Epílogo

Soñar con un mundo ideal era bastante sencillo, pero, trabajar para conseguirlo, tal vez no tanto.

Entre los muchos cambios catastróficos que estaba sufriendo la ciudad de Moltum, la víctima principal había sido la casa de la gobernadora. Las paredes ya no eran rojas, las decoraciones yacían en un cuarto polvoriento, el espíritu de la casa se había esfumado, y a Chris le parecía maravilloso.

Mientras la rubia caminaba y sacudía su melena -ahora corta- sin preocupación alguna hacia el salón de conferencias, no pudo evitar sonreír ante lo diferente que lucía el lugar, pero en cuanto divisó la puerta del salón su sonrisa desapareció.

Luego de respirar profundo y recordarse que no le quedaba de otra, Chris reunió las suficientes fuerzas como para abrir la puerta.

—Buenas. —saludó con una sonrisa inocente y la charla en la habitación cesó.

El lugar consistía en cuatro paredes color crema con un pequeño abanico en una esquina, una mesa de cristal en el centro y un montón de sillas alrededor. En otras ocasiones Ashley lo utilizaba para tener reuniones con gobernadores de otras ciudades, pero en ese momento estaba siendo utilizado por las gobernadoras de Moltum.

Moltum ya no tenía una sola gobernadora porque, como si no fuera suficiente, ahora tenía cuatro. Cada una en representación a los diferentes grupos de mujeres que ya no vivían separados, sino más cerca que nunca. Y a diferencia de Ashley, estas chicas preferían solo llamarse líderes.

—Llegaste tarde. —indicó Cynthia con rastros de enojo.

—Otra vez. —criticó Sahona y se acomodó en la silla.

—Como siempre. —le corrigió Mercurio en su acostumbrado estado de calma.

—Y no tienes zapatos puestos. —añadió Marissa mientras miraba los pies de Chris.

Chris ya se había acostumbrado a esa escena, ella llegaba tarde porque se quedaba durmiendo, las cuatro chicas se lo sacaban en cara múltiples veces. Era lo mismo de siempre.

—No me dio tiempo a buscarlos. —se defendió Chris y las cuatro chicas se le quedaron mirando—. Está bien, me dio miedo ponérmelos. —se sinceró Chris y Mercurio trató de reprimir una carcajada.

—Chris, ¡han pasado siete meses! —puntualizó Sahona con exasperación y Chris rodó los ojos antes de tomar asiento en la gran mesa cuadrada.

—Es que no encontré mis pantuflas azules, solo tenía las amarillas. Además estoy más que feliz. —se defendió Chris.

—Creo que todas sabemos que eso no es cierto. —manifestó Marissa y se le quedó mirando a Chris.

—Créanme que estar descalza es lo mejor del mundo. —bromeó Chris.

—Ella no se refería a los zapatos. —pronunció Cynthia y Chris ignoró la mirada que le propinó.

—En fin, ¿de qué vamos a hablar hoy? —preguntó Chris rápidamente y forzó una sonrisa.

—De lo que te hablé por teléfono ayer. —respondió Sahona y Chris se mostró pensativa.

— ¿Del servicio de...? —comenzó Chris.

—La construcción de viviendas. —espetó Sahona y Chris fingió recordarlo.

—Sí, eso mismo iba a decir. —rio y las mujeres se miraron entre sí.

— ¿Segura que puedes participar en esta reunión? —preguntó Marissa con un ápice de preocupación y Chris le dedicó una sonrisa.

—Claro que sí. Estoy bien. —pronunció Chris—. ¿Qué tienen en mente? —inquirió de inmediato.

Las cuatro chicas abrieron las pequeñas carpetas que tenían en frente y las deslizaron por el cristal para que Chris pudiera verlas.

Ante los ojos de la rubia aparecieron cuatro imágenes de diseños de casas que le parecieron bastante interesantes y a la vez confusos.

—Muy bonito pero... ¿por qué quieren que yo lo vea? —preguntó Chris mientras observaba los diseños.

—No nos gusta actuar sin tu permiso. —respondió Marissa y Chris frunció el ceño.

—Yo no soy nadie, chicas. De verdad tienen que dejar de involucrarme. —manifestó y Cynthia soltó un suspiro pesado.

—Chris, estamos aquí por ti. —habló la delgada e hizo una pausa—. Y aunque te hayas negado a tener el título, eres nuestra líder. —concluyó y las demás chicas asintieron.

A Chris no le gustaba la responsabilidad que conllevaba el ser parte de esa directiva, tal vez porque actuaba mejor a solas, pero también sabía que debía asumir su rol tarde o temprano.

—Bien. —pronunció Chris y las mujeres sonrieron—. ¿Cuál es nuestro presupuesto? —preguntó mientras se sentaba correctamente.

—Pues... no tenemos mucho en realidad. —manifestó Marissa con una mueca.

— ¿Adónde se fue el dinero de la gala mensual? —cuestionó Chris con extrañez.

—Reparaciones, materiales para las fábricas, remodelación de la casa, etcétera. —explicó Cynthia y Chris se quedó callada por unos segundos.

— ¿Qué reparaciones siguen en proceso? Tal vez podamos detenerlas y dedicar ese dinero a las nuevas viviendas. —ofreció la rubia y las mujeres lo pensaron.

—No creo que eso sea una buena idea. —soltó Mercurio y todas le miraron—. Están a punto de reparar el puente que conecta con Mann, y si detenemos esa construcción entonces no tendremos un canal para transportar los materiales que necesitamos, ¿sí saben que los que tenemos no son infinitos, verdad? —expuso.

—Sí, definitivamente no podemos detenerlo. —afirmó Chris y trató de esconder sus verdaderos motivos.

—Pero es que esas mujeres necesitan tener su propio espacio. —discutió Sahona y buscó apoyo en Cynthia.

—Entiendo tu punto, Sahona. Pero lo que dice Mercurio es cierto. —pronunció Cynthia y le dedicó una sonrisa de disculpa, a la cual Sahona no correspondió.

—Además no creo que las chicas estén listas para separarse. —aventuró Chris y Sahona le miró confundida.

— ¿Ese no era el punto de todo esto? —inquirió la albina y Chris negó lentamente.

—El punto era conseguir la libertad y a partir de ahí buscar nuestro camino a la felicidad. —respondió Chris e hizo una pausa—. Lamentablemente solo hemos logrado lo primero. —manifestó y escuchó a las mujeres suspirar.

—Todavía lo pienso dos veces antes de ponerme cualquier cosa. —se sinceró Cynthia con una mueca.

—No puedo ir al centro comercial un lunes por miedo a que me castiguen. —admitió Marissa y las chicas se echaron a reír.

—Ashley sí que nos marcó feo. —manifestó Mercurio y ante la mención de la mujer Chris no pudo evitar tensarse.

—No estamos bien. Todavía no. —matizó Chris—. Por dos décadas nos dijeron cómo hacer todo y un poco más, ahora que ya nadie lo hace no sabemos cómo avanzar. —razonó la rubia.

—Supongo que tienen razón. —cedió Sahona con voz cansada.

—Pero no te desanimes, Sahona. Por lo menos la mayoría de las chicas ya están viviendo con la persona que quieren, sin importar su grupo físico. Eso es más que suficiente por ahora. —le aseguró Chris y Sahona esbozó una pequeña sonrisa.

—Entonces las reparaciones continúan, el proyecto de viviendas quedará para otro tiempo, y todas necesitamos un psicólogo. —indicó Mercurio y las risas inundaron el lugar.

—Exacto, ya no tenemos nada más para discutir. —manifestó Chris con una sonrisa y se puso de pie—. Si me disculpan, mi cama me espera. —anunció la delgada y las mujeres se despidieron con la mano.

En cuanto Chris salió del lugar soltó el aire que tenía acumulado y borró la sonrisa de su rostro. El pensamiento de tener que volver a su casa sola y sin nada que hacer pareciéndole repugnante.

Los últimos meses habían sido difíciles para todas las mujeres en la ciudad, quienes creían que por el simple hecho de deshacerse de Ashley conseguirían lo que tanto buscaban, sin embargo, incontables veces la vida les había probado lo contrario.

Chris no pasaba mucho tiempo en la casa de la gobernadora, de hecho prefería evitarla a toda costa, la chica siempre decía que era porque todavía no había superado todo el lío con Ashley y Cobaín, pero en realidad era porque cada esquina del lugar le recordaba a Angelo.

Mientras la rubia caminaba por los angostos pasillos de la casa no pudo evitar detenerse y centrar toda su atención -como era de costumbre cada vez que iba- en el Estante de Héroes, o como ella le llamaba, el Estante de los Olvidados.

Durante la remodelación de la casa de la gobernadora a Chris le preguntaron que qué decoración le gustaría colocar alrededor de la casa, a lo cual ésta respondió con que le gustaría hacer un homenaje a los zapatos amarillos. Por lo que en el pequeño estante de caoba se encontraban ahora los zapatos amarillos y una adición que Chris encontró tiempo después, el diario de Angelo.

Las mujeres ya sabían acerca de Angelo puesto que Chris había hecho un comunicado tiempo después de que todo ocurriera, y para sorpresa de la rubia, todas fueron muy amables y comprensivas con el tema. Tal vez porque sabían que Chris todavía no lo había superado.

— ¿Lo extrañas? —preguntaron detrás suyo y Chris reconoció la voz como la de Jordan.

—Él siempre decía que extrañar es una pérdida de tiempo cuando puedes solo recordar los momentos y sonreír porque ocurrieron. —pronunció Chris mientras trazaba círculos sobre la tapa del diario.

—Creo que en tu caso está bien si lo extrañas. —susurró Jordan mientras se colocaba al lado de la rubia. Chris se giró para mirarla y como pudo esbozó una sonrisa.

—Estoy bien. —le aseguró.

—Esa no fue mi pregunta, Chris. —manifestó Jordan con voz suave y Chris soltó un suspiro pesado.

— ¿Qué quieres que te diga, Jor? ¿Que lo extraño más con cada segundo que pasa? Porque sí, y duele mucho más cada vez que lo hago. —se sinceró Chris con voz cansada y Jordan le miró con tristeza.

—Sabes que puedes hablar conmigo sobre todo ¿verdad? —inquirió y Chris asintió lentamente.

—Es difícil no vivir contigo, extraño nuestras discusiones matutinas. —comentó Chris y Jordan se echó a reír.

—Yo también, pero si cualquier día me necesitas, no importa la hora que sea, solo llámame y allí estaré. —le aseguró Jordan y Chris le miró divertida.

— ¿Segura que no estás buscando una excusa para salir de este lugar? —cuestionó Chris y Jordan fingió estar ofendida.

— ¿Cómo te atreves? —reprochó Jordan con una sonrisa y Chris no pudo evitar reír.

— ¿Todo bien con Marissa? —preguntó Chris luego de unos segundos.

—Todo bien. —respondió Jordan e hizo una pausa—. Aunque ronca como un camión en las noches. —añadió con expresión pensativa y Chris soltó una carcajada.

—Le voy a decir que hablas tan amorosamente de ella. —bromeó Chris y Jordan le amenazó con el dedo mientras reía.

—Ni una palabra, Aleen. —manifestó y Chris sacudió los hombros divertida.

— ¿Quieres que te acompañe a tu casa? —se ofreció Jordan y Chris negó con la cabeza.

—No es necesario, estoy pensando en pasar a visitar a las chicas. —respondió Chris y Jordan le sonrió en asentimiento antes de darle un beso en la mejilla y dirigirse por el mismo camino por el que pasó Chris.

Lo que Chris había dicho no era mentira, pero tampoco era completamente cierto, por lo que en vez de salir de la casa se dio la vuelta y se encaminó por un pasillo diferente.

Luego de unos minutos la chica ya se encontraba al final del pasillo y unas guardias de seguridad le recibieron.

— ¿Segura que quiere pasar ahí dentro? —preguntó la de la derecha con una mueca.

—Está muy deteriorado, no creo que debería pasar. —manifestó la de la izquierda y Chris apretó los labios antes de asentir.

—No tardaré mucho. —anunció y en cuanto las mujeres abrieron la estruendosa puerta Chris se encaminó a bajar las escaleras.

— ¿Esa que huelo es Chris Aleen? —pronunció una voz que resonó en todo el lugar.

— ¿Realmente tienes que preguntar? —inquirió Chris y sin más se detuvo frente a la celda de Cobaín.

El hombre lucía considerablemente más envejecido y ahora poseía una barba muchísimo más larga y sucia.

— ¿Viniste a lo mismo que hace tres meses? —preguntó Cobaín y Chris instintivamente giró la mirada hacia las escaleras.

Eso era algo que la rubia no le había contado a nadie. Cada vez que las gobernadoras convocaban una reunión Chris aprovechaba para visitar por tan solo unos minutos a Cobaín Hamington.

— ¿Alguna noticia? —cuestionó Chris con la voz fuerte y Cobaín se mostró pensativo.

— ¿Sobre el cadáver de tu novio? No, todavía no. —respondió Cobaín despreocupado y Chris sintió su corazón encogerse.

— ¿Cómo puedes hablar así de tu propio nieto? —inquirió con rencor en la voz y Cobaín se echó a reír.

— ¿Mi nieto? Ese chico siempre fue una molestia para mí. Sin duda la peor decisión que tomó Ashley. —comentó el hombre y Chris se le quedó mirando fijamente.

—Eres una desgracia de persona. Espero que te pudras aquí. —manifestó con veneno en la voz y se sorprendió por lo mucho que le odiaba. Cobaín se limitó a sonreír.

—Por lo menos voy a morir luciendo bien. Qué pena que no pueda decir lo mismo de ti. —se lamentó y Chris decidió ignorar su comentario e irse de allí.

♣♣♣

—Una, dos y tres. —contó una chica mientras se miraba en el espejo de su habitación.

— ¿Qué haces? —preguntó su amiga desde la cama y se dispuso a mirarla.

—Me salieron tres espinillas nuevas. Te juro que me aman. —se quejó la baja y escuchó a su amiga reír.

—Mientras más las cubres con maquillaje más te van a salir. —manifestó la gruesa y su amiga rodó los ojos.

— ¿Y pretendes que salga viéndome así todos los días? —cuestionó y señaló su rostro.

—Pues sí. No es como si te fueran a decir algo. —respondió la rubia con obviedad y volvió la mirada a su celular.

—El problema no es lo que me digan, el problema es lo que piensan. —aclaró la castaña y se fue a sentar en la cama con su amiga.

— ¿Y cómo sabes lo que están pensando? —preguntó la rubia con extrañez y la castaña lo pensó por unos segundos.

—Cuando me viste por primera vez, ¿qué fue lo primero que notaste? Y no me digas que mi personalidad porque eso no lo tengo pegado en la cara. —masculló la chica y su amiga le sonrió divertida.

—Tu personalidad. —respondió y su amiga le propinó un golpe en el hombro—. Estabas sin maquillaje y admito que lo primero que vi sí fueron tus espinillas. —se sinceró y su amiga bajó la mirada rápidamente—. ¿Pero te digo algo? —preguntó luego la rubia enseguida.

— ¿Qué? —pronunció la castaña.

—Se me olvidó en cuanto descubrí lo divertida y alegre que eres. —le aseguró la rubia y su amiga pudo sentir una pequeña lágrima deslizarse por su mejilla.

—No sé qué hacer... —se sinceró la chica y apoyó su cabeza del hombro de la rubia.

— ¿A qué te refieres? —inquirió su amiga.

—No sé cómo se hace eso de amarme a mí misma. —respondió la chica y su amiga esbozó una pequeña sonrisa.

—Créeme que yo tampoco. —admitió y la castaña soltó una risita.

—Somos un desastre. —comentó la chica.

—Y eso está bien. —manifestó su amiga y le dio unas palmaditas en la pierna—. Vamos que hoy es tarde de tacos. —le recordó y de repente la castaña se sintió mejor.

—Eso sí que me interesa. ¿Carrera a la cocina? —ofreció la chica y la gruesa sonrió divertida mientras se levantaba.

—Mejor no... —comenzó y luego de que su amiga se girara se echó a correr delante de ella.

— ¡Tramposa! —gritó la castaña entre risas y sin más comenzó a seguir a su amiga.

Desde que se implementaron nuevas recetas y platos de comida en la ciudad de Moltum, en la antigua casa de las gruesas habían creado la tradición de comer tacos en la tarde una vez a la semana, por lo que muchas otras chicas que no vivían en esa casa también eran invitadas y bien recibidas.

Chris siempre había sido de las que le no gustaban participar en ningún tipo de actividad grupal, pero en los últimos meses no sabía si era por la falta de compañía o por el deseo de saber cómo estaban las mujeres, pero, no se perdía ni una sola.

Así que en cuanto la rubia salió de la casa de la gobernadora lo primero que cruzó por su mente fue la tan esperada tarde de tacos en Alium.

—Amores míos. —saludó Chris mientras entraba a la casa y todas las mujeres gritaron su nombre emocionadas.

—Creímos que no vendrías hoy. —pronunció Mercurio mientras le daba un abrazo a la rubia.

—Por supuesto que iba a venir, hoy es mi día favorito de la semana. —rio Chris y divisó a Katy acercándose a ella.

— ¿Podemos hablar? —preguntó la chica con una expresión indescifrable y Chris se despidió con las manos de las mujeres antes de asentir.

Katy guió a Chris hacia un espacio más tranquilo y alejado de las demás chicas y le incitó a que tomara asiento.

—Te envié el informe de este mes por correo electrónico. —dijo Katy y Chris le miró confundida.

— ¿Y yo tengo un correo electrónico? —preguntó Chris y Katy se le quedó mirando.

—Aparentemente no. —pronunció—. ¿Te lo puedo decir ahora?

—Sí, por favor. —respondió Chris y le sonrió en agradecimiento.

—La mayoría de las chicas ya han comenzado a reemplazar sus zapatos rojos, sin embargo algunas todavía tienen dudas. —le informó Katy y Chris lo pensó por unos segundos.

— ¿Has intentado hablar con ellas? —preguntó Chris con el ceño ligeramente fruncido. Katy negó con la cabeza.

—No confían en mí. No serviría de nada que intentara convencerlas. —explicó con voz cansada.

—Tal vez deberíamos darles tiempo para que lo hagan por sí solas. —ofreció Chris y Katy forzó una mueca.

—No lo sé, Chris... han pasado siete meses y todavía no sienten que están completamente libres de las reglas de Ashley. —manifestó Katy y miró a su alrededor.

—Me informaron que todavía hay muchas mujeres que sufren de depresión. —contó Chris y Katy se mostró sorprendida—. Teníamos un orden y reglas por las cuales vivíamos el día a día, ahora que ya no están es entendible que muchas no sepan cómo seguir viviendo. —pronunció Chris y no pudo evitar pensar que ella misma era una de esas mujeres.

— ¿Entonces qué me sugieres? No sé cómo ayudarles. —cuestionó Katy con tristeza en la voz.

—Dales tiempo y acompáñalas, hazles saber que sí hay vida fuera de nuestras viejas creencias. —replicó Chris y Katy esbozó una pequeña sonrisa.

—Gracias por estar tan pendiente de nosotras, sé que tú también la has pasado mal estos últimos meses. —le agradeció Katy y Chris sintió un pequeño nudo en la garganta.

—Ustedes son lo único que tengo, haré todo lo que tenga que hacer para que puedan conseguir ese mundo que tanto necesitan. —manifestó la rubia desde lo más profundo de su corazón e inconscientemente le envolvió en un abrazo, al cual la gruesa correspondió con cariño.

— ¿Qué quieres hacer ahora? —preguntó Katy cuando se separaron.

Chris lo pensó por unos segundos pero luego le sonrió y se puso de pie, ofreciéndole su mano para que la tomara.

—Tengo ganas de bailar. —respondió enérgicamente y arrastró a la chica devuelta al grupo de mujeres.

Cuando Chris decía que tenía ganas de bailar en realidad significaba que tenía ganas de cansarse al extremo para entonces tomar una rica botella de vino y beberla hasta el fondo.

Sus amigas trataron de evitarlo, y Chris realmente apreciaba sus intentos, pero días después de la muerte de Angelo la rubia había recaído en el alcohol y desde entonces no había podido detenerse.

Chris solo conocía dos maneras de lidiar con el dolor, y estas eran enfocar su mente en algo en específico y luego ahogar sus penas con una botella de vino blanco.

Luego de unas horas en la casa de Alium la chica ya estaba totalmente borracha y sus amigas estaban reunidas escuchando las historias que tenía para contar.

—Una vez me encontré con Shawn Mendes y con... con Justin Bieber. Y fue como que... —dejó las palabras en el aire y fijó la mirada en un jarrón—. Como un jarrón, ¿me entienden? —balbuceó y las mujeres estallaron de risa.

—Lo confirmo, yo era el jarrón. —bromeó una alta y Chris le sonrió por el apoyo.

—Deberían tenerme envidia porque conocí a Justin Bieber. —pronunció Chris y luego lo pensó por unos segundos—. Mentira, la envidia es... para niñas y nosotras somos... niñas grandes. ¿Verdad? —preguntó y se tambaleó de tal manera que casi se cae.

Una de las chicas se acercó rápidamente y le agarró por la cintura para estabilizarle, causando que Chris se durmiera momentáneamente entre sus brazos.

— ¡Sí capitán estamos listos! —gritó Chris cuando volvió en sí y un par de chicas se acercaron para ayudar a cargarle—. ¿Adónde me llevan? No estoy lo...ca. —se quejó Chris y se relajó cuando sintió que sus pies no estaban tocando el suelo.

—Te vamos a llevar a tu casa, ¿está bien? —pronunció una voz que Chris no pudo reconocer—.Te vamos a dar un buen vaso de agua y te vamos a dejar durmiendo.

— ¿Me van a dejar sola como Angelo? —masculló Chris y las chicas que le estaban cargando le miraron tristes.

—No vas a estar sola, rubia. Estaremos ahí contigo ¿sí? —le aseguró una voz y Chris asintió. La chica sintió un escalofrío recorrerle y lo último que sus ojos presenciaron fue la cegadora luz del sol antes de caer en un profundo sueño.

♣♣♣

Chris no sabía por cuántas horas había dormido, pero sí sabía que el dolor de cabeza que tenía no se iba a esfumar hasta un par de horas más tarde, por lo que cuando la rubia abrió los ojos comenzó a removerse para poder dormir de nuevo, causando que su brazo chocara con lo que parecía ser una almohada gigante. La chica se giró lentamente todavía con los ojos medio cerrados y quedó de frente a la supuesta almohada.

—Hola, Angelo. —pronunció y un segundo después abrió los ojos como platos—. ¡¿Angelo?! —chilló y se echó hacia atrás en la cama, quedando completamente desconcertada.

—Hola, hermosa. —susurró Angelo y Chris comenzó a propinarse golpes en la cabeza.

—Estúpidos sueños, me ilusionan. —masculló y comenzó a exasperarse cuando vio que no podía despertar del sueño.

—No es un sueño. —manifestó Angelo y Chris le miró con los ojos entrecerrados.

—He tenido cientos de estos sueños, ya estoy acostumbrada. —dijo Chris y continuó intentando despertar.

— ¿De verdad has soñado conmigo? —preguntó Angelo esperanzado y Chris frunció el ceño.

—Qué raro, nunca has dicho eso antes. —matizó y Angelo rodó los ojos y se acercó un poco más a ella.

—Tú dime si esto es un sueño. —pronunció y seguido le envolvió en un largo beso.

Al principio Chris no supo cómo reaccionar, pero luego de unos segundos recordó el dulce sabor de Angelo y algo en ella se removió.

En cierto punto Chris comenzó a sollozar y se lanzó en los brazos de Angelo para darle un abrazo, causando que ambos quedaran acostados en la cama, Chris llorando a todo pulmón y Angelo tratando de calmarla.

—Pero... tú... estabas... muerto. —balbuceó Chris entre lágrimas y Angelo sintió algo romperse en su interior.

—Lo lamento tanto, amor. Intenté comunicarme contigo de todas las formas posibles, pero no pude, yo... —se lamentó Angelo y sintió las lágrimas caer al ver lo destrozada que lucía Chris.

—Cobaín me dijo que... que te iban a cazar y entonces el puente explotó y no supe nada de ti y creí que nunca volvería a verte. —lloró Chris y poco a poco se separó de Angelo para sentarse a su lado.

—Aquí estoy, bonita, ¿sí? Estoy aquí contigo, lamento haberme ido. —le consoló Angelo y esta vez fue él quien se acercó para abrazarle.

Los dos se mantuvieron en silencio disfrutando de lo que tanto ansiaron por meses y meses, la seguridad que emanaba de cada uno siempre que estaban juntos. Chris cerró los ojos y respiró el aroma de Angelo como si fuera la última vez que lo podría hacer.

— ¿Cuánto hace que estás aquí? ¿Por qué no me despertaste antes? —preguntó Chris rápidamente y se separó para mirarle.

Angelo lucía mucho más diferente que la última vez que Chris lo había visto, y ésta pensó que tal vez se debía a todo lo que tuvo que pasar en Mann. Rastros de barba se mostraban en su mandíbula y su contextura había cambiado de tal manera que ahora parecía un militar de esos que Chris veía en la televisión.

—Llegué hace una hora, las chicas me recibieron como si estuvieran mirando a un fantasma pero luego me trajeron a tu cuarto. Creo que confían demasiado en la gente. —explicó con un ápice de confusión y Chris no pudo evitar reír.

—Ya sabían quién eras, por eso te dejaron pasar. —manifestó Chris y se sacudió la nariz con un pañuelo que encontró cerca de su cama.

—Oh, ya entiendo. ¿Y también creían que estaba muerto? —preguntó Angelo con voz anodina y Chris asintió lentamente.

—Todos lo creíamos, amor. Yo principalmente. —respondió Chris apenada y bajó la mirada. Angelo le tomó de la mandíbula y le incitó a mirarle.

—No puedo imaginarme por todo lo que has pasado, Chris. —pronunció y Chris cerró los ojos y acarició la mano de Angelo con su mejilla.

—Estás aquí, ya nada de eso importa. —susurró Chris y Angelo esbozó una pequeña sonrisa.

—Roncas mientras duermes. —soltó Angelo divertido y Chris abrió los ojos de golpe.

— ¿De verdad acabas de decir eso? —inquirió Chris con rastros de una sonrisa.

—Es bonito. —continuó Angelo y Chris se sonrojó violentamente—.Ahí está, la chica más hermosa. —comentó Angelo orgulloso de sí mismo.

—Tú también eres hermoso. —pronunció Chris y al notar la mueca de Angelo se echó a reír.

— ¡Tengo que enseñarte algo! —chilló Chris de repente y Angelo le miró confundido mientras se levantaba de la cama.

— ¿No quieres que hablemos primero? ¿Ya sabes, de todo? —rio Angelo y Chris cerró los ojos por unos segundos mientras se acostumbraba a estar de pie.

—No. Tengo que enseñarte algo. —respondió Chris y Angelo le miró sorprendido al verle colocarse unos zapatos negros.

— ¿Qué pasó con los zapatos amarillos? —preguntó el moreno y Chris dio un bailecito que hizo a Angelo reír.

—En una vitrina, sin poderes al fin. —anunció Chris alegremente y Angelo se mostró ligeramente confundido.

— ¿Y el espíritu de Selena? —cuestionó el moreno.

—Supongo que cumplió con su misión porque se largó. —replicó Chris restándole importancia.

—Por lo menos eso salió bien. —pronunció el chico y Chris no dijo nada, se acercó a él y luego de darle un pequeño beso en la mejilla le colocó una venda para cubrir sus ojos.

— ¿Qué estás haciendo? —cuestionó Angelo con una sonrisa y Chris se mordió el labio inferior con una expresión divertida.

—Lo sabrás cuando lo veas. —replicó Chris y seguido se encaminó lentamente con Angelo a su lado hacia la salida de la casa, encontrándose con varias mujeres sonrientes que le hicieron gestos divertidos con la mano.

Chris condujo a Angelo por las calles de Moltum mientras reía con los chistes y las quejas graciosas del chico, sintiéndose de alguna manera como si una parte de su ser le había sido devuelta.

Luego de varios minutos caminando Chris finalmente le dijo a Angelo que habían llegado, y tras unos segundos de aportarle suspenso a la situación le quitó la venda de los ojos, revelando un paisaje que casi hace llorar a Angelo.

—La playa... —pronunció el chico con fascinación y examinó el área donde estaban.

No era una playa exactamente, pero parecía serlo por el mar frente a ellos y por el gran cuadrado de arena que la misma Chris había cargado para crear ese espacio.

—Venía aquí cada vez que te extrañaba. —explicó Chris y Angelo se giró para mirarla.

— ¿Y cuánto fue eso? —preguntó el chico con voz suave.

—Una sola vez. —respondió Chris y al notar la expresión de Angelo se echó a reír—. Venía cada día. —se sinceró y el chico le invitó a sentarse en la arena.

— ¿Esto siempre existió? —cuestionó mientras el viento le golpeaba en la cara. Chris tomó en sus manos un poco de arena y se la lanzó en la pierna a Angelo, causando que éste soltara un quejido ahogado.

—Yo traje la arena para hacerlo ver más como una playa. —replicó Chris—. Solo este lugar me traía paz. —añadió y observó el cielo frente a ellos.

—Gracias. —pronunció Angelo y Chris se giró para darle un pequeño beso en los labios.

—Te dije que iríamos a la playa juntos. —susurró Chris en sus labios y Angelo pasó una mano por su cabello cariñosamente.

—Me gusta el corte. Te ves un poco más hermosa, si acaso eso es posible. —manifestó el chico y Chris esbozó una pequeña sonrisa.

—Me gusta la barba. —pronunció ella y Angelo miró hacia otro lado en un intento de ocultar su sonroje—. Te tengo. —se burló Chris y Angelo le sonrió.

— ¿Cómo está mi madre? —preguntó Angelo luego de unos segundos y Chris le miró con tristeza.

—Ella intentó suicidarse con una sobredosis de pastillas, por suerte la encontraron a tiempo y pudieron llevarla al hospital, pero la doctora dice que está en una coma y no se puede hacer nada para despertarle. —explicó Chris y Angelo bajó la mirada.

—Sé que ella les hizo cosas horribles a ustedes y también a mí... pero aun así no puedo evitar tener miedo de perderla. —se sinceró Angelo y Chris le acarició la espalda suavemente.

—Es tu madre, Angelo. Y aunque no excuso su comportamiento, ella solo hizo lo que Cobaín le susurró en el oído. —pronunció Chris y Angelo asintió.

— ¿Está muerto? —preguntó Angelo con dureza y Chris negó con la cabeza.

—Lo tenemos encarcelado hasta previo aviso. —respondió Chris y Angelo se quedó callado por más tiempo del que Chris esperaba—. ¿Quieres contarme qué fue lo que pasó en Mann? —cuestionó ella finalmente y Angelo fijó la mirada en el mar.

—Segundos después de nuestra última llamada alguien me escribió diciéndome que sabía mi localización y que todo sería más fácil si tan solo me entregara. —comenzó el chico y Chris se le quedó mirando—. Por unos segundos consideré en hacer lo que decía el mensaje, pero luego encontré una especie de túnel cerca de los árboles que me llevó hasta una pequeña cueva, donde dormí los primeros meses hasta que alguien me encontró. —explicó.

— ¿Quién? —preguntó Chris con el ceño fruncido.

—Un chico con la misma edad que yo. —respondió y se quedó pensativo—. Ahora que lo pienso creo que yo le gustaba. —comentó Angelo y Chris soltó una risita.

— ¿Cómo se llamaba? —inquirió la chica y Angelo se giró para mirarla.

—Mario. —replicó Angelo mientras sonreía ante el recuerdo, Chris pensó en el nombre por unos segundos y luego sonrió emocionada.

— ¡El hijo de Marina! —chilló Chris y Angelo le miró confundido—. Cuando lo enviaron a Mann era tan solo un bebé. Lo recuerdo. —aclaró Chris y Angelo se mostró sorprendido.

—Qué pequeño es el mundo. Mario me salvó la vida. —manifestó Angelo y Chris le miró intrigada—. Cuando me encontró me llevó a su casa para que me escondiera y me dejó quedarme hasta que comenzaron unos rumores en la casa del gobernador. —le contó Angelo.

— ¿Rumores? —preguntó Chris.

—Sí. Rumores de que Mann necesitaba un gobernador ya que no tenían manera de saber si Cobaín seguía vivo. —explicó Angelo y Chris poco a poco entendió a lo que se refería.

—No me digas que eres gobernador de Mann. —pronunció la chica y Angelo ladeó una sonrisa.

—Soy el gobernador de Mann. —afirmó Angelo y Chris no sabía cómo reaccionar.

—Pero... ¿cómo? Te querían matar. —fue lo único que salió de su boca.

—Tenían una orden dictada por el gobernador para hacerlo, pero en el momento en que comenzaron a aceptar que nadie iba a pagar esa recompensa decidieron dejar el asunto a un lado. —explicó—. Además pensaron que yo iba a ser como Cobaín. —añadió.

—Pero se equivocaron. —manifestó Chris y no pudo evitar sonreír.

—Estoy haciendo cambios reales, ¿sabes? He prohibido el uso de las armas y eso ha mejorado mucho las cosas. —expresó Angelo y entonces Chris se dio cuenta de algo.

—Si has tenido todo ese poder por meses, ¿por qué no mandaste a que eliminaran la barrera? —preguntó Chris y Angelo apretó los labios.

—No confiaban lo suficiente en mí para acatar esa orden. Pero créeme que lo intenté miles de veces. —le aseguró Angelo y Chris sabía que si hubiera sido por él habría regresado a Moltum muchísimo antes.

— ¿Crees que algún día podamos unificar Moltum y Mann? —preguntó Angelo al notar el silencio de la chica.

—Todo es posible si trabajamos duro. Tendríamos que planteárselo a las gobernadoras. —respondió Chris y Angelo le miró confundido.

— ¿Gobernadoras?

—Sí.

— ¿Hay varias?

—Sí.

—Oh. —pronunció Angelo y Chris se echó a reír.

—Marissa, Sahona, Cynthia y Mercurio. —nombró Chris y Angelo sonrió.

—Por cada grupo físico. ¿Cómo va eso por cierto? —manifestó Angelo y Chris forzó una sonrisa que terminó convirtiéndose en una mueca.

—Técnicamente ya no existe la Diversidad Organizada, pero las mujeres todavía están trabajando en eso de no calificarse. —explicó y Angelo asintió mientras observaba el cielo cambiar de color.

— ¿Tú también? —inquirió el chico y le dio un suave empujón con el hombro.

—Digamos que sí. —replicó Chris y soltó una risa seca.

— ¿Hay una categoría para chicas poderosas? Porque encajas ahí a la perfección. —comentó Angelo y Chris esbozó una pequeña sonrisa.

—En realidad creo que solo soy un desastre. —manifestó la chica y Angelo se giró para mirarla.

—Yo también, podemos ser unos desastres juntos. —ofreció el chico y Chris le lanzó otra puño de arena pero esta vez en la camisa.

—Con todo eso que vi en tu diario seguro que eres un desastre. —pronunció Chris con diversión y Angelo le miró horrorizado.

—No me digas que encontraste esa abominación. —masculló el chico y Chris se echó a reír.

—No te preocupes, no lo llegué a leer. Sentí que era demasiado personal. —le aseguró Chris y Angelo suspiró aliviado.

—Tal vez algún día lo leamos juntos. —musitó el moreno luego de unos segundos y Chris le miró sonriente.

— ¿Qué nos falta por hablar? —preguntó Chris tras unos momentos de silencio.

—De ti. —respondió Angelo y Chris sacudió los hombros—. Has vuelto a beber, ¿no es cierto? —aventuró el chico y Chris apartó la mirada.

—No sé cómo detenerme, Angelo. —se sinceró la rubia y Angelo tomó su mano y la apretó suavemente.

—Te vamos a conseguir ayuda, ¿está bien? —indicó Angelo y Chris asintió lentamente.

— ¿Qué has estado haciendo en estos meses? —preguntó luego Angelo.

—He estado pendiente de las mujeres y he estado asistiendo a las reuniones de la junta para ciertos arreglos que se quieren realizar. —respondió y luego hizo una pausa—. También he estado escribiendo un guión. —añadió despreocupadamente y Angelo le miró intrigado.

— ¿Para una película? —cuestionó rápidamente y Chris asintió emocionada—. ¿De qué se trata?

Chris enfocó la mirada en el mar y sonrió ante el hermoso reflejo del cielo que ahora se tornaba cada vez más naranja.

—Es sobre lo difícil que es estar vivo. —respondió Chris.

—Me imagino que enfocado en lo difícil que debe ser para ustedes las mujeres. —comentó Angelo y Chris se giró a mirarle.

—Eso es cierto, pero considero que todos la pasamos mal en algún momento, ya sea hombre o mujer, nadie está exento de lo que trae la vida. Es una pena que entre las mismas personas hagamos todo más difícil. —explicó Chris y en el rostro de Angelo se formó una mueca mientras asentía.

— ¿En qué más estará basada? —preguntó Angelo y Chris devolvió la mirada al cielo.

—En cómo a veces nos sentimos como un amarillo dentro de un mar de rojos, perdidos en nuestra propia cabeza pensando que somos los únicos que la estamos pasando mal, cuando todos los demás están peleando sus propias batallas. —replicó Chris y Angelo le miró divertido.

—Dime que no vas a hacer una película sobre zapatos. —manifestó y Chris soltó una carcajada.

—Te dije que mi cerebro tiene algunas fallas. —admitió Chris y escuchó a Angelo reír.

— ¿Y cómo se va a llamar la película? —preguntó el chico luego de unos segundos.

Chris dirigió la mirada hacia unas chicas que estaban cerca del puente y sonrió ante la expresión de felicidad que decoraba sus rostros. La rubia miró de reojo la expresión calmada del chico a su lado y finalmente posó la mirada sobre la pintura en el cielo del sol amarillento rodeado de una inmensa mancha rojiza.

Una sonrisa bailó en los labios de la chica y el nombre de la película brilló en su cabeza como una mezcla infalible de colores neones.

— ¿Sabes? Creo que se va a llamar Resaltado. 

Fin


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