8. La Leyenda del Amarillo
El estruendo causado por los tacones de las mujeres retumbaba en los oídos de Chris mientras que el frío le hacía compañía y la oscuridad de la noche dificultaba su paso, haciéndole tropezar cada cinco segundos sin piedad alguna.
Centrum solía ser más recurrida en la noche puesto que el cine brindaba su primera función a las 7:00 p.m., siendo así el punto principal de entretenimiento hasta las 3:00 de la mañana.
El trabajo de Chris consistía en colocar el proyector de la Sala 05 a las 12:30 a.m., y a pesar de que le encantaba su trabajo, no podía negar que le resultaba un tanto molesto el haber estudiado cinco años de cinematografía y dirección cinematográfica para terminar presionando un botón y que lo demás lo hiciera el proyector.
Mientras la rubia caminaba a paso lento y de manera despreocupada, los árboles estaban siendo azotados por el viento, creando un ambiente tenebroso, y ante los ojos de Chris, ocultado cada vez más los secretos de la madre naturaleza.
— ¿Desde cuándo el cine quedaba tan lejos? —le preguntó al aire con voz anodina y se movió ágilmente de un lado a otro sobre la acera sin percatarse de la pequeña piedra que le esperaba a tan sólo unos pasos de distancia, el contacto de la bolsa junto a la piedrecilla causó que se abriera una casta abertura por la cual milagrosamente no se podía reconocer el color amarillo.
Chris bufó con molestia mientras trataba de cubrir la abertura con sus manos, tras no ver ninguna mejoría se echó a reír para no llorar.
—Quisiera poder saber qué es lo que quieren. —murmuró con desdén y soltó un suspiro pesado. No pasaron dos segundos cuando en el bolsillo izquierdo de su pantalón una vibración le hizo poner los pelos de punta, extrañada introdujo la mano lentamente, encontrándose con la fría pantalla de su celular y haciendo que Chris soltare el aire que llevaba conteniendo.
Una vez que sacó el celular se detuvo y fijó la mirada en la pantalla, haciendo que cualquier rastro de tranquilidad se esfumara al ver la hora.
— ¡¿Las 12?! —exclamó sorprendida y asustada.
Como si sus pies hubieran tomado posesión de las demás funciones en su cuerpo, comenzó a correr sin saber hacia dónde específicamente, tan sólo sabía que estaba corriendo.
— ¡Hey! —gritó una chica detrás suyo mientras corría con dificultad a causa de todo su peso, Chris frenó en seco y se giró sobre sus talones con el corazón acelerado.
— ¿Por qué tan deprisa? El cine está a una cuadra de aquí. —preguntó con curiosidad la gruesa mientras acomodaba su uniforme y le miraba sonriente.
— ¿Katy? —Formuló Chris con el ceño fruncido, confirmando su duda al distinguir el asentimiento de la castaña—. Oh... hola, ¿vas a trabajar hoy? —preguntó con voz jadeante.
Katy le hizo una seña con la mano para que continuara caminando y se posicionó a su lado.
—Por algo tengo el uniforme, Aleen. —murmuró con diversión y le golpeó suavemente el hombro, entrelazó su brazo izquierdo con el de Chris y le guió en la oscuridad a la iluminada entrada del cine.
—Oh vaya... No me había fijado, tengo tantas cosas en la cabeza. —Se disculpó—, oye Katy, ¿crees que en la farmacia haya algún tipo de producto con el que pueda cambiar, no sé... el color de unos zapatos?
La chica apretó sus infladas mejillas y negó con la cabeza repetidas veces.
—Cualquier tipo de tinta, descolorante u óxido que pudiera cambiar el color tan profundo como el de un zapato está rotundamente prohibido en la ciudad, nos lo han dicho en la gala mensual, ¿se te olvidó? —explicó con profesionalidad y le miró con intensidad.
—No, no, claro que lo recuerdo, sólo que... ¿sabes qué? Mejor olvídalo. —evadió el tema y se aproximó a entrar para perder de vista a la gruesa.
—Buena suerte con tu película. —le gritó Katy mientras reía, Chris ladeó una sonrisa y soltó una risita.
—Recuerda no quemar las palomitas. —gritó en respuesta al verle posicionarse detrás de las barras.
Chris caminó con cautela hacia la oficina de su jefa y se preparó mentalmente para esconder a toda costa sus zapatos, la baja se encontraba sentada en la penumbra de su oficina mientras que con el simple hecho de estar ahí emitía superioridad.
—Jefa, estoy presente. —comunicó Chris en voz baja, la mujer giró conjuntamente con la silla y presionó el interruptor que reposaba a un lado de su escritorio, le miró de arriba a abajo e ignoró el pequeño reflejo de las bolsas en los zapatos de Chris, ya le consideraba una chica lo suficientemente rara como para perder su tiempo agrandando aquel pensamiento.
La mujer cruzó sus cortas piernas debajo del escritorio y bajó la mirada a la libreta que tenía abierta de par en par delante de ella, buscó el nombre de Chris y con un bolígrafo le colocó un asterisco en señal de que estaba presente.
A pesar de que Centrum le pertenecía al grupo de las delgadas, el cine estaba siendo dirigido por una habitante de Litore, esto porque su gran fortuna le ayudó a comprarlo cuando éste se encontraba a punto de cerrar.
Con la mano izquierda le hizo una seña para que se retirara, Chris obedeció sin queja alguna y se encaminó a la Sala 05, mientras divisaba los números reflejados en las pantallas no se percató de que la abertura en la bolsa se hacía cada vez más grande, provocando que se pudiera distinguir una parte de los zapatos amarillos.
Una vez encontró la sala se adentró y recorrió el afelpado camino hasta el cuarto de mantenimiento, tomó el letrero rojo de advertencia, lo colocó en el manubrio de la puerta y procedió a cerrarla tras suyo. Chris esbozó una sonrisa cálida al inhalar el perfume de las cintas, cables y cámaras provenientes del cuarto.
El color oscuro de las paredes hacía que todo se sintiera mucho más misterioso y encantador, mientras que el piso de madera resonaba con cada paso que daba. Chris sacó su celular para ver la hora y al darse cuenta de que sólo faltaban cinco minutos para iniciar la función comenzó a preparar todo. Se dirigió al estante donde se encontraban todas las cintas de las películas que se emitirían esa semana y sacó la que se encontraba en el fondo.
—La Ilustración de mi Alma... —leyó en voz alta y se quedó anonada con la hermosa portada que le adornaba; toda una gama de colores esparcida en el pecho descubierto de un hombre mientras en su rostro descansaba el reflejo de una ciudad en llamas.
Sin más se acercó al proyector y revisó que le hubieran dado el mantenimiento debido antes de ella llegar, al confirmarlo tomó el primer rollo de cintas y lo acomodó desde una pequeña palanca por encima del proyector hasta el último espacio, revisó el audio del proyector y la calidad de la imagen hasta que a su lado un pequeño timbre le avisó que ya era hora de comenzar con la película.
Tras tener todo listo presionó el botón de encendido y el proyector inició con su trabajo, desde el lugar en el que se encontraba podía ver parte de la película, por lo que se sentó en una silla de madera que descansaba a un lado del proyector, ladeó una sonrisa y sacó su celular al sentir cómo vibraba dentro de su bolsillo, rodó los ojos al ver que tenía cinco llamadas perdidas por parte de Jordan y un mensaje sin leer.
Achicó los ojos para poder leer lo que decía el mensaje y se alarmó de inmediato.
En vez de enviarle otro mensaje prefirió llamarle, miró de reojo el proyector y al asegurarse de que todo estaba en orden presionó el icono de llamada, luego de varios pitidos Jordan contestó el teléfono.
—Debes hablar con Angelo, ahora. —espetó Jordan desde el otro lado de la línea, Chris frunció el ceño y miró el teléfono con confusión.
—Cálmate, ¿qué ocurre? —respondió Chris en voz baja.
—Ehm, digamos que ya hay otro par de zapatos amarillos por aquí. —explicó con nerviosismo.
— ¿Tan grave es? —preguntó Chris luego de mantenerse varios segundos en silencio.
—Se trata de Cynthia. —soltó rápidamente.
—Hablamos luego. —Chris colgó la llamada.
Soltó un suspiro pesado y volvió a sentarse, esta vez sintiendo todo el peso de lo que estaba ocurriendo sobre ella, apretó los ojos y se mordió el labio inferior, respiró hondo y bajó la mirada instintivamente, encontrándose con la bolsa totalmente desgarrada y los zapatos al aire libre.
— ¡¿Qué?! —exclamó con horror y se levantó de golpe de la silla, inspeccionó su alrededor en busca de algo para cubrirse y divisó un cofre ovalado en una esquina del cuarto, confundida por no recordar haber visto ese cofre antes se acercó con cautela, cuando estuvo frente al cofre de porcelana tomó aire y se preguntó mentalmente si debía abrirlo o no, dada la situación y el saber que no tenía otra mejor opción posicionó su mano en la manecilla del cofre, dirigió la mirada hacia la puerta y luego lo abrió con lentitud.
— ¿Y esto qué es...? —murmuró confundida al encontrarse con la portada de una película rodeada de bolsas de basura, Chris mordió sus finos labios con indesición y retiró un pequeño mechón de cabello que se había colado en su rostro, fijó la mirada en la portada y acercó sus dedos para tocarla, raramente ésta no tenía título, sino que tan solo poseía unos castos diseños en color verde.
Tras pensarlo por unos segundos la tomó entre sus manos y le dio una vuelta para ver el otro lado de la carátula, al no encontrar ninguna pista acerca del nombre de la película decidió dejarla a un lado, se acercó nuevamente al cofre y sacó dos bolsas de las tantas que había, se agachó y reemplazó las bolsas rotas por unas nuevas, una sonrisa tímida apareció en su rostro y luego volvió a mirar el estuche de la película.
—Algo más debes de tener, o sino tendremos serios problemas. —le habló y lo tomó con rapidez, esta vez se atrevió a destaparlo para ver qué tenía dentro, con un ápice de esfuerzo removió la parte de arriba y frente a sus ojos apareció un CD con tonalidades totalmente distintas al color que predominaba en la portada.
Los diferentes tipos de amarillo adornaban el dispositivo circular de almacenamiento y con un marcador negro tenía escritas las palabras ''La Leyenda del Amarillo'', la rubia contuvo la respiración y una mueca se formó en su rostro, sin querer de sus manos se resbaló el CD y cayó sobre sus piernas, Chris lo apartó de un tirón y se levantó con inquietud, fijó la mirada en el proyector y se acercó rápidamente para colocar la otra cinta que le correspondía, luego se mantuvo estática con la mirada perdida en el cofre.
Sacó su celular del bolsillo y miró a los zapatos con detenimiento, entre sus contactos buscó el número de la casa de la gobernadora y tras convencerse de que era lo correcto presionó el ícono de llamada, instantáneamente una trabajadora atendió el teléfono con amabilidad y Chris esbozó una pequeña sonrisa.
— ¿Podrías avisarle a Ashley que iré mañana a visitarle? —anunció Chris con voz calmada.
—Cariño, Ashley no puede recibir visitas, unos gobernadores de ciudades vecinas irán para tener una junta, así que n...
—Sólo debes avisarle, no es una petición. —le interrumpió con el mismo tono y colgó la llamada, respiró profundo por unos segundos y lo soltó junto con todo el estrés que llevaba acumulado. No solo Ashley recibiría una visita, y ella se aseguraría de eso.
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