2. ¿puedo existir?
LA PRIMERA VEZ QUE FUI ATACADA POR LOBOS TENÍA ONCE AÑOS. Me habían rasguñado la parte trasera de las piernas para evitar que siga huyendo, pero nunca contaron con la naturaleza protegiéndome la espalda. Aquella noche llovía a cántaros, truenos quebraban el cielo y partían el mundo a la mitad, y uno de esos rayos cayó justo frente a mis ojos. Para cuando el hedor se disipó y el humo se aclaró, los lobos no eran nada más que cuerpos chamuscados.
Esa primera vez también había estado desprotegida de las gemelas Marta y Marla. Habían muerto tratando de darme tiempo para correr, huir a lo más profundo del bosque para jamás volver a ser vista en mi vida.
No funcionó. Los lobos me encontraron. Pero mi magia era virgen e inestable en ese entonces, guiada por mis emociones, y lo que yo más sentía en el momento era miedo. Siempre tengo miedo. Y como mecanismo de defensa contra ese sentimiento, mi magia actuó por sí sola, conectándome con la energía de la tierra.
Sangré por días, estuve cojeando por semanas y cargué con las cicatrices por años. Todavía lo hago, sólo que ahora portaba muchas más de esas.
No obstante, las cicatrices eran un recordatorio que todos los días me empujaba a seguir adelante, a no mirar hacia atrás; si lo hacía, si me atrevía a echar un vistazo sobre mi hombro, el miedo terminaría paralizándome. Con sólo sentir el tambor de sus pisadas bajo mis pies era suficiente para ponerme frenética, asustada.
Los pulmones me ardían exigiendo aire y un descanso, pero no podía parar, sólo correr y correr lejos, lejos, lejos de ellos, de las bestias de ojos violetas. Jadeaba y los ojos me escocían, lágrimas deslizándose por mis mejillas y mezclándose el sudor y las gotas de lluvia que caían. Mi mochila rebotaba en mi espalda y mis piernas daban zancadas largas, ágiles sobre el territorio que más conocían.
El búho volvió a ulular, planeando a la izquierda. Lo seguí, insegura de lo que hacía, aunque consciente de que no tenía otra opción. Por el rabillo del ojo noté al menos unos siete lobos persiguiéndome, ladrando y gruñendo. Fue impulso suficiente para correr con más ganas y sentir mi corazón a punto de salir volando de mi pecho, estrujándose por el esfuerzo que estaba ejerciendo sobre mi cuerpo. Lo que estaba exigiendo.
Entonces vi al búho planeando en picada y desapareció de mi vista. Para cuando me di cuenta de a lo que me aproximaba, era muy tarde para frenar. La tierra estaba mojada y resbaladiza, por lo que no pude mantenerme sobre mis pies por mucho tiempo antes de continuar rodando colina abajo.
Cuando el mundo terminó de dar vueltas tuve tiempo suficiente para cruzar los brazos en una X antes de que los lobos que trotaban detrás de mí me alcanzaran y una barrera translúcida de color purpura se materializó y les obstruyó el camino, los lobos salvajes golpeándose con fuerza y chocando entre sí.
De esta manera, tirada sobre el suelo, me permití sentir los aguijones de dolor. Punzadas filosas me robaron el aliento, haciéndome sisear y gemir de dolor, cada extremidad me dolía y un camino de sangre bajaba por mi nuca, tibio y rojo. Recosté la cabeza en el suelo con los brazos aún cruzados, jadeando pesadamente ante los lobos que mordisqueaban y rasguñaban la barrera con tal de traspasarla.
Otro movimiento atrapó mi atención y vi al búho blanco volar hasta posarse sobre las ramas de un árbol, observando todo desde arriba con ojos expectantes. Ululó una vez, agitando sus alas, y parpadeó en mi dirección.
La tierra debajo de mi vibró, vibró hasta convertirse en un sismo y sismo que se transformó en un terremoto. Las bestias dejaron de forcejear y prestaron atención a lo que sucedía ahora, pero no fueron lo suficientemente astutos para notar que mi magia convirtió las ramas de los árboles en cuchillas de madera que atravesaron sus cuerpos y su sangre me salpicó la cara, la ropa y roció el suelo en un vibrante color carmesí.
Hasta que la vida dejó de brillar en los ojos violetas de aquellos lobos no me deshice de mi barrera protectora, mi cuerpo entumecido por el dolor y el cansancio. La cabeza me palpitaba y me sentía mareada, nauseabunda. El hedor a sangre nubló mis sentidos y mi estómago se retorció de una manera no muy placentera.
Cerré los ojos, jadeando.
Hubo un aleteo y un suave peso se asentó sobre mi estómago. Abrí los ojos para encontrarme al búho blanco.
—Eres persistente —jadeé parpadeando somnolienta—. Me estás llevando a algún lado, ¿cierto? No me estás sacando de un apuro sólo porque sí.
El búho ululó.
Lo tomé como un sí.
—Bien. Sólo... sólo dame un segundo, ¿está bien? Déjame respirar.
***
No pedí esto.
No pedí vivir de esta manera, huyendo para salvarme, dejando que otros luchen por mí cuando yo debería enfrentar mis demonios sin importar qué.
No lo pedí.
No pedí nacer en una familia poderosa ni pedí pertenecer a un linaje de brujos importantes, los Primeros brujos de la Tierra.
No pedí por esto.
No pedí estos poderes, esta magia que corría por mis venas, que vivía de la naturaleza y su propio poder.
No lo pedí.
No pedí nada de esto.
Era difícil tener que sobrevivir todo el tiempo. Nunca podía descansar la cabeza sin pensar que alguien me perseguía, sin brincar ante el sonido más mínimo, el más indefenso. A cada momento estaba obligada a estar alerta, preparada para lo que sea que se avecinaba, y lo que me más me frustraba era saber que mi cuerpo inconscientemente ya estaba listo para salir corriendo.
Odiaba correr. Odiaba huir.
Odiaba mi vida.
Solo quería existir. ¿Por qué no podía solamente... existir?
¿Puedo existir?
Déjenme existir. Déjenme respirar.
Déjenme vivir.
Solo tenía quince años y me sentía de ochenta, algo bizarro y completamente erróneo. Debería ir a la escuela, tener una familia y convivir con amigos. ¿Por qué no podía tener eso? ¿Por qué tenía que ser una Greenlight? Yo no quería ser una bruja Original.
Yo quería existir.
¿Puedo existir?
El búho sólo se quedó observándome con ojos curiosos, parpadeando como si quisiera entenderme y lamentaba no poder hacerlo.
No supe cómo sentirme al respecto.
A veces tampoco sabía cómo sentirme respecto a la naturaleza que me rodeaba, el cómo vivía a través de mí. A veces me agobiaba, era demasiado que comprender, mucho que digerir. El peso de su poder estaba sobre mis hombros, en mi conciencia, y palpitaba gracias al corazón que latía dentro de mí. La magia original no actuaba a través de mí, sino que vivía en mí como una tortuga lo haría en su caparazón, y yo era ese caparazón que la mantenía a salvo.
A cambio, la magia me permitía usarla a mi gusto.
¿El truco?
Dependía de mí para qué usos utilizaría mi magia, si para el bien o para el mal.
Era irónico las mil veces que me han dicho esto, que tuviera cuidado con las decisiones que tomaba al ejercer mi magia. Marta y Marla nunca paraban de recordármelo, se aseguraron de plasmarlo en mi mente para que nunca lo olvidara. Y eso también se había convertido en otra roca con la que cargar, otra responsabilidad más con la que portar.
Era demasiado... y yo solo quería vivir.
Encorvada frente a un fuego y temblando tanto por frío como por dolor, abrazando mis piernas contra mi pecho, no quise nada más que vivir. Vivir una vida más allá de esto, de noches eternas escondida entre árboles, cuevas y montones de ramas secas. Una vida más allá de personas que sacrificaban todo con tal de mantenerme con vida, más allá de viajes largos y solitarios. Una vida más allá de ver todo en blanco y negro.
Solamente quería ser alguien.
¿Por qué no puedo?
Porque significaba guerra.
***
No tenía ni la más remota idea de adónde me estaba llevando el endemoniado búho aquel, sólo que era un animal necio que encontraba mis constantes paradas para descansar un fastidio. Claro, porque él no había sido quien rodó colina abajo y se dislocó un bendito hombro, ¿no es así? No, aquel maldito pájaro tenía unas malditas alas y vivía una vida tranquila volando por los aires mientras mis pies sangraban de tanto caminar.
Pero seguí andando porque no podía parar. Me negaba a parar. Tenía que continuar sin importar qué, no me podía conformar con sólo unos minutos de descanso, no hasta que mi vida dejara de estar en peligro.
Lo que me llevaba a la siguiente pregunta:
¿Cuándo, exactamente, no estaré en peligro?
Mis galletas saladas ya se agotaron, así que me las he apiñado con recolectar agua de la lluvia o arroyos cercanos y un par de bayas. Mi cuerpo ya estaba débil y demolido, y en momentos como este me pregunto cómo rayos seguía de pie. Mi mente no estaba funcionando, mis pensamientos eran un borrón incomprensible y estaba tan agotada que fatiga era lo único que podía sentir.
¿El lado bueno? Han pasado semanas desde mi último encuentro con lobos salvajes.
Semanas siguiendo un maldito búho.
Decir que estaba harta era quedarse corto, honestamente.
Estaba anocheciendo y la temperatura había subido considerablemente. Ahora la humedad del bosque sólo me daba calor, por lo que tenía el abrigo atado a la cintura, mi ropa todavía manchada de sangre. Hice mi mayor esfuerzo para desprenderme de los residuos de la piel, pero aún seguía sucia de tierra y sangre. Era asqueroso, yo misma me sentía asqueada y no he podido encontrar una bendita parada de gasolina en todo el tiempo que llevaba siguiendo el maldito búho.
Y hablando de roma...
El búho planeó sobre mi cabeza y ululó con ganas.
Eso me picó la atención.
—¿Qué? —pregunté frunciendo el ceño—. ¿Qué pasa? No viene nadie...
El búho ululó otra vez, voló hasta mí y aleteó las alas frente a mi cara.
—Ya, ya. Te sigo, ve.
Y entonces lo sentí.
En cuanto traspasé la barrera mi mundo entero giró. Jadeé y trastabillé hacia un lado, sintiéndome extremadamente pesada. Parpadeé lentamente, intentando apartar la neblina que me nubló los sentidos.
Oí el ulular del búho una y otra vez, transformándose en un eco dentro de mi cabeza. El mundo volvió a balancearse y yo me moví con él, cayendo sobre mis rodillas sin poder evitarlo. El cuerpo entero me protestó y sólo pude jadear a modo de queja, sin aliento y mareada hasta más no poder.
Apoyé las manos contra el suelo... y me golpeó.
—Oh Dios mío...
La vida de esta tierra, de este lugar... Oh, qué poder. Nunca me he topado con algo igual, la potencia de este sitio, la vida que contenía... y los colores, tantos, tantos colores.
Verde y azul y rojo, alivio y tristeza y furia.
Bajo mis dedos la tierra vibraba... no, ella palpita. La tierra palpitaba como un corazón, un tum, tum, tum, tum que tamborileó dentro de mí como si se tratara de mi propio corazón latiendo.
Y el viento... el viento susurraba... ¿palabras?
Sí, palabras. El viento murmuraba palabras, un siseo sutil que apenas podía comprender. Tuve que cerrar los ojos para entender mejor, para escuchar mejor y poder sentirlo, y, oh, ¡qué vida! ¡Qué poder! ¡Cuánto espíritu tenía este lugar!
No, espíritu no.
Espíritus. Vidas.
Plural.
Lobos de tiempos antiguos, de eras diferentes, de siglos y años atrás. Hombres, mujeres y niños, vidas que vivieron aquí y que aún seguían viviendo aquí, corriendo eternamente, aullando a la luna llena. Libres y unidos, unidos como familia, aunque no estaban conectados por sangre.
Unidos como manada.
Manadamanadamanada.
Y con eso, un nombre brilló tan fuertemente dentro de mi alma que me quemó.
Bennett.
Bennettbennettbennett.
Manadamanadamanada.
Y entonces un aullido resonó por el bosque completo.
No, dos aullidos.
Las voces que viajaban con el viento se hicieron más presentes, más ruidosas.
MANADAMANADAMANADA.
—Sí, sí —le dije a las voces, susurrando por igual—. Sí, la manada ya viene.
Ya viene, viene, viene la manada.
MANADAMANADAMANADA.
BENNETTBENNETTBENNETT.
Por fin otro capítulo, y con un final muy interesante, como ya leyeron. ¿Qué piensan?
Yo adoro cómo escribe TJ Klune, siempre me ha parecido que estoy leyendo una poesía y que tiene tanta profundidad de emoción, que a veces es abrumadora. Pero quiero mantener eso intacto. Estoy agregando cosas mías, pero pretendo mantener todo lo de TJ intacto.
Bueno, ahora sí les puedo decir que la mañana aparece en el siguiente capítulo y, boy, que estoy emocionada para que lo lean. Ayer me pasé todo el día escribiéndoles otro capítulo y hoy pretendo hacer lo mismo aunque tenga clases.
¿Qué creen que estará haciendo Lee ahora de que llegó a Green Creek? ¿Cuáles son sus teorías? Déjenlas en los comentarios y les prometo responderlas.
Espero que les haya gustado y los leemos (posiblemente) mañana.
Love,
Wolf Queen
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top