Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ₁₈

Kim Taehyung

[Flash-back]

Segunda vez que pisaba el despacho del alfa en esta semana.

Me sentía ligeramente nervioso y asustado, no por lo que pudiera sucederme en aquel despacho o por lo que el gran alfa pudiera hacerme, sabía a ciencia cierta que aquella misma tarde sería desterrado de la manada de los Sang , lo que realmente me causaba temor era mi futuro ¿qué haría ahora? No sabía si mi madre seguía en la misma manada de la que procedía y de ser así no tenía ni la más mínima idea de cómo llegar.

Seguí mirando el cuero desgastado que cubrían mis viejos zapatos, esperando a que el alfa se decidiera a hablar.

Su mirada inquisidora me analizaba de arriba a abajo, negaba con su cabeza a la vez que le daba vueltas al bolígrafo que sujetaba en sus manos.

— ¿Qué debería hacer contigo? —bufó—. La lapidación me parece un castigo de lo más justo, pero teniendo en cuenta tu condición me resulta demasiado ofensivo para las piedras, es un gasto de energía innecesario pudiendo dejarte en el bosque. Que el hambre y la sed acabe con tu vida suena mucho más eficiente.

Escuché sus palabras con atención, en cierta medida su decisión me parecía de lo más benevolente, morir apedreado no sonaba muy agradable.

Asentí con sumisión aceptando mi sino, alzando mi vista, despegándola de mi calzado, intentando asumir aquel veredicto con algo de dignidad y no como una niña llorona.

El alfa Sang se levantó de su silla, acercándose a mi, dejando que su olor me rodeara, nunca pensé que un olor tan bueno como la hierbabuena lo podría portar un ser tan podrido como lo era aquel alfa.

Se quedó quieto a lado mía, sin siquiera tocarme, sabía que aquel gesto no era por respeto hacia mi persona, más bien lo hacía por asco, le causaba repulsión tocarme.

No entendía todo aquello, aquel alfa era demasiado propenso a discriminar todo ser que ante sus ojos no era puro o válido.

En pocos minutos aparecieron otros dos alfas por la puerta, sin siquiera esperar ordenes ambos me cogieron por los brazos levantando mi cuerpo y llevándome fuera de aquel despacho.

Arrastraban mi cuerpo por los pasillos de aquella casa, pasando por cada puerta sin detenernos, todas aquella estaban cerradas, a excepción de una.

Al pasar por aquella entornada puerta pude ver durante escasos segundos lo que había tras ella, una pequeña niña abrazada así misma, ahogando un llanto de lo mas silencioso. Deduje que sería la misma niña del otro día, la hija del alfa.

No pude evitar sentir compasión por ella, tener un padre así, sin duda, sería uno de los peores castigos que te podían tocar en esta vida.

Salimos de la gran casa del alfa, siendo esta vez arrastrado por la tierra que cubría el suelo de la aldea, cruzamos por delante de todas las casas del territorio de los Sang, llegando por fin a sus límites.

Aquellos dos alfas no se dignaron a mediar palabra conmigo, simplemente me dejaron caer sobre la tierra del bosque dándome por ultimo una patada en el estomago en señal de despedida.

Abracé mi estómago ante tal impacto, aquella patada había sido tan fuerte que parecía haberse llevado el aire de mis pulmones con ella.

Cuando la zona adolorida dejó de arder me moví dispuesto a levantarme, armarme de valentía y encauzarme en la que seguramente sería la caminata más larga de mi vida y probablemente la última.

Caminé y caminé, escuchando como las hojas secas se partían bajo mi paso, como el sol poco a poco se iba escondiendo tras las montañas dejando que un color rosado cubriera el paisaje.

Ante todas aquellas vistas, los arboles, el color del cielo, pequeños pájaros que aun revoloteaban contra el viento, no pude evitar pensar en mi madre, en cómo estaría ahora y en lo decepcionada que se sentiría de mi si viera como he acabado, desterrado de una manda en la que quizá podría haber encontrado lo que buscaba, más bien lo que ella ansiaba que yo encontrara, un buen alfa como mi padre y un feliz futuro a su lado.

Desanimado, desbastado y más que asqueado por todo lo que había tenido que soportar durante las últimas semanas seguí caminando, pues si algo me había enseñado mi madre es que nunca hay que darse por vencido, la vida era un regalo, un increíble regalo que no podía desperdiciar o echar a perder, por muy duros o difíciles que fueran los acontecimientos.

La noche se iba acercando y el frío comenzaba a adueñarse de mi cuerpo haciéndome tener la necesidad de parar e intentar cobijarme en algún árbol o arbusto que me resguardara de aquel frío.

Conseguí un lugar a los pies de un árbol, arranqué algunas de sus débiles pero grandes ramas y las coloque sobre mi cuerpo.

En posición fetal, cubierto de hojas y con las mejillas húmedas caí rendido en un profundo sueño.

.

.

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Sentí una ligera presión sobre mi cintura y piernas, haciéndome abrir los ojos de golpe encontrándome con un panorama de lo más extraño y aterrador.

Un alfa con una bonita nariz afilada y olor a bosque me cargaba en sus brazos antes de que me alejara de el asustado como si tuviera la lepra, dándome así la oportunidad de observar a mi alrededor, una habitación repleta de alfas y sus fuertes olores.

Con el terror instalado en mi cuerpo por no tener ni idea de donde me encontraba y quienes eran todos esos enormes y fuertes alfas, miré en todas las direcciones intentando encontrar una salida que fuera viable, encontrándome con nada.

Estaba a punto de entrar en estado de pánico, sobre todo cuando vi levantarse al alfa que se encontraba sentado en una especie de trono.

Se acercó a mi con lentitud, dejando que su aroma llegara a mis fosas nasales, un intenso aroma a chocolate puro.

— ¿Cómo te llamas?— preguntó de forma suave y pausada.

El ultimo alfa que me había dedicado un tono de voz tan suave y calmado había sido mi padre.

Enmudecí ante su pregunta, agachando mi cabeza asustado, con un ligero temblor instalado en mi cuerpo.

— ¿De que manada procedes? —siguió preguntando con la misma suavidad.

Tragué saliva antes de responder a dicha pregunta.

— Sang —contesté titubeante escuchando como los murmullos emergían en la habitación.

El alfa gruñó haciendo que el silencio reinara en la sala.

— ¿Acaso has sido desterrado?

Asentí en respuesta haciendo que los murmullos se repitieran.

— Si no tienes a donde ir puedes quedarte aquí —sugirió.

Negué con mi cabeza de inmediato mirando a mi alrededor asustado, no quería pasar la noche con ningunos de aquellos alfas.

El alfa cerró los ojos asintiendo, como si comprendiera mi miedo.

— Fuera —ordenó con decisión.

Pensé que se refería a mi, pero decline aquel pensamiento cuando vi cómo todos los alfas abandonaban la habitación.

Quedarme a solas en la habitación con el joven alfa me hacia querer echarme a llorar.

— Mi nombre es Jeon Jungkook, tengo 16 años y soy el alfa de la manada Jeon —se presentó de la nada—. Sé lo que sucede en la manada de los Sang, sé de primera mano a lo que se dedican y cómo tratan a todo aquel que no sea un alfa o un beta, aquí no sucederá eso mientras yo viva —declaró ganándose una mirada extrañada por mi parte—. Puedes hospedarte en el ala de los omegas, allí esta prohibida la entrada de cualquier alfa por lo que no tienes por qué preocuparte, estarás seguro y a salvo. Llamaré a una omega para que te acompañe y te explique todas y cada una de las normas de convivencia de esta manada —concluyó guiándome hacia la salida.

No daba crédito a todo lo que estaba escuchando.

— ¿Por qué haces esto? —pregunté desconcertado.

Jungkook paró en seco antes de girarse, mostrando una mirada de lo más dolida y lastimera.

— Porque debo enmendar mis errores.

.

.

.

Sang ___

Cogí un vaso de una de las estanterías de la cocina, con el propósito de prepararme un caliente vaso de leche que me reconfortara.

Dejé caer la leche sobre el vaso, escuchando el sonido que producía el vidrio al ser rellenado, miraba fijamente aquel hilo blanco, perdida en mis pensamientos, desde que salí hace escasas horas de la sala de entrenamientos no había podido prestar atención a ninguna de mis acciones, dándole vueltas una y otra vez a, no solo a aquella palabra y su significado, sino que también a mi comportamiento.

El comportamiento de mi loba me tenía sumamente descolocada, jamás me había sucedido algo así, teníamos nuestros roces y distintas opiniones pero jamás había tenido la osadía de tomar el control. Lo más desconcertante es que en este momento ella se encontraba ausente, como si no estuviera dentro de mi, algo realmente inusual, incluso comenzaba a echar de menos sus comentarios desafortunados.

Conseguí rellenar el vaso sin derramar nada, cogiéndolo con cuidado antes de meterlo en el microondas.

— Con dos minutos bastará —aconsejó Jin sentado en una de las sillas junto a una gran mesa que había en la cocina.

Él mismo había sido quien me había sacado de la sala de entrenamientos, acompañado a mi habitación para que tomara una larga ducha y por último me había obligado a comer algo, era por eso que ahora nos encontrábamos en la cocina.

Obedecí ante sus palabras programando aquel cacharro que desprendía radiacción no ionizante durante dos minutos.

— ___ —llamó Jin mi atención—. Deberías sentarte —sugirió levantándose él mismo de su asiento, sujetándome del brazo, guiándome hacia la silla—. ¿Te encuentras bien? pareces un zombie.

Asentí en respuesta ganándome una mirada de lo más preocupada por parte del beta, de seguro debía preguntarse qué había sucedido en la sala de entrenamiento para que Namjoon haya tenido que entrar a separarnos.

— ¿Quieres hablar de ello? —formuló con prudencia—. ¿Ha pasado algo que te tenga así? Puedes confiarme tus preocupaciones y pensamientos, te aseguro que no saldrán de esta cocina —aseguró con una sinceridad que pocas veces había visto.

Todas aquellas palabras me hicieron reflexionar aun más, debatir en mi interior si debía hablar o no, quizás sacar alguna de las cosas que llevaba dentro ayudaba a que estas no se terminaran pudriendo en mi interior.

— Mi loba ha tomado el control, no me había pasado eso nunca —confesé mirando a un punto fijo de aquella ordenada cocina, sentirse así era de lo más extraño para mi.

— ¿Eso es lo que te tiene así de pensativa?

— Eso es solo el 7% de mis pensamientos —confesé, que descubrieran mi verdadera condición, que mi padre se enterara de donde me encontraba y aquella dichosa palabra tranquilizadora para Jungkook ocupaban el restante de mis pensamientos, por no mencionar mis traumas y paranoias, estas últimas posiblemente serían las que más peso tenían en mis pensamientos.

— ¿Y el resto? —preguntó con cierta curiosidad.

Lo miré con cierta desconfianza, no sabía si debí indagar en aquel tema, de seguro personal para Jungkook, o no, o si siquiera Jin estaría dispuesto a contestarme.

De perdidos al río.

— ¿Qué significa Arcadia? —formulé con cierto temor por la reacción que el beta podía tener.

— ¿Quién te ha dicho eso? —dijo frunciendo el ceño de forma exagerada, se veía más que sorprendido.

— Es lo que Namjoon le dice a Jungkook para que se calme —respondí con rapidez esperando que contestara a mi pregunta.

— No vuelvas a decir esa palabra, jamás —gruñó enfadado, levantándose de su asiento—. Sácala  de tu memoria, olvídala y no seas tan necia e insensata de preguntar algo así.

— ¿Por qué? —insistí frunciendo mi ceño también, los misterios eran algo que me quitaban el sueño y despertaban mi suicida curiosidad.

— Porque no tienes porqué saberlo todo, por que esa palabra es demasiado peligrosa para que tus labios la pronuncien y porque como nos escuche Jungkook hablar de esto nos mata a los dos —enfatizó aquella última palabra señalándonos a ambos.

— ¿Tiene algo que ver con la poesía? El país imaginario en el que reina la sencillez, la felicidad y la paz —dije como último recurso para averiguar el significado que aquella palabra llevaba consigo, en estos momento agradecía infinitamente los millones de libros que había leído en la soledad de mi habitación y todos los conocimientos que estos me habían aportado, aunque fueran de lo más escasos.

Jin me miró incrédulo, como si no creyera que, a pesar de todas sus advertencias, yo seguía preguntando.

— ___ olvídalo —pidió casi con suplica.

— Tan solo dime porqué es tan importante esa palabra, cuanto más trates de esconder su significado más ganas tendré de averiguarlo.

Mi palabras hicieron a Jin negar con su cabeza a la vez que andaba de un lado a otro.

— No, Jungkook no quiere que se sepa, es demasiado peligroso, demasiado importante como para andar de boca en boca —se negó por última vez antes de salir de la cocina, dejándome con la única compañía de un vaso de leche caliente.

Huir de aquella conversación de la manera que lo hizo el beta lo único que consiguió fue aumentar mis ganas de descubrir lo que sucedía tras aquella atípica manada de lobos.

Di un pequeño sorbo al vaso que portaba en las manos, notando como el calor de la leche descendía desde mi garganta hasta mi esófago, perdiéndose en las profundidades de mi vacío estómago.

Me preguntaba dónde estaría Jungkook ahora, y cómo estaría después de nuestro fatídico entrenamiento.

En estos momentos me apetecía hablar con él, preguntarle como se encontraba y si se sentía igual que yo cuando su lobo tomaba el control de su cuerpo.

No sabía de donde nacían esas ganas de verlo pero estaban ahí.

Todo esto se sentía demasiado extraño, jamás pensé que quería la compañía de un alfa y mucho menos que me preocuparía por uno, aquí era cuando me daba cuenta de las vueltas que daba la vida y de que nunca debía decir nunca, pues ahí la negativa ya estaba.

Apoyé mi cabeza sobre la mesa, cerrando los ojos, pegando el caliente vaso a mi mejilla, dejando que el calor me inundara.

Me sentía increíblemente cansada y con una inmensas ganas de acostarme en mi cama, pero mi cansancio no me lo permitía, un autentico debate en el que quería ir a dormir, pero aquello implicaba movimiento, cosa que en aquel momento no estaba dispuesta a hacer.

Acurrucada sobre mi propio brazo, sentada en una de las sillas de la cocina caí en los brazos de morfeo.

.

.

.

Me removí buscando mayor confort, encontrándome con una superficie con olor a chocolate de lo más dura.

Abrí mis ojos con rapidez, topándome con el pecho de Jungkook, el cual me cargaba sobre sus fuertes brazos.

Lo miré desde mi posición, observando su mandíbula de lo más afilada e imberbe, su terso cuello, era un alfa realmente atractivo, me sorprendía aquello de que no había estado con omegas antes.

Jungkook pareció notar mi repentina ausencia de sueño, bajando su mirada hasta encontrar la mía, curvó sus labios levemente al verme, como si se alegrara de que hubiera despertado.

Siguió caminando sin decir nada, llegando en pocos segundos a la que era nuestra habitación.

Entró en ella en completo silencio, cerrando la puerta tras nosotros, caminando hacia la cama.

— Jungkook —lo llamé antes de que me dejara sobre la cama.

— Dime —respondió con un tono de lo más calmado.

Ni siquiera sabía por qué lo había llamado, era simplemente esa extraña necesidad de escuchar su voz.

Al ver que me quedaba callada me regaló una risueña sonrisa.

— ¿Estas bien? —preguntó.

No sabía la cara que tenía en aquel momento, pero debía ser bastante mala cuando todo el mundo me preguntaba lo mismo.

— Nunca había perdido el control así, no me gusta como se siente —confesé.

— Creo que ese sentimiento no le gusta a nadie lobita, ese miedo e impotencia son desgarradoras, ves como todo pasa a tu alrededor sin poder hacer nada, cómo a pesar de esforzarte termina sucediendo y acabas haciendo justo lo que odias —habló con una marcada profundidad en sus palabras mientras me depositaba sobre la cama, y comenzaba a arropar mi cuerpo con las blancas sábanas, un acto al que comenzaba a acostumbrarme.

— Un día me dijiste que te saltaste las normas —comenté de la nada, algo bastante típico de mi, era como si todos mis pensamientos y recuerdos viajaran de un lado a otro en mi mente y de manera momentánea uno de estos recuerdos, pensamientos o preguntas salieran a la luz sin siquiera darme cuenta, algo así como un acto involuntario.

— Recuerdo ese día —asintió terminando de arropar mi cuerpo—. Buenas noches lobita —cortó toda intención de mantener una conversación, besando mi frente y haciendo el amago de desaparecer.

Jungkook tenía una manera un tanto peculiar y amable de decir que no quería hablar de aquello.

— ¿Dónde vas? —alcancé a preguntar antes de que abandonara la habitación.

— A mí despacho.

— ¿No dormirás aquí? —formulé recordando que no habíamos hablado acerca del entrenamiento, en realidad parecía que nunca había tenido lugar a juzgar por la manera que teníamos de comportarnos.

— Tengo cosas que hacer —respondió con rapidez.

Algo dentro de mí me decía que aquello no era del todo cierto.

— Puedo escuchar cómo tú corazón se acelera cada vez que la mentira emerge de tus labios —utilicé sus mismos métodos de polígrafo andante.

Aquello hizo sonreír a Jungkook, quien abandonó su posición, dejando la puerta de lado mientras se acercaba a mi.

— ¿Esa es tu manera de pedirme que me quede? —formuló alzando una ceja en modo juguetón.

— ¿Te quedas a dormir? —dije ignorando su pregunta.

— ¿Quieres que me quede?

— No contestes mis preguntas con más preguntas ¿te quedas o no? —hablé intentando no sonar a la defensiva.

— Has empezado tu ¿quieres que me quede o no? —continuo con aquel tono juguetón, sabía de sobra que este tipo de cosas me molestaban.

— Esta conversación es absurda —bufé cruzándome de brazos.

— ¿Tanto te cuesta decirlo? —dijo esta vez con algo más de seriedad.

— No me cuesta, me arde —confesé.

Algunas personas pensaban que mi comportamiento se debía a que era una orgullosa de mierda, cosa que en parte era verdad, pero había algo más que eso, tenía un increíble sentimiento de miedo al pronunciar aquellas palabras de "Jungkook quédate conmigo", miedo a que su respuesta fuera negativa, a que me dejara sola aún pidiéndole su compañía, dolía más que te rechazaran que quedarte con las ganas de pasar tiempo a su lado, o al menos así era como lo sentía yo.

Jungkook suspiró negando con su cabeza.

— Me encantaría pasar la noche contigo ___ —dijo sorprendiéndome gratamente, pensé que insistiría en escucharme a mí decir aquello.

— Pero... —añadí, la forma en la que había terminado la frase indicaba que un "pero" era lo que se avecinaba.

— El "pero" eres tú lobita ¿aceptas o declinas mi oferta?

No respondí con palabras, en su lugar levanté las sábanas que se encontraban a mi lado, dando a entender que se metiera en ellas.

El alfa captó mi mensaje caminado hacia la cama y tumbándose sobre ella, a mi lado.

— ¿Duermes en vaqueros? —pregunté extrañada al ver que no se había esperado a ponerse el pijama.

— No —negó con simpleza.

— ¿Entonces por qué los llevas puestos?

— Me los quitaré cuando te quedes dormida —aclaró.

— Ah —contesté algo avergonzada, parecía que lo estaba azuzando para que se quitara la ropa.

La habitación se quedó en completo silencio, ambos tumbados en la cama, bajos las sábanas, mirando al techo y dejando un gran espacio entre nuestros cuerpos.

No parecíamos los mismos lobos que se besaban en la sala de entrenamientos.

— ¿Prefieres que me los deje puestos?

— Lo que tu quieras Jungkook.

— Esta bien —dijo metiendo sus manos bajo las sábanas, quitándose los pantalones y lanzándolo lejos de nosotros—. Suelo dormir algo más ligero de ropa —aclaró deshaciéndose también de su camiseta.

Aparté mi vista, intentando con todas mis fuerzas no mirar, misión complicada a decir verdad.

Ambos seguimos en completo silencio, me hacia gracia pensar lo distinto que éramos a nuestros lobos, esos peludos seres llenos de pasión, donde la continencia no existe, mientras que nosotros, o por lo menos yo no podía dar una paso a delante sin preguntármelo cientos de veces.

— Siento lo de la sala de entrenamiento —me disculpe, necesitaba hacerle saber que realmente me sentía mal por haber perdido el control y haber estropeado su entrenamiento.

— Lobita —suspiró el alfa sin dudar en arrastrar mi cuerpo por toda la cama hasta dejarme pegado a él—. No tienes que lamentar nada, el entrenamiento era para mi, no para ti, debería ser yo el que se disculpe contigo —confesó pasando las yemas de sus dedos por mi mejilla, apartando mi cabello que cubría parte de mi rostro.

— Pero... —intenté rebatir siendo cortada por un fugaz beso en los labios.

— No le pongas tantos "pero" a la vida lobita, esta ya te da suficientes como para que tu sigas añadiendo —aconsejó con una tierna sonrisa.

Asentí en respuesta observando esos ojos azabaches con sumo detalle.

— ¿Puedo preguntarte algo? —formulé algo indecisa.

— Siempre.

— ¿De verdad nunca has estado con una omega? —hablé algo sorprendida, era bastante extraño que nunca hubiera estado en compañía de una omega aunque fuera tan solo durante sus celos.

— Nunca —respondió con seguridad.

— ¿Por qué?

— Ya te lo dije, su olor no me parece atractivo.

— ¿Y por qué el mío si? ¿Por qué de entre todas las omegas decides estar a mi lado? ¿Por qué yo cuando hay 10.000 omegas mucho más guapas, más validas, con mejor olor y temperamento? —dije todo aquello tal cual lo sentía.

— La belleza muchas veces se haya en la diferencia, yo intento ser diferente del resto de alfas, tu ya eres diferente ___. Contestando a tu pregunta de por qué tu y no ellas, pues es bien sencillo lobita, sé distinguir el oro de la pirita.

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La pirita es conocida popularmente como el "oro de los tontos" por el gran parecido que comparte con el oro.

Subiré unas cuantas cositas durante esta semana 💜💜

Muchas gracias por leerme💜💜💜

Love u Sinners ❤❤❤


Pd:

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