32. Mai ti abbandoneró
32. Mai tai abbandoneró.
REGINA
Estados Unidos. Diez años atrás.
Faltan siete horas para que Chicago reciba el año nuevo.
Maldita diferencia de horario.
Se me escapa una risa sin sentido, justo cuando encuentro el papel que buscaba en el fondo del pequeño armario. ¿Por qué lo puse ahí? Mmm... Ñe. Bebo directo de la botella el último trago del vino delicioso que me obsequió un tipo ansioso por follarme. Tengo pensamientos incoherentes, todo se mueve a mi alrededor y temo que las paredes me caigan encima.
Camino hacia el ventanal que da vista a la gran ciudad. Mi futura ciudad. Lorena viajó con su familia a París y batallé fuerte para no ir. Preferí quedarme a trabajar. Ellos festejan íntimamente y yo aumento mi capital. Tengo su apartamento solo para mí y cuantas orgías quiera hasta el cuatro de enero. Tomo aire. Sujeto mi móvil con mano temblorosa y marco el número que consiguió Julius sin pedírselo.
Mi corazón late más rápido con cada timbrazo.
—Pronto, chi parla? —contesta animada.
Me estremezco.
Un nudo se forma en mi garganta y cierro los ojos.
«Habla. No seas cobarde».
—Feliz año nuevo, mamá —murmuro en italiano.
Se escucha un sonido ahogado.
—No vuelvas a llamar, sucia pecadora —espeta con resentimiento y cuelga.
Me quedo estática unos segundos.
Mis ojos se humedecen.
Mi frente roza el cristal del ventanal antes de que lo haga mi espalda y me deje caer hasta el suelo. ¿Por qué me duele el pecho? Abrazo mis rodillas afanada por mantener mis piezas unidas. A pesar de mis esfuerzos, es inevitable frenar las lágrimas.
¿Y qué si me gusta ser una pecadora?
Nadie amará a una pecadora.
Existen infinitos tipos de dolor e infinitas formas de lidiar con ellos porque cada persona es diferente. Me repito las palabras de mi tercer terapeuta: soy fuerte y podré afrontar esto... ¿Puedo? Niego y comienzo a temblar. Un grito se me escapa al sentir que la opresión en mi pecho me despedaza. La sensación es peor que latigazos que me arrancan la piel.
***
Llegamos al conjunto residencial en cuestión de veintitrés minutos. Mi zapato golpea el piso del elevador mientras descendemos el corto trayecto. Mashiro y yo salimos en un vestíbulo del color que se prolonga por el resto del lugar. Blanco.
—¿Dónde está? —urjo apenas miro a Rivers.
—En su habitación.
No termina de decir la palabra cuando me apresuro hacia allí. La puerta está cerrada y toco evitando demostrar desespero.
—¡Ryan, ábreme, soy Regina!
Escucho ruido dentro y el sonido del seguro quitarse. Tomo aire. Intento controlar mis emociones para transmitirle seguridad pero nada, malditamente nada me prepara para ver sus mejillas rojas y ojos hinchados. Abro los brazos y se me lanza encima comenzando a llorar sin consuelo.
—¡Se fue, R! —solloza.
Lo he visto derramar lágrimas antes, pero esto es diferente. Su cuerpo se sacude mientras la tela de mi vestido se empapa y tensa en sus manos hechas puños. Acaricio su cabello con suavidad por largos minutos. Todavía lleva el uniforme de la escuela.
Me duele un infierno verlo de este modo y me hace sentir ganas de asesinar a su madre por provocarlo. Rivers no fue muy claro por la prisa, pero entendí que, cuando regresaron de la escuela, Ryan entró en crisis nerviosa al no encontrar nada de la mujer en el apartamento.
Sarah supuestamente se fue.
Acción que asocio con la conversación de Joe Ruiz por Whatsapp. Claire la restauró el mismo viernes y desde entonces le damos caza. Amenazó a Ryan con golpearlo hasta que pierda la conciencia, citando otras veces que lo hizo, si no le daba la ubicación de Sarah. De camino aquí, Mashiro localizó su móvil en un contenedor de basura.
—Sh, estoy aquí, R —susurro.
—Ella no pudo irse. E-ella va a volver. Yo sé que volverá —jadea con dolor—. ¿Verdad? Ayúdame a contactarla y encontrarla. Tal vez le pasó algo... Tengo miedo que él la encuentre primero.
Me destroza escucharlo porque no sé cómo decirle la verdad de su madre sin dañarlo. Tampoco le daré falsas esperanzas cuando, egoísta, no quiero que esa mujer regrese.
Rivers me tiende un pañuelo y un vaso con agua. Aprieto los hombros de Ryan y hago que me mire.
—Bebe esto. —Seco sus lágrimas con delicadeza.
—Ella va a regresar —repite mirando un punto en la pared—. Sé que va a regresar.
—No des por sentado que te abandonó. Me contaste que hay noches donde Sarah no viene a dormir y aparece hasta dos días después. Todo esto debe tener alguna explicación.
—Sus cosas nunca desaparecieron en esas veces. —Gimotea pasando una mano por su ojo.
Siento mi corazón ser apretujado mientras respiro hondo.
—Vamos a relajarnos para pensar con la cabeza fría. —Acaricio su mejilla—. La vida golpea duro y no por ello hay que derrumbarse, sino dar pelea. No han transcurrido veinticuatro horas. Ya ordené buscarla. Necesito que seas sincero conmigo, R. Las veces que te vi moretones, me dijiste que fueron porque te caíste... —Se tensa y traga duro—. ¿Era verdad?
»Juro que no permitiré que alguien te haga daño. Sé sincero conmigo y podré ayudarte. ¿Quién te golpeaba: Sarah, Joe o los dos?
El silencio se vuelve tenso hasta que asiente. Mi lado demencial aumenta y no sé si es muy bueno o muy malo.
—¿Los dos? —contengo mi furia. Niega—. ¿Sarah? —Niega—. Joe. ¿Por qué? —Niega—. Ryan...
—Muchas razones. Mirarlo, preguntar cosas, interponerme en su camino, no querer probar lo que ellos aspiraban y fumaban... No sé, Regina. —Niega muy rápido—. Mamá sólo miró sin defenderme o también la golpearía. Me prohibió enojar a Joe porque podríamos acabar en la calle.
Merda.
Odio que esta situación sea tan similar a lo que pasó.
—¿Por qué no me dijiste?
Sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas.
—No quiero que tengas más problemas, menos por mi culpa. Todavía hablan mal de ti en la televisión.
—A la mierda lo que opine la gente. —Sujeto su rostro con mis manos—. Tienes mi protección. Nadie te pondrá una mano encima otra vez y quien lo intente deseará jamás haber nacido.
—Protege a Sarah de él, por favor, Regina —implora angustiado, su voz rota—. Es mi mamá, despistada pero sigue siendo mi mamá. No es mala. Sé que ella me quiere a su manera.
¿No acaba de revelar que la hija de puta no lo defendió? Trago el nudo que se forma en mi garganta. Me muerdo la lengua. En este instante está muy sensible como para abrirle los ojos.
—Joe no la tocará —aseguro.
«Pero mi gente sí».
Frota su cara y creo que comenzará a llorar otra vez. Soy capaz de ver su miedo al abandono. Quiero apaciguar todas esas emociones negativas, pero no puedo, no sé cómo hacerlo cuando apenas puedo controlar las mías.
No permitiré que pase por lo mismo que yo.
—¿En dónde están tus gafas? —Entro en su ordenada habitación. Las paredes están decoradas con los posters que le compré en la convención. Su cama desarreglada con sábanas de Hulk—. Empaca lo que creas necesario para mudarte conmigo durante tiempo indefinido. No te quedarás solo aquí. Será más fácil cuidarte desde mi casa. Trabajo mucho y suelo viajar pero de alguna forma siempre encuentro tiempo para ti. Te comenté de Alemania. Si me voy, regreso. Jamás te abandonaré
—¿Es promesa?
Trago.
—Es la verdad, principito. Me importas mucho y jamás te abandonaré —repito secándole una lágrima con mi pulgar.
***
La octava chica que entrevisto parece una res esperando a ser condenada en el matadero. Tiembla bajo mi mirada intensa. Suda tan exageradamente que su horrible blusa celeste comienza a empaparse en algunas partes. Hace una pausa de su discurso balbuceante en respuesta a mi pregunta de por qué quiere ser mi asistente. Toma una gran bocanada de aire, pero, antes de que continúe, sacudo mi mano.
—Es todo —Abro mi laptop.
—Madam, puedo asegurarle que si me contrata no...
—Vete. —Señalo la puerta—. No posees oratoria, no sabes venderte o quizá sí pero permites que tus nervios te dominen. Necesito asesinos para mi imperio. Ni siquiera hablas fluido el italiano. Tampoco tienes estilo o sentido de la moda —mi tono es más frío que el hielo—. ¿Sigues aquí? ¡Largo!
Intenta correr con torpeza y aterriza de bruces sobre el suelo. El contenido de su espantoso bolso se desparrama. No deja de murmurar disculpas con voz temblorosa mientras recoge todo. Aprieto el puente de mi nariz. ¿Qué clase de mierda con patas me envían mis contactos y recursos humanos? ¿Es tan difícil encontrar eficiencia? ¿Pido imposibles?
Pierdo la paciencia en milisegundos. Las preocupaciones se multiplican como cucarachas en mi cabeza y no me han permitido dormir más de tres horas en los últimos días. Me concentro en revisar qué demonios dicen mis analistas en los informes sobre atacar nuevos sectores en el extranjero. Alguien toca mi puerta y Mashiro aparece.
—La señora Roswaltt quiere verla —informa y mi ceño se frunce.
—No puedo atenderla. Dile que avise la próxima vez para hacerle hueco en mi agen... —Chasqueo la lengua y gruño exasperada—. Que pase.
Masajeo mis sienes. Cálmate o atente a sufrir infarto o aneurisma. Cazzo. ¿Por qué la gente jode tanto? ¿Por qué no elegí trabajar desde casa? Ah, sí, porque me gusta gobernar y sentirme autoritaria.
Amelia Roswaltt entra sin esconder su expresión maravillada por el alrededor. Me doy cuenta que nunca oculta las arrugas que le confieren los años, aunque sí se tiñe las canas de ese tono castaño cobrizo que me encanta en su hijo. Usa una blusa con estampado de búhos, pantalón café y zapatos bajos. Nada de elegancia, sólo sencillez.
Yo estoy envuelta en Prada, Cartier y Aquazzura.
—Aprecio que me recibas, Regina. —Me mira directo a los ojos sin vacilar—. ¿Cómo estás?
—Ocupada.
Sonríe sin conseguir otra reacción de mi parte.
—Lamento si te interrumpo pero me gustaría tener una seria charla contigo.
—¿Para qué? —juro que trato no ser cortante.
—Varias razones.
—¿Ahora? —Veo mi reloj. Faltan doce minutos para que deba salir a almorzar con unos socios—. ¿Qué no deberías estar dando clases de literatura?
Su sonrisa no se borra.
—Tomé la jubilación por salud hace tres meses. Soy hipertensa.
—Ah... —No he tenido tiempo para revisar los informes de la familia Roswaltt. Me levanto, presiono el botón en mi escritorio y la cortina se descorre permitiendo que entre la luz natural del ventanal. Maldito sol pero necesito aire. Deslizo la puerta de la terraza y con un gesto le pido salir—. Admito que me intriga tu visita. Tengo la agenda apretada pero, sólo por hoy, haré una excepción.
—Muy amable de tu parte —dice con serenidad y ruedo los ojos sin que lo note ya que se distrae en el balcón—. Es una vista preciosa.
—Excelsa con el atardecer. —Señalo uno de los divanes—. Sentémonos. ¿Quieres beber algo?
—Esa pregunta debería hacerla yo. ¿Almorzaste? —Frunzo más el ceño y niego—. Traje lasaña, jugo de mora para ti y de cereza para mí. —Abre su feo y enorme bolso de estilo playero y extrae dos tupper. El gesto me trae bonitos recuerdos—. Mi suegra es quien más le enseñó a Alonso los secretos de la cocina pero la lasaña la aprendió de mí. Él me comentó que es tu favorita y que tiendes a saltarte comidas por el ritmo agitado de tu trabajo.
Tardo un par de segundos en reaccionar. Lucho para ocultar mi desconcierto moviendo mi cabello hacia un lado. ¿Por qué me siento incómoda?
—Gracias por el detalle —susurro aceptando la comida.
Tiene una pinta espectacular y huele exquisito; sin embargo, activo el escáner en mi smartwatch para verificarla con disimulo. La paranoia no desaparece desde que me intoxiqué en la oficina de Wallace.
Sonríe cuando ve que doy el primer bocado y come de la suya. Espero a que hable, me trajo un almuerzo rico así que no es una pérdida de tiempo total pero mi recelo no desaparece. No bajo la guardia. Cualquier otra mujer estaría nerviosa o feliz de compartir un almuerzo con su suegra. Yo no soy cualquier otra. No fingiré para agradarle. Puedo ser educada por respeto a Alonso pero no ocultaré quien soy.
Su esposo e hijo mayor me ven como una bruja de Salem y ella no interviene activamente.
—Estoy aquí para agradecerte que hayas apaciguado el conflicto de Alonso con Eleazar —suena sincera—. La disputa no les hacía ningún bien a mis nietos.
—Es lo mínimo que podía hacer luego de torcer el proceso en desventaja para Alonso... No, incluso sin ese escándalo, lo habría hecho por él. —Me encojo de hombros—. Su hijo es una de las personas más impresionantes que he conocido en mi vida.
—Pero lo lastimaste cuando más te necesitó. —Hay una pizca de acusación en sus ojos—. En medio de su nube de calmantes cuando le dispararon, él no dejaba de decir tu nombre. Me gustaría escuchar tu versión de los hechos.
Siento que estoy por tener una sola ceja.
—Buscar una explicación a lo que pasó es como intentar explicar por qué atacan a los agentes del FBI que hacen muy bien su trabajo. Searchix es una empresa con una cartera de clientes élite. Empresarios influyentes que movemos la economía nacional con nuestras decisiones. Nadie se vuelve multimillonario jugando limpio. No existe pureza inmaculada en las finanzas. Por eso la supuesta ética que le exigen a los auditores. —Cruzo mis piernas—. Alonso conocía dichos riesgos cuando empezó a trabajar en Searchix y en este mismo edificio.
»Mi abogado confirmó que Camila Vanalti iba tras Luther Sachz. Sus hijos fueron un plus extra. Alonso y Natasha se encontraban en el lugar equivocado en la hora equivocada —Aprieto los labios por unos segundos. Me afecta recordar que mi Friketto estuvo muy cerca de morir—. Me alejé para apartar a Alonso del ojo del huracán porque me dolió como la mierda que lo lastimaran. Mi intención siempre fue protegerlo. Tuve que pelear mi libertad, un proceso que pudo involucrarlo por ser auditor. Estoy recuperándome, pero mientras mis heridas sangraban al igual que las de él, no se sintió correcto estar juntos.
»Volví a la vida de Alonso y estoy dispuesta a evitar que sea salpicado, su familia incluida, porque sé cuánto significan para él. —Me inclino hacia adelante—. No suelo darle explicaciones a nadie de mi vida personal, pero como dije, haré una excepción contigo.
Sus ojos son de un tono azul más claro y con mucho gris. Nada que ver con el azul océano que me da paz. Bebe de su termo y exhala.
—Lo sucedido es bastante para procesar y entender —Su tono afligido empeora con cada palabra—. No le deseo a nadie el dolor de ver a un hijo tocar fondo y sufrir como lo hizo Alonso. No le deseo a nadie el dolor de la pérdida de una hija. Mi corazón se rompió de una forma irreparable. Fue terrible lo que ocurrió, pero justo cuando creí que todo era cosa de una pesadilla del pasado y me llaman para decirme que mis niños fueron atacados en ese asalto reciente... —Sus ojos se cristalizan—. Es horrible, es sofocante, es... indescriptible, Regina, la desesperación de pensar que perderás a uno de tus hijos y el miedo de si más adelante se repetirá.
Miro hacia la ciudad incapaz de mostrarle mi destello de vulnerabilidad. Una extraña opresión se instala en mi pecho. Evito llevar la mano a mi vientre. Entiendo perfectamente a lo que se refiere.
—Todos nos cegamos y te vimos como parte de los culpables por el dolor de Alonso. Es mi varón más pequeño y el más cariñoso y sensible de sus hermanos en general. Ya teníamos la referencia de la primera vez que rompieron. Mi hijo pidió que te diéramos una oportunidad y no puedo no hacerlo cuando vi cómo lo apoyaste en el hospital y ahora con los niños. Me disculpo sinceramente pero quiero que entiendas que la sensación de zozobra no desaparece sabiendo que está contigo.
—Me siguen viendo como una amenaza —murmuro.
—Tenemos el derecho a estar aterrados —se escucha firme y rota a la vez—. Es mucha responsabilidad y angustia para manejar. Si continúan construyendo una relación, existen posibilidades de que lo malo explote sobre mi Benjamín. —Seca una lágrima con un pañuelo—. ¿Debemos preocuparnos después de que te volvieran a sabotear? Ninguno puede salir sin ser vigilado por guardaespaldas.
Tomo una profunda respiración antes de atreverme a mirarla. Ven mi vida como una desgracia para la suya. Una maldición. ¿En verdad es tan malo relacionarse conmigo? ¿Es tan malo relacionarse con ellos? Estoy asumiendo otro flanco frágil por protegerlos. Detesto la situación actual pero sé que arreglaré todo tarde o temprano. Hay personas que incluso la pasan peor.
—El riesgo existirá mientras yo sea una mujer exitosa. —Alzo mi mentón con superioridad—. El triunfo atrae a la envidia. Antes de que llegaras, monitoreaba nuevas compras en el extranjero. Tal vez mañana, en una semana, en un mes o el próximo año alguien vea que incursioné en X rubro de X país, decida que soy competencia peligrosa y quiera quitarme de su camino.
»No abandonarélo que hago y menos tendré una vida normal de bajo perfil. Mi objetivo es simple: Quiero conquistar el mundo e inmortalizar mi apellido en la historia. No pienso renunciar a mis metas por nadie. —Mi sonrisa arrogante le provoca una mueca—. No soy la criminal que pregona la prensa pero tampoco una santa. No permitiré que la suciedad afecte a Alonso pero él debe elegir si acepta estar conmigo a pesar del riesgo. ¿Suena frío y cruel? ¿Soy egoísta? Sí, soy mi prioridad y ese es uno de mis miles de defectos pero jamás le pediría a Alonso que renuncie a sus sobrinos o a la música, aun sabiendo que eso nos resta tiempo juntos y que incluso podría llevarnos a una separación por diferencias. Nunca mataría su esencia. Nunca le cortaría las alas. ¿Sabe por qué? Amo a su hijo y quiero lo mejor para él así no sea conmigo.
Intenta ocultarlo pero me mira pasmada como si le costara digerir mi presencia. No es mi culpa que su hijo tenga excelente gusto. ¿Qué esperaba de mí? No voy a estancarme en lamentaciones cuando puedo actuar y resolver los problemas.
«Claro. Di eso en la noche antes de dormir».
—Eres una mujer de voluntad —reconoce.
—Es mi activo más valioso.
—En cualquier escenario tienes un impacto profundo en la vida de mi pequeño. —Toma mi mano. No la aparto—. No pienso entrometerme entre ustedes. Siempre querré que él sea feliz, por eso es relevante tener esta charla contigo. Sólo no rompas su corazón. La furia de una madre enojada es la peor enemiga que tendrás.
Muerdo con fuerza el interior de mis mejillas para no soltar una carcajada cínica.
—¿Malcom y Derek conocieron esa furia? —mi crudeza la toma por sorpresa y retira su mano—. La amenaza sobra si no es válida para otros. No me intimida. Te quedaste sin hacer nada mientras tu marido rompía el corazón de tus hijos. Él estaba dispuesto a perdonar a Eleazar. ¿Por qué a mí no? —Me levanto. No puedo dejar de pensar en Sarah—. Conozco un poco sobre la humillación que vivió Nathaniel y Natasha. No me interesa abrir una herida, fastidiar o iniciar una discusión, pero me molesta que invaliden a Alonso por ser él mismo, vivir su pasión o, peor, que se me tenga recelo por lastimarlo cuando hay amenazas en su propia sangre.
Sus ojos se vuelven a cristalizar, palidece en extremo, su respiración se agita y lleva una mano a su pecho. Merda. Llamo a Mashiro para que traiga un tensiómetro. Lo último que necesito es que esta señora acabe en el hospital o la morgue.
________________________
:O
Ahora Ryan vive oficialmente con Regina :O
Ya sé que está pendiente el desmadre pero esa conversación con la suegrita era necesaria. Mucha tensión con el tema "madres" "abandono" "soledad" = herida no sanada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top