Capítulo 5.
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Todavía no supero que no pude ver a Itachi, tal cual como lo mandaron a este mundo.
Los días en la empresa y la universidad pasaban rápidos, y eran agotadores. Me iba temprano en la mañana y llegaba bastante tarde. Todos permanecían dormidos, en los dos momentos.
Yo estaba lo suficientemente cansada como para no molestarme en hablarles, o al menos tratar de ver si estaban despiertos, ni siquiera me dignaba a comer algo. Tomaba una ducha rápida y me metía en la cama, cayendo en el mundo de los sueños, casi al instante.
─Oh, lo lamento, no pensé que el baño estuviera ocupado─ con pesadez, alcé el rostro, topándome con Itachi, nuevamente cubierto solo cubierto por una toalla.
Estaba demasiado cansada como para hacer un escándalo, siendo el hecho de que yo estaba en toalla igual. Volví mi vista al espejo, y observé el desastre de persona que me devolvía.
Mi cabello estaba recogido en un moño desordenado, las ojeras me hacían parecer mapaches, y mi cara estaba algo pálida, por las horas de sueño que no había logrado tener.
─Itachi, es muy tarde─ murmuré, escupiendo la pasta dental.
─Eso mismo debería de decirte yo a ti. ¿Qué está pasando? ─ cuestionó, mientras se recostaba del marco de la puerta.
─Acabo de llegar del trabajo─ fue mi única respuesta.
─No pareces estar muy contenta, más bien, te quitaron algunos 10 años de juventud─ le observé de reojo, y estoy segura de que se mordió el labio inferior, conteniendo una carcajada ante mis facciones de abuela.
─No creas que no pienso lo mismo─ me lavé la cara, y pasé por su lado, caminando directamente a mi habitación.
─Tal vez yo pueda animarte un poco─ murmuró, al tiempo que se adentraba conmigo, en la alcoba. ─Estás estresada, ven a darte un masaje─ mi cabeza me gritaba que no accediera. Los dos nos encontrábamos prácticamente desnudos, y no era precisamente el cabello, lo que el me iba a masajear.
Pero como nunca escucho a mi yo interno, o lo hago muy pocas veces, me recosté en mi cama, y permití que las manos de Itachi se posaran sobre mi espalda.
La toalla me cubría el trasero, y mis senos chocaban contra la almohada, por lo que solo tendría oportunidad de verme la espalda, aunque quisiera deleitarse con otras partes de mi cuerpo.
Ahogué un gemido, cuando hizo presión en mis omóplatos, se sentía como estar en el cielo, siendo acariciada por una sensual deidad griega.
─ ¿Por qué no te das la vuelta? ─ sus labios chocaron contra mi oreja, en un susurro suave.
Y ahí estaba yo, rezando a Dios para no picar en su juego, y no sucumbir ante sus encantos.
─No hay nada interesante para ver─ respondí, casi al instante.
El Uchiha se rió, un sonido grave más bien parecido a una risa, salida de lo profundo de su ser.
─No hablo por ti, sé que me brindarás unas vistas divinas─ su calor corporal abandonó el mió, y giré levemente mi cuerpo, mientras gruñía.
Casi me ahogo con mi propia saliva, al ver el miembro desnudo de Itachi.
¿En qué momento se había quitado la toalla?
─Ay por Dios─ la sonrisa ladina que exhibía mi compañero, me alarmó lo suficiente, como para pensar que mis días sin mantener relaciones sexuales estaban contados.
Y ayer había sido el último.
─Se que no lo viste la última vez─ el mayor de los hermanos Uchiha, deslizó su dedo índice derecho, sobre la punta de su miembro, en forma tan seductora que me causó un escalofrío. ─Pensé que te gustaría apreciarlo─ podía sentir el calor en mis mejillas, sin embargo, me limité a desviar la mirada. ─Acércate, no puede─ pero él sí, de eso estaba segura.
De repente la alarma de mi celular sonó, y la figura de Itachi se desvaneció por arte de magia, de mi habitación.
Un sueño, eso era lo que había sido. Un sueño erótico en el que Itachi me invitaba a que hiciera mucho más que mirar su masculinidad. Gruñí molesta.
Ni siquiera en los sueños soy capaz de hacer algo, estoy decepcionada de mí misma.
Me levanté con pesadez, y arrastré los pies fuera de la cama. El apartamento permanecía en silencio, como cada mañana.
Casi en contra de mi propia voluntad, me desnudé y caminé arrastrando los pies hasta el baño. No fue hasta que abrí la puerta, que me dí cuenta de que el sonido de la ducha, se escuchaba desde que salía de mi mazmorra.
─Dios mío─ llevé una mano a mi boca, y con la otra aseguré mejor mi toalla.
Dios había tomado la decisión de ser bueno conmigo, después de pasar unos días de mierda entre ser responsable con los estudios, y una buena empleada.
Itachi yacía en la ducha, y me miraba con ambos ojos abiertos. No dudé esta vez, en dirigir mi vista al falo levemente erecto, que traía entre las piernas.
Esperen. . . Paren todo el asunto.
¿Erecto?
¿Itachi estaba teniendo una erección matutina?
Como si mis pensamientos estuvieran claramente en mi rostro, el se pasó una mano por el cuello, apartando su cabello del mismo.
─He tenido. . . Sueños más limpios y puros─.
Me reí con ganas.
Esa noche llegué temprano a casa, era viernes y debido a todo mi arduo trabajo anterior, me permitieron irme desde que terminara todo lo que tenía estipulado para ese día.
Por muy agradable que había sido mi mañana, en cuanto abrí la puerta y observé a Sakura sobre un Sasuke semi desnudo, en el sofá, casi me devuelvo a vomitar en la maceta más cercana.
─Ugh, esto no me puede estar pasando a mí─ no me molestó que me escucharan, pero de lo que sí me aseguré, es de hacer el mayor ruido posible.
─Si tienes al menos dos dedos de frente, debes ser sensata y encerrarte en tu cuarto. Sasuke y yo estábamos en medio de algo, por si no te diste cuenta─ le sonreí.
─Si tienes al menos un dedo de frente, debes ser tan sensata como para cerrar tu sucia boquita, y evitar que desahogue mi estrés contigo─ miré a Sasuke. ─Ahora ponte tu ropa, que los demás llegarán pronto─.
Odiaba estos dos.
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