Extra #1
Primeras citas y una peculiar ciudad
— ¿Por qué el chico simplemente no le dijo que la carta era suya? Se hubiera evitado todo ese problema. —criticó Chris mientras masticaba unas palomitas quemadas.
Angelo dejó de mirar la pantalla y se giró con una expresión ligeramente molesta.
—Si lo hubiera hecho entonces no tendríamos nada que ver. —manifestó el chico y Chris se encogió de hombros—. ¿Sabes? La película sería mucho más divertida si dejaras de criticar cada escena. —agregó y Chris le miró ofendida.
—Bien, entonces no veamos nada. —pronunció la rubia y sin más apagó la televisión, causando que Angelo le mirara horrorizado.
— ¡¿Estás loca?! Ahora no sabremos si terminaron juntos. —se quejó el moreno e intentó quitarle el control a Chris, quien se giró a mirarle con seriedad.
—Sabes bien que terminarán juntos. —obvió la chica y Angelo asintió mientras trataba de contener una carcajada.
— ¿Por qué no podemos ver una película como una pareja normal? —preguntó Angelo luego de unos segundos y Chris se giró con una pequeña sonrisa.
—Porque no somos ni de cerca una pareja normal. —respondió la chica, a lo cual Angelo tuvo que admitir era cierto.
—De todas formas, nos pasamos el día viendo películas y estoy comenzando a pensar que no es saludable. —masculló el chico y se levantó para desechar las bolsas de palomita.
Chris sabía que Angelo tenía razón, pero aun así no le gustaba admitirlo.
—Eres tú quien insistes en pasarte cada hora del día conmigo. Tiendo a ser muy aburrida. —comentó Chris mientras se ponía de pie.
—Perdón por querer pasar tiempo con mi novia. —pronunció Angelo con voz anodina y Chris resopló antes de acercarse al mini bar donde se encontraba Angelo.
En cuanto la rubia se acercó se quedó mirando la gran variedad de vinos frente a ella por unos segundos y, luego de juntar todas sus fuerzas, apretó los ojos y se sentó al lado de Angelo, haciendo todo lo posible por no desviar la mirada.
—Eso no fue lo que quise decir. —musitó la chica—. Tienes cosas que hacer y a veces siento que las dejas a un lado solo por estar conmigo. Cuando realmente no tengo nada para ofrecerte. —explicó y Angelo permaneció en silencio por unos segundos.
—Por más que me queje, los momentos que paso contigo son lo mejor de mi día. —se sinceró el chico y Chris no pudo evitar sonreír.
—Sé que te encanta ver mi lado de criticona. —le molestó la rubia y Angelo rodó los ojos con una sonrisa en sus labios.
—Eres una niña. —manifestó el moreno y Chris le sonrió divertida.
—Y tú un anciano con veinte años. —se burló y el chico soltó una carcajada.
Tras unos segundos de silencio Angelo se levantó sonriente y comenzó a acercarse a Chris con la intención de darle un abrazo, pero en cuanto la rubia abrió los brazos para corresponderle, el chico aprovechó para hacerle cosquillas, causando que Chris se lanzara de la silla y comenzara a correr lejos de él.
La casa de las delgadas ya no era lo que solía ser, en primer lugar porque ya no era únicamente la casa de las delgadas, y en segundo lugar porque ahora los pasillos siempre estaban amontonados de chicas que parecían la mismísima reencarnación de Marilyn Monroe en malas.
—Permiso. Lo siento. —murmuró Chris mientras corría por los pasillos de la casa, ganándose miradas extrañas por parte de las chicas que fueron luego reemplazadas por una divertida al ver a Angelo.
Las chicas habían comenzado a encariñarse con Angelo -algunas tal vez demasiado- de tal manera que el chico parecía ser una celebridad en la ciudad. Cada vez que el moreno entraba a un lugar el silencio reinaba y todas las miradas se dirigían hacia él. Siendo una reacción totalmente normal tomando en cuenta la situación.
—Me rindo. —pronunció Chris con la voz agitada y Angelo asintió lentamente mientras trataba de recobrar la respiración.
Ambos chicos se detuvieron en el patio de la casa, que por el frío que hacía se encontraba totalmente vacío. Luego de unos segundos Angelo tomó de la mano a Chris y le guió hacia un pequeño banco azul.
El banco se encontraba rodeado de árboles enormes y pequeñas plantas que le brindaban una sensación de tranquilidad y privacidad que no podían tener dentro de la casa. Ese lugar, junto con su pequeña playa, era su refugio.
Chris respiró profundo el aire fresco que propinaban los árboles y se giró a mirar a Angelo cuando sintió una mano en su hombro.
— ¿Algo nuevo? —preguntó Angelo con voz tranquila.
Algo nuevo era un código que Chris y Angelo habían acordado utilizar cada vez que sintieran que el otro no se encontraba bien o necesitara hablar.
Chris se le quedó mirando por unos segundos y luego desvió la mirada hacia unas orquídeas frente a ella.
— ¿Sobre qué? —inquirió la chica a pesar de que sabía perfectamente a lo que se refería.
—Sobre tu distintivo malhumor en las últimas semanas. —respondió el chico y Chris forzó una mueca.
—Lamento decírtelo... —comenzó Chris con voz apenada—, pero así es mi cara. —finalizó y Angelo contuvo una carcajada.
—Estoy tratando de tener una conversación seria contigo. —manifestó el chico.
—Ya, está bien. —rio Chris y al distinguir el ceño fruncido de Angelo dejó de sonreír—. Ya me voy a comportar. —aseguró la rubia y Angelo negó con la cabeza.
—Solo quiero que hables conmigo. —pronunció y colocó una mano sobre el muslo de Chris cariñosamente.
Chris suspiró derrotada y echó la cabeza hacia atrás antes de comenzar a hablar.
—No lo sé... supongo que me siento un poco inútil. —soltó con los labios torcidos.
— ¿Por qué? —inquirió Angelo con un ápice de confusión. Chris lo pensó por unos segundos y luego apoyó su brazo del banco.
—Bueno, las mujeres ya no me necesitan. Tú tienes una ciudad que gobernar, y yo solamente tengo un álbum nuevo de Melanie Martínez para escuchar. —se sinceró mientras observaba los grandes árboles siendo arrasados por el aire.
—Por supuesto que te necesitan, ¿por qué dices eso? Además, ya me escuché el álbum y es bastante completo. —admitió el chico y a Chris se le escapó una risita.
—Ya no hay más zapatos rojos. Las reglas de Ashley poco a poco se han ido desvaneciendo. He vuelto a ser una más del montón y odio sentirme así. —suspiró cansada.
—No eres una más del montón, eres una joya única dentro de una joyería. —manifestó Angelo—. Porque las mujeres parezcan estar bien no significa que realmente lo estén. —le recordó Angelo y Chris se giró para mirarle—. Es un proceso, Chris. Y sé que todavía necesitan a alguien a su lado para recordarles por qué valió la pena lo que hicieron. —concluyó y Chris recostó la cabeza en su hombro con una sonrisa triste.
—A veces siento que soy yo quien las necesita. —admitió Chris y Angelo se mostró comprensivo.
—Son tu familia. Estamos programados para sentirnos responsables por lo que sea que les pase. Lo entiendo mejor que nadie. —pronunció Angelo y Chris movió levemente la cabeza en señal de asentimiento—. Sabes que ellas también te consideran su familia ¿cierto? —puntualizó el moreno y Chris sonrió ampliamente.
— ¿Cómo le haces para convencerme tan rápido? —cuestionó la chica y sintió a Angelo reír.
—Es mi don. —se glorió el chico y Chris se mantuvo en silencio por unos segundos, simplemente disfrutando el momento.
— ¿Sabes qué es lo que quiero? —pronunció la rubia y Angelo se giró a mirarle.
— ¿Helado de chocolate? —preguntó el moreno.
—Aparte de eso. —respondió Chris.
— ¿Conocer a Shawn Mendes?
— ¡Angelo! —le regañó Chris y Angelo se echó a reír.
— A ver, bonita, ¿qué quieres? —inquirió el moreno con una sonrisa.
—Quiero visitar Mann. —replicó con simplicidad y la sonrisa se borró del rostro de Angelo.
—Chris. —advirtió Angelo con seriedad.
— ¿Qué tiene? —inquirió Chris y levantó la cabeza—. Tengo curiosidad. —finalizó.
—Ya hablamos sobre eso. —aseveró Angelo y Chris frunció el ceño.
—Hace ocho meses, sí. Pero siempre me dices que las cosas están mejorando. —puntualizó Chris.
—Mejorando dentro de lo que eso significa tomando en cuenta que es Mann. —masculló Angelo y fijó la mirada en una pequeña mariposa que voló frente a ellos.
—Por favor... sería como una especie de cita. —le rogó Chris con un puchero y Angelo le miró horrorizado.
— ¿Quieres tener nuestra primera cita en Mann? —manifestó el chico y Chris asintió enérgicamente.
—Será divertido. Además no creo que cuente como nuestra primera cita, a este punto ya parecemos marido y mujer. —explicó Chris y Angelo lo pensó por unos segundos.
—De hecho sí sería nuestra primera cita. No creo que sentarnos todo el día en tu casa cuente como una. —señaló Angelo y Chris rodó los ojos.
—Podemos celebrar nuestro aniversario de bodas en Mann. —ofreció Chris con una sonrisa inocente.
—Creo que se te olvidó la parte en que no estamos casados. —estableció Angelo y una sonrisa se escapó de sus labios.
—Irrelevante. ¿Cuándo nos vamos? —preguntó Chris y se puso de pie rápidamente.
—No vamos a ir a ningún lado. —respondió Angelo y le hizo tomar asiento.
—No puede estar tan mal allá. Por favor... —masculló Chris y Angelo negó con la cabeza—. Sería mi única oportunidad para realizar un informe y presentárselo a las gobernadoras. —insistió la chica.
—Creo que ellas han dejado muy en claro su postura sobre eso. No quieren nada que ver con Mann hasta que las cosas se calmen. —manifestó el moreno y Chris le tomó del brazo suavemente.
—Podemos probarles que realmente estás haciendo un maravilloso trabajo, ¿no es así? He visto todas las noches en que no duermes por estar planificando cosas y llenando informes. —comentó rápidamente y Angelo esbozó una pequeña sonrisa.
—Estoy tratando... —pronunció e hizo una pausa—. ¿Segura que no prefieres comer helado en el centro comercial? —inquirió el chico con indecisión.
Chris se levantó rápidamente y le ofreció una mano con una sonrisa en el rostro.
—Muy segura.
♣♣♣
En lo que Chris y Angelo se dirigían a la casa principal para tomar el autobús hacia Mann y le explicaban a las gobernadoras la razón por la que Chris le acompañaría, la luz del sol había comenzado a desvanecerse y los establecimientos habían comenzado a cerrar.
A pesar de que el puente que conectaba con Mann ya estaba terminado y funcionando, ninguna mujer de Moltum -a excepción de las guardias- tenían permitido viajar a la ciudad de Mann.
Chris no perdía la esperanza de que algún día las dos ciudades se unificaran y todo volviera a la normalidad, sin embargo, las gobernadoras de la ciudad y un censo entre las ciudadanas demostraron que eso no iba a hacer posible hasta muchísimo tiempo después.
— ¿Qué opinan los hombres de la unificación de ambas ciudades? —preguntó Chris mientras observaba el océano por la ventana.
—En realidad no lo sé. —respondió Angelo y Chris se giró a mirarle rápidamente.
— ¿Nunca se los has mencionado? —inquirió con el ceño fruncido. Angelo negó con la cabeza—. ¿Por qué?
—He hablado con algunos militares sobre eso, llegamos al acuerdo de que primero tenemos que desintoxicar a los hombres. —explicó Angelo.
— ¿No crees que la manera de incentivarles a dejar las drogas y el alcohol puede ser dándoles esa noticia? —cuestionó Chris y Angelo se lo pensó por unos segundos.
—Es una maravillosa idea. —reconoció Angelo y Chris sonrió satisfecha.
— ¿Por qué apenas me hablas de Mann? Siempre estoy dispuesta a ayudarte un poco. —cuestionó Chris con extrañez y Angelo se encogió de hombros.
—No quiero arruinar nuestro tiempo juntos. —respondió con simplicidad y Chris chasqueó la lengua y esbozó una sonrisa divertida.
—Sabes que me gusta enterarme de todo. —pronunció Chris.
—Cierto. —afirmó Angelo y cualquier palabra que tenía pensado decir quedó en el olvido tras notar que ya se encontraban dentro de Mann.
Chris se mantuvo en silencio mientras bajaba del autobús y una que otra vez sintió sus manos temblar por la tensión de ese momento.
En cuanto la rubia puso un pie en las deterioradas calles de Mann, el cambio de temperatura y ambiente le golpeó como una pedrada, causando que tuviera que apoyarse del autobús por unos segundos.
Angelo se encontraba detrás suyo con semblante serio y los labios apretados, con mucho cuidado le apartó del autobús y le indicó a la conductora que podía irse.
— ¿Por qué está tan caliente aquí? Estamos en invierno. —preguntó Chris mientras examinaba su alrededor.
—No hay muchos árboles aquí, de hecho se pueden contar los pocos que hay. Solo la casa del gobernador cuenta con su propia área de ambientación natural. —explicó Angelo y en el rostro de Chris se formó una mueca.
Para Angelo el lugar se había convertido en un universo paralelo en el que tenía que pasar la mayor parte de su tiempo, por lo que la apariencia oscura y deteriorada de las casas y los establecimientos, junto con el devastador y caliente clima, eran algo normal para él.
— ¿Por eso te gusta tanto estar en Moltum? —cuestionó Chris y se giró para mirar al moreno.
—Me descubriste. Realmente nunca fue por ti sino por tu aire acondicionado. —bromeó Angelo y Chris soltó una carcajada.
—Siempre supe que me engañabas con él. —manifestó Chris y fingió estar ofendida.
Angelo le dio un pequeño empujoncito mientras sonreía y se acercó para darle un beso en la cabeza a la rubia, provocando una sonrisa en el rostro de Chris.
Lamentablemente la felicidad no duró mucho.
— ¡Intrusa! ¡Intrusa! —gritaron al unísono un grupo de militares mientras se acercaban corriendo hacia Chris y Angelo. Instintivamente la rubia se colocó en postura de ataque y se posicionó delante de Angelo con la intención de cubrirlo, sintiendo así su corazón acelerarse.
— ¡Deténganse! —exclamó Angelo y movió a un lado a Chris, la cual se mantuvo alerta.
—Señor, es una intrusa. —gritó el comandante mientras sostenía una escopeta en dirección a la rubia.
—No es ninguna intrusa. Es mi novia. —manifestó Angelo con voz fuerte y todos los hombres se mostraron ligeramente confundidos.
—Oh. —pronunció el comandante y le indicó a los demás hombres que bajaran las armas—. Mis disculpas, señor. —masculló el hombre.
—Que no se vuelva a repetir. Tienen que aprender a preguntar primero antes de atacar. —indicó Angelo y el comandante asintió y comenzó a alejarse junto con el grupo de militares.
—Vaya, eso fue intenso. —soltó Chris mientras observaba a los hombres marchar coordinadamente.
—Todavía estamos a tiempo de volver a Moltum. —aventuró Angelo y Chris se giró a mirarle.
—No funciona así conmigo. Ya estoy aquí, tengo que ver el paquete completo. —le recordó Chris y sin más comenzó a caminar sin saber hacia dónde.
Angelo se detuvo a mirarle por unos segundos y luego se rindió y decidió seguirle el paso, posicionándose a su lado rápidamente.
—Para la próxima vamos a Palicio. —comentó Chris tras unos momentos de silencio.
—No creo que a Esther le guste esa idea. —pronunció Angelo y observó a Chris encogerse de hombros.
—Eso nunca me ha detenido. —manifestó y Angelo no pudo evitar reír.
—Por cosas así me gustas tanto. —se sinceró Angelo y Chris se giró a mirarlo con una sonrisa enorme.
—Y por decir cosas así es que me gustas tanto. —musitó la rubia y se acercó para darle un beso en la mejilla, notándose ligeramente la diferencia de estatura entre ambos.
— ¿A dónde vamos? —preguntó Angelo al ver lo decidida que lucía Chris al caminar.
—Al primer lugar que no parezca un cementerio. —respondió Chris con una mueca. Angelo soltó una carcajada y le tomó de la mano.
—Buena suerte con eso. —masculló Angelo y seguido le guió por un camino que Chris no había notado antes.
Las casas en Mann eran básicamente cuatro paredes con un techo que lucía cansado de la vida y todo lo demás, parecido a la apariencia de los habitantes de ese lugar.
Algunas edificaciones lucían más cuidadas que otras, dentro de lo que podrían estarlo en un lugar como ese, y esto se debía a que eran propiedad de los hombres de negocio de la ciudad. Los más temidos por la población.
Angelo quería hacer cambios reales en la ciudad, y hasta ese momento había logrado pequeños avances que podrían haber significado mucho si la ciudad no estuviera tan influenciada por los hombres con dinero y fama en las cosas ilegales.
Ilegales dentro de los parámetros normales, ya que en esa ciudad no habían muchas leyes. Solo vivían regidos por dos simples cosas: no asesinar y no vivir bien.
Las leyes no iban exactamente así, pero era un buen resumen.
— ¿Por qué no hay hombres en las calles? —preguntó Chris mientras caminaban por un sendero de piedras.
—Hoy es día de Silencio Infernal. —respondió Angelo con normalidad y Chris le miró horrorizada.
— ¿Silencio Infernal? Temo por mi bienestar. —pronunció la rubia y Angelo se echó a reír.
—No es como suena. Hoy los hombres se quedan en sus casas para ver esa serie de televisión. Algunos se reúnen en las plazas para verlo pero la mayoría prefiere no salir, por eso también hay una ola de silencio en la ciudad. —explicó el chico y sonrió al ver la expresión sorprendida de Chris.
— ¿Hacen eso todas las semanas? —preguntó Chris y Angelo asintió—. Pero... ¿por qué? No puede ser que a todos los hombres les guste. —pronunció la rubia con un ápice de confusión.
—Es parecido a los deportes. Aunque no te gusten los ves porque es lo que todos hacen. —filosofó y Chris asintió lentamente.
—Algo así como Cirugías plásticas con Tamara. —pronunció Chris para sí misma y esta vez Angelo se mostró confundido.
— ¿Cirugías qué? —cuestionó.
—No quieres saber. —aseguró Chris mientras reía.
Angelo esbozó una sonrisa y finalmente cuando divisó el lugar que estaba buscando le indicó a Chris para que entrara.
— ¿Un teatro? —preguntó Chris mientras observaba un gran escenario de madera en la distancia.
—Me dijeron que está abandonado desde hace años. Siempre quise traerte aquí. —respondió Angelo y Chris sonrió.
— ¿Por qué nunca lo hiciste? —inquirió la chica mientras caminaba por el afelpado camino hacia el escenario.
—Nunca tuve la oportunidad. Pensé que este lugar era demasiado peligroso para ti. —se sinceró Angelo y Chris se giró a mirarlo.
—Sé cuidarme. —manifestó la rubia con rastros de molestia. Angelo se acercó a ella y sonrió divertido.
—Por eso hablé en pasado. —puntualizó y Chris sintió una sonrisa apoderarse de sus labios.
Angelo se subió rápidamente al escenario por unas pequeñas escaleras oxidadas y comenzó a caminar de un lado a otro.
—Ser o no ser, esa es la cuestión. —recitó Angelo con un aire poético y Chris sonrió.
—Hamlet, William Shakespeare. —pronunció la rubia y se subió al escenario.
— ¿Cómo lo sabes? —preguntó Angelo esperanzado.
—Un video de YouTube. —respondió Chris y al notar la reacción de Angelo comenzó a reír descontroladamente.
— ¿Por qué me ilusionas así? —cuestionó Angelo fingiendo estar dolido.
—Tu reacción siempre es muy divertida. —se burló Chris entre risas y Angelo se mostró ofendido.
—Entonces soy tu comediante personal. —manifestó el chico y Chris asintió rápidamente.
—Mi favorito. —afirmó y Angelo tuvo que reprimir una sonrisa.
—Deberíamos hacer esto más seguido. —pronunció el moreno y Chris hizo el intento de enarcar una ceja, fallando miserablemente.
— ¿Qué parte? —preguntó y le miró amenzante al notar que el chico estaba a punto de reír.
—Salir de la casa. —respondió Angelo.
— ¿Será?
—Sí.
—Estoy de acuerdo. —finalizó Chris y soltó una risita.
Con cada paso que los chicos daban el suelo rechinaba y se sentía como si estuviera a punto de derrumbarse, sin embargo ninguno de los dos tenía intenciones de bajarse.
A pesar de que el silencio reinó entre ambos jóvenes y la conversación fue cesando lentamente, Angelo y Chris se mantuvieron caminando por el escenario y analizando la distintiva y peculiar hermosura de ese teatro.
El color en las paredes parecía haberse desvanecido con el tiempo y las largas filas de asientos se encontraban llenas de polvo y telarañas, lo cual le aportaba una pizca de misterio y antigüedad al lugar.
Chris amaba lo nuevo. Más en especial si se trataba de lugares, por lo que realmente estaba disfrutando ese cambio de aire.
La rubia se perdió en sus pensamientos y comenzó a divagar acerca de la posible edad de ese lugar, llegando a la conclusión de que tal vez era de la misma edad que Angelo.
Mientras la chica pensaba en eso, algo llamó su atención. A sus oídos llegó el sonido de una hermosa melodía que la chica sentía había escuchado antes, sin embargo en ese momento solo pudo distinguir que Angelo era el responsable de tal sonido.
El chico tenía el celular en sus manos y se estaba acercando a ella con una sonrisa enorme en el rostro.
— ¿Me concederías esta pieza? —preguntó el moreno mientras le ofrecía una mano y con la otra guardaba el celular en su bolsillo.
Chris le miró detenidamente y sonrió al ver lo especial y adorable que era ese chico. Sin duda se había ganado la lotería.
—Por supuesto. —respondió Chris y aceptó su mano, sorprendiéndose al sentir la otra mano del chico en su cintura.
Angelo guió a Chris al ritmo de la música y tras unos segundos Chris apoyó su cabeza en el hombro de Angelo, convirtiéndose así el baile en un dulce y suave abrazo.
Se mantuvieron así por varios minutos, ambos chicos olvidando el desastre y la destrucción que les esperaba fuera de ese lugar, tan solo pensando en lo agradable que se sentía tener a alguien con quien compartir el caos y la tranquilidad de la vida.
—Deberíamos bajarnos antes de que se derrumbe el escenario. —comentó Angelo mientras acariciaba el cabello de Chris.
—La verdad. —pronunció Chris.
— ¿Ahora? —inquirió Angelo.
—No. —manifestó Chris.
— ¿Dejamos que se caiga? —preguntó Angelo.
— ¿Tú qué opinas? —cuestionó Chris. Angelo lo pensó por unos segundos y luego sonrió.
—Esto va a ser divertido.
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¡Primer extra de la historia! Centrado en la hermosa relación de Chris y Angelo. Realmente extrañaba sus momentos de arcoíris y colores. También un pequeño vistazo a la ciudad de Mann y a todo el sistema del lugar.
¿Qué les pareció?
¡Resaltado tiene 4k leídas! ¿Cómo? ¡No lo sé! Pero muchísimas gracias a todos los que la están leyendo y sepan que los amo muchísimo por todo el apoyo y el cariño que le brindan a la historia. No tengo palabras para expresar la felicidad que me da el saber que la historia les está gustando.
Gracias, gracias, gracias.
Ahora, respondiendo la pregunta de @FetCollins para nuestro querido Angelo, le dejo el teclado a él.
"¿Qué fue lo primero que pensaste cuando viste a Chris?"
¡Hola, Fet! Me gusta ese nombre.
Lo primero que pensé cuando la vi fue "oh, no", primero porque pensé que iba a ser una de esas chicas chillonas que tanto veía en las galas mensuales y segundo porque temía que saliera corriendo a contarle a Ashley.
Fue un verdadero alivio ver que me equivoqué. Y a partir de ese momento noté lo diferente que era esa chica rubia de la imagen que tenía en mi cabeza de las chicas rubias. Mi madre había comenzado a meterse un poco en mi cabeza.
En fin, tengo que atender unas llamadas y acompañar a Chris a una especie de reunión. Deséame suerte.
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