1. corre, chico, corre.

LO PRIMERO QUE NOTÉ AL DESPERTAR FUE LA HUMEDAD DE LA TIERRA DEBAJO DE MÍ. Parpadeé varias veces para apartar las gotas de llovizna que caían, el bosque a mi alrededor cubierto por una leve neblina. Me estremecí, sintiendo frío, pero hice la sensación a un lado y rodé sobre el suelo, ahora encarando el follaje, las gotas de lluvia cayendo directamente en mi cara y mis ojos. Suspiré.

Estiré una mano y coloqué la palma contra el suelo.

La tierra vibró bajo mis dedos, saludándome.

Abrí los ojos otra vez, capaz de escuchar el leve siseo del viento y un búho ululando.

—Buenos días para ti también —murmuré y me senté, tomando la mochila que había estado usando como almohada para terminarme el resto de las galletas saladas.

El estómago me gruñó por más comida, pero no le hice caso. Lo callé con un par de sorbos de agua de mi cantimplora y observé mi alrededor frunciendo el ceño. No debían de ser más que las seis o siete de la mañana, deduciendo por la neblina y el frío de la madrugada. No tenía ni la más remota idea de dónde estaba, han pasado días desde que hui del territorio de la Alfa Wells.

Y como siempre, dejé que la naturaleza me guiara. Que me protegiera.

Al ver que la llovizna no pararía y que el frío no se iba a disipar, tomé el abrigo y me lo coloqué con todo y capucha, protegiéndome del agua. Gruñendo, me levanté del suelo, sintiendo mis pies quejándose. Días y días caminando, corriendo, huyendo lejos, lejos, lejos... sin embargo, no tenía otra mejor opción.

Nunca tenía otra opción.

Antes de volver a emprender mi eterna caminata, escuché.

Cerré los ojos y solo usé mi sentido auditivo, dejando que el bosque me hablara, que el viento me susurrara al oído. La naturaleza siempre me reconocía, yo era su igual y éramos lo mismo, por lo tanto, nunca he tenido problemas para conectarme con los espíritus que duermen entre los árboles, bajo la misma tierra en la que estaba parada, en los ríos. Ellos eran mis ojos tras la espalda, el par de orejas que necesitaba.

De no ser por ellos estaría muerta.

Y con mi fallecimiento, el linaje de los brujos originales habría llegado a su fin.

Entre la frialdad de la mañana, una suave y cálida brisa danzó entre mis dedos.

Abrí los ojos, descendiendo la mirada para ver a una mariquita volando entre mis dedos, y con ella, una brisa tibia subió de mi mano a mi brazo, de mi brazo a mi cabello y de mi cabello descendió por mi cuerpo, cubriéndome como un manto.

Me estremecí, pero sonreí un poco.

—Gracias, pequeño amigo —le dije a la mariquita. El insecto, escuchándome, voló hasta mi cara y circuló dos veces alrededor de mi cabeza antes de irse volando, la brisa cálida persiguiéndolo, levantando hojas secas consigo.

Era la respuesta que necesitaba escuchar.

Nadie me estaba siguiendo.

Sin más preámbulos, sin nada más que me detuviera, seguí el camino de la mariquita.


***


Cuando era pequeña, tuve una pareja de brujas que cuidaron de mí. Marta y Marla, gemelas, y las personas con las que más he pasado tiempo. Nunca me daba el lujo de permanecer en un sitio por mucho, temiendo que alguien pudiera encontrarme, alguien relacionado con Robert Livingstone que podría arrebatarme lo que ese brujo siempre ha querido de mí y de mi nombre.

No obstante, Marta y Marla fueron mis guías, el farol que buscaba en una noche oscura cuando me sentía perdida. Sus instrucciones habían sido esenciales para mí, me demostraron cuán profunda era la magia y cuán lejos se podía llegar a extender. Me enseñaron a encontrar el poder en el objeto más insignificante, a hallar la chispa que crearía el fuego, la grieta que desbordaría la presa.

Temprano en la mañana, antes de que el alba se alzara, salíamos al bosque todavía en pijamas. Descalzas, caminábamos sobre nieve, tierra sólida o húmeda; nunca importaba.

—¿Puedes sentirlo, brujita? —preguntaba Marla, una mano sujetando la mía.

—¿Sientes la naturaleza hablándote? —continuaba Marta, mi otra mano aferrada a la suya.

Era sólo cuestión de apartar el velo para tener un vistazo, un diminuto y fugaz vistazo, al centro de la tierra, a su poder, para conocerlo y conectarse a él. Fusionarse. Para brujos como Marta y Marla era diferente, su capacidad para hallar la magia venía desde adentro, estaba en sus almas, sus corazones y mentes, corriendo por sus venas.

Sin embargo, para brujos como yo, una Original, una Greenlight, mi poder venía de la naturaleza misma, de su energía. Yo era la naturaleza. Mi poder era uno con la energía de la tierra, yo tenía tanta influencia con la naturaleza como ella conmigo. Podía hacer lo que quería con mi magia, manipularla a mi gusto, así como podía usar la naturaleza a mi alrededor a mi favor.

Y a veces, la naturaleza me utilizaba a mí.

Dos años con las gemelas fue lo más cercano que tuve a un hogar. Nunca olvidaba que en algún punto tendría que seguir huyendo, pero al menos tuve la oportunidad de descansar la cabeza en una cama real y no una improvisada en el piso o el sólido suelo de una cueva. Y las gemelas, Marta y Marla, a pesar de que eran dos ancianas berrinchudas, tenían su lado carismático.

Fueron buenas conmigo, me presionaban hasta el límite la mayoría del tiempo, pero su objetivo era prepararme. Moldearme.

Hacerme una bruja.

—El poder de un brujo nunca se define por la fuerza de su magia, sino para lo que decide usarla, si para el bien o para el mal. Nunca lo olvides, pequeña Original.

—Escucha bien a Marla, Leelie, pues llegará el día en que tendrás que elegir si usarás tu magia para el bien de todos o el tuyo propio. En ti descansa el peso de nuestra especie.


***


El cambio en el aire fue instantáneo y el sol, de alguna manera, pareció opacarse. El bosque acalló, sus pájaros e insectos dejaron de cantar y el viento paró de soplar, dejando sólo el frío. Me detuve abruptamente en cuanto me di cuenta, repentinamente consciente de mi alrededor. Moví los dedos sólo un poco y de inmediato una corriente electrizante hormigueó por mi cuerpo completo, despertándome.

Escuché con atención.

El silencio era sepulcral, tétrico, y la sensación de ser observada me invadió. Jadeé, sintiendo el corazón a punto de salir volando de mi pecho, inquieto. Luego, tomando aire por la nariz, cerré los ojos y solté el aire por la boca lentamente, suavemente, calmándome.

El viento me abofeteó la parte trasera de la cabeza, volándome el cabello, y yo giré en redondo para enfrentar al lobo, lanzando un rayo purpura en su dirección que lo golpeó en el estómago y lo mandó al suelo a una distancia prudente de mí.

La bestia gimoteó y luego gruñó, sus ojos parpadeando violeta hacia mí, enojado.

Mi rostro fue iluminado por la luz de mi rayo, chispeando y zumbando en mis oídos.

—¿Sólo uno esta vez? —gruñí arrugando los labios en una mueca—. ¿Qué pasa, lobito? ¿Te tocó venir solo?

La bestia resopló, exasperado.

Pero yo sabía lo que estaba tratando de hacer.

Y no iba a funcionar.

Cuando los otros dos lobos saltaron hacia mí, apareciendo de la nada, quedaron paralizados en medio del aire, fauces abiertas de par en par. Miré sobre mi hombro para verlos levitando a cada lado mío, luciendo tanto sorprendidos como furiosos. Sus ojos violetas solo me confirmaron que no esperarían a que fuera llevada hasta Livingstone antes de que me arranquen la cabeza del cuerpo.

—Algunos lobos como ustedes simplemente no aprenden —bufé—. No atacas a un brujo Original en su hábitat natural.

Antes de permitirles la oportunidad de pensar, raíces explotaron del suelo y se enrollaron alrededor de las patas del lobo frente a mí, y cuando él aulló e intentó arrancarse las raíces con los colmillos, más de ellas explotaron del suelo para envolverse alrededor de su torso, fijándolo al piso.

Mientras tanto, los otros dos lobos estaban en la misma situación, solo que atados a árboles.

Luego aparecieron más.

Esta vez no fueron sigilosos. Varios ladridos hicieron eco a mi alrededor, paralizándome en mi lugar, y pude visualizar ojos violetas brillando entre la neblina, numerosos pares de ojos que me miraban hambrientos y salvajes. El corazón me brincó asustado y me sentí sudando frío, ansiosa.

—Bueno, supongo que Robert debe estar desesperado —dije nerviosamente—. Si envió a tantos es porque quiere mi magia cuanto antes, ¿no? Algo está por suceder y necesita el máximo poder, ¿no es así?

Las únicas respuestas que obtuve fueron gruñidos y ladridos.

La sangre me bombeaba con fuerza y rapidez, zumbándome en los oídos. Tenía que pensar rápido, pero estaba rodeada y los lobos se estaban acercando. La respiración se me aceleró y giré en redondo para verlos acorralarme, mordiendo el aire en amenazas y mostrando filosos caninos hacia mí.

Sabía lo que tenía que hacer, llevaba haciéndolo por años, pero la cuestión era el cómo lograré zafarme de este embrollo esta vez. Mi cerebro me estaba traicionando y mis sentidos estaban nublados por el pánico, la adrenalina y la impotencia. Necesitaba moverme, actuar, sin embargo, estaba en blanco.

Un lobo saltó hacia mí y tuve el tiempo suficiente para esquivarlo y rodar por el suelo con un chillido. Me arrastré lo más lejos que pude... para volver a arrastrarme de regreso cuando las fauces de otro lobo estuvieron a punto de arrancarme una oreja. Con un grito atorado en la garganta, muriendo de miedo, hice lo único sensato que podía hacer.

Con mis manos hechas puños golpeé el suelo y el bosque vibró. La tierra se convirtió en una ola que se llevó un par de lobos consigo, mientras raíces salían de la tierra y atrapaban más bestias, arrastrándolos como arena movediza. El bosque cobró vida y lobos corrieron, algunos tratando de alcanzarme y fallando en el intento, la naturaleza protegiéndome.

Un ulule me llamó la atención.

Un búho blanco pasó sobre mi cabeza a una velocidad increíble, ululando otra vez.

No necesité más.

Salí corriendo tras el búho.

¡He aquí su primer vistazo a mi querida Lee! Mañana les daré otro capítulo más, pero, por el momento, confórmense con este pedacito. Los capítulos serán más largos, lo juro.

¿Qué piensan hasta ahora? ¿Les va gustando? Les comento desde ahora que nos faltan al menos tres capítulos más para conocer a nuestra manada, pero no se preocupen, que trataré de hacer la espera lo más corta posible.

A mis lectores nuevos, bienvenidos sean. Y a mis lectores viejos, también sean bienvenidos. Espero que les guste este pedazo de mí.

Y espero que amen a Lee tanto como yo.

Love,

Wolf Queen

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top