5. Instrucciones confusas


Al pasar unas cuantas horas todas las mujeres se encontraban en sus respectivos hogares utilizando vestidos y camuflas rojas, algunas tenían dibujos en estas, mientras que otras preferían no opacar el hermoso rojo con dibujos coloridos.

En el grupo de las gruesas había comenzado a brotar el mal olor causado por el sudor, luego de la gala habían decidido comenzar a hacer sus ejercicios diarios, sentían que debían aprovechar cada segundo para poder conseguir la figura perfecta que tanto deseaban. Básicamente el objetivo de todas y cada una de ellas era algún día pertenecer al grupo de las delgadas, o al menos llegar a tener sus espléndidas y bien cuidadas figuras.

Lamentablemente este sueño era olvidado a la hora de comer, porque, aunque el gobierno les diera un ejemplo de la cantidad de comida que debía contener un plato, éstas lo ignoraban y se servían grandes porciones de comida, sin pensar en lo que traería luego: quejas e inseguridades.

— ¿Compraste las pastillas? —preguntó en un susurro una gruesa llamada Catalina, era una de las más voluminosas entre el grupo, y por lo tanto, la que más trataba de buscar los medios para adelgazar.

—No me lo preguntes de esa forma, sentí que te referías a una especie de droga. —le regañó Katy, ésta tenía sus anchas piernas descansando sobre la meseta de la cocina mientras trataba de sacar la tableta de pastillas.

—Tan solo di que sí. —espetó Catalina, también llamada Cata, coincidiendo con su profesión de catadora de vinos.

—Pues sí, aquí tienes, recuerda leer las advert... —las palabras de Katy quedaron en el aire ya que Catalina salió corriendo tan pronto esta le entregó la tableta de pastillas, ignorando por completo su recomendación. Katy se encogió de hombros y soltó una risita, ya después vería las consecuencias cuando apareciera con la cara hinchada, sentía que debía ir a decirle pero decidió no hacerlo.

En la casa de las delgadas Chris estaba sentada en el rústico suelo mientras apoyaba la cabeza en la orilla de la cama, a pesar de la resaca no podía dejar de pensar en cómo conseguiría dinero para pagar el autobús que le dejaría en un punto cercano al almacén, según Angelo quedaba en un lugar apartado de la ciudad, casi llegando a los bordes.

La ciudad estaba rodeada por granjas inmensas donde criaban todo tipo de animales, los cuales eran utilizados para la creación de alimentos artificiales. Se les introducía químicos a través de la comida e incluso del agua que se les propiciaba, así estos podían ser digeridos por las mujeres sin causar que engordasen más de lo debido, aunque si exageraban su consumo podía traer el efecto contrario, todo estaba perfectamente preparado para que se mantuvieran siempre en la línea. Además, el cuero de los animales también era utilizado para la fabricación de los zapatos rojos, junto con otros tipos de prendas que podían encontrar en las grandes tiendas.

—Chris Chris, ¿dónde estás? —gritaron tres chicas al unísono mientras le propinaban suaves golpecitos a la puerta. Ella rodó los ojos y luego de pensarlo varias veces se levantó.

—Aquí estoy, chicas. —respondió mientras giraba con lentitud el pomo de la puerta, las chicas rápidamente se adentraron a su habitación y se sentaron en su cama.

— ¿Qué estabas haciendo? —preguntó Graciela, la más joven del grupo después de Chris.

—Solo pensando un poco. —forzó una sonrisa mientras miraba hacia abajo.

—Te perdiste la pelea entre Marissa y Carmen, al parecer una le robó el vestido a la otra pero no se sabe quién exactamente. —contó esta vez Yari mientras se acomodaba en la cama, a su lado Jordan rodó los ojos.

— ¿El rosado con puntos blancos? —cuestionó Chris con sorpresa.

—Sí, señorita. —afirmó Graciela y soltó una risita. Un silencio incómodo se instaló entre las cuatro chicas hasta que la puerta se inundó de chicas chillonas.

— ¡Chicas! Ya comenzó ''Cirugías plásticas con Tamara'', tienen que venir a verlo. —anunció una rubia mientras hacía una seña con la mano, Graciela y Yari se levantaron de golpe y sin pensarlo dos veces se unieron a ellas.

— ¿Tú no vas? —Le preguntó Chris a Jordan, la cual consideraba su mejor amiga, o más bien, la única que creía era su amiga, las demás eran sólo compañeras de físico y casa.

— ¿Crees que me creí que sólo estabas ''pensando un poco''? —respondió haciendo comillas con los dedos, a lo que Chris formó una fina línea con los labios y se sentó a su lado.

—Estaba pensando en salir de compras más tarde, iré sola por si las dudas pero... ¿me prestas algo de dinero? —preguntó con una sonrisa inocente.

No podía contarle a nadie que tenía pensado ir al almacén, no sólo por el hecho de que podrían delatarle con la gobernadora y eso traer diversos problemas, sino que tampoco estaba muy segura de si en realidad existía, sonaba demasiado extraño para ser cierto.

— ¿De la noche a la mañana comenzó a gustarte el ir de compras? Me sorprendes, Chris. —conjugó Jordan mientras sacaba unos cuantos billetes para dárselos.

—Gracias Jor, ni yo misma me entiendo, es más, ¿quién entiende a las mujeres? Ni nosotras mismas lo hacemos, somos demasiado complicadas. —Hizo una pausa—. Deberías ir a ver la serie, creo que hoy estarán hablando sobre la toxina botulínica.

—Qué refinada eres, es simplemente botox, y pues, tienes razón, si quiero utilizarlo algún día debería ver primero cómo es el proceso. —asintió y se levantó de la cama, Chris rodó los ojos ante su comentario y le miró con un ápice de... ¿pena?

—No tienes que inyectarte nada en el rostro para ''mantenerte joven'' —hizo unas comillas con los dedos—. Igual los años pasarán y te verás como una pequeña pasa con maquillaje.

—Siempre tan graciosa, nos veremos al rato cariño. —se despidió con un abrazo e hizo caso omiso al comentario de Chris.

Ella siempre había visto esos cosméticos y cirugías como algo innecesario, al final cuando les llegara el momento de envejecer terminarían todas de la misma forma: pareciendo un cuerpo deformado y ni siquiera pudiendo mover los pómulos de tantas inyecciones. En el momento ellas no lo entendían ya que esa era la imagen que querían venderles, y sin duda lo estaban logrando.

Chris volvió a sentarse en el suelo hasta que se decidió por buscar algo más cómodo para vestir, así aprovecharía para salir de la casa sin que le prestaran atención y pudiera librarse de cualquier interrupción.

Tomó una blusa negra de su guardarropa y un par de jeans negros que hacían juego con sus zapatos rojos, no utilizó ningún tipo de chaqueta porque pensó que sería demasiado sospechoso. Se miró en el espejo y acomodó su melena rubia en una coleta con la primera goma que encontró y sin más salió de la habitación, cerrándola con seguro para que ninguna pudiera entrar a merodear.

De camino a la salida cruzó frente a la sala de multimedia, donde destacaba un televisor gigante, cientos de sillas y sofás diminutos repletos de chicas que miraban el programa, se encontraban inyectando una especie de líquido transparente en la cara de una modelo, Chris hizo una mueca y salió de la casa silenciosamente, sintiendo el aire de la tarde golpear su rostro y haciéndole cerrar los ojos por unos segundos.

Trató de recordar las instrucciones que le había dado Angelo y se sintió inútil al no obtener ninguna respuesta por parte de su cerebro, fijó la mirada en una palmera y entonces recordó que la parada de autobuses se llamaba ''Las Palmeras de Moltum'', se echó a correr sintiendo la adrenalina en sus venas hasta darse cuenta de que no sabía hacia dónde iba y se detuvo para preguntarle a varias mujeres en sus negocios, luego de varios minutos caminando por distintas calles y descubriendo callejones, llegó a la parada de autobuses.

Con la voz entrecortada pidió un ticket camino a Litore y se subió al autobús, quedando dormida casi de inmediato.

♣♣♣

El autobús tardó media hora para alcanzar la última parada, Chris no se dio cuenta de que se había pasado porque continuaba dormida. En el autobús sólo se encontraba ella y la conductora, quien llevaba un rato tratando de despertarle al realizar movimientos bruscos y pisadas fuertes, pero Chris tenía el sueño demasiado pesado y a la mujer no le quedó otra opción mas que despertarle a la antigua.

—Señorita, debe bajar. —advirtió por primera vez pero Chris ni se inmutó, sino que roncó un poco más fuerte, o eso sintió la mujer luego de que su compañera apagara el motor del autobús, causando que todo se encontrara en silencio.

— ¿Se murió la chica o qué? —preguntó su compañera al verle frente a Chris, intentando en vano despertarla, la mujer se giró y le miró mal para luego continuar con su ardua misión.

Tras varios intentos logró que Chris abriera los ojos y forzó una sonrisa, le ayudó a incorporarse en el asiento y cuando Chris recuperó por completo la visión le miró con desconcierto.

— ¿Y usted quién es? ¿Dónde estoy? —preguntó en un susurro y achicó los ojos.

— ¿Por qué no mejor le preguntas a la línea de saliva que dejaste en el asiento?, llegamos hace veinte minutos y seguías durmiendo. —respondió con voz cansada.

—Estamos en Litore, ¿cierto? —cuestionó Chris con la mirada puesta en la ventana, nunca había ido tan lejos por lo que no tenía muy claro el aspecto de esa calle en particular.

—Cariño, pasamos esa calle hace un buen rato, ahora mismo estamos a dos cuadras de las granjas, tendrás que caminar un poco si quieres llegar hasta allá. —explicó esta vez la otra conductora mientras jugaba con una muñeca movible.

—Oh rayos... gracias por la información y disculpen las molestias, estaba realmente cansada. —se excusó y bajó del autobús apenada.

Chris salió de la estación y emprendió su recorrido hacia Litore, debía estar pendiente de todos los carteles para así darse cuenta de por dónde iba, el cielo comenzaba a oscurecerse más y más con cada esquina que cruzaba, pero, aun así se sentía segura ya que no había ladronas en Moltum.

—Eh, hola ¿Podría decirme dónde queda Litore? —le preguntó a una baja que yacía muy tranquila en la mecedora de su casa, ésta al notar su presencia le miró con detenimiento, detrás de ella apareció una pelirroja con un vestido floral y unas pantuflas, mirándole de la misma forma.

—Doblas en aquella calle y cuando veas el letrero pues, ya llegaste. —respondió la pelirroja con voz chillona, Chris asintió en respuesta y notó como el vestido de la chica se movía alborotado por el viento, haciendo que se levantara lo suficiente como para llegar a verle su ropa interior, ella rio entre dientes y se alejó ignorando la mirada de desaprobación de la baja.

Efectivamente, al seguir las instrucciones de la mujer se encontró con el letrero rojo anunciando que había llegado a Litore, se detuvo y con la mirada examinó su alrededor.

Las calles se encontraban tenebrosamente vacías, lo que le dio escalofríos, recordó que Angelo mencionó algo relacionado con una librería por lo que al ver el gran letrero de "Librería Litos" supuso que no estaba lejos del almacén.

Respiró hondo y con mucha cautela cruzó la calle, sintiendo cómo el aire frío refrescaba su rostro, en la esquina siguiente a la librería se encontró con un pequeño callejón oscuro y solitario, las paredes eran de concreto y sin un solo toque de pintura, sus zapatos rojos comenzaron a ensuciarse debido al polvo que rondaba en el suelo y sus nervios comenzaron a pedirle a gritos que saliera de allí.

—Tranquila Chris, mira, allá está la puerta. —habló consigo misma y señaló una pequeña puerta de madera, en su cabeza se preguntó cómo lograría entrar, pero en el primer intento ya estuvo dentro.

Trató de divisar el interruptor en el aire, pero luego recordó que la mayoría de veces se encontraba a un lado de la puerta así que se giró sobre sus talones y sus dedos chocaron con el interruptor, haciendo que el almacén se iluminara por completo.

Era un lugar parecido al que había encontrado en la casa de la gobernadora, solo que este se encontraba totalmente descuidado. En las pareces relucía un rojo vino gastado y en algunos espacios parecía que la brocha ni siquiera había rozado con la pared, ya que un color no se asemejaba con el otro, el suelo era de una madera muy oscura cubierta por todas las cajas y estantes que se encontraban allí alineados a la perfección.

Chris sonrió un poco y se dirigió lentamente hacia la primera hilera de cajas, se sorprendió al ver que estaban mezcladas tanto las cajas rojas con las azules, y las amarillas con las verdes, sin duda era algo que no se veía muy seguido.

A pesar de que tenían permitido vestir lo que quisieran, en las tiendas cada prenda estaba organizada por su color y forma, una baja no podía utilizar la ropa de una alta ni viceversa.

—A ver ¿qué habrá en estas hermosas cajas? —le preguntó al aire y con gesto emocionado quitó la cubierta de cartón, dejando a la vista unos tacones verdes con punta abierta.

Chris un tanto asustada soltó la caja, esperaba encontrarse con prendas de vestir, no con una posible causa de quite de identidad si se enteraban.

La gobernadora era muy estricta en cuanto a los zapatos y si en algún momento llegaba a ver a una chica con zapatos que no fueran color rojo sería inmediatamente despojada de su identidad como ciudadana de Moltum Mulier, convirtiéndose así en una candidata para ser enviada a otras ciudades donde reinaban el caos y la destrucción, muy diferente a la ciudad en la que se encontraban.

En lo más profundo de su ser sintió la necesidad de seguir explorando ya que, después de todo, había salido de la comodidad de su hogar con un propósito y ese era el descubrir cosas nuevas, por lo que no podía dejar que su mente le hiciera una mala jugada y terminara yéndose con la curiosidad matándole.

Se alejó de ese estante y por unos segundos volvió a inspeccionar su alrededor, de repente escuchó el sonido de una caja moverse y sintió los nervios a flor de piel, lo analizó por unos segundos e inmediatamente desechó la idea de que alguien estuviera ahí, podía ser que ella misma lo ocasionare cuando soltó la caja.

Justo al lado de la segunda estantería encontró una pequeña butaca, le miró extrañada pero no dudó en irse a sentar, le dolían mucho las piernas y los pies, necesitaba descansar. Por su cabeza cruzó el pensamiento de que debía caminar mucho más cuando saliera de allí y soltó un suspiro pesado, de repente le había comenzado a doler la cabeza y sintió la necesidad de recostarse de la estantería, cerró los ojos por unos segundos y trató de calmar su mente pero un movimiento brusco a su lado lo impidió.

Levantó la cabeza y la dirigió lentamente al lugar de donde provino el movimiento, se encontró con una pequeña caja color amarillo y achicó los ojos para examinarla unos segundos.

—Ya me estoy volviendo loca, genial. —bramó con frustración y volvió a recostarse—. Verdad, que ya lo estaba. —se recordó a sí misma y rio en lo bajo.

Nuevamente un movimiento interrumpió su intento de descansar, esta vez tomó la caja para ver de qué clase de animal se trataba pero su sorpresa fue más grande al ver que sólo había unos sencillos zapatos amarillos.Frunció el ceño y sacó el zapato derecho para inspeccionarlo, al no ver nada raro imitó su acción pero con el izquierdo, al estar moviéndose tanto el zapato derecho se deslizó de entre sus piernas y cayó a su lado en posición perfecta para que Chris insertara su pie, ésta miró al zapato que tenía en la mano y luego al otro en el suelo, se mantuvo en esto hasta que se dio por vencida y decidió probarse los zapatos, revisó la etiqueta y eran 36, justamente su talla.

Cuando insertó ambos pies en los zapatos sintió una pequeña corriente atravesar su espina dorsal, como si algo se hubiera mezclado con su piel, se levantó con ayuda del espaldar de la butaca y caminó un poco con los zapatos, eran bastante cómodos y poseían una especie de algodón que le hacía sentir como si no los tuviera puestos.

Al sentir que ya era suficiente se sentó en la butaca y sonrió tímidamente, se sentía bien el algodón bajo sus pies adoloridos, pero recordó que lo que estaba haciendo era ilegal y se inclinó con la intención de quitarse los zapatos, fallando de inmediato, ya que era demasiado tarde... los zapatos amarillos habían encontrado a su dueña. 

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