15. Negligenza.

15. Negligenza.

REGINA

Cuatro de la mañana marca mi reloj.

He dormido cinco horas.

Reflexiono mientras observo la galaxia que se proyecta en el techo. La melodía de WhispersIn The Dark se escucha en volumen muy bajo desde la esfera que me obsequióAlonso. Antes de acostarme, repasé los libros de psicología afectiva. Me esfuerzo por planear estrategias que me permitan acercarme al sexy Friketto y ganar su confianza de una forma sana sin toxicidad; no obstante, es como si mi cerebro se bloqueara, dejándome en blanco, sin ideas o capacidad para analizar. Deslizo mi mano por el lado vacío de mi cama y, por primera vez en mi vida, imagino cómo sería despertar acompañada. 

Entro en mi closet por pantalones de montar, un top deportivo, zapatos Nike, guantes y mi casco. En la cocina tomo una botella de agua y una manzana que mordisqueo de camino al establo. Sólo él podrá apaciguar mis raras emociones. Nerón y yo crecimos juntos, sufrimos y aprendimos juntos. Somos más que ama y caballo. Somos familia y eso nadie lo entenderá.

La playa está desierta permitiéndonos privacidad. El sonido de las olas es maravilloso. Mi chico rebelde acelera el paso justo cuando lo llevo a la orilla, levantando arena y agua por igual. Extiendo mi mano derecha para sentir las gotas en mi brazo. Apreciar el amanecer mientras corremos es un lujo que últimamente no puedo darme. Mis problemas desaparecen, el mundo se detiene y la tranquilidad mental que experimento es gloriosa.

Pagaría el precio que sea con tal de sentirme así más seguido.

Regresamos por el sendero rodeado de árboles que se conecta con la parte trasera de mi casa. Mi día será un dolor de cabeza. El detective Bruce Collins nos citó a Zack y a mí para hablar sobre los avances de la investigación. Quedamos para almorzar en Alphagine. Mi intención es recargar energías pasando gran parte de la mañana con Nerón, bañarlo, alimentarlo y cepillarlo hasta que luzca como sacado de un libro de fantasía; sin embargo, mis planes se truncan cuando relincha inquieto y escucho pasos apresurados.

Bianca se aproxima con tableta en mano, su expresión medio divertida me confunde y llena de curiosidad.

—¡Mira esto! —cuchichea sin aliento y me muestra la pantalla.

Che diavolo?

Es un directo de la cámara de seguridad de mi entrada.

Un hombre trajeado está peleando contra una botarga de corazón, Enrique y Rivers tratan de separarlos. Varios tipos a su alrededor miran incómodos la escena. Los que vienen con la botarga usan camisas con mi cara estampada, en sus manos hay cajas con lazos, pancartas con corazones y ramos de girasoles. El otro grupo de hombres usa camisas formales, sostienen instrumentos musicales y ramos con flores exóticas.

Mis vecinos también han salido a fisgonear. Merda. Un niño sobre una bicicleta está grabando con su teléfono.

—¡Regina, sólo tengo ojos para ti! —grita el trajeado.

—¡Ella será mía, imbécil! —replica la botarga y el grupo con mi cara en sus pechos lo vitorea.

Arrugo la nariz.

—Llama a la policía —ordeno con frialdad—. Informaré a Julius para demandarlos por perturbar el orden público e invasión de la propiedad privada.

—¿Al menos sabes quiénes son? —Inquiere Bianca, aguantando la risa. Niego—. Ay, eres toda una rompecorazones.

Hace lo que le pido con una mueca. Vuelvo con Nero, el circo no merece que le dedique mi valioso tiempo.

—Deberíamos conseguir unos dobermans o rottweilers —dice Bianca en voz alta para que la escuche desde la entrada del box. Cierro los ojos, irritada—. Son buenos para estas situaciones. De pequeña tuve dos schnauzer y asustaban como dragones.

—Los animales no son herramientas y tampoco quiero mascotas.

—Yo los cuidaré y brindaré amor —insiste con tono alegre—. Ni te molestarán, apenas sentirás su presencia por...

—Quiero estar sola —corto en voz baja pero autoritaria.

No me giro para verle la cara y sólo oigo cuando se larga. ¡Por fin! Ya hemos tenido esa conversación y mi respuesta es la misma. Si quiere un perro, bien, pero en mi casa no. Recompenso a mi personal, soy muy permisiva con quienes me son leales, mas tengo límites.

No es no.

***

—Esto fue un acto intencional, no un simple accidente —mascullo, luchando por contenerme. Me hierve la sangre—. Están ignorando la evidencia. Es claro que no tiene voluntad para cumplir con su trabajo.

—¿Cuánto les están pagando? —inquiere Zack, a mi derecha.

—Insinuar que nos sobornaron es una acusación seria. —El detective Collins enarca una ceja.

¿Qué tan malo sería arrojarle una copa de cristal francés a la cabeza?

—¡No han pasado ni dos semanas y ya sacan conclusiones erróneas!

—Le pido que se calme, madam...

Me levanto de la silla.

—¡¿Cree que soy tan ingenua como para tragarme sus excusas baratas?! —rujo más alterada.

—¡Baje ese cuchillo! ¿Quiere que la arreste por amenazar con arma blanca y faltarle el respeto a la autoridad? —advierte y suelto el cuchillo que no sé en qué momento agarré.

Zack, como si leyera mis pensamientos homicidas, aprieta mi hombro. El detective se mantiene alerta, como si yo fuera un animal peligroso de cuidado. Vuelvo a sentarme y cierro mis manos en los reposabrazos de la silla.

«Mente fría y paciencia. El ajedrez no se gana con agresividad. Quien te enoja, te domina. No permitas que te dominen».

—Ahora que estamos más calmados, continuaré con mi informe —dice Collins con tono lacónico—. Realizamos una exhaustiva investigación y hemos concluido que el incendio se trató de negligencia. No hay evidencias de sabotaje. Las detonaciones fueron consecuencias de un cortocircuito por fallo eléctrico en la sala de control de máquinas.

Mi corazón se acelera y siento una mezcla de frustración y rabia burbujeando dentro de mí.

El detective Bruce Collins me está llevando a mi límite con su discurso barato. Continúa explayándose sobre la negligencia de mis empleados. Es un hombre de tez oscura, cabello rapado, esbelto y postura cautelosa, vigilante. Su voz suena monótona y desinteresada, como si estuviera siguiendo un guion preestablecido.

Lleno mi copa de vino rosado, es lo único que tolera mi estómago en esta asquerosa situación. A excepción de Zack, Collins y yo apenas hemos tocado la comida.

—Si es todo por lo que nos citó, ya tuve suficiente. Tengo cosas más importantes que hacer —declaro con una serenidad que me sorprende cuando siento que comienza a redundar.

—Su desinterés es lo que llevó su fábrica a la ruina y trajo muerte a los trabajadores —farfulla de malhumor y se levanta.

Me contengo de abofetearlo con sobrehumano esfuerzo.

—Hemos terminado —zanja Zack y lo escolta hasta la puerta—. Nuestros abogados se pondrán en contacto con usted.

Malone se agacha justo a tiempo. La copa de cristal impacta contra la madera de la puerta cerrada.

—¡Maldita sea, Regina! —Mira de mí al vidrio quebrado. Yo camino de un lado a otro como una fiera sedienta de sangre—. Tienes serios problemas de autocontrol. ¿Lo sabes? Creí que en cualquier momento te le lanzarías encima por su yugular.

—Los compraron —objeto.

—Lo sé.

—Las familias de esos empleados pedirán nuestras cabezas si el FBI publica las artimañas de negligencia. La plantilla de personal disminuirá. Se irán a la calle en protesta. ¿No lo entiendes? El plan es destruirnos desde adentro. Nos llevan a la quiebra. —Me detengo frente a él—. Necesito que me digas si alguien te hizo alguna oferta de compra, alianza o lo que sea que hayas rechazado y pudo haber provocado esto. Yo hice mi propia lista y mi gente los está investigando.

Aprieta los labios, apoya la cadera del escritorio y se queda pensando por varios segundos.

—Archer es quien más tiene razones para jodernos. Sus planes para comprar ASysture respaldaban una sociedad con alguien en el extranjero.

Mi lengua recorre mis colmillos. La rata cobarde se fue del país y aún no lo localizamos.

—¡¿Por qué no lo mencionaste antes?!

—Nunca reveló la identidad —explica sin alterarse—. Era consciente que yo desaprobaba tu expulsión. Debe ser alguien a quien tú hayas rechazado y él le brindase la oportunidad. De modo que con tu regreso, decidió obtener lo que le prometieron por la fuerza.

Elevo y dejo caer mis brazos, palmeando mis muslos.

—¿Por qué no lanzar una OPA hostil? —refuto.

—¿Dónde estaría la diversión?

—Yo me divierto con ese método —bufo.

Me detengo abruptamente.

«Mis métodos».

El enemigo de mi enemigo puede ser destrucción. Merda. Saco mi móvil personal pero inmediatamente recuerdo que mi abogado viajó a Texas y vuelve la próxima semana. Le envío un mensaje a Enrique para que se comunique con el otro hombre que puede aclarar mis dudas.

***

Dorothy: Alonso aceptó el trato. Su primer ensayo será el jueves.

Suspiro. Ensayo al que no estoy invitada.

Regina: ¿Adele confirmó?

Dorothy: Participará sin falta.

Regina: Perfecto.

Llegan otras notificaciones de mis redes y mi sonrisa se borra.

Leif: ¿Qué le viste a ese cabrón?

Kristof: ¿Salimos esta noche?

Zayne: Mi mundo se acabará si ya no podré tocar tu piel.

Bruno: Esta polla es toda tuya, linda.

Anexa una foto de su miembro erecto. Ni me molesto en continuar abriendo el resto de mensajes. Seriamente pienso en cambiar de número otra vez.

Bianca: Dejaron en la entrada una estatua tuya de chocolate blanco. La metí a la casa para que no se arruinara con la lluvia. ¿Puedo conservarla si no la quieres?

Ruedo los ojos.

Regina: Acepta únicamente joyas, acciones, barcos, aviones y coches, el resto puedes quedártelo, quemarlo o devolverlo.

No puedo creer que sigan con esto.

A diario comentan sobre mi "vida sentimental" y no ocurre nada. No obstante, mencionan a Alonso y mi ganado entra en pánico. Ni cuando explotó el escándalo de nuestro beso en el estacionamiento se pusieron así. Miro la noche nublada por la ventana de la Range y toco mis labios, añorando sus besos. La lluvia comienza a caer con mayor fuerza, convirtiendo el paisaje en una pintura de Monet. Suspiro. Sobre mis piernas, la caja de regalo con agujeros se agita con insistencia tras cada trueno.

—Cálmate, falta poco —susurro.

Mi móvil personal vibra otra vez.

Gwain: ¿Tu estado civil cuál es?

Resoplo.

Regina: Ingobernable, indomable, divina, suculenta y poderosa.

Gwain: ¿Volverás con el tal Alonso?

Regina: ¿Tantas mujeres que te comes a diario y te preocupas por mi estado civil?

Gawain: Ninguna te iguala, ni hablan tan sucio, ni hacen esos giros que das cuando me cabalgas. Alguien lo intentó y casi acabamos en urgencias. Fue uno de los peores días de mi vida.

Regina: Abrir una escuela de seducción me haría millonaria.

Gwain: Ya eres millonaria.

Regina: Pero no súper millonaria. Siempre quiero más. La vida se construye con ambiciones.

Río bajito, imaginando que lleno mi jacuzzi de dólares y euros para hacer una sesión de fotos. ¿Lencería de cristales o encaje? Mmm. Mejor desnuda usando un collar con una joya grande.

Otro mensaje interrumpe mi fantasía.

Gwain: No desvíes el tema. ¿Formalizarán? ¿Qué tiene él que yo no? ¿Te hace gozar más? Ya sé. Viajaré hoy mismo para arreglarlo.

Chasqueo la lengua.

Regina: Ven a Chicago si así lo deseas, pero no te atenderé. Ubícate, querido. ¿Yo te pido detalles de tu vida privada? ¡NO! Somos socios comerciales, un polvo ocasional y ya.

Cierro la conversación. Mi paciencia es del tamaño de un frijol. Me interesa conservar a Gwain como inversor, pero no repetiré el mismo error de Emmett. Velaré que mi Friketto no tenga razones para sentirse inseguro de nuestra futura relación.

Llegamos a la cabaña en cuestión de minutos. Enrique baja de la otra camioneta con un paraguas que sujeta para mí, mientras me escolta hasta la entrada. Las violentas corrientes de aire me hacen estremecer. Una chica de servicio ya nos espera con la puerta abierta, más atrás miro a Tyler acercarse. Le entrego mi abrigo a Enrique.

Diana se retuerce para que su abuelo la suelte apenas me ve.

—¡Tía Regina! —Se aferra a mi pierna—. ¿Eso es para mí?

—De lo contrario no cumpliría mi papel como la tía rica que viaja por el mundo y te trae regalos. —Le entrego la caja—. Nunca te visitaría con las manos vacías.

—¡Un hurón! ¡Eres muy hemosaaaaaa!

—Hermoso —corrijo.

—¡Hemosooooo! —Diana lo acaricia con delicadeza—. Muchas gracias. Lo cuidaré y defenderé de mamá con mi vida. ¡Mira, abuelo! ¡La tía Regina me trajo un hurón!

Pierdo de vista la tela fucsia de su pomposo vestido cuando corre dentro de la casa como un imparable vendaval. Tyler alza sus canosas cejas. Sus gruesas gafas esconden unos ojos caramelo bordeados por ojeras. Tiene nariz aguileña, cabello pelirrojo canoso, complexión delgada y postura recta. Usa un elegante suéter blanco y pantalón de lino.

—A Lorena le va a dar un... —comienza.

—¡AAAHHHH! —un grito de espanto me provoca una carcajada.

—Se acostumbrará —cuchicheo.

—Más vale que pases la noche con nosotros. No permitiré que te vayas así. —Su gesto tozudo no disminuye la sonrisa de sus ojos—. Se espera que la tormenta empeore.

Martha y Lindsay intentan calmar a Lorena que se encuentra despotricando, de pie, sobre un sofá. Su mirada aterrada cambia a una acusatoria en cuanto me mira entrar al salón.

—¡TÚ! —Me señala con su índice, furiosa, y le lanzo un beso.

Diana le presenta su nuevo amigo a Lindsay, quien sólo me dedica una sonrisa tenue. Martha sí intenta abrazarme en vano, mi rechazo siempre le afecta, pero no me siento culpable. No me gusta. No tolero ese contacto. No sé por qué aún no se lo mete en la cabeza.

—Me tenías preocupada —refuta Martha—. ¿Cómo se te ocurre salir con el clima así?

—Déjala. Es Regina Azzarelli. No se le puede negar nada o hará las cosas con mayor ahínco —acierta Lindsay con su marcado acento francés—. Una vez le sugerí cambiar su outfit repetitivo de colores oscuros. —Me mira de abajo arriba y niega, resignada—. Andas por la vida vestida de negro como si cada día fuese un funeral.

—Es mi color favorito —alego indiferente. Uso un enterizo negro.

La oscuridad se acopla bien en mi vida.

Lindsay es partidaria de colores pasteles. Lleva un vestido azul claro de falda suelta. Su cabello teñido de castaño claro sujeto a un moño decorado con margaritas. Su estructura ósea tan fina, dista mucho de la exuberante de su hija. El único parecido con Lorena son sus ojos grises.

—Relájate, Martha. —Aprieto su hombro y su ceño arrugado no se despeja—. El clima no es ningún impedimento cuando yo soy la verdadera tormenta.

Diana intenta acercarse a su madre para mostrarle su hurón y Lorena chilla.

—Ragnar no te morderá, mamá. Es tan tierno. ¿No quieres tocarlo? —la voz de Diana rebosa malicia.

Le he enseñado bien.

—¡No le pongas nombre, no te quedarás con esa rata!

—No es una rata. Míralo bien. —Diana alza al hurón y avanza.

—¡ALÉJALO!

—Es un animalito inofensivo —acoto.

Tyler carga a Diana cuando se acerca nuevamente para acosar a su dramática madre. Lindsay lo sigue escaleras arriba llevándose a Mashiro quien carga las cosas del hurón. Martha se excusa con ir a terminar de preparar la cena.

Lorena y yo nos quedamos solas.

—¡Le trajiste una rata a mi hija! —rechista, histérica.

Me aguanto la risa.

—Es un hurón —resalto y me percato de sus uñas mordidas—. Diana lleva pidiéndote uno desde hace tiempo. Le traje todo lo que necesita para cuidarlo, está vacunado y castrado. No acepto devoluciones. Me reclamaste que no le dedico demasiada atención y ahora te quejas.

Baja del sofá para enfrentarme.

—¡Atención, no regalos costosos con patas y ojos malignos!

Cruzo mis brazos, estudiándola.

—No pagué nada por el hurón. Lo conseguí en un refugio que comencé a financiar por la campaña. Alguien lo abandonó —alego.

—El collar brilla.

—Por las gemas.

Su mano se estampa contra su rostro.

***

La cena se desarrolla sin conflictos. Tyler y Lindsay a cada extremo de la mesa. Estoy sentada frente a Lorena. Habitualmente junto a ella se sienta Diana, pero ella demandó el puesto junto a mí. No hace falta que le indique qué cubiertos usar para cada plato. A su corta edad, ya asiste a clases de etiqueta y modelaje. Su entrecejo fruncido en lo que el resto me escucha hablar de mis planes.

—¿Aún no tienes indicios de quién pudo ser? —molestia en el tono de Tyler. Sus nudillos, que rodean la copa de cristal, se vuelven blancos.

—Estamos investigando por nuestra cuenta. —Limpio mis labios con una servilleta—. Hicieron un escándalo porque no reporté el desfalco y ahora, las autoridades ni están colaborando.

—Tampoco confío en el sistema. —Bebe de su copa con tinto, pensativo—. Necesito mis turbinas cuanto antes. Confío en ti, Regina. Ningún otro proveedor ofrece tal calidad. ¿Qué falta para que las fabriquen de nuevo? 

Muerdo el interior de mis mejillas y no demuestro signos de victoria. Tyler Specter es un magnate de la energía. Un socio de primera categoría. Nuestro convenio de piezas elaboradas con grafeno va destinado a reformar sus generadores eólicos, hidráulicos y solares.

Confirmar que todavía cuento con su apoyo, a pesar de las difamaciones, se siente como rejuvenecer diez años.

—Transferimos lo poco que se salvó a Texas y estamos reponiendo los pedidos a tiempo record.

—Yo no soy cualquier cliente —acota con arrogancia.

—Lo sé, eres el mejor y por eso he pedido prioridad máxima para ti —mimo su ego—. La remodelación de la planta se está retrasando por los federales. Los hijos de puta no...

—Tía, no digas malas palabras. —Diana golpea la mesa con su tenedor.

Lorena casi escupe su vino.

—Diana, es de mala educación interrumpir a los adultos —reprende Lindsay.

Si yo fuera otra persona, Lindsay reprocharía mi vocabulario pero es tan sumisa y "recatada", que lo ignora porque Tyler me aprueba.

—Mi maestra dice que las groserías son de muy mala educación.

Carraspeo.

—Tu maestra tiene razón —concedo y Diana sonríe.

Tyler decide posponer la conversación y continuar en su oficina mañana. Lindsay toma el valor para hablar sobre los encargos de su floristería dirigidos a mí y Lorena desvía el tema hacia mi campaña publicitaria. Después de cenar, me encuentro en la habitación de Diana contándole sobre mis viajes y, de forma limitada, cómo he acabado con cada uno de mis enemigos. Le encanta escuchar lo empoderada que es su tía. Me quedo con ella hasta que se duerme.

Lorena me espera en el pasillo y mueve su cabeza para que la siga. Sé que algo sucede con sólo mirar sus ojos. Caminamos en silencio hacia la habitación que Martha preparó para mí y cierro la puerta. Extrae un papel del bolsillo de su pantalón.

—A primera hora me llegó ese correo —susurra con voz trémula.

Mis dientes rechinan. Sin duda esto es obra de Sullivan o de su jefe.

Ya no más buena prensa para Regina Azzarelli o despídete de tu puesto como editora. Acabaremos con la revista.

—¿Tyler lo sabe? —mascullo.

Sujeta mi muñeca y me arrastra hasta el baño.

—No puede enterarse —dice muy seria, tensa—. Amo a mi padre, sé que para él soy su mundo; pero es tan rencoroso que todavía no supera que no escogí las ramas del negocio familiar. Si pierdo la revista, verá una oportunidad para obligarme a entrar en Specter Industries.

—Es imposible que no se entere si el ataque empeora.

Sonríe de lado.

—Qué suerte que mi hermana sea una cabrona que disfruta arruinar la vida de los pobres ciudadanos.

Nos miramos fijamente por un largo rato. Puedo saborear su determinación, no cederá.

—Bien. Me ocuparé. —Doblo el papel—. Nada tiene que ver con que me estén involucrando. Es una amenaza directa para ti. Se meten contigo, se meten conmigo.

—Por eso te amo. —Evito que me abrace pero igual consigue plantarme un montón de besos en el rostro.

—¡Ya! ¡Sin drama que me arrugas! —me quejo de mal humor—. Estoy agotada. Ve a dormir y sueña con el hurón para que te acostumbres. Ahora es de la familia

La empujo fuera del baño. Ríe entre dientes.

—Uf, dormir nada. —Revisa su reloj—. En quince minutos me conecto con Eugene para una caliente videollamada. Papá no lo quiere aquí. No me cree cuando le digo que es el amor de mi vida.

Tuerzo la boca.

—Te evita un tercer matrimonio.

—¿Y qué si me quiero casar? —suena ofendida.

—Lo mismo dijiste sobre Quentin y Stefan.

—Eugene es diferente.

Bufo.

—Mis servicios para castrarlo están disponibles.

—No me hará daño, Regina. —Vuelve su gesto serio—. ¿Por qué eres tan negativa?

—Precavida. —Alzo una ceja—. Estoy minimizando las posibilidades de desintegrar un cadáver en la madrugada. Eres muy fácil cuando te endulzan el oído.

—Aprende un poco de mí y comienza a ceder. Dime los beneficios de tener sexo todos los días.

Frunzo el ceño sin entender a dónde quiere ir. Me siento en el borde de la cama.

—Mejora la salud del corazón, fortalece el suelo pélvico, reduce los niveles de estrés, alivia los dolores de cabeza, ayuda con la autoestima, quema calorías... —Sacudo mi mano—. Son muchos y por eso me encanta.

Sonríe con picardía.

—Ahora, mi querida ninfómana, imagina hacerlo todos los días con alguien a quien quieres y entenderás el paraíso que te estás perdiendo.

El fuego crepitante de la chimenea atrae mi atención. ¿Cómo algo puede ser tan hermoso y destructivo a la vez?

—Me odia —murmuro, triste.

Lorena se sienta a mi lado y pasa su brazo por mis hombros. Apoyo mi cabeza en la suya y presiono una mano contra mi corazón repentinamente acelerado. Los muros que retienen mi angustia se agrietan y lucho por mantenerlos alzados.

—He comprendido que Alonso es más emocional que racional. Lo abandonaste en un momento oscuro de su vida mientras afrontabas el tuyo propio. Se siente traicionado —musita con tono maternal. Cierro los ojos—. Las mujeres solemos juzgar a los hombres porque no nos comprenden; pero la verdad que nadie admite, es que esperamos que ellos adivinen por gracia de los espíritus lo que nos sucede. Ellos no funcionan tan excelente como nosotras. Sé que no es fácil para ti ser comunicativamente abierta, pero debes explicarle tus motivos.

Niego con la cabeza, cansada.

—Es un hombre muy listo. ¿Cómo no pudo analizar las consecuencias? Nos vimos por unos minutos públicamente y ya somos portada de revista. Imagina qué hubiera pasado hace un año durante mi proceso legal. ¡Fue mi maldito auditor! Hice todo lo que estuvo a mi alcance para protegerlo y ahora me odia. Preví su reacción desde el principio, pero es muy diferente pensar a vivirlo en carne propia.

»Odio que me odie —refunfuño.

—Siéntense a hablar y, a partir de entonces, sabrás si vale la pena rescatar o no su relación. —Me acaricia el cabello—. Cometiste un error, lucharás por él para demostrarle que estás interesada y comprometida, pero sin arrastrarte por su perdón. Amar también es dejar ir.

Paso saliva para bajar el nudo en mi garganta.

—Le estoy dando espacio y tiempo para recapacitar. No quiero que se sienta presionado. Me llamó acosadora por ser persistente. ¿Puedes creerlo?

—Eres bastante pesada, perra lenta —farfulla y la miro—. Dale tiempo después de aclarar la situación, no antes. Las palabras son tan importantes como las acciones. Necesita escucharte verbalizar lo que sientes por él. ¿Lo extrañas?

—Diariamente —arrastro las sílabas.

Los orgasmos son más potentes cuando pienso en él.

—Alonso es guapo, detallista, romántico, músico, cocina, microempresario y le gustan los niños. Si no lo recuperas rápido, otra zorra se adelantará y no lo va a soltar. El traje de capitán le marcaba un culo que no le envidia nada al de Chris Evans. —Sube y baja las cejas—. Yo también estaría tras sus huesos si no tuviera a Eugene.

La fulmino con la mirada y tuerzo la boca con disgusto por la imagen. Una cosa es imaginar a Alonso continuando su vida y siendo feliz sin mí... otra muy diferente, es imaginarlo con una lagarta que no me llega ni a los talones.

Nadie lo hace.

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Regina siendo amenazada con arresto es un clásico XD

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