5. paralizado
EN EL MOMENTO EN QUE ME LANCÉ A POR LA CERRADURA DE LAS CADENAS, UNA BARRERA ME IMPIDIÓ CONTINUAR. Choqué, aunque sólo mi magia había chocado, no yo físicamente hablando. Físicamente estaba parada frente al nudo, mis manos encorvadas como si fuesen garras y tratara de agarrar algo y no podía. Mi magia zumbaba y corría en mí como voltaje a la electricidad, encendiéndome como una llama, y aunque no estaba haciendo acopio a mi fuerza total, así se sentía. La cerradura de las cadenas alrededor del nudo estaba fortificada por una gran cantidad de magia oscura y parecía tener vida propia, pues de alguna manera podía sentir mi propia magia aproximándose y me dejaba a kilómetros de distancia, cuando en realidad sólo eran centímetros.
Arrugué el ceño. Esto era como nadar contra la corriente, empujándome cada vez más y más lejos, así que no tenía de otra además de regresar la fuerza. Empujé, presioné mi magia hacia adelante y un leve gruñido vibró en mi garganta, interrumpido por mi respiración. Mientras más empujaba, más mi magia comenzaba a hacerse visible, y el primer rastro de ella apareció en la punta de mis dedos, iluminándose como focos con un brillante color purpura. La cerradura volvió a sentirme y me empujó hacia atrás esta vez con más ganas... casi como si estuviera molesta por mi intento de intrusión.
Respiré hondo por la nariz y alejé las manos, acumulando energías, y rayos purpura chispearon entre mis dedos.
Los vellos de mi piel se erizaron en el momento en que mis rayos hicieron contacto con el nudo, zumbando y sacudiendo las cadenas al igual que su cerradura. Arrugué el ceño gracias al esfuerzo y la concentración, haciendo acopio a mis fuerzas y el poder que vivía en mí. Las cadenas se sacudían y la cerradura empezó a tomar un color anaranjado como el metal al fuego, así que continué presionando, seguí abriéndome paso como podía. Las manos me comenzaron a temblar levemente, pero no le hice caso y separé las piernas un poco, buscando una manera de acomodarme y hallar más concentración. Moví las manos para conectar mis rayos y apunté hacia la cerradura nada más.
La magia de la cerradura atacó.
Escuché un gemido.
Giré la cabeza de golpe, frunciendo el ceño hacia Robbie.
¿Acaso él...?
La frente de Robbie se arrugó y su cabeza cayó hacia adelante, volviendo a gemir por lo bajo.
—Mierda —gruñí y volví a concentrarme en la cerradura.
—¿Qué está pasando? —preguntó una voz rotunda y demandante.
Alfa Matheson.
—Algo anda mal. No se supone que le duela...
Kelly se acercó.
—No soy yo —me apresuré en decir antes de que hablara—. Es cierto lo que dice Gordo. El agarre de su padre es sorprendentemente fuerte.
—¿Eso qué significa?
En vez de responderle, cerré los ojos y aumenté la fuerza.
Hubo respuesta instantánea, encontrándome a medio camino. El golpe fue duro y pesado como una roca y no sólo me lastimó a mí, sino que a Robbie también. Su gruñido fue más que suficiente para confirmarlo. Y, sin embargo, seguí presionando incluso si gran parte de mí me decía que estaba cometiendo un error. Necesitaba ver a través de la neblina para saber a qué me estaba enfrentando, pues sabía que había algo más que sólo cadenas y una cerradura. Podía reconocer las garras de una bestia cuando las veía y las garras de Robert Livingstone era horrendas, largas y negras como su magia.
Fui a por ellas.
Un viento me azotó, viento que siguió soplando dentro de la habitación completa, y la magia dentro de mí se transformó en un rugido, los rayos cubriéndome como un manto. Me sentí electrificada, ardiendo y con una gran cantidad de poder listo para ser usado, por lo que me lancé directamente hacia la cerradura. Aquella magia oscura y sus tentáculos lograron sujetarme, sintiendo su toque golpearme como latigazos, rápido y filoso. Pero presioné. Empujé y empujé, aventando los tentáculos lejos de mí sólo para volver a caer bajo su agarre y me vi envuelta entre un rabioso forcejeo, pesado y abrumador.
Era demasiado que asimilar al mismo tiempo. La magia crecía y se alzaba sobre mí como un monstruo, mi poder convertido en un cosa diminuta e insignificante. O eso intentaba hacerme creer. No funcionó. Peleé de regreso, lanzando rayos y sumiendo todo en una batalla por el control de la cerradura, de los recuerdos que estaban bajo cautiverio. Dentro de mí la rabia hervía en rojo, rojo, rojo y yo ardía, ardía y ardía como lava, furiosa con el brujo que provocó toda esta mierda innecesaria.
¿Qué más podría obtener Robert quitándole los recuerdos a Robbie Fontaine?
No me di cuenta de la inteligencia propia que tenía la cerradura hasta que sentí el latigazo de poder, obligándome a deshacer mi agarre y perder parte de la concentración. Sin aliento, soltando pesados jadeos, recuperé la compostura y me preparé para lanzarme a por la magia oscura... justo cuando un grito desgarrador me sacó completamente de dentro de la magia.
Abrí los ojos de golpe y el mundo me dio vueltas.
—Mierda —jadeé al ver a un Robbie Fontaine hecho un desastre en los brazos de Kelly, pálido, sudoroso y fuera de aire.
Parpadeando con pesadez, tratando de apartar el borrón de mi vista, regresé los ojos al nudo y a la endemoniada cadena.
Y con un movimiento de mano la hice desaparecer.
—Te detienes —observó Elizabeth Bennett y yo, mareada, asentí como pude.
—Si continúo estaría poniéndolo en peligro —mascullé arrastrando los pies hacia un desmayado Robbie para soplar suavemente en su rostro, permitiéndole despertar, y vi sus ojos abriéndose lentamente, intentando de orientarse y fallando casi al instante después.
Coloqué una mano sobre su frente sudada. Traté de no hacerle caso al tambor de mi cabeza, que dolía en las sienes.
—Dije que sería indoloro y lo era... hasta que la magia de Robert actuó como mecanismo de defensa.
—¿Mecanismo de defensa? —repitió Kelly, incrédulo.
—Aunque esos recuerdos no le pertenecen, los sigue protegiendo como si lo fueran. Repela todo lo que considera peligroso y como yo claramente mostré ser una amenaza, me atacó. Y al atacarme, lastimó a Robbie en el proceso.
Kelly me observó por unos segundos, decidiendo entre si detestarme por lo que hice o no. Sin embargo, no hizo ninguna de las dos y acomodó a su compañero sobre el colchón.
Yo me dejé caer sobre el suelo y agaché la cabeza. Cerré los ojos para regular mi respiración y calmar mi errático corazón, todavía sintiéndome pesada y mareada.
—Podría intentarlo otra vez, sólo que no hoy. Esto requiere tanto de Robert como de ustedes, la manada, y el mismo Robbie. —Mi voz sonaba amortiguada colgada entre mis piernas—. Él tiene que creer que algo le sucedió, algo que lo hizo perder un pedazo muy valioso de su ser, y para eso debe menguarse entre los suyos. Su manada. Tiene que entender que todo este tiempo este ha sido su hogar, que ustedes son su manada, Kelly su compañero y Alfa Matheson y Alfa Bennett sus Alfas.
—Entonces tiene que ser manada otra vez...
Negué con la cabeza.
—Robbie ya es manada. Sólo tiene que recordarlo. Se llama memoria táctil. Incluso cuando la mente olvida, el cuerpo no.
Todavía con los ojos fijos en el piso, escuché pasos y un cuerpo se acuclilló frente a mí.
—Sí que eres una brujita inteligente —me dijo Gordo Livingstone, sorprendiéndome bastante con el cumplido. Su voz era grave y refunfuñona, pero la sinceridad estaba ahí.
Aun así, me encogí de hombros.
—No logré hacer mucho.
—Al contrario, hiciste más de lo que piensas. Me enseñaste algo muy importante sobre la magia.
—¿El qué? —pregunté intrigada, ladeando la cabeza.
—Que puede manifestarse de diferentes formas. Que la tuya es increíble.
El color me subió a la cara.
Gordo me palmeó un hombro.
—Aún sigues un poco pálida. ¿Te encuentras bien?
—Sí, sólo estoy un poco débil.
—Lo que significa que no me vas a negar la comida ahora —dijo otra voz y Elizabeth Bennett se acercó con una suave sonrisa, estirando una mano hacia mí.
No se equivocaba, en realidad. Sí me había negado a su comida por compromiso, pero ahora no podía continuar evadiendo lo que mi cuerpo lleva ansiando desde hace semanas. Me sentía débil, partes de mí que estaban entumecidas han despertado y comenzado a molestar, sin mencionar el mareo que seguía dándole vueltas a mi mundo.
Con un pesado suspiro dejé que la madre Bennett me ayudara a levantarme, y Charlie regresó a mi hombro.
—Sigo pensando que no logré nada —le dije a los demás con vergüenza—. Lo lamento, Alfas.
—Basta de eso. Hiciste lo pudiste y con eso estamos satisfechos —bufó Elizabeth restándole importancia con un gesto de mano.
—Tiene razón —asintió el Alfa Bennett—. Te doy las gracias de parte de todos, señorita Greenlight.
El color regresó a mí, abrumada por tanta importancia.
—Por favor, Alfa. Llámeme Lee.
Él torció la boca en una sonrisa.
—Si te llamo Lee entonces tendrás que llamarme Joe.
—Y a mí Ox —sonrió suavemente el Alfa Matheson.
Hasta mis orejas estaban calientes.
Sin saber a dónde mirar, bajé los ojos hacia mis pies y sonreí un poco.
—Como gusten, Alfas Joe y Ox.
***
Luego de días sin comer algo caliente y sólido, decir que la comida que me brindó Elizabeth Bennett es una bendición era quedarse corto. En realidad, la mujer en sí era una bendición, pues fue lo suficientemente amable como para dejarme tomar una ducha y quitarme la mugre de encima. Jessie, una de las pocas chicas de la manada —y humana—, me propinó algo de ropa limpia en lo que la madre del Alfa lavaba la mía, y mientras me metía a la bañera y el agua de la regadera salía, mugre y sangre se deslizaron por mi piel. Los moretones ya estaban comenzando a desaparecer, tornándose de un color verdoso, y para desprenderme los restos secos tuve que restregarme bien la piel, dejándola sensible y rojiza.
Mi cuerpo no era el ideal, estaba pálida y ahuecada, no tanto como marcar mis huesos al cien por ciento, pero lo suficiente como para vieran. Mis ojos estaban sombreados de negro gracias a las ojeras, mi cabello castaño carecía de brillo y mis brazos, piernas y hombros estaban marcados por cicatrices, finas y gruesas, largas y pequeñas, la mayoría provocadas por lobos. Era una vista horrenda, mi cuerpo no estaba en su mejor forma y no lo ha estado por un buen tiempo, cosa de la que no estaba muy orgullosa.
Tampoco era que me importara mi imagen, pero no quita el hecho de que no me sentía conforme con mi apariencia.
Soltando un pesado suspiro, deslicé mis brazos dentro del abrigo holgado azul marino y ajusté los pantalones con una correa para que no se me cayeran, recogiendo mi cabello mojado en un moño antes de salir del baño y encontrarme con otra chica que conocí como Dominique, la novia de Jessie.
—Hola, brujita —sonrió ella de lado—. Ven conmigo. Estamos limpiando tu habitación antes de que te establezcas bien.
Fruncí el ceño sin poder evitarlo.
Pero antes de poder preguntar al respecto, Dominique me estaba guiando escaleras abajo e invitándome a la sala de estar que conectaba con la cocina abierta. Mis pies se plantaron al final de los escalones cuando escuché un ulule.
Giré el rostro, encontrando la puerta trasera abierta de par en par, incitándome a salir al patio y al bosque que me esperaba.
—¿Lee? —escuché a Dominique llamándome.
Charlie volvió a ulular.
Hice mi mayor esfuerzo e intenté ignorarlo.
Charlie ululó con más ganas.
—Perdona —me excusé, pero fruncí el ceño, confundida conmigo misma—. Es sólo que...
No pude terminar. Ya me estaba moviendo.
Al salir al patio, Charlie me saludó desde la mesa en la que estaba reposando y una brisa voló.
Respiré hondo con ella, sintiendo mi piel hormiguear.
—¿Qué sientes? —me preguntó Dominique, parándose a mi lado.
Fruncí más el ceño.
Sabía lo que quería decir, pero me costaba ponerlo en palabras. Aún podía oír el cántico de los lobos, y, sin embargo, todo era calmado y sereno, tan pacífico. Me asustaba saber que ha pasado tanto tiempo sin haber sentido tal serenidad, tal silencio.
Mi vida era un carrusel, giraba y giraba sin intenciones de detenerse, y la mayor parte del tiempo era exasperante. No podía ponerle un freno, no podía tomarme un descanso para cerrar los ojos unos minutos ni tampoco podía librarme del peso sobre mis hombros, sobre mi pecho. Vivía un tipo de intensidad que no muchos lograban soportar y en ocasiones me llego a preguntar cómo es que yo podía. Todo era huir y correr y pelear, siempre en blanco y negro. Usualmente más negro que blanco, en realidad.
Pero a veces, cuando era afortunada, la paz se hacía uno conmigo y yo podía relajarme.
Estaba en paz cuando vivía con las gemelas. Ellas me trataban bien; eran estrictas hasta la médula, pero me dejaron ser libre por un corto período de tiempo. También tuve paz con dos o tres manadas que me acogieron por un par de noches —nunca más de tres—. A los cachorros de las manadas les gustaba jugar con las figuras de acción que podía crear con mi magia, y sus risas siempre eran bienvenidas en mi alma. Me daban esperanza.
La Alfa Shannon Wells también me dio esperanza.
Ella me había dejado en su sótano subterráneo y me permitió quedarme por dos semanas completas antes de que yo huyera. Su manada había sido muy acogedora, John y James me enseñaron a jugar Monopolio y Malik, el Segundo de la Alfa, me prestó uno de sus libros de historias romanas. La misma Alfa Shannon pasaba horas conmigo, solamente charlando y conociéndonos. Fue lo más cercano a establecer una amistad que he tenido en mi vida, y se sintió bien. Shannon y su manada me hicieron sentir como alguien luego de tanto tiempo.
Yo no sabía cómo decirle a Dominique que la tierra de Green Creek me hacía sentir mucho más.
Me hacía sentir viva.
En vez de eso, dije otra cosa.
—Antes habías dicho que estaban preparando una habitación para mí.
La miré. Ella me regresó la mirada, pero esperó.
—¿Por qué? —le pregunté.
—Porque habías dicho que tenías un propósito aquí. Necesitas quedarte.
—Sí, eso lo sé. Pero no lo haré por mucho.
—¿Por qué? —Dominique ladeó la cabeza.
—Porque no quiero causar problemas. Es mejor que me vaya en cuanto pueda...
Agaché la cabeza antes de poder terminar la oración, hundiendo los hombros al darme cuenta de mi error.
Dominique también lo notó, peleando contra una sonrisita.
—No sabes cuánto tardará Robbie en encajar otra vez. Y no puedes irte hasta que eso no suceda.
Menuda mierda.
Alcé la mirada, encarando el camino que me llevaría al centro del bosque.
Mi piel se erizó al oír su llamado, la magia de este lugar ansiando por conocerme tanto como yo deseaba conocerla a ella.
Me giré y le di la espalda, ignorando la suave brisa que trataba de atrapar mi atención.
—¿Dónde dijiste que estaba la comida?
***
El Alfa Ox, Kelly Bennett y su madre me guiaron hasta la casa azul al otro lado de la calle, dijeron que estaría hospedándome en una de sus habitaciones. La casa era compartida con otros Omegas que aún buscaban un sitio al cual trasladarse y que, en caso de que me incomodara, podrían facilitarme una habitación en la casa principal. Les dije que no y que con este cuarto me bastaría. Era pequeño, pero lo único que me importaba era que había una cama y no tendría que dormir en el suelo.
Elizabeth me ayudó a establecerme incluso cuando le aseguré de que no era necesario, no cuando cargaba liviano. Ella le restó importancia al detalle con un gesto de mano y continuó verificando si la ropa de repuesto podría servirme.
Kelly se había quedado mientras que el Alfa fue a charlar un rato con los demás Omegas. El hermano de en medio no parecía estar aquí mentalmente hablando, así que no registró mi aproximación hasta que estuve a su lado. Parpadeó sus ojos azules hacia mí como si quisiera alejar una neblina.
—¿Cómo te encuentras?
Pude ponerme al tanto en cuanto a su situación mientras comía con Dominique, quien me contó que durante la pelea para recuperar a Robbie, Robert le quitó el lobo e hizo a Kelly humano. Un bárbaro acto considerando que un lobo para un cambiante que nació como uno como lo había hecho Kelly Bennett lo era todo.
—Estoy bien —contestó él, regresando los ojos a su madre, quien cantaba sutil y hermosamente.
—Bueno, estás temblando. ¿Tienes frío?
Kelly apretó la mandíbula.
—Sí, un poco.
Y muy insegura de mí misma y de lo que pensaba hacer, posé mi mano sobre su antebrazo y Kelly reaccionó enseguida, tensando el cuerpo entero. Sus ojos chocaron con los míos, pero yo solo le pedí que esperara.
Luego se estremeció y exhaló temblorosamente.
Para cuando aparté mi mano, Kelly estaba caliente.
Retrocedí un paso y me encogí de hombros.
—Espero que ayude un poco. Cada vez que sientas frío la magia lo sabrá y te mantendrá caliente. No tanto como lo hacía tu cuerpo cuando tenías a tu lobo, pero al menos lo suficiente.
Kelly parpadeó hacia mí repetidas veces, luciendo tanto sorprendido como agradecido.
—He oído de brujos quitándole la magia a otro brujo. Sé que es común —le dije con suavidad, midiendo mis palabras—. Pero que le quiten el lobo a uno... eso no lo he escuchado. De saber cómo devolverte tu lobo, lo habría hecho hace mucho.
Kelly finalmente salió de su estupefacción y dio un paso hacia mí.
—Pero eres una Original. Mamá me contó que el poder de los Greenlight es mayor que cualquier otro.
—Y tiene razón —asentí hacia ella—. Pero que sea extremadamente poderosa no quiere decir que pueda hacer maravillas. No soy un Dios, Kelly.
—¡Qué mente la tuya, brujita! —Elizabeth se paró junto a su hijo y él se inclinó hacia su tacto—. ¿Segura que no tienes cien años y estás atrapada en el cuerpo de una pequeña de quince?
Me sonrojé.
—Lamento no ser de mucha ayuda —le dije a Kelly.
Pero él ya estaba negando con la cabeza.
—Esto que hiciste... es suficiente. Perdóname a mí por presionar. —Entonces, Kelly me regaló una sonrisa, genuina y brillante como un rayo de sol—. Me alegra que hayas venido. Aunque no puedas verlo ahora, ya estás empezando a cambiar las cosas aquí.
Sin saber muy bien qué contestar, dado que en realidad no sabía qué decirle porque no comprendí del todo a qué se refería, mi única forma de reconocer sus palabras fue inclinando la cabeza en respeto.
—Bien, creo que ya estás lista, brujita —me sonríe Elizabeth, su melena rubia un mar de oro—. ¿Nos vemos en el desayuno mañana? Me gusta que me ayuden en la cocina.
El corazón me traicionó y brincó, repentinamente emocionado.
Elizabeth parecía estar aguantando las ganas de sonreír en grande ahora.
—Tomaré eso como un sí. Descansa, brujita, que lo necesitas.
Kelly me deseó las buenas noches también y yo volví a asentir, las palabras hechas un nudo en mi lengua, y con cuidado cerré la puerta de la habitación una vez salieron.
Charlie parpadeó sus enormes ojos amarillos hacia mí, ululando.
Sí, ha sido un día tremendo este.
Otro capítulo más y aquí tenemos un poco de Lee haciendo magia. Honestamente, estaba tan metida en ella usando sus poderes que se me olvidó que tenía un brazo dislocado y rastrillo puesto. Hagamos como si eso nunca pasó y puede usar ambos brazos para emplear magia, ¿sí?
Este capítulo fue algo complicado de terminar porque no quería que Lee se hiciera ver como alguien que puede hacer de todo con su magia. Su poder no tiene límites, pero eso no significa que puede lograr mover el sol y la luna y las estrellas. Quiero que tengan eso en mente.
Ahora sí. A fangirlear se dicho.
¿No se emocionaron con Joe siendo simpático con ella? Porque yo chillé. ¡Y Gordo halagando a Lee y preocupándose por ella! ¡Argh, soy feliz!
Bueno, ya estamos entrando en el libro, así que ¿qué creen que sucederá ahora? Recuerden que Rescue cubrirá tanto Heartsong como Brothersong, así que no tengan miedo de dejar sus teorías en los comentarios.
Gracias por votar y comentar. Nos leemos pronto, amores.
Love,
Wolf Queen
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