38. Mocosos

38.Mocosos.

REGINA

Trabajar en servicio comunitario fue emocionalmente difícil porque me incomoda rodearme de renacuajos. No me gustan los mocosos y no soy buena influencia desde mi punto de vista. Me tomó bastante tiempo ser cariñosa con Diana. El año pasado aún no teníamos un vínculo tan estrecho como ahora. Cuando nació, pensé que mi relación con Lorena se rompería pues yo no quería revolver mi pasado jugando a la familia; sin embargo, por razones que jamás quise entender, acabé aceptando ser su madrina y tía alcahueta.

Se volvió mi excepción.

Y sospecho que ahora tengo una segunda excepción.

Ryan es como un rayo de luz.

Odio la idea de que haya sufrido por mi culpa durante mi ausencia, pero no me arrepiento de nada. Es mi deber dotarlo de seguridad y con mis enemigos jodiendo será imposible. Mi corazón duda en exponerse a ser débil por alguien más. Pagué con cárcel las consecuencias de relacionarme con Alonso; no obstante, Lorena con pesar admitió que habría hecho lo mismo por salvar a Diana.

Ese es el riesgo que corro por amar a otros.

Sin embargo, mi tercer error ya está cometido.

Es insano tener a R conmigo por la cantidad de riesgos o mi agenda apretada que apenas me permite pasar tiempo con él, pero soy tan egoísta que no lo imagino con otras personas. Pensar que alguien pueda hacerle daño me hace querer ver sangre. Mis investigadores privados y subordinados del inframundo se dispersaron por varios países y simplemente no hay rastro de Sarah y Joe. Mi lado más lúgubre los quiere muertos para que no atormenten a Ryan.

Me cuesta ser afectuosa con él porque no sé cuál es mi rol. Julius me consiguió poder de tutelaje con el juez Palermo pero... ¿Quiero adoptarlo? ¿Darle mi apellido? ¿Alonso... querrá darle el suyo? ¿Quiero casarme para logralo? Mannaggia! ¿En qué mierda estoy pensando?

Las ideas me dan dolor de cabeza.

 Por ahora, tengo claro que lo protegeré y proveeré de lo mejor en todo. Nunca más le faltará nada. Sanar la herida de su madre será difícil pero velaré que no se sienta rechazado o que piense que hay algo malo en él. Quiero evitar que crezca con un trauma parecido al mío.

Se me ocurrió pasar el resto de la tarde en mi yate, pero le concedo la oportunidad de elegir dónde celebrar su victoria, sin límites, haremos lo que él desee... y decide sin titubeos regresar a mi casa porque amerita enseñarme algo.

Lorena lo apoya para hacer una parrillada junto a la piscina, aunque primero irá con Diana a cambiarse la ropa pegajosa. Alonso propone jugar con la colección Nerf y Ryan dice a todo sí mientras me hace prometer escucharlo. ¿Qué ocurre? Apenas llegamos a casa, salta de la camioneta, se apresura a entrar derrapando y casi tropezando con una columna.

Arriba lo encuentro colocando una enrome cartulina en el medio de su habitación. Mi vista se intercala. Es un tablero con datos y fotos que se conectan con líneas rojas. Mi cara en el centro.

Che diavolo?

—¿Ryan?

—Es mi investigación. —Su pecho se infla—. Puedo ayudarte a resolver el misterio de sabotaje.

Me muerdo la lengua y hago un esfuerzo sobrehumano para no matar su ilusión. Es un niño muy inteligente pero no creo que... Señala una de las fotos en la pantalla de una tableta que no recuerdo haberle dado. Frunzo el ceño. Es la presentación holográfica en la gala de recaudación de fondos para la fauna, alias, la noche en que Lorena me retó a seducir a Alonso.

—¿Recuerdas a estas personas? —pregunta y asiento—. Asistieron a la fiesta, tuvieron contacto contigo pero aparentemente no fueron captados juntos ese día. En cambio, durante estos eventos, sí se les vio interactuando. —Abre unos documentos—. Puede que no signifique nada a simple vista pero mira estos acuerdos y tratos.

—Pero... che merda? —exclamo consternada y respinga—. ¿Cómo demonios obtuviste esto?

—Internet —responde como si fuera obvio y enarco una ceja exigente—. Ve-verás... usé tu tarjeta dorada para comprar las fotos de las fiestas. Salieron baratas por ser tomas borrosas y de malos ángulos. Fue fácil. Usé una VPN exclusiva, costosa pero eficiente, y datos falsos que también compré para revisar registros por ahí... —revela nervioso—. Sólo necesitas tener dinero y yo usé el tuyo... dijiste que eres mi recurso... y-y yo quiero ayudarte, R, juro que no gasté en nada personal.

Merda.

Me levanto y camino hacia la ventana, cierro los ojos apretando el puente de mi nariz con mis dedos. Cálmate. Cálmate. Cálmate. No explotes con él. ¿Cómo diablos se expuso a tanto?

—¿De dónde sacaste la tableta? —Espeto sin mirarlo.

—Intercambié uno de mis relojes con un compañero. Mi IPad tiene filtro...

—¡Para protegerte de escorias como Joe! ¡El mundo está lleno de dementes y el internet todavía más! —espeto—. ¿Por qué no le dijiste a nadie? ¿Rivers? ¿Vladimir?

—No confío en nadie más que en ti para revelarlo. No estaba seguro de que fuera algo consistente.

Cierto, esto no prueba nada.

»¿Te enojaste? —susurra achicopalado.

Estoy furiosa.

—Ryan Spencer Griffin, me desobedeciste deliberadamente al exponerte sin supervisión. Lo que has hecho pudo ponerte en peligro... —Me giro para verlo. Se encoge en su lugar, miedo en sus ojos, y me obligo a suavizar mi expresión—. Pese a todo, me parece que eres un genio.

Frunce el ceño, dudoso.

—¿Estoy en problemas?

—Deberías. La tarjeta que usaste deja rastros. —Contacto a Mashiro con mi smartwatch—. Para este tipo de operaciones se utiliza un... olvídalo. No te enseñaré eso todavía.

—¡No estoy pequeño! —protesta.

—Sé que no. —Pellizco su nariz—. Se me ocurre inscribirte a clases avanzadas pero luego lo discutiremos. —Tomo la tableta—. Me llevaré todo para que lo analicen.

Mashiro entra en la habitación y le indico que recoja el cartón.

—No me dejes fuera del procedimiento —advierte muy serio.

—Jamás te robaría méritos.

—Así dice el gobierno. —Estira la mano alzando el meñique—. Déjalo escrito o júralo por la garrita.

Muerdo mis mejillas para evitar sonreír. Una jugada inteligente. Este mocoso es un prodigio que cada día me sorprende más.

—Prometo que te mantendré al tanto de lo que descubramos en base a tus pruebas. —Enlazo nuestros meñiques—. Dúchate y prepárate para celebrar.

De pronto se muestra contrariado.

—¿Alonso está enojado conmigo?

—¿Por qué piensas eso? Él está feliz y orgulloso por tu desempeño en la carrera.

—Pero lo traté mal.

—Lo sé.

—Y... por ahora, no demuestra ser un idiota.

—Lo sé. Rivers me contó todo. Alonso no se ha quejado de ti, Ryan, pero sí lo preocupaste mucho —apunto seria y desvía la mirada, culpable—. Debes hablar con él. Sé que te escuchará sin juzgar. Aprovecha antes de que sus sobrinos vuelvan para que tengan un momento privado.

Aprieta la mandíbula.

—¿Por cuánto tiempo se van a quedar? Me agradan pero... Pensé que sólo seríamos tú y yo y ahora seremos cinco.

Evito hacer una mueca y mantengo mi expresión imparcial. La idea de compartir mi espacio con esos mocosos tampoco me agrada exactamente, pero eso él no tiene porqué saberlo.

Menos Alonso.

—Estarán aquí el tiempo necesario porque mi casa es más segura que la suya. Nadie te restará importancia. Cada uno tiene su propio espacio en mi vida y necesito que convivan en paz. —Coloco una mano en su hombro—. ¿Te portarás bien?

—Nunca te decepcionaría a propósito, R.

Sonrío y me inclino para besar su frente.

—Felicitaciones otra vez, principito.

Apenas salgo al pasillo, llamo a Julius para citarlo escuetamente después de darle órdenes a Mashiro y Enrique. Este indicio no es nuevo. La posibilidad se me pasó por la cabeza porque desconfié hasta de mi propia sombra; sin embargo, nuestra investigación en esa dirección no dio frutos... hasta que una parte de los análisis del robot estuvieron listos y descubrimos quien proveyó parte de las piezas para armarlo.

Piezas mejoradas con grafeno.

Si incluyo la perspectiva que propone Ryan, nuestra teoría se refuerza y se amplían los blancos a los que dispararé directo a matar.

En mi habitación noto que Alonso ya se cambió. Suspiro. Perdí la oportunidad de ducharnos juntos. Entro en el baño y me encargo de limpiar el desastre pegajoso de champán. El cielo está parcialmente nublado y el sol no es muy fuerte, pero igual me aplico una capa de un potente bloqueador solar ya que estaremos afuera. Me visto con un enterizo negro manga corta, seco mi cabello húmedo y no me molesto en hacerle algo más o maquillarme porque no me provoca salir de casa.

Si no fuera por Ryan, estuviera durmiendo para recargar energías. Así de cansada estoy. Mis planes apenas comienzan a ponerse en marcha y necesito máxima lucidez.

Hay música viniendo desde el jardín trasero, me asomo en el balcón y veo a Alonso hablar con Ryan mientras cortan filetes de carne para ponerlos a asar en la parrillera. Mi sexy Friketto se cambió por un conjunto deportivo gris. Relamo mis labios. Retrocedo para ir por mi teléfono y les tomo unas fotos.

Las notificaciones no cesan, bajo a mi despacho para no interrumpir el momento de hombres. Tengo mil alertas de Google, millones de menciones en redes sociales y parece que rompí muchos corazones.

"Apasionado beso descongela el corazón de la reina".

"Regal existe".

"¿Famiglia Roswaltt Azzarelli?"

Ruedo los ojos.

Leo los mensajes de Dorothy. Le aclaro que la única rueda de prensa que daré es sobre la alianza con Novacell International.

Teníamos planeado hacer pública mi relación en la próxima gala del sábado, y mantener a Ryan en secreto hasta que decida qué demonios haré con él. Mis enemigos encontrarán la forma de saber mis flancos frágiles y yo estaré un paso adelante. Gritarle la noticia al mundo es igual a confirmar que no tengo miedo. Además, no iba a negarle consuelo a Ryan si perdía, tampoco lo dejaría subir sin compañía en el podio.

Ingreso en la base de datos de Alphagine y me dispongo a descargar archivos antiguos que luego revisaré. Se me escapa un bostezo, pero las ganas de poner todo a arder me impulsan a persistir. La jugada en Alemania prendió las alertas y pronto moveré más piezas que pondrán a temblar a quienes escuchen mi apellido. La puerta se abre y Lorena entra con una mirada desaprobatoria.

—¿Es en serio?

Asiento con la vista fija en laptop.

—Dame un minuto.

—Ya llegaron los mellizos y Ryan pregunta por ti.

—Mmm. —Se acerca y baja la pantalla—. Maledizione, ¿qué haces?

Me levanto con la barbilla alzada y la fulmino.

—Te ausentas dos semanas, corres peligro dejándonos en zozobra y, cuando regresas, ¿te distraes trabajando? —Señala la ventana—. ¿Crees que es suficiente dotarlo de lujos y ya está?

Cruzo mis brazos.

—Su vida ha mejorado desde que lo amparé. Tiene techo, comida, atención médica, va a la mejor escuela del estado y...

—¡Ese niño necesita más que cosas materiales, Regina! ¡Necesita atención! ¡Te necesita a ti!

Entorno los ojos y la estudio. Sus uñas son un desastre de mordiscos, usa más maquillaje de lo usual bajo los ojos y su postura tensa la delata.

—Bien. Te doy la razón. —Rodeo el escritorio y me detengo frente a ella—. ¿Viniste para regañarme o estás pagando tu ira conmigo? No soy saco de boxeo ni receptora de frustraciones.

—No intentes desviar el asunto —advierte.

—¿Cuál asunto?

—Regina...

Tomo su rostro entre mis manos.

—¡¿Qué demonios ocurre?! —exijo.

Nos miramos por varios segundos, midiéndonos. Es mala para mentirme. Comienzo a sentir que me hierve la sangre pensando en que Eugene le hizo algo. Pasa saliva y su mandíbula tiembla.

—Me despidieron.

Me tenso y aprieto los labios.

—¿Cuándo?

—Antes de venir aquí pero se anunciará mañana. El viernes abandoné un ensayo de la semana de la moda para ir con mi padre. Sé que ese no fue el detonante sino la excusa perfecta. Larry estuvo actuando extraño días previos y se filtró un rumor sobre despidos masivos por una oferta de compra. Réflecteur se acabó. La van a destrozar por partes.

Niego y palmeo sus mejillas.

—Me haré cargo. Respira, siéntate y admírame. —Giro sobre mis talones y tomo mi móvil para hacer una llamada—. Blossom.

—Madam. ¿Cómo se encuen...?

—Estoy cabreada y tú lo solucionarás haciendo purga en Réflecteur. Despide ahora mismo al director ejecutivo, al jefe de recursos humanos, al jefe de redacción y a quien sea que los imbéciles pusieron como director creativo. Ese puesto le pertenece a Lorena Specter —recalco, mirándola acercarse—. Recuérdales la cláusula de no competencia y haz lo necesario para que no vuelvan a ejercer la carrera en este continente, Francia, Italia y llama a Gwain para que tampoco en Reino Unido. ¿Entendido?

Lo escucho suspirar.

—Sí, madam, lo entiendo perfectamente. Me encargaré de inmediato. Espero que su tarde mejore —dice y cuelgo.

Sonrío viendo la estupefacción en el rostro de Lorena.

—Fuiste tú quien compró —murmura.

Levanto mi mentón.

—Una subsidiaria de Azzagor Enterprises mediante terceros —aclaro—. Respeté tu decisión cuando ofrecí invertir y formar parte de la junta directiva, porque querías evitar señalamientos de favoritismo por obtener el puesto de editora. Respeté cada uno de tus límites, Lorena, pero estamos en guerra desde que te amenazaron y necesito que estés a salvo.

Muerde su labio inferior y limpio con mi pulgar una lágrima que se le escapa. Siempre tan emocional. Por eso Roche está equivocado si cree que lo dejaré perturbar a mi hermana.

—Gracias por apoyarme, Gina —susurra envolviendo sus brazos alrededor de mí.

Ruedo los ojos.

—Sabes que siempre cuidaré tu culo.

—Gastaste más de seiscientos millones.

—Hace dos años gasté cuatrocientos comprando un canal de televisión local para evitar que me difamaran —suspiro—. Tú eres todo en comparación.

Me aprieta más.

Aw, tan dulce mi perra monopolista.

Me alejo con expresión autoritaria.

—Señora Specter, ese vocabulario no es profesional para dirigirse a su jefa —reclamo seria evitando una sonrisa.

Suelta una carcajada, besa mi mejilla y enlaza su brazo con el mío mientras me arrastra fuera del despacho. Caminamos hacia el jardín donde la música electrónica suena con un volumen que no perturba y nos permite escucharnos hablar.

El olor a carbón me recuerda que no he almorzado, pero mi atención se centra en la zona que uso para que Nerón estire las patas. Níkolas corre usando protecciones, careta, armado y persigue a Alonso que esquiva los disparos de agua azul, cubriéndose con tablones de madera dispuestos a lo largo del terreno. Ryan lo intercepta, Alonso toma otra pistola más pequeña de su cinturón y les apunta a ambos.

Al mismo tiempo, un dron fucsia se posa sobre ellos y los bombardea con globos. Los tres se dispersan buscando refugio. Escuchamos un grito de emoción proveniente del otro extremo, donde Diana maneja un control con ayuda de Rivers.

—¡Mujeres al poder! —Lorena agita su brazo dándole ánimos—. ¿Qué tal si haces una sesión de fotos con Alonso? Leí parte de las noticias. El ranking de popularidad es alto y va subiendo. Lucirán poderosos en la portada como la pareja del mes.

Antes de que pueda responder a su propuesta, suelto un chillido cuando un líquido helado de color morado cae sobre mí, empapándome, manchando mi piel, arruinando mi ropa y mi teléfono que gotea en mi mano. En la pantalla apagada veo mi reflejo como Barney.

Lorena apenas tiene pocas salpicaduras y me mira con el recelo que se le tiene a una bomba. No sé si tiemblo de ira o frío. Veo un dron plateado alejarse y llevo mi vista hacia Diana y Rivers, ambos niegan rápidamente. Ryan corre hacia acá junto a Alonso, preocupados... la música se detiene y mis ojos siguen el sonido de unas carcajadas que vienen de una mocosa usando ropa morada.

—¡TÚ! —rujo apuntándola.

—Regina...

Lorena me detiene sujetándome por la cintura.

—¡FUISTE TÚ!

La risa de la mocosa desaparece y corre a esconderse detrás de Alonso. ¿En qué maldito momento pensé que era buena idea llenar mi casa de renacuajos? Noto un brillo de humor en los ojos de Alonso pero adopta gesto serio para dirigirse a su pequeño demonio.

—Sofía...

—Lo siento. Lo siento. Lo siento. Pensé que ella jugaba con nosotros —objeta con falsa mirada arrepentida y sus ojos se nublan de lágrimas.

Siento un tic en mi ojo izquierdo.

—Jamás le volveré a prestar mi dron —gruñe Ryan.

Alonso me mira levantando las manos.

—Regina, entiendo que estás molesta pero debes calmar...

—¡No me pidas que me calme, Alonso Roswaltt! ¡Mira lo que me hizo! ¡Me pintó de morado!

Forcejeo con Lorena, me clava las uñas y no le importa ensuciarse con tal de que no estrangule a la mocosa. Ryan la mira con resentimiento y Níkolas se coloca frente a ella de forma protectora.

—Ya se disculpó —alega Alonso.

—Prometo que no lo volveré a hacer a menos que sí estés jugando con nosotros —asegura la mocosa sorbiendo su nariz.

Comienza a llorar repitiendo que lo siente y que no lo volverá a hacer. Merece un maldito Oscar porque Ryan y su hermano parecen ablandarse, pero yo percibo que el mayor porcentaje de su lloriqueo es drama para que su tío la defienda.

La enviaré a una maldita escuela militar.

Y a su hermano.

Y a Ryan para que no se le peguen las mañas.

Y a Alonso para que aprenda disciplina.

Sin previo aviso, el dron fucsia despliega un bombardeo de globos sobre él y la mocosa, llenándolos de harina y empapándolos de agua rosa.

—¡Toma eso! —grita Diana—. ¡La venganza es dulce!

Aprovecho la distracción y me libero echando chispas del agarre de Lorena. No los soporto. Doy largas zancadas para entrar en la casa, temblando de impotencia, Mashiro me tiende una toalla y le entrego mi móvil. Compruebo que todos tienen instinto de supervivencia porque ninguno me sigue.

Después de retirar la pintura en la ducha, comer frutos secos mientras disfrutaba de sales importadas en un baño de media hora, y aplicarme cremas, escucho las quejas de mi cuerpo y me acuesto en mi cama. Que rico se siente el colchón fabricado especialmente para mí. El lado con olor a Alonso me tienta a acomodarme allí pero me abstengo. Estoy enojada con él. Abrazo a mi volpe y, aunque me pesa bastante no bajar para acompañar a Ryan, me vence el cansancio del viaje y las horas de insomnio.

***

No hay rastro de Alonso cuando despierto. Dormí corrido pero siento el cuerpo entumecido y pesado como si aún me faltara descanso. La luz no entra por las cortinas cerradas e imagino que debe ser de noche o madrugada, alcanzo mi smartwatch en la mesa de noche y veo que es el día siguiente. Siete de la mañana. Merda. Es tarde. Me incorporo de golpe pero me detengo abruptamente con la sensación de que todo da vueltas. Las náuseas me revuelven el estómago. Me recuesto de nuevo y espero un par de minutos a que mi cabeza deje de zumbar.

Mis valores se distorsionaron con el gas modificado y todavía padezco algunos efectos secundarios.

Mi agenda de hoy es ligera, por lo que tomo un provocativo conjunto de lencería y me envuelvo en un vestido negro, manga larga y fácil de quitar. No saldré hasta que mi novio cumpla con sus obligaciones sexuales. Repaso mentalmente lo que diré y las máscaras que usaré, las mismas que me sirvieron durante servicio comunitario para aguantar a tantos mocosos insufribles.

Yo también soy una actriz espectacular.

Sin embargo, escucho lloriqueos provenientes de una habitación cuando salgo al pasillo. Me detengo y me asomo por la puerta entreabierta. Encuentro a Alonso luchando con el cabello castaño claro de su mocosa. Mis ojos se salen de órbita. Cazzo, que no sean piojos.

Él usa camisa azul oscuro con las mangas recogidas hasta los codos y pantalón de vestir negro. Evito relamer mis labios, sintiendo mi vagina palpitar y humedecerse. Desperté con mucha hambre; no obstante, las pataletas de la mosca frenan mis fantasías. Desde aquí no puedo verle el rostro, pero sí que viste su uniforme escolar.

—¡Duele! —se queja lastimera.

Alonso gruñe frustrado.

—El chicle está demasiado enredado y no quiero lastimarte más. Tendré que cortarte el cabello.

—¡No lo hagas! —lloriquea—. ¡No me cortes el cabello! ¡Tardó mucho en crecer!

Muerdo con fuerza mis mejillas para no soltar una carcajada.

«Amo el karma».

—Lo siento, princesa, pero no veo otra opción y el tiempo se agota. Sólo es cabello, luego crecerá. Que esto te sirva de lección para no volver a comer chicle en la cama.

¿Cómo que solo es cabello?

La mocosa entra crisis cuando su tío toma las tijeras. No sé qué demonios hago pero entro en la habitación.

—Sé cómo quitar el chicle —informo y beso suave los labios de Alonso.

Suspira mirándome como su salvadora.

—¡No necesitamos tu ayuda! —rechista la mocosa con rabia.

Contengo mi veneno más fácil que ayer.

Hay lágrimas en sus ojos que lucen reales por su rostro rojizo. Me mira con desprecio y frustración. Lo más difícil de interactuar con mocosos es recordar que no puedo rebajarme a su nivel. Soy una adulta madura y racional. El orgullo te hace perder tiempo, dinero, energía y, en este caso específico, quizá orgasmos.

Todavía siento el impulso de mandarla a Tombuctú; sin embargo, ya estoy descansada, tengo visión a futuro, analizo en frío y si mi memoria no falla, pese a que odio admitirlo porque mi lema es: Si en algún momento te ofendí, debes tratarde mejorar para que no vuelva a suceder... sé que es mi responsabilidad elmotivo que la lleva a ser grosera conmigo.

Le sonrío con amabilidad y su ceño se frunce.

—Falta poco para que debas ir a clases. Conozco un método para retirar el chicle sin que corten tu precioso y largo cabello... pero no confías en la bruja y puedo entender que no quieras mi ayuda. —Me encojo de hombros—. Córtale el cabello al cero.

—¡Tío, no! —chilla preocupada—. ¡Está bien! Ella puede ayudar pero si arruina mi cabello...

—Oh, tranquila —evito sonar burlista—. Yo no soy como tú.

—Eres peor —sisea.

Alonso va a intervenir pero me adelanto.

—Ella tiene razón —concedo lo que unifica las cejas de la mocosa—. Fui una mierda de persona cuando nos conocimos y lamento mucho mostrarte esa faceta de mí. Me molesta que me llames bruja porque usualmente son feas, viejas, arrugadas y con verrugas, pero acertaste en mis acciones. A veces me equivoco y digo cosas hirientes de las que me arrepiento.

—Le gritaste a mi mamá. —Sorbe por su nariz.

—Y me arrepiento, Sofía. No debí hacerlo. Hablé con Natasha en aquél entonces, pero creo que no aclaramos las asperezas por completo. No puedo regresar en el tiempo pero sí pedirte disculpas a ti y ofrecerte una buena versión de mí. Me esforzaré en ganarme tu confianza para que en el futuro puedas considerarme tu amiga.

Sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas. Ya no veo a la mocosa rebelde, sino a una niña que extraña a su madre. Por breves segundos me veo a mí misma. Mira a Alonso que le sonríe, antes de enfocarme otra vez, incrédula con mis palabras.

—¿Me dejarás arreglar tu cabello? —modulo mi voz para trasmitirle calma y seguridad.

Asiente aun mostrándose desconfiada y con un gesto le pido seguirme. Alonso besa su frente, me dedica una mirada intensa que me hace estremecer y nos da espacio.

La verdad es que no sé cómo demonios sacar chicle del cabello, pero sé que se puede y Lorena me lo confirma cuando la llamo de camino a mi baño. Primero se preocupa por mi humor y advierte que ni se me ocurra dejar a la niña calva. «Tentador». Luego me manda varios audios explicando cómo debo aplicar los productos que envía con su chofer. La frente de la mocosa se despeja cuando pongo música de la banda coreana que le gusta.

—¿Te gusta BTS? —Me mira con emoción a través del espejo.

—Suenan bien.

—Suenan más que bien —recalca sonriendo.

Se mantiene quieta o tarareando durante los quince minutos que tardo resolviendo el desastre en su cabeza. Cuando terminamos, le enseño técnicas para peinarse, le regalo un par de cremas hidratantes y la llevo a mi vestidor para que elija una bandana y aretes de un cajón. Las pulseras le quedan grandes y soy muy celosa con mis collares.

Cabe destacar que se maravilla con la variedad de mi lujoso guardarropa, incluso cuando es casi monocromático.

—Los zafiros resaltarán tus ojos —opino entregándole un broche.

—Papá dice que soy muy pequeña para llevar joyería —hace puchero.

—Tonterías —bufo—. Vámonos de compras esta tarde para buscar piezas de tu talla. Eres una nena hermosa y nada como un diamante para complementar tu belleza.

Baja la cabeza.

—No puedo —musita—. Tío me castigó por una eternidad.

Finjo demencia.

—¿Crees que tiene motivos para hacerlo?

—Sí, no debí fastidiarte ayer —suena sincera.

Con mi índice levanto su barbilla.

—Una princesa no baja la cabeza o se le cae la corona —susurro estudiando su expresión—. Las mujeres somos superiores. Admiro que tengas coraje para proteger a tu familia y no permitas que personas como yo los pisoteen. —Su labio inferior tiembla—. Pero también se debe evitar la impulsividad y ejecutar con frialdad para evaluar las consecuencias. Así que no iremos de compras hoy para que entiendas los resultados de acciones sin premeditar y aprendas a lidiar con ellos. Cometiste un error, no te morirás por eso pero no debes repetirlo; sin embargo, como también cometí un error, quiero que hagamos borrón y cuenta nueva. Hablaré con tu tío para que te dé permiso el viernes.

Alza las cejas y contiene una sonrisa.

—Será difícil. Es terco cuando toma una decisión.

—Soy muy persuasiva. —Sonrío—. Date prisa y baja a desayunar o llegarás tarde.

Asiente.

—Gracias, Regina.

—De nada.

Avanza pero se detiene.

—Y no te llamé Morgana por fea, sino por mala y pálida —revela sin malicia.

Ruedo los ojos y muevo mi mano, apresurándola. La veo entrar en su habitación y suspiro.

Eso fue... fácil.

Odio que invadan mi espacio o me desconcentren. Aprendí a estar sola sin sentirme sola. Amo el silencio, la tranquilidad y mi independencia, por eso me sorprende mucho que no me cabree el ruido que opaca el eco de mis tacones, el cual me hace sentir poderosa. A medida que me acerco al comedor, escucho con mayor claridad la conversación animada entre Ryan, Níkolas y Alonso sobre coches y las próximas carreras de la liga.

Muy pocas veces he escuchado a Ryan ser tan ruidoso.

O verlo alegre cuando no está conmigo.

—Buongiorno, R! —saluda feliz con un acento perfecto que curva mis labios.

Buongiurno, principito. Níkolas —saludo y acaricio los mechones dorados de R—. Ayer estaba agotada pero te compensaré.

—No te preocupes. La única que arruinó el día fue Sofía —apunta lo que hace que Níkolas lo mire mal pero no protesta.

—Ella y yo nos arreglamos.

Ryan frunce el ceño.

Acaricio el cabello de Níkolas y le guiño un ojo al descolocado Alonso antes de ocupar asiento en el extremo de la mesa. Su expresión de sorpresa se desvanece de a poco mientras ingiero mi granola con ensalada de frutas, siendo suplantada por una mirada de veneración. En sus ojos se refleja lo mucho que aprecia mi trato hacia sus mocosos.

Níkolas y Sofía poseen ojos de color azul Roswaltt y es el mayor parecido con su tío. Tienen el cabello castaño claro, no puedo asegurar si sus facciones se parecen a su madre o a Eleazar, pero admito que, por ahora, no son feos.

Ya veremos cómo los tratará la pubertad.

Alonso repasa paciente que lleven consigo cada ítem de una lista dentro de sus mochilas. Con Ryan no hago eso, es tan independiente que sería una ofensa para él dudar de su organización. Únicamente acomodo su camisa para que se vea elegante. Su mochila negra es tan grande que le confiere el aspecto de una tortuga pero no se deja ayudar con Rivers.

—Eres guapo, poderoso y exitoso —establezco—. Repítelo.

Saca el pecho.

—Soy guapo, poderoso y exitoso —decreta con convicción.

—No olvides esas palabras. —Beso su frente—. Adiós, R.

Sonríe antes de empezar a caminar hacia la camioneta, donde Rivers ya tiene la puerta trasera abierta para él. Los mocosos salen poco después que se ha ido, Níkolas estira su puño a lo que frunzo el ceño pero lo choco, Sofía sólo asiente hacia mí y ambos suben al Batimóvil.

Una manobaja por mi espalda hasta apretar mi culo y otra se posa en mi cuello, haciendoque gire la cabeza y reciba un beso. Mis dedos se pierden en su cabello y mi espalda searquea para pegarme a su cuerpo. Sus roces no son urgidos, sino lentos,persuasivos y seductores.

Maldita abstinencia.

«Quiero... necesito que me lo meta».

—Me hace feliz que las mujeres de mi vida se lleven bien. —Acaricia mi mejilla—. Te ves hermosa. ¿Qué harás hoy? Estoy libre hasta las diez pero podemos negociar.

—Tengo la mañana despejada. —Llevo mis labios a su oído—. Te esperaré en el cuarto de juegos para cobrarte la deuda.

El azul de sus ojos se enciende como fuego en plena combustión. Sonríe juguetón y atrapa mis labios con un sensual matiz de...

—¡Asco! ¡Se están compartiendo la baba! —grita la mocosa—. ¡Tío, vámonos! ¡No quiero llegar tarde!

Chasqueo la lengua, frustrada. Los músculos de Alonso se tensan y veo sus mejillas ruborizarse.

—Te amo. —Besa mi sien y se aleja para subir al Batimóvil.

Suspiro profundo y entro para preparar el ambiente de nuestro encuentro.Muchas dudas me asaltan por estas perturbaciones de mi vida. ¿En qué momentopasé de preocuparme sólo por Nerón y yo, a velar por tantas personas? 

_____________

:)

No sé ustedes, pero amo la madurez de Regina en este capítulo.  El amor de un hombre no la cambió, cada vez es más corrupta y oscura; sin embargo, en equilibrio, es protectora con los suyos como toda una fiera.

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