, vendrás conmigo a la semana parisina del año próximo. Tendrás suficiente tiempo para organizarte. No más excusas.

—Acepto. Si yo gano... dejarás a Diana practicar artes marciales.

Su rostro se torna serio.

—Tiene sólo cinco años, Regina —masculla—. En unas semanas, se le pasará el capricho.

—O nacerá una decepción. Estás sobreprotegiendo y subestimando a tu propia hija. La edad mínima para practicar karate es a los tres y las sesiones son acordes. Permite que tenga un par de clases. Si le gusta, que continúe, si no, al menos, tendrá una nueva experiencia y podrá confirmar que su madre la apoyó.

Retrocede.

—Mi respuesta es la misma.

—¿Por qué modelaje y etiqueta sí, pero no un deporte que la mantendrá saludable y podría salvarla en una situación difícil? Sabes que hablo desde mi propia experiencia. —Veo duda en sus ojos—. Decide ahora. ¿Tenemos un trato?

Relame sus labios. Lleva las manos a sus caderas y mira hacia el techo por unos segundos.

—No me ganarás —gruñe finalmente.

—Bueno, a veces ocurren milagros.

Nos retamos con la mirada y sellamos el acuerdo con un apretón de manos. Se aleja hacia su camión y la emulo sin dejar de sonreír mientras me pongo un casco. Ambas sabemos que ganaré, jamás ha sido rival para mí tras el volante.

Enrique y Dimitri nos ayudan a subir a las cabinas. Ajusto mis cinturones de seguridad y reviso en el panel que todo esté en orden. Mis dedos acarician el volante saboreando la anticipación. Tomo una gran bocanada de aire y exhalo despacio.

Con un gesto, Bob nos indica arrancar.

Pongo el camión en marcha con facilidad, y lo llevo hacia la orilla de la profunda excavación que sirve como arena de prácticas. Un terreno que combina barro, montículos de tierra y demás obstáculos que pondrán a prueba mi destreza como piloto. Visualizo los coches viejos controlados a distancia, los más pequeños y rápidos son los de mayor puntaje. Lástima que no incluyan robots para simular personas.

Sincronizo mi lista de Spotify para poner rock a todo volumen. En cuanto el enorme marcador da la señal de salida, activo la música, piso el acelerador y el camión responde con una fuerza que me empuja hacia atrás en el asiento. Monster de Skillet me acompaña mientras desciendo por la pendiente a una velocidad exponencial.

Siento la arena golpear contra la carrocería, los neumáticos permiten una tracción alucinante que jamás había experimentado. Al final me encuentro con una rampa que eleva el camión por los aires, sujeto el volante con todas mis fuerzas, alineo los neumáticos para absorber el brutal impacto y aterrizo sobre un sedán naranja, aplastándolo como una lata vacía.

—¡ESTO ESTÁ DE PUTA MADRE! —grito eufórica y entusiasmada.

Al otro lado de la arena, el camión de Lorena se mueve a una velocidad impresionante. Ejecuta maniobras y saltos salvajes, aunque muy prudentes en comparación con los míos. Pero es que no me puedo resistir a probar las habilidades de este bebé. La potencia es impresionante, un voltaje de destrucción asombroso.

¡Compraré uno para mi colección!

Me siento indestructible, invencible e imparable. Cada giro, cada salto y objetivo aplastado es una catarsis que me llena de adrenalina y poder. La opresión que llevaba en mi pecho desde que desperté, se desvanece poco a poco, reemplazada por una sensación de genuina libertad.

Generar caos es malditamente divertido.

***

—Repito: debo hablar primero con Stefan. —Lorena masajea sus sienes—. No necesito pedirle permiso, pero hacer esto sin siquiera notificarle, generará una brecha que no quiero. Nos esforzamos mucho para llevar una relación pacífica en beneficio de nuestra hija.

Ruedo los ojos.

Comemos frutos secos y bebemos batidos de fruta mientras observamos el atardecer. Estamos sentadas sobe el capó de su Jeep estacionado frente a un acantilado, las olas golpean contra la gran pared de roca y el viento nos levanta el cabello.

—Es un idiota.

—Gran idiota, sí, pero un excelente padre —defiende.

Resoplo y bebo de mi batido de mora.

—De todas formas, podrás ir revisando lo que conseguí hace unos días. Predije que te convencería tarde o temprano, y como tía responsable, me tomé la libertad de pedirle a Mashiro que averiguara cuáles son los mejores y más confiables dojos de Chicago. En mi casa tengo la información personal y profesional de las personas a cargo y de cada sensei.

—Nunca deja de parecerme escalofriante que puedas obtener tantos detalles de la vida ajena tan rápido.

—Gajes del oficio. —Río pero me detengo recordando algo—. Oye, Lorena... Gracias, en serio. Por... lo que hiciste anoche y el Monster trucking. —La miro—. No sabía que lo necesitaba.

Me pasa un brazo por los hombros.

—Acepto como agradecimiento que me invites al spa y prometas que no te sobrecargarás con trabajo. Háblame si quieres salir o si prefieres que te acompañe en silencio. Tienes a Alonso, Ryan y Nerón. —Sonríe—. Eres una mujer muy amada, Gina, por favor, date cuenta.

Desvío la mirada, un leve ardor en mi garganta.

Me gustaría abrazarla fuerte pero me contengo para no quebrarme, no aquí. Nerón y ella han sido la única familia que tuve en los últimos años. Emocionalmente, es más madura que yo y se comportó muchas veces como una madre consolando a una niña no querida.

—Estoy comenzando a entenderlo pero... No quiero involucrarlos en mi mierda —murmuro viendo la paleta de colores en el cielo—. Me gustaría tener una relación con Alonso basada en la confianza y transparencia, pero me siento incapaz de contarle sobre mi pasado. No solo se trata de cuidarme de que puedan usarlo en mi contra... no quiero perderlo y eso es lo que me mata porque siento que lo estoy engañando con mi silencio... —Acomodo mi cabello hacia un lado—. ¡Cazzo, odio sentirme contrariada!

»Sé que tendremos que hablar de lo que pasó ayer. Me reservaré las partes más escabrosas pero... detesto sentirme culpable cuando me habla de futuro y no puedo sincerarme. —Trago saliva—. Él quiere hijos, Lorena.

Su mirada se llena de comprensión.

—Todo es muy reciente en estos momentos. Apoyo la idea de que vayas primero con Sandra y aclares tus ideas. —Hace una pausa, retira su brazo y me evalúa a detalle. Ay no—. Te hiciste esos exámenes hace años, Regina. Como empresaria del sector, sabes que la tecnología avanzó muchísimo. Vamos a repetirlos, yo te acompañaré en el proceso.

Diavoli, no.

No, no, no, no y no.

—No importa el milagro que haga la ingeniería. Conozco mis límites de estabilidad mental como para arriesgarme a un negativo. —Paso mis manos por mis brazos, la piel me pica—. Y, si fuera positivo, ni me apetece paralizar mis planes por nueve meses, sin tacones, sobrepeso, molestias en la espalda, parto doloroso o cesárea triple dolorosa si es que sobrevives... luego el tiempo que sigue sin dormir, senos rotos, calmar berrinches, limpiar vómito, mierda y... —Meneo la cabeza inflexible—. No, nunca. La maternidad está muy romantizada y no va conmigo. Ni siquiera entiendo bien qué es Ryan para mí.

Exhala sonoramente.

—Sabes que pienso diferente pero respeto tu opinión —aclara imparcial. Algo que amo de ella es que no me juzga—. En efecto, convérsalo con Sandra que posee las herramientas correctas para orientarte. Yo sólo opino que no prives a Alonso de elegir su futuro. Si él ha comentado sus planes y tú no le has aclarado la situación, por mucho que te ame, se sentirá estafado y como si hubieras jugado con sus sentimientos otra vez.

—Es lo que temo —admito.

—Haz algo entonces. —Toma un puñado de pasitas. Yo perdí el apetito—. Admiro mucho que no te tiemble la lengua para ser clara. Lo fuiste para decirle antes que solo te lo querías comer. ¿Cómo acabaron porque te saliste del acuerdo? No olvides que a nadie le gusta que le hagan perder el tiempo. —Aprieto los labios—. Y sobre Ryan, el niño está muy apegado a ti. Entraste a su vida y no puedes recular. Debes tener responsabilidad afectiva.

Recordar su nota me aprieta el corazón.

—Anoche casi entra en crisis porque no le respondí un mensaje. Me desagrada la idea de que sufra por mi culpa, pero también detesto limitarme por él y eso me hace sentir miserable. No quiero cancelar mis próximos viajes —revelo sintiendo asco de mí—. ¿Qué clase de tutora soy si no puedo garantizarle estabilidad emocional? Hay cosas que la genética no borra. Me parezco a la escoria de Fio...

—No, Regina —interrumpe con seriedad—. Tú eres diferente. Eres humana y, aunque no te guste, tampoco eres perfecta. Es válido que tengas emociones ambivalentes. Yo suelo experimentarlas cuando Diana me colma la paciencia, lo cual no significa que la ame menos. Lo que pasó anoche no estaba en tus manos.

Mi dolor de cabeza regresa.

Me quedo callada viendo el cielo por un rato...

—Me aterra cometer los mismos errores de Fiorella —verbalizo uno de mis miedos en voz baja—. Ella pretendió usar su viejo truco de manipulación emocional que empleaba para evitar que la acusara con mi papá, esta vez, para que la ayude con Patrizia. La mocosa podrá llevar mi sangre pero no significa nada para mí. No la considero mi hermana y no viajaré a Italia por ella. —Arrugo la nariz—. No la conozco, sin embargo, por más que me gustaría que Fiorella sufra viendo cómo pierde a su linda hija como consecuencia de abandonar a otra, no viviré con el cargo de conciencia por la muerte de una niña inocente.

—¿La ayudarás?

Me enderezo y la miro.

—Yo no —zanjo con desprecio—. Una las fundaciones benéficas que uso en Milán para lavar activos. Haré como si nada hubiera pasado.

***

Vuelvo a casa antes de la hora de cenar, varios paquetes en las manos de mis escoltas. Mi corazón late rápido por los nervios. No sé cómo proceder pero cobarde no soy. Evado cualquier pregunta de Bianca y me informa que Alonso está con los renacuajos viendo una película en uno de mis salones. Allí las luces están apagadas, bajaron las cortinas y encuentro a los cuatro sentados en puff, con bocadillos y los ojos fijos en la pantalla.

Están tan concentrados que incluso Ryan sólo levanta la mano sin despegar la vista de una escena de acción. Alonso tiene a sus mocosos a los costados, Ryan junto a Níkolas por lo que me siento a su lado después de quitarme los tacones y besar su sien, acción que lo hace sonreír.

Durante el resto de la película, la cual no entiendo, Alonso me dedica miradas furtivas hasta que lo pillo y, serio, se gira y no me vuelve a mirar. Los créditos llegan y los escucho debatir sobre una posible segunda parte. Intento hablarle pero me responde neutro y me evita escudándose con los mocosos.

Cazzo. Alguien está molesto.

Cenamos todos en el comedor y luego entrego a la tríada los regalos que trajeron mis escoltas. Deciden ver otra película antes de dormir y yo opto por ir a mi despacho para no atosigar más al estúpido Friketto que se excusó con ir al baño para no recibir mi regalo. Salgo únicamente cuando llega la hora de despedirme de Ryan y espero en el pasillo, sosteniendo una caja de Funko, a que Alonso haga lo mismo con sus sobrinos.

Con guitarra en mano, pasa de largo como si yo no existiera.

—¿Me seguirás evitando? —inquiero siguiéndolo por el pasillo

—Quizá. Tal vez... Es muy probable si sigues rabiosa. —Se distrae con las cuerdas de su guitarra—. Iré a componer al salón y dormiré con Niko para que tranquilices tus chakras en paz, sin mi importuna presencia.

Ruedo los ojos.

Acordamos que pueden quedarse por mayor comodidad y seguridad; no obstante, en caso de que alguno de los dos necesite espacio, dormiremos en habitaciones separadas... o en casas separadas.

—Si tú. . . —titubeo.

—¿Si yo qué? —Aprieto los labios—. ¿Qué quieres decirme, Regina?

Las palabras se me atascan, suspira y sujeto el borde de su camisa cuando intenta irse. Hacemos contacto visual. La simple acción desata corrientes eléctricas que me erizan la piel. Nos miramos por un largo rato. Unos zafiros jamás serán tan hermosos como sus orbes.

—Duermo bien a tu lado... Yo... es que... no sé pero es menos probable que tenga pesadillas si duermo contigo —suelto a regañadientes.

Alza las cejas.

—Igual yo pero me da miedo que me asesines a mitad de la noche —Mira mi mano empuñando su camisa—. ¿Me sueltas?

—No. —Aprieto el agarre y le tiendo el Funko—. Te traje otro Batman para pedirte perdón por gritarte esta mañana. Durante todo el día me sentí mal por eso. Odio discutir contigo.

—Mmm. —Acaricia su mandíbula, me distraigo viendo su barba tan varonil—. Te perdono pero no acepto el Funko porque sigo algo molesto contigo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Te fuiste sin darme un beso —me acusa como si fuera el peor crimen—. Tengo un corazoncito ardiente, no soy frío y malote como...

Tiro de su camisa  y lo silencio con mis labios. Nuestras lenguas se enredan en un movimiento lento e íntimo que me hace gemir. Disfruto de este momento donde experimento más que placer físico.

—Como compensación, te daré todos los besos que quieras y en donde quieras —jadeo pegándome más a su cuerpo.

Necesito sentir su calor.

—Tentador pero no. —Sonríe apoyando su frente en la mía—. Quiero que respetes mis decisiones.

Peino su cabello tupido que me hace cosquillas.

—Lo único que intento es ayudarte. Sé lo que es empezar desde abajo y no tener a nadie poderoso que te respalde. Tú me tienes a mí.

Besa mi nariz.

—Entiendo que tus intenciones son buenas y puede que me esté equivocando, pero quiero averiguarlo. —Se separa de mí—. No se trata de masculinidad frágil, miedo a comentarios de la gente o que no crea en ti. Se trata de superación personal. Estoy en cero, déjame establecer unas bases y te prometo que serás mi primera socia.

¿Por qué es tan terco?

—Quiero acompañarte desde ese cero que mencionas hasta el infinito. Tu éxito no tendrá límites.

—Amo y agradezco tu incondicionalidad. —Toma mi mano libre y besa mis nudillos—. Te aseguro que me apoyas mucho si confías en mis planes. Si el banco me rechaza, te pediré ayuda monetaria pero déjame primero agotar mis opciones.

Ni modo. 

—De acuerdo, tú ganas —gruño—. Sólo no vuelvas a decir que no eres digno de mí. Te elegí a ti, Alonso. No quiero que te sientas inferior ante mí, ni ante nadie. Es excelente que quieras un gran éxito pero hazlo por ti, no porque piensas que necesitas estar a "mi nivel". Estoy contigo por quien eres, no por lo que tienes. Quítate la idea de que no me mereces —cuando es al revés—. Eres diferente a todos los hombres que conozco. La mayoría son ricos de cuna que viven para demostrar quien la tiene más grande alardeando de su inteligencia, bienes, poder... tú atrajiste mi atención siendo tú. —Coloco el Funko en su mano y mis palmas se abren sobre su pecho—. Un hombre que se está construyendo a sí mismo tal como hice yo. Me identifico contigo desde que te vi con la camisa manchada en el elevador. Para mí eres tú y ya. —Muerdo su labio inferior—. ¿O te lo explico con besos?

Lleva una mano a mi cadera y esboza una lenta sonrisa que transmite vibraciones a cada partícula de mi ser.

—Joder, es impresionante cómo puedes hacer que me enamore más de ti. —Me da un beso suave—. Me siento dichoso al descubrir que mi reina de hielo posee un lado tierno.

Achico los ojos.

—No soy tierna, soy sincera —replico.

Ríe y entrelaza nuestros dedos.

—Definitivamente estamos sincronizados cuando de regalos se trata.

Sin explicarse, me lleva hacia nuestra habitación. Algo resalta en la oscuridad. Enciendo la luz y encuentro muchos ramos de rosas príncipe negro que llenan el espacio. Veo cajas de bombones y creo que brownies. También hay un enorme peluche de Stitch junto a la cama.

—Todos los dulces son de chocolate y los preparé consciente de que cuidas tu dieta. Tranquila, no peligras. —Toma una rosa y me la entrega. Tiene adheridas diminutas estrellas, es de tela pero huele como una natural—. No te gustan las flores porque se marchitan, pero estas son eternas y oscuras.

Mis ojos pican volviendo mi vista borrosa. Me han enviado infinidades de flores, chocolates, peluches y detalles ñoños que devolví o regalé, pero esto me tiene experimentando demasiadas emociones. ¿Influirá estar a días de mi periodo? Primera vez en mi vida que me siento tan conmovida.

Alonso me mira expectante y con un toque de nerviosismo por mi silencio prolongado.

—Me trajiste... un peluche —mi voz suena ronca.

—Ah, Stitch me recuerda mucho a ti. Inteligente, peligroso, gruñón, leal, adorable y único... —Me tiende un papel con el personaje plasmado viendo las estrellas, a un lado hay un poema escrito con su puño y letra—. Sí, igualito a ti.

—Que no soy adorable —rezongo.

—A mis ojos, sí.

Niego todavía incrédula.

—¿Molesto hiciste esto? —susurro.

—Arriesgándome a que me hicieras tragar todo por exceso de cursilería. Una suerte que las rosas no tengan espinas. —Sus mejillas se ruborizan—. Yo también tengo algo que pedirte: sin importar cuán grande sea tu enojo, no vuelvas a irte sin darme un beso. Nunca se sabe cuándo será el último. Tener una experiencia cercana a la muerte influyó mucho en mi percepción de la vida. —Me mira con intensidad—. ¿Cómo estás, Regina? Esta mañana no pude preguntártelo. Te llamé a mediodía pero me salió la contestadora y decidí darte tu espacio.

Respiro hondo.

—Anoche... tuve un ataque de pánico y terminé en la playa con una botella de whisky —comento sin trabas—. Lo sucedido después es muy borroso. Ni siquiera recuerdo cómo acabé en manos de Lorena o... cómo llegamos aquí. Cuando estoy mal me aislo, ignoro a todos y vuelvo cuando me siento mejor. —Esbozo un mohín—. Fue muy repentino. Primera vez en muchos años que me sentí tan asfixiada...

Guardo silencio y muerdo mi labio inferior. No quiero llorar como una niña tonta. Alza la mano y me acaricia la mejilla con ternura.

—No tienes que contarme si no te hace sentir cómoda.

—Quiero hacerlo, de verdad que sí, aunque sea un parte... pero no hoy —confieso—. Primero trataré el tema con mi terapeuta.

Besa mi frente y me envuelve en un abrazo que se siente como el mayor lujo del maldito mundo. Cierro mis ojos con fuerza. Llevamos juntos pocos meses y ya interpreto su olor como hogar. Soy dueña de esta fortaleza, escoltas entrenados y gánsteres como Hank siguen mis órdenes; sin embargo, esa seguridad no se compara con la que siento estando entre los brazos de Alonso Roswaltt.

La calma que me transmite es impresionante.

—No te preocupes y tómate tu tiempo —musita—.  Cómo me gustaría ser la solución a tus problemas igual que pintan en los cuentos. No olvido que vi cómo te perdiste dos veces. Me duele que pases de nuevo por situaciones así. Lo único que quiero es que estés bien.

Me estrecha más fuerte justo cuando se me escapan unos sollozos. Después de años y años de tormento, yo también quiero estar bien y ya.

___________________

:)

¿Teorías sobre los secretos de Regina?

Lorena respaldando a Regina...  Regina respaldando a Lorena... Muero de ganas por empezar a publicar el libro de la pelirroja. 




https://youtu.be/QnbIJ_4UGP0

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top