Encuentro en el subterráneo
La joven de ojos escarlata encontró una llave en forma de pica de color azul, con la que comenzó a abrir las distintas habitaciones que se encontraban cerradas por toda la comisaría, entre ellas la biblioteca de la segunda planta, la oficina oeste de la planta baja, y la sala de espera de la segunda planta. Mientras investigaba, la mujer de ojos rubí caminó hacia el almacén oeste tras percatarse de que necesitaba resolver el puzzle de la estatua de la sala principal. Tras hallar el explosivo y la pila que necesitaba, la joven caminó por el corredor que precedía al almacén oeste, encontrándose por el camino con dos lickers, los cuales logró evadir gracias a su sigilo. Entró a la estancia y tras hacer caer un cadáver de un infectado y rematarlo por si las moscas, colocó el explosivo en la reja, detonándolo con éxito y obteniendo así la medalla de la diosa tras varios intentos con el código. Fue ese instante en el que otro licker entró a la estancia, aunque en esa ocasión no logró evadirlo, por lo que tuvo que acribillarlo a disparos, incluso saliendo lastimada en el hombro izquierdo, en cuya mano sujetaba la linterna. Continuó su recorrido por la comisaria con calma, tras encontrar la manera de vendarse el mordisco y evitar así el sangrado, aunque ella sabía a ciencia cierta que no serviría de mucho. Con una gran suerte, la joven encontró una tarjeta electrónica, a la cual logró dar uso para conseguir una escopeta en la armería. Tras salir de allí continuó su camino en silencio, pero de pronto debió quedarse inmóvil al escuchar unos pasos que reconocería en cualquier lugar.
El T-103... ¿Lo han mandado a buscarme? ¿O quizás tiene otro objetivo?, pensó la mujer, quedándose escondida tras un hueco en las escaleras, al amparo de las sombra que ésta le otorgaba. Contuvo el aliento, dejando incluso de respirar por un minuto mientras el Tyrant rebuscaba por las inmediaciones. Observó por el rabillo del ojo cómo de pronto el Tyrant parecía interesado en algo más, girándose rápidamente en dirección a las escaleras que conducían al segundo piso. La de cabello carmesí subió al segundo piso de la biblioteca sin ser detectada por el Tyrant, decidiendo conectar su portátil con las cámaras de seguridad, percatándose de que el joven de cabello rubio-castaño llamado Leon acababa de darse de bruces con el T-103, quien ahora lo estaba persiguiendo. Cerró con rapidez el portátil y corrió al segundo piso de la comisaría, asegurándose de atacar al Tyrant sin que se percatase de ello, asestándole un contundente golpe por la espalda desde el aire, pues había aprovechado para dar una corta pero silenciosa carrera por la pared, además de un disparo a bocajarro con la escopeta que había cogido prestada de la armería. Con todo, Cora sabía que solo lo dejaría aturdido por unos 30 segundos, por lo que una vez lo dejó de rodillas, corrió hacia el joven con presteza, quien la observaba con una mezcla de estupefacción y admiración.
-¡Vamos, no hay tiempo que perder! -exclamó, agarrando su brazo izquierdo y corriendo con él hasta el cuarto oscuro, donde se refugiaron-. Aquí no podrá entrar -murmuró, escuchando los inconfundibles pasos del experimento de Umbrella.
-¿Pero qué es lo que...?
-Shh -lo cortó la joven de cabello escarlata, colocando su dedo índice en sus labios en un gesto de silencio absoluto. En ese instante, los pasos del T-103 estuvieron rondando el exterior de la habitación por unos minutos, hasta que al final se alejaron de allí-. Ya estamos a salvo.
-¿Puedes explicarme cómo es que has logrado incapacitarlo tan fácil? -inquirió Leon en un tono desconfiado, sus ojos grises no abandonando el rostro de la mujer que se encontraba en la estancia con él.
-No lo he incapacitado -rebatió ella en un tono serio-. Únicamente lo he aturdido -clarificó-. Hará falta más que lo que he hecho para derrotarlo.
-Ya veo... -comentó Leon, aún desconfiando de su calma y su aparición oportuna-. Soy Leon. Leon Kennedy, ¿y tu?
-Acro. Acro Smith. -se presentó la joven con un nombre falso, pues no estaba segura de que debiera confiar en él, estrechando con algo de reticencia la mano que el joven le extendió.
-¿Sabes qué es lo que está pasando? -inquirió Leon, aún confuso por la situación en la ciudad. La joven debatió en su mente si debía replicar y contarle algo de lo que sabía, por lo que optó por dejarle saber algo de su información.
-No sé demasiado, pero esto tiene pinta de ser un brote de virus -comentó, cruzándose de brazos-. Dicho lo cual, si vas a intentar buscar una salida de este lugar, te vendrá bien esto -sentenció, antes de despojarse de la escopeta y la munición, entregándosela a Leon.
-Gracias -dijo el joven de cabello rubio-castaño, tomando la escopeta y su munición correspondiente-. De hecho, he encontrado una salida -admitió-. Sin embargo, para acceder al pasadizo subterráneo necesitamos tres medallas. He encontrado dos, pero la tercera está desaparecida.
-Una medalla... ¿Cómo ésta? -preguntó Cora, dejando la medalla pasar por entre los nudillos de su mano derecha, sujetándola entre sus dedos índice y corazón-. He tenido la suerte de encontrarla hace un rato. Toma -sentenció, lanzándole la medalla con el dedo pulgar.
-Genial -se alegró Leon, dejando ver una sonrisa aliviada en sus labios-. Ahora podremos salir de aquí -propuso, lo que provocó que Cora arquease una ceja.
-¿Podremos? -cuestionó la de cabello carmesí y piel pálida.
-Bueno, no pretenderás continuar tu sola por estos lugares, con tantos infectados... ¿No? -indagó el novato del R.P.D., su tono de voz de pronto algo irónico.
-Pues francamente, no me ha ido mal hasta ahora -se sinceró la de pelo rojo, a pesar de que incluso ella sabía que sus probabilidades de sobrevivir en Raccoon City aumentarían de ir acompañada.
-Sabes tan bien como yo que ninguno duraremos más de un día sin la ayuda del otro -rebatió Leon, su tono serio-. Vamos, tenemos que salir de aquí. Los tres.
-¿Los tres? -indagó la de ojos escarlata-. ¿Has venido aquí con alguien más?
-En efecto. Se llama Claire Redfield -afirmó Leon-. Está buscando a su hermano mayor, y buscando información sobre su hermana mayor, quien, según me ha dicho, desapareció hace mucho tiempo -le informó, lo que provocó que por un momento la respiración se contuviera dentro de Cora-. ¿Y qué hay de ti? ¿De dónde has venido? ¿Y por qué estás aquí?
-He venido de un lugar muy alejado. Llevo días viajando en busca de una persona cercana a mi -replicó Cora sin querer dar demasiados detalles.
-Oh... ¿Un novio?
-No -negó ella-. Nunca he tenido pareja. De todas maneras, no es un tema del que me guste hablar -le indicó-. Dejemos la cháchara para otro momento. Tenemos un puzzle que resolver -comentó antes de recargar sus armas-. Si nos encontramos con esa cosa, no luches. Corre. Es imposible de matar.
-¿Cómo puedes estar tan segura, Acro? -se extrañó Leon.
-Tras haberle disparado con la escopeta ya debería haber caído al suelo y no haberse levantado, ¿no crees? Incluso si le hubiera vaciado todo el cargador no le habría hecho ni un rasguño. Ya lo has comprobado -rebatió en un tono serio antes de colocar sus pistolas en las pistoleras de las piernas, los ojos grises de Leon no pudiendo evitar el recorrer su anatomía-. ¿Algo interesante? -inquirió, posando su mirada en el joven de cabello rubio-castaño.
-Esto, no, claro... Quiero decir, claro que no... -negó con nerviosismo el policía, desviando su mirada y carraspeando-. Vámonos.
Ambos se miraron y asintieron, antes de dirigirse a la sala principal de la comisaría en silencio y con cuidado de no alertar al Tyrant de su posición. Sin embargo, por el camino se encontraron una horda de zombies que les dificultaron el paso a grandes rasgos, por lo que tuvieron que abrirse camino a balazos, los cuales pronto alertaron al T-103, resonando sus pasos por el lugar. Leon y Cora tuvieron entonces que darse prisa en llegar a la sala principal, donde Leon se reunió con Marvin, el teniente que lo había recibido a su llegada a la comisaría. Intentó hacerlo entrar en razón y que los siguiera, pero éste se negó, pues ya había sido mordido en su estómago y había perdido una gran cantidad de sangre. Les hizo prometer a los jóvenes que saldrían de aquel lugar, no dejando que el virus se propagase, por lo que, casi a punto de ser atrapados por el Tyrant, la pelirroja y el de cabello rubio-castaño entraron al pasadizo subterráneo, cerrándose la entrada tras ellos.
Una vez en zona segura, los dos se re-abastecieron de munición, aprovechando la pelirroja para comprobar el estado de la mordedura de su hombro, obviamente observando que ya se había cicatrizado, por lo que retiró el vendaje. Los ojos de Leon la observaron con atención, suscitando dudas, tales como cómo es que no había marca alguna en su hombro, cuando los vendajes estaban manchados de sangre. Sin embargo, decidió mantenerse en silencio y continuar su aventura con aquella nueva compañera. Adyacente a la zona segura del pasadizo subterráneo, encontraron un ascensor, el cual accionaron, bajando hasta el piso inferior de la comisaría, donde encontraron una vitrina, la cual logró abrir Leon gracias a una insignia de S.T.A.R.S., que había obtenido. Allí encontraron un cañón largo para una pistola que Leon había encontrado en la oficina de S.T.A.R.S. Tras caminar unos cuantos minutos por los pasadizos subterráneos, se encontraron con Claire, quien ahora iba acompañada de una pequeña de cabello rubio y ojos azules.
-¡Claire! -exclamó Leon, aliviado de haberse reunido con ella.
-¡Leon! ¡Menos mal! -exclamó Claire con una sonrisa en su rostro, antes de fijarse en la joven que acompañaba al de cabello rubio-castaño, lo que la hizo arquear una ceja-. ¿Quién te acompaña?
-Oh, esta es Acro. Acro, esta es Claire -las presentó Leon con rapidez, antes de posar su mirada gris en la pequeña que iba con la otra pelirroja-. Hola, ¿cómo te llamas? Yo soy Leon -le dijo a la niña con un tono suave.
-Sh-sherry... -se presentó con una voz baja, claramente asustada.
-Es un nombre muy bonito -intercedió Cora con una sonrisa suave-. Yo me llamo Acro -se presentó en un tono amable, el cual no le costó fingir. La niña le sonrió con dulzura, decidiendo agarrar su mano, cosa que sorprendió a Claire y a Leon, pues apenas conocía a la mujer. Sin embargo, Sherry podía sentir que esa chica era de confianza al ser conocida de Leon, y por tanto, aliada de Claire.
De pronto fueron interrumpidos por un sonido seco que los hizo ponerse en guardia. Cora escudó a Sherry tras ella, sacando las pistolas de sus pistoleras y preparándose para un ataque. A los pocos segundos apareció frente a ellos una figura grotesca que apenas parecía mantener algo de apariencia humana. No tuvieron más remedio que enfrentarse a ella, siempre con el cuidado de que Sherry no saliera lastimada en el encuentro. Con suerte, y gracias a una distracción propiciada por Claire, lograron provocar que la criatura cayese desde una de las barandillas del subterráneo, hundiéndose en un oscuro abismo. De pronto, una escalera bajó desde la parte superior de la zona subterránea.
-Alguien nos está observando -escuchó Cora decir a Leon, lo que hizo que asintiera, pues estaba de acuerdo con sus palabras. Quienquiera que parecía estar ayudándolos no lo hacía sin un motivo.
Los cuatro continuaron entonces por los pasillos subterráneos hasta que llegaron a una escalera que parecía conducir al exterior. Leon se ofreció a ir el primero, seguido por Cora, Sherry y Claire. En cuanto subió y deslizó la tapa que cubría las escaleras, quedó claro que se encontraban en el garaje de la comisaría. Tras subir, Cora ayudó a la pequeña rubia a subir las escaleras, reuniéndose con Leon en el garaje. De pronto, unos perros aparecieron por allí, quienes atacaron a Leon, apenas teniendo unos segundos para defenderse. Cora disparó dos balas contra uno de los dos perros que habían aparecido, el cual estaba acercándose peligrosamente a ellas, mientras que de pronto dos balas impactaron contra el otro can, apareciendo allí una mujer de cabello corto y negro, vestida con una gabardina beige, botas negras y gafas de sol.
-Bájala -le ordenó con autoridad al policía, quien estaba apuntándola con su pistola. Cora por su parte, también se encontraba apuntando con sus pistolas duales a la misteriosa mujer que acababa de aparecer allí. Sherry por otro lado, se encontraba tras ella, asustada-. F.B.I. -indicó, sacando su autorización y enseñándosela al novato del R.P.D., quien bajó la pistola al instante.
-Lo siento... Gracias por la ayuda -se disculpó Leon, su mirada aliviada y maravillada, aunque en menor medida que al presenciar cómo la pelirroja de ojos carmesí lo había salvado del T-103. El perro que la mujer había acribillado comenzó a moverse de nuevo, pero la joven de piel pálida y ojos escarlata fue más rápida que la agente del F.B.I., disparando a su cabeza y dejándolo efectivamente muerto.
-Me sorprende que hayáis llegado hasta aquí -mencionó la mujer de la gabardina beige antes de dar media vuelta para alejarse de allí.
-¿F.B.I? ¿Qué está pasando? -inquirió Claire, observándola pasar a su lado.
-Lo siento. Es información confidencial -les comunicó la morena con un tono indiferente.
-¿Adónde vas? -cuestionó Cora, su tono serio y sin emociones, sus manos aún sujetando las pistolas con firmeza en una implícita amenaza.
-Haceros un favor: dejad de preguntar y salid ya de aquí -les exhortó la agente antes de darse media vuelta y caminar hacia el bloque de celdas, desapareciendo de su vista a los pocos segundos, lo que hizo que Cora guardase sus armas, volviéndose hacia Sherry con una sonrisa sosegada.
-Voy a investigar la zona -comentó Leon-. No tardaré -apostilló antes de dirigirse hacia el bloque de celdas.
-A investigar a esa chica, querrá decir... -escuchó Cora decir a Claire con un tono bromista, cruzándose de brazos.
-Espera -apeló a él la pelirroja vestida de negro, lo que provocó que Kennedy se girase hacia ella-. Te acompaño. Hay algo que no me encaja en todo esto... -apostilló, lo que hizo asentir al joven policía, quien estaba de acuerdo con sus palabras.
Ambos se dirigieron entonces al bloque de las celdas para investigar, y en caso de encontrar una pista relevante, lograr una tarjeta que les diera acceso al exterior, para salir al fin de la comisaría.
Entretanto, Claire y Sherry se acercaron a la verja que bloqueaba el paso al exterior, maldiciendo la pelirroja de ojos verdes claros por lo bajo al no poder hacer nada para solucionarlo. Ambas intentaron levantar la verja con sus propias fuerzas, pero resultó evidente que era inútil, por lo que Claire se giró hacia la pequeña.
-¿Seguro que es por aquí?
-Por aquí es por donde vine con mi mamá -afirmó Sherry, cuya madre, según le había contado a Claire, trabajaba para Umbrella para desarrollar un nuevo fármaco, pero se encontraba en un laboratorio al que no podía llegar por si sola.
-¿¡Sherry!? -se escuchó de pronto la voz de un hombre entrado en años, quien apareció por allí, empuñando un arma hacia Claire-. Te he estado buscando, Sherry.
-Jefe Irons... -musitó la niña, lo que dio a Claire la pista de que aquel hombre debía ser el jefe de policía, y por tanto, el superior de Leon.
-Tienes que ser muy valiente para salir con todo este desastre... -le comentó a la niña antes de posar su vista en Claire-. Al suelo y manos sobre la cabeza.
-No hablarás en serio... -se indignó Claire, antes de sobresaltase por un disparo que Irons efectuó, la bala pasando a escasos centímetros de su rostro.
-Al suelo. ¡Ahora! -exclamó, no teniendo la joven más remedio que obedecer, colocándose de rodillas con las manos en alto-. Sherry, ata sus manos -le indicó a la niña rubia, lanzándole una cuerda delgada.
-¿Por qué haces esto? -inquirió Sherry antes de ser interrumpida bruscamente por el jefe Irons.
-Calla. Átala -ordenó una vez más en un tono autoritario que no permitía réplica alguna. Al observar la indecisión y negativa de Sherry, Irons se acercó aún más a Claire-. Muy bien. O la atas ya, o morirá -amenazó, la pequeña no teniendo más remedio que obedecer sus órdenes, atando las manos de Claire a su espalda.
-¿De qué va esto? -preguntó Claire, su tono desafiante a pesar de la situación adversa en la que se encontraba.
-Secuestro de niños, para empezar -replicó Irons, antes de usar una tarjeta electrónica para abrir la verja del garaje.
Por otro lado, Leon y la pelirroja vestida de negro se encontraban deambulando por las celdas oscuras de la comisaría, donde al cabo de unos minutos, encontraron a un hombre sentado con relativa calma en una de ellas, fumándose un cigarro. El hombre se levantó eufórico al notar la presencia de más personas en aquel lugar.
-Por fin... Seres humanos -musitó el hombre con alivio, caminando hasta la puerta de la celda, observando a los dos jóvenes-. Hola, humanos -los saludó con un tono ligeramente bromista, como si fueran un espejismo.
-¿Llevas mucho aquí? -preguntó Leon con calma, observando al hombre.
-Bastante -admitió el hombre con gafas antes de dar una calada a su cigarro-. ¿Sois los únicos que quedáis?
-No, somos unos cuantos -le informó Cora en un tono sereno, sus brazos cruzados bajo su pecho y claramente desconfiada por el hecho de encontrarlo en una celda bajo tierra, y con la tarjeta que necesitaban para salir del lugar colgando de su cuello.
-Buenas noticias -comentó el hombre-. Salvo que te envíe Irons.
-¿Irons? -cuestionó Cora, arqueando una ceja.
-Es el jefe del R.P.D. -le clarificó Leon, desviando su mirada hacia ella-. ¿Aún está aquí? -preguntó al hombre tras volver a fijar su vista en él.
-Qué importa. Ojalá se lo hayan comido -sentenció el hombre con evidente inquina.
-Parece que no te cae bien... -advirtió la pelirroja en un tono sereno.
-Claro que no me cae bien. Es el cabrón que me encerró -afirmó el hombre de lentes con ira.
-Tendría un buen motivo -dijo Leon intentando mantener una actitud diplomática.
-Pues sí -admitió el hombre de una forma más rápida de lo que Cora habría esperado, lo que no hizo más que aumentar sus sospechas de que este hombre no parecía ser trigo limpio-. Iba a filtrar sus trapos sucios -afirmó, lo que confirmó las sospechas de la pelirroja sobre él y sobre el jefe Irons, de quien había encontrado y leído varios informes nada favorables en la comisaría-. Supongo que yo habría hecho lo mismo -comentó el hombre encarcelado tras dar una calada a su cigarro, tirándolo al suelo. A los pocos segundos se escuchó el inconfundible sonido de una barra de metal siendo doblada y abierta sin esfuerzo, lo que hizo tensarse al hombre preso-. ¡Eh! Hagamos un trato... -les propuso-. Sacadme y os daré esto -alzó la tarjeta electrónica para que la vieran-. No hay otra forma de salir de ese garaje.
-Lo siento... No puedo -negó Leon con la cabeza, su tono algo desconfiado por sus palabras sobre su superior en el cuerpo-. Tengo que hablar con el jefe -indicó, su tono serio. El sonido volvió a escucharse una vez más, pero en aquella ocasión había sonado más cerca que antes.
-Mirad, los tres estamos atrapados -intentó convencerlos el hombre-. O nos ayudamos los unos a los otros... -el sonido volvió a escucharse más cerca, lo que lo hizo palidecer-. Mierda. Ya viene -maldijo por lo bajo, dando unos pasos hacia atrás, acercándose a la pared de la celda.
-¿Qué? ¿Qué es lo que...? -comenzó a cuestionar Leon, su rostro girado hacia el origen del sonido.
T-103... Tiene que ser el Tyrant. Es la única explicación lógica, pensó la pelirroja una vez mantuvo la mente fría.
-¡Venga! No seáis cabrones. ¡Necesitáis esto! -exclamó el hombre tras los barrotes con un tono desesperado, pegando su espalda a la pared de la celda-. ¡Sacadme de aquí ya! -gritó con desesperación, segundos antes de que una gigantesca mano con un guante rompiese la pared a su espalda, agarrando su rostro con fuerza, alzándolo del suelo antes de hacer estallar su cabeza, matándolo en el acto, dejándolo caer al suelo.
-Dios mío -musitó Leon con los ojos casi fuera de sus órbitas, observando lo que acababa de sucederle a aquel hombre. Sus ojos se posaron entonces en el agujero de la pared, de cuyo interior se escucharon los inconfundibles pasos del Tyrant, alejándose de allí. En ese instante, otro par de pasos se escuchó en el lugar, apuntando Kennedy con su arma al origen de éstos-. ¿¡Quién va!?
-Soy yo. Puedes apartar eso -sentenció la agente del F.B.I apareciendo por allí con pasos serenos, antes de detenerse frente a la celda, observando su interior.
-No sé qué ha pasado. Ha sido tan rápido... -mencionó Leon, aún confuso por lo sucedido, pero no la pelirroja, quien se apresuró a comentar.
-Era esa misma cosa que estaba dando vueltas por la comisaría -sentenció con un tono serio, provocando que la agente del F.B.I se girase para observarla de reojo.
-Os dije que os marchaseis -sentenció la mujer de cabello moreno-. No querréis acabar como Ben -apuntó, haciendo un gesto con su cabeza hacia la celda, indicando que ese era, de hecho, el nombre del hombre.
-¿Lo conocías? -cuestionó Cora, intentando encontrar más información sobre ella, pues aún desconfiaba de ella. Ella misma era una maestra a la hora de fingir emociones y crear coartadas, por lo que sentía una gran familiaridad con aquella mujer: estaba ocultando su autentica identidad, o al menos, sus motivos para estar allí.
-Era un informante. Con mucha información para mi investigación -replicó la mujer de la gabardina en un tono serio, casi apenado por la suerte del hombre.
-¿Lo que decía es verdad? -preguntó Leon, antes de observar cómo la agente se alejaba en silencio, por lo que se molestó-. ¡Eh, no puedes seguir ignorándome! -exclamó, tomando su brazo, ante lo cual ella se libró de su agarre con evidente frustración-. ¡No sé ni tu nombre! -exclamó-. Soy Leon Kennedy.
-Yo soy Acro Smith -se presentó Cora con calma, volviendo a cruzarse de brazos ante la actitud de la mujer.
-Buscad una salida, Leon y Acro, mientras podáis. Y hablaremos -sentenció la mujer antes de comenzar a caminar de nuevo lejos de ellos-. Me llamo Ada.
Tras observarla desaparecer del lugar, la pelirroja de ojos escarlata suspiró con pesadez, Leon observando el intrincado puzzle que habían de resolver para acceder a la celda, lo que lo hizo resoplar.
-A este paso nunca conseguiremos la tarjeta -se lamentó con algo de frustración, antes de percatarse de que la joven que lo acompañaba daba unos pasos hacia atrás, como si fuera a tomar carrerilla-. ¿Oye, qué pretendes hacer?
-Puede que esto sea rudimentario -concedió ella-, pero creo que es la vía más rápida para conseguir la tarjeta. Las bisagras son viejas, ¿lo ves? -le indicó, posando Leon su vista grisácea en éstas, lo que lo llevó a asentir con la cabeza-. Si se aplica la suficiente fuerza y presión, la puerta debería ceder. Aunque esto llame la atención del Sr. X...
-¿Sr. X? -inquirió Leon con confusión.
-A menos que quieras llamarlo señor con una persistencia fuera de lo común, creo que es lo idóneo para esa cosa tan extraña y peligrosa -comentó la joven en un tono algo irónico, lo que hizo carcajearse a Leon. Después, la joven se colocó en posición-. ¿Preparado? Esto podría resonar por todo el subterráneo.
-Preparado -afirmó el policía novato-. Te cubriré de ser necesario -apostilló, preparando su arma.
Cora suspiro y asintió a modo de agradecimiento, antes de dar una corta carrera e impactar su pierna derecha en las bisagras viejas y oxidadas de la puerta de la celda, la cual cedió bajo la arrolladora fuerza de la mujer, cayendo al suelo con un gran estruendo. La joven vestida de negro se apresuró en recuperar la tarjeta de Ben de su cuello, mientras que Leon se aseguró de leer un archivo que éste había dejado en el escritorio.
-Parece que la criatura que nos persiguió en la comisaría y la que ha atacado a Ben se llama Tyrant... -comentó-. Aunque a mi me suena mejor Sr. X -bromeó con una sonrisa, antes de tomar en sus manos una grabadora, en la cual se reprodujo una cinta de radiocasete:
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-¿Laboratorio...? -se extrañó Leon mientras ambos escuchaban la cinta.
<>.
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