21. Colpevoli
21. Colpevoli.
REGINA
—¿Cuántas veces te he dicho que no intentes sobornar a las autoridades sin mi consentimiento? —farfulla Julius en un tono que sólo yo pueda escuchar cuando el policía nos permite salir de la sala de interrogatorios.
Su tono cortante confirma lo molesto que está conmigo, pero no se compara con la ira que cargo en mis venas. Más tardamos en llegar a la comisaría, de lo que demoró Julius en sacarnos y evitar que continúe amenazando a los policías hasta por su manera de respirar. No debieron traerme aquí.
—¡Cállate! —siseo—. Presenta cargos en contra de los vecinos. Aparezco en YouTube y Tik tok como una ex psicópata. —Le muestro la pantalla de mi móvil.
—Así actuaste —enfatiza—. Sus acusaciones podrían generar una multa o cargos por alteración del orden público. Alonso no permitió que asumieras la culpa. Confesó que la idea fue de él apegándose a tus gustos. Los juguetes en tu bolso respaldan el testimonio.
Aprieto los labios. Yo admití la culpa para evitar que la disputa por la custodia de los niños se vea afectada, se supone que Julius lo convencería de seguir esa línea.
—¿Alegó un trío? —pregunto en voz baja, letal.
Supuestamente no ocurrió nada entre ellos porque estaba ebrio y la cocinera sólo se ofreció a llevarlo a su apartamento. Pero él no me advirtió y quedé como una tonta. Soy consciente que, mientras no acordemos estar juntos, es tan libre de hacer lo que desea al igual que yo. El problema es que duele como la mierda y me golpeó duro en el ego pensar que prefirió follar a otra en su cumpleaños.
—Una sorpresa para ti —corrige y bufo—. La chica sufrió un ataque de asma por los nervios. Alonso se comunicó con ella por medio de un contacto que tengo en el hospital a donde la llevaron. Se apegará a la versión de falta de información en el juego. Le ofrecí un incentivo para que ni se le ocurra retractarse.
—Ofrécele también un boleto de primera clase a Timbuktu —gruño.
—Ya sabías que se acostaba con ella y con otras.
—Es diferente. No entraban en mi radar porque antes no quería recuperar a Alonso.
Julius exhala resignado.
—Le entregué tu nota y estuvo de acuerdo con que salieras primero. Necesito que te concentres. —Me mirapreocupado—. ¿En serio vale la pena seguir hundiendo tu reputación por él?
Lo fulmino con la mirada
—Yo jodí la suya.
—Te doy toda la razón.
Frunzo más el ceño al escuchar una voz ronca. Malcom Roswaltt se acerca reparándome despectivamente. Es una versión más envejecida de Nathaniel con algo de Derek y los ojos de Alonso. Está usando traje completo gris de rayas. Su postura irradia desprecio hacia mí. Lo miro de abajo arriba, cero intimidada.
—No hagas una esce... —masculla Julius.
—¡Querido suegro! —saludo con sarcasmo.
La cara de Malcom se contrae por el repudio.
—Jamás serás digna de llamarme así. ¿No tienes algo mejor que hacer que arruinar la vida de mi familia? —barbotea.
Sonrío con ironía.
—No sé, dímelo tú que volviste la vida de tus hijos un infierno.
—No tienes idea de lo que dices. Tampoco eres ciega. Gracias a ti la vida de Alonso va cuesta abajo.
—Me alejé porque me importa su futuro.
—Y regresaste a empeorarlo. ¿Durante cuánto tiempo jugaste con él? ¿Dos meses? ¿Cuatro? Lo conozco desde que nació y sé que no eres lo que busca. ¿Acaso crees que no sé todo lo que has hecho? Y no, no me refiero a las noticias sino lo que dicen de ti los ejecutivos con los que has fornicado y destrozado sus matrimonios —su tono cortante. Alzo el mentón—. Mi hijo se volvió un hazmerreír cornudo que sale a relucir en cada cóctel. No lo respetan como hombre debido a tu reputación. Él necesita a su lado una mujer decente, de su edad, que lo apoye y haga feliz. No el coño de una inmigrante zorra criminal que fue follada por medio país para escalar.
Ni un ápice de emoción se refleja en mi rostro. La mano me escuece por abofetearlo y un leve dolor palpita en mis sienes. Vaya día de mierda. Respiro hondo recordando en dónde estamos.
«El control es poder».
—¿Cómo crees que esto afectará la pelea por la custodia de mis nietos? —Agrega por mi silencio, negando con la cabeza—. Significan todo para Alonso y los perderá por tu culpa.
—Como si fuera a permitir que eso suceda —repongo con voz firme y controlada.
Malcom aprieta la mandíbula.
—Aléjate de mi familia.
—¿O qué? Entre los dos eres el más estúpido. Me acabas de difamar frente a mi abogado. —Señalo a Julius que permanece muy serio—. Puede hacer que te encierren veinticuatro horas o impongan una multa que no será bien vista en tu oficina. No soy como tú, suegrito. No lastimaré a Alonso, Milena, Nathaniel o Amelia porque me desagrades. Te recomiendo que cuides tu vocabulario de ahora en adelante porque presiento que empezaremos a vernos más seguido.
Sin esperar su respuesta o regodearme con su reacción, me doy la vuelta. Odio con cada célula de mi cuerpo a los padres abusivos y odio aún más que haya verdad en algunas palabras que dijo. No en lo insultos, estoy acostumbrada e inmunizada, pero sí sobre que jodí a Alonso. Es irrevocable que le tiren mierda por relacionarse conmigo, así que es ideal que no enfrente los ataques solo y unamos fuerzas.
¿Soy egoísta?
Me llaman la reina.
***
En mi estudio, Enrique me hace repasar las instrucciones antes de irnos. El equipo de Kingman se estará comunicando con Dimitri, Mashiro y él en caso de que ocurra algún inconveniente. Mi smartwatch fue sustituido por una pulsera de diamantes con un pequeño micrófono para emergencias.
—Evita que beba más de dos tragos de lo que sea. Ignora si luego te digo lo contrario. Últimamente he sobrepasado mis límites y no puedo recaer en la bebida. —Sirvo agua en un vaso y miro a Mashiro—. ¿Entendido?
—Sí, madam —contesta con su típico tono desprovisto de emoción.
Sus manos echas puños y postura rígida. Aunque lo trata de ocultar, las ganas de quitarse y quemar su vestido son obvias.
Enrique y Dimitri usan esmoquin, mas ella luce irreconocible sin su traje diario de pantalón y chaqueta. La ocasión requiere código de etiqueta y sensualidad. Mis estilistas la maquillaron, arreglaron su cabello en un moño, dotaron de Manolos de tacón aguja y un vestido negro que se ata tras el cuello con una abertura que exhibe su pierna.
En contra parte, mi vestido rojo sangre. Me robaré todas las miradas con este modelo de mangas caídas, deja mi espalda descubierta y posee dos aberturas que exponen mis piernas.
—Aunque quizá tú los necesites más que yo —bromeo.
—Es incorrecto beber alcohol durante mi servicio.
—Mhm —Frunzo los labios—. ¿Hace cuánto que fue tu último orgasmo?
Alza las cejas. Dimitri no se inmuta y Enrique carraspea, reprochándome. Curiosamente extraño la risa de Rivers.
—Es una respuesta personal —responde Mashiro calmada.
«Esta chica necesita vivir un poco».
—Sólo me preocupo por la salud de mi gente. —Me encojo de hombros.
Enrique toma su móvil del bolsillo del saco y lo lleva a su oreja. Frunce el ceño mientras me mira, poniéndome recelosa.
—Le informaré —cuelga—. Era Vladimir. Alonso Roswaltt acaba de entrar en la urbanización.
El vaso con agua resbala de mi mano.
Che diavoli?
—¿Esta... urbanización?
—Sí, madam.
Cambio mi peso de una pierna a otra.
—No asumas que viene para acá. Hay muchas casas. Tal vez visitará a otra persona —farfullo entre nerviosa e irritada—. Savage, muéstrame la cámara del portón.
—Enseguida.
La imagen nítida de mi entrada aparece en el televisor plasma. Los cuatro observamos la nada. Carraspeo, inquieta, y le pido a Mashiro repetir el plan. Mi corazón se detiene cuando un feo y viejo Camaro amarillo pollito estaciona frente a mi portón minutos después. La ventana del conductor baja y veo a Alonso de perfil. Luce cansado y molesto. Saca la mano para presionar el intercomunicador y la alarma salta en los smartwatch de mis guardaespaldas.
Todos me miran esperando una orden.
Aprieto el puente de mi nariz. ¿Claire no se encargó de borrar los videos de la botarga? Me voy a mudar a una isla perdida en el Caribe donde la dirección no pueda ser encontrada en ninguna parte.
Odio las visitas inesperadas.
Odio enfurecerme de nuevo cuando había logrado estabilizarme.
—Mannaggia! —Tomo mi móvil personal para abrir yo misma el portón—. Tráelo aquí y esperen en el salón principal —ordeno entre dientes.
Enrique asiente poco convencido. Dimitri clava sus ojos en los míos con duda.
—Debemos estar en Luxure Palace en...
—¡No necesito que me recuerden nada! ¡Fuera todo el mundo!
Chasqueo la lengua sin cesar cuando me quedo sola. Camino de un lado a otro. Fijo mi vista en el establo de Nerón a través del ventanal contando los segundos. Tomo varias bocanadas de aire para calmarme.
Escucho la puerta abrirse.
—Te dejé una nota con Julius pidiéndote tiempo —mascullo sin girarme—. Estoy muy enojada contigo y de verdad que no quiero arrancarte las bolas o matarte.
—Yo tampoco quiero matarte pese que todos me dicen lo contrario —su tono agobiado hace que voltee de inmediato—. No vine por nosotros.
Mi corazón se acelera. Sus hombros caídos y ojos ahogados en dolor me llenan de una espantosa culpa, borrando la ira al instante. Doy varios pasos hasta estar frente a él.
—¿Qué sucedió? —musito temiendo lo peor.
—Un trabajador social fue hace una hora a mi apartamento y se llevó a Níkolas y Sofía a casa de Derek durante lo que reste el procedimiento de custodia. Llamé a Gael y me dijo que Eleazar presionó alegando que no están seguros conmigo por lo que ocurrió esta mañana.
Cierro los ojos.
Merda.
—Sé que las palabras no arreglarán nada y tampoco te calmarás hasta que regresen, pero estoy aquí, te apoyaré y también quiero que sepas que lo lamento muchísimo, Alonso. —Tomo su rostro entre mis manos—. Es mi culpa.
Niega con la cabeza.
—Es culpa de los dos. Yo olvidé que Stacy estaba en el apartamento. Todo se pudo evitar si yo no me hubiese comportado como un imbécil contigo en mi cumpleaños. Me maldigo por haberte herido. Estuvo muy mal. Debí escucharte y razonar. —Susojos se llenan de lágrimas y coloca sus manos sobre las mías—. Yo te traicionépero el dolor en general me cegó. Te pido que me perdones, por favor.
Sacudo la cabeza, mi enojo volviendo por la mención de la rubia. Si ella no hubiera llamado a nadie, ni siquiera estuviéramos aquí.
—Iniciaremos desde cero pero tienes razón, hablaremos de nosotros después. Tus sobrinos son nuestra prioridad. —Aprieto sus manos y me aparto para tomar mi móvil personal de mi escritorio—. Haré unas llamadas. No te preocupes, se quedarán contigo o demandaré al Estado....
—Por favor, dime que no pasó algo en el casino —Julius contesta con tono cansado.
—Aún no salgo.
Le relato a detalle el problema y no disimula su disgusto por el motivo de mi llamada. Me importa una mierda su reticencia con Alonso. Camino de un lado a otro mientras le exijo que utilice cualquier recurso necesario, lo mismo apresurar a Hank para que traiga resultados sobre las sospechas de Novacell International. Le daré a Eleazar donde más le duele. Después de colgar llamo a otros ejecutivos y políticos que me deben favores.
La quinta llamada es a Blossom, está ocupado y me asegura comunicarse a primera hora. Estos no son mis planes. Estoy adelantando el momento de reclamar mi trono por la emergencia.
Alonso también habla por teléfono sentado en un sofá. Es Milena. Se despide de ella apenas nota que ya colgué. Su semblante sigue decaído. Me siento a su lado, lo rodeo fuerte con mis brazos y hunde su rostro en mi cuello. Sentir su respiración desencadena una ola de electricidad y me eriza la piel.
No sé bien cómo manejar esta situación. Me esfuerzo para que mis emociones no me impidan analizar fríamente. No me victimizaré, sé que la culpa es repartida pero es innegable que yo me llevo una gran porción. Él estuvo para mí en momentos oscuros y yo lo defraudé en los suyos
—Lo resolveremos. Estoy moviendo todas mis influencias para que Níkolas y Sofía vuelvan contigo lo más pronto posible. —Acaricio su tupido cabello que me hace cosquillas—. Confía en mí. El veneno de las serpientes también se usa como antídoto.
Consigo que ría amargamente.
—Eres la más venenosa de todas —gruñe.
—La más fuerte y peligrosa.
Siento su sonrisa contra mi piel y cómo la tensión en su cuerpo disminuye. Desciende su nariz y apoya su mejilla en la loma de mi seno izquierdo, el picor que produce su barba activa placenteras sensaciones que me hacen recordar cuánto extrañaba tenerlo así de cerca.
Suspira profundamente.
—Este es mi segundo lugar favorito por su melodía —susurra con añoranza.
Frunzo el ceño.
—¿Entre mis tetas?
Ríe suave.
—Joder. Qué malpensada eres. El enorme tamaño las hace parte del sendero a tu corazón. —Se acurruca, estrechándome—. Escuchar sus latidos me relaja.
Ruedo los ojos. Cuelo mi mano por el cuello de su camisa y abro mi palma sobre el lugar donde su corazón late desbocado.
—¿Cuál es tu primer lugar favorito? —inquiero, curiosa.
—Lastimosamente otro que tampoco he visitado en más de un año.
—Ilumíname.
Despega la cabeza de mi pecho para mirarme, su mano acaricia mi muslo por una abertura del vestido. Mi pulso se dispara. Separo las piernas y sus dedos se detienen justo sobre mis bragas. Muerdo el interior de mi mejilla para no reírme.
—Aquí. Dentro de ti y también lo es por la música que genera cuando se visita —asegura y retira la mano. Se acomoda subiendo el resto de su cuerpo al sofá. Descansa su cabeza sobre mis piernas en lo que yo sigo jugando con sus mechones de cabello—. Gracias, Regina.
—Gracias a ti por no crucificarme igual que todos —tuerzo la boca, pensativa—. No entiendo cómo es que no estás enojado conmigo.
Toma mi mano y besa mis nudillos sin cortar el contacto visual.
—Significa mucho para mí que bajaras tus murallas y me permitieras conocer tu sentir. Me dolió que te fueras, pero no puedo culparte por sentirte traicionada o tratar de protegerme. —Se ruboriza—. Mi enojo anterior fue irracional. Ahora veo claramente y sé que no tengo razones para estar disgustado contigo. ¿Te sentirías bien si hubiera llegado gritándote? —Niego—. ¿Has leído el libro La culpa es de la vaca? —Niego—. Así terminaríamos si hubiésemos iniciado una discusión en búsqueda de culpables. Perderíamos mucho tiempo, tú no habrías llamado y yo no evitaría que Nathaniel peleara con mi papá.
Trago el nudo en mi garganta.
Vaya... Jamás lo vuelvo a llamar inmaduro.
—Es usted muy inteligente, signore Roswaltt. —Acaricio su barba—. Aunque cometió un gran error.
—¿Cuál?
—Tantas mujeres en el mundo y te enamoraste de una que al parecer sólo sabe amar de forma destructiva pero, a pesar de saberlo, tampoco te quiere dejar ir de nuevo. Me llamaste loca y ya probaste las consecuencias de relacionarte conmigo; sin embargo, no me mandas a la mierda. —Golpeo su sien con mi índice—. Revísate, querido. Estás peor que yo.
Suelta una carcajada pero se calla abruptamente y se incorpora con los ojos muy abiertos.
—Espera... ¿Acabas de admitir indirectamente que me amas?
Bufo repetidas veces y me levanto.
—Tuve suficiente exponiéndome esta mañana. Si quieres que la diosa obre otro milagro divino, tendrás que arrodillarte a rezar.
Me intercepta en medio de la habitación, evitando mi escape. No me da tiempo a reaccionar. Sujeta mi nuca echando mi cabeza hacia atrás y su boca oprime la mía violenta y posesivamente. Está cabreado, triste y se está desahogando. Le respondo por igual desquitándome por mi enojo anterior y angustia actual. Mi cuerpo entero arde por la pasión repentina, nuestras lenguas batallan y enredo mis dedos en su cabello.
Es una lucha por quien domina al otro.
Me lo quiero comer entero.
Llevo mis manos bajo su camisa disfrutando de su nuevo torso definido que te invita a bañarlo en chocolate y lamerlo completo. ¡Endemoniados abdominales! Desliza una mano por mi espalda y la cuela por la abertura del vestido, haciéndome estremecer de deseo. Palpa mis bragas empapadas, me estimula con los dedos y balanceo mi pelvis profundizando el contacto. Justo cuando comienza a repartir besos húmedos por mi garganta y a bajarme la cremallera, se escuchan unos golpes en la puerta.
Alonso se tensa. No, no, no. Aprieto sus hombros y reclamo su boca para que no se me distraiga. Vuelven a insistir.
—¿Madam?
Es Enrique.
Gruño, frustrada. Como no le conteste, derribará la puerta para verificar que sigo viva.
—¡Estoy consumando mi reconciliación! —aviso y Alonso retiene la risa, sujeto su muñeca para que no desatienda mi clítoris. Siento que me tiemblan las rodillas—. ¡Vete, no quiero interrupciones!
—Tenemos diez minutos de retraso, madam —su tono neutro no cambia.
Me paralizo.
Maledizione.
Alonso frunce el ceño y es como si se percatara por primera vez de mi vestimenta, peinado y maquillaje. Me observa detenidamente, pasa saliva y su azul se oscurece
—¿A qué se refiere?
—Nada. —Le saco la camisa y manoseo sus pectorales, mi boca hecha agua.
—¿Irá o no? —insiste Enrique.
Alonso apoya su frente en mi hombro por unos segundos antes de apartarse, dejándome con ganas de más, muchísimo más. Su expresión de haber chupado un limón. Abre la puerta con brusquedad.
—Perdone la interrupción, joven Roswaltt —dice Enrique y me mira, ignorando que le lanzo cuchillos ópticos—. La señorita Kingman llamó solicitando su presencia.
—Dile que no podré ir —digo despacio, mi pecho subiendo y bajando—. Devuélvele su dinero más cualquier compensación que pida.
«Quiero pecar en mi habitación».
—No canceles nada. Regina irá —asegura Alonso y Enrique nos mira de hito en hito sin comprender.
—¿Disculpa? —Poso una mano en mi cintura—. Detestoque decidan por mí.
—Te vi con el vestido y pensé que venías, no que ibas. —Rasca su nuca—. Me tranquiliza que me garantices tu apoyo. Ahora puedo ver el panorama con positivismo. —Sube la cremallera de mi vestido y besa mi hombro—. Tu planificación no tiene por qué cambiar. Tendremos nuestra consumación luego.
—¡Me importa una mierda la reunión o el dinero! Me quedaré contigo. Los demás pueden esperar hasta que...
Sujeta mi rostro y vuelve a besarme con intensidad.
—Enfoquémonos. ¿Vale? —Sonríe y lo miro mal. No me quiero enfocar, quiero follar y regresarle a sus mocosos—. Ve a cumplir con tu compromiso. Yo aprovecharé para ir al restaurante a hablar con Nathaniel y Milena. Desde allá haremos una videollamada con Derek.
Exhalo y asiento, resignada.
—Regresa cuando acaben. —Riego besos por su mandíbula—. Quédate y podrás enterarte mejor de las respuestas que me den mis contactos. Si fuera de día, ya lo hubiéramos resuelto en segundos. Trae a tu perro si quieres.
Alza las cejas y me mira como si no me reconociera.
—¿Me estás pidiendo que me quede sólo por esa razón o porque también me quieres devorar? —insinúa con malicia.
Lo empujo cuando pretende besarme otra vez.
—Es una propuesta estratégica, pervertido —corrijo "ofendida"—. Más te vale decirle a la cocinera, apenas la vuelvas a ver, que estás fuera del mercado. Confío en ti para que le aclares cuál es su lugar o lo haré yo ordenando que la metan en la bodega de un avión directo a Madagascar.
Se pone la camisa y acomoda la erección, riendo.
—Joder. Que el infierno se apiade de mí. —Se arriesga y besa mi frente—. Me has dado esperanza y subido el ánimo, fiera celosa. —Besa mis labios evitando que refute—. Claro que volveré.
Suelto un enorme suspiro, viendo su culo mientras se va.
Es imperativo que le deje los puntos claros sobre las lagartas. Sigo enojada con él pero.... ¡Arg!
Maledetto Friketto.
__________________
:)
Alonso fue en búsqueda de la caballería.
No olviden comentar, me encanta leerles.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top