20. Raíz (2)
Segunda parte
El símbolo de una revolución muchas veces no era el medio ni su propia causa, sino la gente que le componía. Porque aunque existieran medios y existiera causa, una revolución no se propagaría si no fuera por el ejemplo de sus miembros.
Las mujeres de Moltum en toda su variedad de colores, formas y personalidades, a pesar de haber sido separadas y etiquetadas por casi dos décadas, estaban ese día reunidas con un simple propósito en común.
Recobrar su libertad.
Mientras marchaban por las calles de la ciudad solo tenían en mente la idea del mundo que podrían crear si tan solo lograran su propósito, lo maravilloso que sería el poder respirar sin sentir que el aire también les era limitado, así como todo había sido en los últimos años de sus vidas.
Los negocios y las fábricas en Moltum cerraron, el centro comercial estaba vacío, todo en la ciudad estaba paralizado ya que las mujeres decidieron poner un alto y enfrentarse a la realidad que tenían que destruir.
Las grandes masas de mujeres se detuvieron en el punto central de la ciudad, donde todas se sentaron en el suelo y llenaron una calle completa.
Sahona, Cynthia, Sara y Mora estaban de pie frente a ellas, cada una con una sonrisa orgullosa en el rostro.
— ¿Cuándo fue la última vez que estuvimos todas nosotras juntas? —preguntó Sahona a través del micrófono.
—En la gala mensual. —corearon las mujeres.
— ¿Recuerdan algo que mencionó Ashley en su bienvenida? Un grupo tan hermoso de mujeres. —continuó Sara y divisó a algunas mujeres asintiendo.
— ¿Quién de ustedes se creyó eso? —cuestionó luego y todas se quedaron calladas, a excepción de una chica que se levantó y comenzó a hablar.
—Ashley piensa que somos hermosas, entonces deberíamos creerlo. —expuso una delgada y se escucharon murmullos y quejidos ante su comentario.
—Es muy fácil para ti decirlo, eres perfecta. —bramó una gruesa mientras se ponía de pie.
—Lo perfecto es relativo. —comentó Mercurio y se acercó para tomar el micrófono—. Para mí el día está horrible porque odio la luz del sol, sin embargo para ustedes es el día perfecto porque no se les arruina el pelo. No hay manera de saber si realmente el día es horrible o perfecto porque siempre todas vamos a tener una opinión diferente acerca del tema. —explicó y le entregó el micrófono a Cynthia, quien esbozó una pequeña sonrisa.
—Vamos a jugar un pequeño juego. —comenzó Cynthia y las mujeres le miraron curiosas—. El juego se llama "Yo pienso".
—Se preguntarán en qué consiste el juego. —pronunció Mora y le entregó el micrófono a Sahona.
—Es bastante sencillo. El punto principal del juego es decir las cosas que ustedes piensan de las unas y las otras, pero no porque Ashley les dijo que lo pensaran, sino porque ustedes lo hacen. —explicó la albina y Sara tomó el micrófono.
— ¿Quién quiere comenzar? —inquirió con una sonrisa y por unos largos segundos nadie dijo una palabra.
—Yo. —manifestó una delgada llamada Sally y se puso de pie—. Yo pienso que Aide tiene unos ojos tan hermosos que a veces me dan ganas de sacárselos y ponérmelos. —se sinceró y se escucharon risas entre la multitud.
—Un poco agresivo pero me gusta. —comentó Cynthia mientras reía—. ¿Quién sigue?
—Yo pienso que el cabello blanco de Sahona es lo más bello que he visto. —alabó una baja llamada Maryana. Sahona se sonrojó y le agradeció con una sonrisa.
—Yo pienso que Emmeline es una gran artista, tengo varias de sus pinturas guardadas. —loó Christine y se escuchó un jadeo de sorpresa por parte de Emmeline.
—Yo pienso que Julieta diseña planos como una pro. —habló una alta llamada Sarmiza y su compañera de trabajo le sonrió alegremente.
—Yo pienso que todas ustedes son maravillosas. —reconoció Catalina y con esto las mujeres sonrieron.
— ¿Quién más?
De vuelta en la casa de la gobernadora, Marissa y Jordan estaban caminando cautelosamente por toda la casa en busca de alguna puerta trasera o salida de emergencia por la que pudieran escapar sin ser vistas.
Ambas chicas habían estado inusualmente calladas durante el camino y Jordan no sabía si Marissa seguía molesta con ella o si solo eran los nervios de todo lo que estaba pasando.
La casa de la gobernadora se sentía fría y desolada como era de costumbre, lo que creaba más tensión en ambas chicas mientras caminaban debajo de las tenues luces naranjas.
—Creo que alguien viene. —susurró Jordan al escuchar pasos en la distancia y Marissa se detuvo de golpe, haciendo todo lo posible por no producir el más mínimo sonido.
Pasaron los segundos y las chicas se mantuvieron estáticas en su lugar esperando por alguna señal de que realmente había alguien cerca, pero tras esperar por casi un minuto decidieron continuar caminando, encontrándose con la sorpresa de que sí había alguien al doblar el pasillo.
En cuanto giraron la mirada Jordan divisó la figura de Cobaín y, como acto reflejo, se echó a correr en dirección contraria, de repente sintiendo a Marissa a sus espaldas tratando de alcanzarle. Luego de varios minutos de recorrido se detuvo para tomar aire, causando que Marissa le diera un golpe en el hombro.
— ¡¿Estás loca?! ¿Qué fue eso? —espetó con voz entrecortada y Jordan estaba demasiado agitada como para responder, por lo que se limitó a sonreírle en disculpa y aprovechó que estaban en la sala de estar para sentarse.
—Es Cobaín Hamington, el padre de Ashley. —explicó luego de unos segundos.
— ¿No es el gobernador de Mann? —preguntó Marissa y se fue a sentar a su lado en el gran mueble aterciopelado. Jordan asintió lentamente y Marissa le miró confundida—. ¿Entonces qué hace aquí? —cuestionó.
—Realmente no lo sé. —mintió Jordan con fingido desinterés y Marissa se quedó pensativa—. El caso es que no puede verme, o estaremos en serios problemas. —finalizó y Marissa asintió.
—Realmente creí que no seguirías mintiéndome. —comentó Marissa, atrapando a Jordan por sorpresa.
—Yo... —comenzó Jordan pero Marissa le interrumpió.
—No digas nada. Vamos a salir de aquí primero. —dijo y se puso de pie rápidamente, notando la expresión dolida de Jordan.
—Lo siento. —manifestó Jordan y se levantó del mueble.
—Sé que sí. —respondió Marissa y sin más se giró para que Jordan le siguiera.
Mientras caminaban sin saber hacia dónde, un silencio incómodo acompañó a ambas pelirrojas por la mayor parte del camino, pero fue luego reemplazado por una sensación de incertidumbre en cuanto escucharon el resonar de lo que parecían ser unos tacones muy cerca pero a la vez lejos de donde estaban.
Las chicas podían jurar que el repiqueteo de los tacones se sentía solo como una ilusión auditiva, pero prontamente se dieron cuenta de que era bastante real.
—Creí que estabas en una celda. —habló Ashley con tono pensativo y ambas chicas se quedaron petrificadas.
— ¿De verdad pensaron que podrían escaparse? —rio la morena ante el silencio de las chicas.
—Déjanos ir, por favor. —rogó Marissa cuando recuperó el habla y la sonrisa se borró del rostro de Ashley.
— ¿Y por qué haría eso? Ustedes son mis invitadas. —inquirió Ashley y Jordan tragó saliva.
—Ha sido una terrible fiesta. —comentó sarcásticamente y Ashley le fulminó con la mirada.
— ¿Qué les parece entonces una fiesta en mi oficina? —preguntó la morena y Jordan se quedó callada.
Ashley guió a las chicas lentamente y sin preocupaciones hacia su oficina y cuando se encontraron dentro sacó todas las llaves que tenía en sus cajones y las guardó en su falda.
— ¿Sabes, Jordan? Siempre fuiste una de mis favoritas. —soltó Ashley antes de salir, causando que Marissa frunciera el ceño.
— ¿Por qué? —preguntó Jordan rápidamente y miró de reojo a Marissa. Ashley se mostró pensativa por unos segundos y antes de cerrar por completo la puerta se aseguró de que Jordan le escuchara.
—Nunca decías que no. —manifestó y cerró la puerta de un portazo, asegurándola desde afuera y colocando una combinación numérica para más seguridad.
—Fantástico. —masculló Jordan y se sentó en el suelo mientras examinaba el lugar, Marissa imitó su acción en la pared contraria y respiró hondo.
—Ya que estamos aquí —comenzó la pelirroja y Jordan sabía que no le iba a gustar lo siguiente—, tenemos que hablar.
Mientras tanto en Mann, Angelo no sabía qué hacer para quitarse el sentimiento de terror de encima. El moreno se encontraba caminando junto al guardia principal de la casa y no podía evitar sentir los nervios de punta con cada paso que daban.
La casa tenía exactamente el mismo diseño interior que la de Moltum pero en una versión más gótica y deteriorada. Angelo se preguntaba si alguna vez alguien limpiaba en ese lugar, pero, con cada mirada que le echaba a sus alrededores, comenzaba a tener la sospecha de que no lo hacían.
—Este es el cuarto del señor Cobaín. —informó el hombre mientras colocaba una combinación de números en la cerradura de la puerta. Angelo guardó los números en su cabeza y sonrió cuando el hombre abrió la puerta para dejarle pasar.
—Muchas gracias, estaré trabajando por una hora solamente. —dijo Angelo mientras examinaba la habitación.
—No, estarás trabajando por media hora. —le corrigió el hombre con voz fuerte y Angelo se giró para mirarle.
—Eso no es suficiente. —manifestó el moreno y el hombre sacudió los hombros.
—Haz que lo sea. —finalizó y dicho esto salió de la habitación, dejando a Angelo boquiabierto.
Luego de unos segundos el chico decidió aprovechar el poco tiempo que tenía y comenzó a buscar por todos lados en la habitación un indicio de carpeta o algo por el estilo.
En lo primero que posó la mirada fue la cama, ya que sabía perfectamente los secretos que se podían encontrar en esta, así que en cuanto terminó de revisar las sábanas comenzó a buscar debajo de la cama y efectivamente en una esquina se encontró con lo que parecían ser bolígrafos azules, el moreno frunció el ceño y se acercó con un poco de dificultad a tomarlos.
Ya con los bolígrafos en la mano se dio cuenta de que no eran bolígrafos realmente, sino una especie de aplicador de inyecciones.
—Liraglutida. —pronunció confundido mientras leía la etiqueta del tubo.
Angelo no tenía ni idea de qué era ni para qué eran esas inyecciones, pero de todas formas sacó su celular y le tomó una foto para enviársela a Chris en caso de que ella supiera.
Luego de tomar la foto Angelo volvió a colocar el aplicador debajo de la cama y con una extraña sensación en el pecho continuó revisando la habitación.
Mientras el chico observaba alrededor de la cama de Cobaín divisó una pequeña mesita de noche que lucía completamente inofensiva, a excepción del sistema de seguridad que contenía en cada cajón.
El moreno se acercó rápidamente a la mesita de noche y comenzó a pensar en posibles combinaciones numéricas que le pudieran servir, entre pensamiento y pensamiento a su cabeza llegó el recuerdo de la clave que colocó el guardia para abrir el sistema de seguridad de la puerta, el chico sonrió para sus adentros y luego de colocar la combinación numérica el cajón comenzó a abrirse.
Ante sus ojos apareció una larga extensión de archivos y papeles divididos en tres simples carpetas color negro, blanco y rojo. Angelo se sentó en el suelo y sacó su celular para revisar el tiempo que le quedaba y al notar que tenía menos de veinte minutos comenzó a sacar todos los papeles de prisa.
La primera carpeta color negro contenía datos aburridos como recibos de pago y boletos de compra en la ciudad, la segunda carpeta color blanco era una lista del personal de la casa y estaba llena de cartas de renuncia, y por último, la carpeta color rojo tenía lo que Angelo menos esperaba, un historial de las mujeres de Moltum.
El chico sintió la rabia creciendo en su interior en cuanto puso sus manos sobre la carpeta y luego de respirar hondo comenzó a revisarla detenidamente.
—Sharon Mallory, Catalina Wallas, Madison Esteban... —leyó en voz alta y luego de revisar sus perfiles se dio cuenta de que el historial pertenecía solo al grupo de las gruesas.
Angelo frunció el ceño ante la extrañez de esa situación y sacó su celular para tomarle foto, enviándosela de inmediato a Chris.
Luego de revisar todo lo que encontraba en ese cajón Angelo decidió cerrarlo y comenzar a revisar el que estaba debajo, colocando la misma clave que en el de arriba. En cuanto lo abrió notó la inmensa diferencia entre ambos cajones, ya que, en ese solo se encontraba una pequeña carpeta color crema.
La carpeta no lucía muy extravagante, incluso parecía tener años desde la última vez que la tocaron, por lo que Angelo no pensó que encontraría lo que estaba ahora presenciando.
El perfil completo de Cobaín Hamington.
Con un ápice de sorpresa el chico colocó la carpeta en su regazo y comenzó a revisarla detenidamente.
— ¡¿Cobaín tiene 65 años?! —se le escapó de la boca en cuanto leyó la fecha de nacimiento de su abuelo. Mientras leía no encontró nada interesante, pero aun así se dedicó a tomarle foto a cada página.
Hasta que llegó a la última página, donde se encontró con la información marital de Cobaín.
Angelo no sabía nada de su abuela, incluso a veces llegaba a pensar que nunca tuvo una, pero en ese momento era mucho más fácil creer que no existía a creer lo que estaba escrito en esos papeles.
Selena Tray era la esposa de Cobaín. Y Angelo no sabía cómo terminar de procesar esa información.
Estuvieron casados por dieciséis años y tuvieron un solo hijo, o más bien, una hija llamada Ashley Hamington Tray.
De repente con toda esa nueva información la cabeza de Angelo parecía incapaz de procesar cualquier cosa, por lo que el moreno cerró los ojos e intentó sacar de su mente todas esas cosas.
Incapaz de hacerlo el chico se levantó de golpe e involuntariamente le propinó un puñetazo a la mesita de noche, causando un estruendo que resonó en toda la habitación.
Luego de unos segundos el chico se dio cuenta de lo que había hecho y comenzó a introducir la carpeta rápidamente en el cajón para cerrarla detrás de él, acercándose de prisa al escritorio de Cobaín para encender la computadora.
— ¿Qué pasó? —preguntaron al unísono dos guardias mientras se adentraban en la habitación. Angelo carraspeó y como pudo se giró en la silla para mirarles.
—Oh, nada. Se me cayó algo de mi mochila. —mintió y esbozó una pequeña sonrisa tranquilizadora. Los hombres le examinaron con la mirada y luego de asegurarse de que la habitación luciera intacta asintieron.
—Bien. Ten más cuidado porque si rompes algo en esta habitación no te alcanzará la vida para pagarlo. —le advirtió un guardia y seguido le dejaron solo.
Angelo tragó saliva y se giró para mirar la pantalla, en donde se encontró con un fondo de pantalla plano y una única carpeta en una esquina.
La carpeta estaba titulada "No" y en cuanto Angelo la abrió entendió el porqué del nombre.
Cientos y cientos de fotos aparecieron ante sus ojos, todas pertenecientes a Selena Tray, pero no a la Selena delgada y perfecta que Angelo había visto en fotos, sino a la Selena obesa y natural que parecía haber sido borrada de la existencia.
Angelo comenzó a revisar las fotos y luego de unos minutos pudo sentir una lágrima deslizándose de su mejilla, el pensamiento de lo que pudo ser pero no fue invadiendo su cabeza.
El chico se limpió las lágrimas y sacó su celular del bolsillo, comenzó a tomarle fotos a la pantalla de la computadora y cuando terminó decidió llamar a Chris. Tenía muchas cosas para contarle.
La vibración incesante en algún lugar de su cama despertó a Chris, quien a pesar de que solo poseía un sucio y desaliñado colchón, había terminado por acostarse en ella. En cuanto la rubia vio de quién se trataba la llamada tomó el celular rápidamente y se levantó de la cama.
—Estás vivo. —pronunció aliviada y no pudo evitar sonreír.
—No se te hizo el plan. —bromeó Angelo y Chris soltó una carcajada.
—Estás más que vivo al parecer, ¿dónde estás ahora? —preguntó rápidamente y se pasó una mano por el pelo.
—Estoy en la habitación de Cobaín, tengo información nueva. —respondió y Chris frunció el ceño ante la rareza de su voz.
— ¿Has estado llorando? —cuestionó con notable preocupación y Angelo respiró profundo.
—Solo un poco. —replicó restándole importancia y no le dio tiempo a Chris de hablar—. Pero ese no es el punto. Encontré el archivo que faltaba de Cobaín. —se apresuró y Chris se quedó perpleja.
— ¿De verdad? ¿Qué dice? —inquirió Chris, de repente olvidándolo todo. Angelo se quedó callado por unos segundos pero luego comenzó a hablar.
—Cobaín y Selena estaban casados. —soltó con voz anodina y a Chris le tomó un rato entender lo que había dicho.
— ¿Dices que Selena es la madre de Ashley...? —comenzó y luego algo le llegó a la cabeza—. Oh, no. Cobaín y Selena estaban casados. —pronunció y una mueca de horror se formó en su rostro.
—Lo sé. ¿También estás pensando lo mismo? —preguntó Angelo con una mueca mientras revisaba las fotos de la computadora.
—Cobaín asesinó a Selena. —manifestó y deseó profundamente estar equivocada.
—Es tan confuso pero a la vez no lo es. —comenzó Angelo y Chris se mostró intrigada—. ¿Sabías que Selena era una gruesa? —cuestionó con seriedad y Chris comenzó a pensar en la vaga imagen que tenía en su cabeza de la antigua gobernadora.
—No... —respondió.
—Pues sí. Y aparentemente Cobaín tiene algo con las gruesas. —dijo Angelo e hizo una pausa—. Encontré una carpeta en la que únicamente tiene los perfiles de todas las gruesas de Moltum. —explicó y Chris se quedó en silencio mientras pensaba.
—Y eso no es todo. —masculló Angelo luego de unos segundos—. También encontré unos recibos de pago y estoy seguro de que tienen algo que ver. Fueron efectuados por una empresa llamada "Cuerpo perfecto", ¿la conoces? —comentó y Chris lo pensó por unos segundos.
—Ahora que lo mencionas, sí. Son la empresa que fabrica los equipos del gimnasio y los programas de adelgazamiento. —respondió Chris y todo comenzó a encajar en su cabeza.
—Si Cobaín es el que financia esas cosas entonces realmente quiere que ustedes adelgacen. —objetó Angelo y Chris asintió para sí misma.
—Tal vez eso mismo quiso hacer con Selena pero ella se negó. —aventuró la rubia y Angelo apretó la mandíbula.
— ¿Crees que Cobaín esté lo suficientemente desquiciado como para hacer algo así? —preguntó el moreno con indecisión y Chris soltó un suspiro pesado.
—Supongo que tendré que averiguarlo. —musitó y Angelo se alarmó de repente.
—Chris. No puedes decirle que sabemos. —se apresuró y Chris rodó los ojos.
— ¿Y qué pretendes que haga? ¿Le dé unas palmaditas en el hombro y me ría de sus chistes? No me voy a quedar callada, Angelo. —espetó Chris y Angelo maldijo por lo bajo.
—Si ese hombre mató a Selena ¿qué le detendrá de hacer lo mismo contigo? —inquirió Angelo con un ápice de enojo.
—No puede matarme. Tengo los zapatos amarillos. —enfatizó Chris en un intento de mostrarse menos asustada de lo que estaba.
— ¿Y qué crees que son? ¿Una especie de protección divina? Chris, piénsalo bien. —bramó Angelo y ante esto último suavizó la voz.
—Hay mucha probabilidad de que estos zapatos estuvieron en una escena del crimen en la que Cobaín estaba involucrado, te aseguro que para él son más que divinos. —manifestó Chris con seriedad y Angeló suspiró derrotado.
— ¿Por qué no puedes mantenerte fuera de eso? Por lo menos hasta que estemos seguros. —preguntó con voz cansada.
—Sabes que no puedo. —respondió con dureza y ante el silencio de Angelo se sintió mal—. ¿No encontraste nada más que pudiera servirnos? —preguntó suavemente.
—Te envié unas fotos para que las veas. No sé si te servirán de algo ya que es lo mismo que te conté. —explicó y Chris asintió lentamente.
—Está bien. Las revisaré ahora, cualquier cosa me avisas ¿sí? Mantente a salvo. —pidió Chris con cariño y Angelo dejó a un lado su enojo.
—Tú también, rubia. —dicho esto colgó la llamada y se dedicó a sacar provecho de los cinco minutos que le quedaban en la habitación de Cobaín.
En cuanto la llamada terminó Chris comenzó a revisar su celular en busca de las fotos que decía Angelo, y mientras más las veía más apretaba la mandíbula y fruncía el ceño.
Cada vez que la chica miraba una foto de Selena algo en ella se revolvía y una sensación extraña envolvía sus pies, causando que Chris se asustara un poco.
Mientras la chica pasaba entre las imágenes encontró la primera que Angelo le envió y de repente recordó algo que había estudiado en la escuela.
—Liraglutida. —leyó—. Una inyección para adelgazar...
Ante el recuerdo Chris miró confundida a la foto y decidió preguntarle a Angelo por mensaje de dónde la había sacado. El chico tardó unos segundos para ver el mensaje pero luego Chris notó que estaba escribiendo.
Angelo respondió que «estaban debajo de la cama de Cobaín» y entonces Chris comenzó a maquinar algunas cosas en su cabeza, pero antes de que pudiera escribirlo escuchó el estruendo producido por la puerta de la cárcel, causando que la delgada tomara su celular y lo guardara debajo del colchón.
—Es una pena que te tocara el lado feo de la casa. —resonó una voz en el lugar y Chris supo de inmediato de quién se trataba.
—Cobaín. —pronunció y pocos segundos después apareció el hombre con una sonrisa en el rostro.
—El único, querida. —comentó mientras tomaba una silla y se sentaba.
— ¿Qué quieres? —preguntó Chris con voz cortante y Cobaín fingió estar ofendido.
—Solo quiero conversar, ¿por qué asumes lo peor de mí? —inquirió el hombre y en ese momento Chris se detuvo a observar lo delgado que estaba.
— ¿Vamos a hablar acerca de las inyecciones que usas para no engordar? —preguntó Chris con una pequeña sonrisa y Cobaín ni se inmutó.
—Oh, deberías probarlas. Son maravillosas. —dijo alegremente y Chris le lanzó una mirada asesina—. Pero lamentablemente no vengo a eso. Vengo a buscar algo que me pertenece. —manifestó y Chris lo entendió de inmediato.
—Buena suerte con eso. Resulta que están pegados. —comentó y fue a sentarse en su cama.
—Así que Saulo tenía razón... —murmuró Cobaín y Chris llegó a escucharle.
— ¿Quién es Saulo? —preguntó y Cobaín levantó la mirada rápidamente.
—Una persona desquiciada que conozco, para nada relevante pero... un verdadero dolor de estómago. —respondió Cobaín con la mirada fija en la pared.
— ¿El que inventó la Leyenda del Amarillo? —cuestionó Chris y eso pareció llamar la atención de Cobaín.
— ¿Cómo sabes de eso? —espetó el hombre y Chris se encogió de hombros—. No puedes saber de eso, yo escondí toda esa información. —dijo el hombre con un ápice de confusión y Chris sonrió divertida.
—Los zapatos aquí son buenos encontrando las cosas. —bufoneó y el hombre se quedó callado antes de recobrar la postura.
—No importa que lo sepas, de todas formas no conoces el resto de la historia. —presagió con la sonrisa de vuelta y esta vez fue el turno de Chris de reír.
— ¿Te refieres al hecho de que mataste a Selena y de alguna manera los zapatos terminaron involucrados? —inquirió Chris pensativa y Cobaín intentó fingir que no estaba sorprendido.
—Ya no sabes qué inventar. —manifestó con severidad y se puso de pie.
— ¿Lo hiciste porque era una gruesa o simplemente porque te nació? —preguntó Chris de repente y Cobaín le fulminó con la mirada.
—No sabes lo que estás diciendo. —pronunció con la mandíbula apretada.
—Pues entonces explícamelo. —manifestó Chris y le sostuvo la mirada. Cobaín le miró por unos segundos y volvió a sentarse.
—Ella no me dejaba crecer. —habló con voz anodina.
— ¿Y por eso tenías el derecho de quitarle la vida? —cuestionó Chris con repugnancia y realmente no entendía cómo todo había cambiado tan de repente.
—Tenía el derecho de hacer lo que quisiera, no sé para qué te estoy contando esto. —replicó Cobaín y volvió a su tono normal de voz. Chris se le quedó mirando por unos segundos y luego dirigió la mirada a sus zapatos amarillos.
— ¿Por qué los zapatos tienen vida? —preguntó con los labios apretados. Cobaín rodó los ojos y le miró con molestia.
—El hermano de Selena invirtió su vida estudiando la Leyenda del Amarillo. Incluso terminó verdaderamente perdiendo la cordura. Nunca pensé que fuera algo real, pero luego los vi en tus pies y supe que el desgraciado tenía razón. —explicó Cobaín.
—Todavía eso no me explica nada, la Leyenda solo dice que consiguen propiedades mágicas pero no explica de dónde provienen. —expresó Chris con ligera confusión.
—Qué molesto es hablar con gente estúpida. —comentó Cobaín y Chris le lanzó una mirada asesina—. El espíritu de Selena está en los zapatos. Incluso muerta la mujer no me deja en paz. —soltó con evidente molestia y Chris comenzó a entenderlo todo.
— ¿Por qué Selena querría sabotear a su propia hija? —preguntó Chris luego de unos segundos.
—Oh, la niña esa. —Cobaín soltó un suspiro pesado y acarició su larga barba—. Digamos que es otra desgraciada. —finalizó y a Chris le costó un poco creer sus palabras, pero aun así decidió dejar a un lado el tema.
— ¿Ella lo sabe? —preguntó en su lugar.
—Sabe lo suficiente. —respondió—. Y se va a quedar así, ¿cierto, Chris? —inquirió con una sonrisa escalofriante.
—No lo sé. Me dan ganas de contarle. —comentó Chris y le miró pensativa.
Ante su comentario Cobaín se levantó de golpe y se acercó a las barras de metal, mirándole con semblante serio.
—No te atrevas. —amenazó.
— ¿Por qué? ¿Me vas a matar igual que a Selena? —preguntó Chris con incredulidad y soltó un respingo cuando el anillo de oro de Cobaín se estrelló contra las barras.
—Deja de mencionar su nombre. —espetó con la mandíbula apretada—. No vas a decir nada por el bien de tu corazón. —manifestó Cobaín y Chris no pudo evitar sentirse confundida.
— ¿De qué estás hablando...? —su pregunta quedó en el aire a causa del gran estruendo producido por la puerta de la cárcel. Chris se levantó de la cama y se acercó a las barras para poder ver de quién se trataba.
— ¡Chris Aleen! —gritó Ashley mientras caminaba apresuradamente hacia la celda de la rubia. Cobaín al verle se hizo a un lado y se le quedó mirando con una sonrisa.
— ¿Y ahora qué? —preguntó Chris al aire y soltó un suspiro pesado. Ante sus ojos apareció una Ashley con el cabello ligeramente desarreglado y un celular en la mano.
— ¡¿Qué rayos es esto?! —chilló la mujer y casi golpeó a Chris con la pantalla del celular. Chris se echó hacia atrás y sonrió al ver de qué se trataba.
—Es tu hermoso grupo de mujeres. —bufoneó Chris y un sentimiento de felicidad le invadió al saber que el plan seguía en pie.
—Sí, juntas en la misma casa. ¿Y esa abominación? ¿Sí saben que las puedo arrestar por eso? —inquirió Ashley con enojo y Chris se echó a reír.
—No creo que tengas suficientes celdas. —se burló y la mujer le lanzó una mirada asesina.
—En cuanto llegue la gala mensual las sacaré a todas de la ciudad. —sentenció la morena y Chris dejó de sonreír.
—No puedes sacarlas a todas. —pronunció.
— ¿De verdad? —dijo Ashley con el ceño fruncido—. Porque si mal no recuerdo yo soy la gobernadora. —comentó y Chris tragó la saliva.
—No tendrías a quién gobernar si las sacas a todas. —discutió la rubia y Ashley apretó los labios.
—Siempre hay alguien a quien gobernar. —espetó y se giró para mirar a su padre—. ¿Y tú qué hacías con esta delgada? —preguntó con los ojos entrecerrados y Cobaín sonrió.
—Teniendo una pequeña charla acerca de sus zapatos amarillos. —respondió y Ashley formó una mueca de disgusto.
— ¿Por qué no te los quitas? Me dan náuseas. —criticó y Chris miró de reojo a Cobaín.
—Así que no sabes sobre la Leyenda del Amarillo. —manifestó la rubia y Ashley le miró confundida.
— ¿La qué? —cuestionó rápidamente.
Chris comenzó a atar los cabos sueltos en su cabeza y luego de mirar la expresión ligeramente consternada de Cobaín llegó a la simple conclusión de que Ashley también estaba siendo engañada por su padre.
—Sé que Selena Tray es tu madre. —soltó Chris y desde el rabillo del ojo notó la mirada molesta de Cobaín. Ashley le miró sorprendida y luego se giró a enfrentar a su padre.
—Tú se lo dijiste. ¡Eres un inútil! —bramó con veneno en la voz y Cobaín abrió la boca para decir algo.
—Él no tuvo que decírmelo. —habló de repente Chris y Ashley volvió su atención a ella.
—Eres una metiche. ¿Que no podías simplemente dejarme en paz? —espetó la morena y Chris le fulminó con la mirada.
—Al que deberías de discutirle es a tu supuesto padre. —comentó la rubia y Ashley frunció el ceño.
—Mi padre no tiene nada que ver con esto. Solamente es un desgraciado por naturaleza. —le defendió y el hombre ladeó una sonrisa.
— ¿Ves, Chris? No tengo nada que ver con esto. —dijo Cobaín en un tono burlón y Chris sintió su sangre hervir.
—Tú mataste a Selena. —espetó la delgada y Cobaín hizo un gran esfuerzo para mantener su sonrisa.
— ¿De qué estás hablando? Mi madre murió por su obesidad. —alegó Ashley y miró a su padre en busca de una confirmación.
—Es cierto. Esta chica solo sabe mentir. —afirmó Cobaín y Chris sintió ganas de darle un puñetazo.
—Él es un mentiroso y un manipulador. ¿Acaso no lo ves? —inquirió Chris en dirección a Ashley y Cobaín se acercó más a la celda.
—No soy ninguna de esas cosas. —mintió—. Me enfoco en conseguir la perfección como estilo de vida. —dispuso el hombre y Chris le fulminó con la mirada, dispuesta a continuar discutiendo, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra Ashley se le adelantó.
—Eso. —masculló y se giró a mirar a su padre—. Eso que dijiste, ¿de dónde lo sacaste? —preguntó con voz anodina.
—No lo sé, solo lo dije. —respondió el hombre con un ápice de confusión y Chris aprovechó que no le estaban prestando atención para acercarse a la cama y revisar su celular.
—Eso lo dijo Selena una vez. —pronunció Ashley y se acercó más a Cobaín.
—Pues seguro lo copió de mí. —dijo Cobaín y se encogió de hombros, mas Ashley apretó los labios.
—Mi madre nunca copiaba frases, ella las creaba. —bramó de repente y Chris no pudo evitar mirarle ante la intensidad de sus palabras.
— ¿Cuál es tu punto? —inquirió Cobaín ligeramente molesto y Ashley se le quedó mirando fijamente por unos segundos.
—La carta que me entregaste el día que murió, tenía esa frase escrita al final. —soltó—. Enfócate en conseguir la perfección como estilo de vida. —recitó y cerró los ojos ante el recuerdo.
—Es solo una estúpida coincidencia. ¿Qué edad tienes? ¿Cinco? —bramó el hombre y no pudo evitar sentirse nervioso al recordar lo que le dijo su hija.
—Siempre me pregunté por qué esa carta estaba firmaba como Selena T. cuando mi madre únicamente firmaba como S. T. —pronunció Ashley y comenzó a mirar incesantemente el suelo bajo sus pies.
Cobaín se mantuvo en silencio por unos segundos mientras buscaba algo para decir pero la intensa mirada de su hija le impidió hacerlo.
—Selena no escribió esa carta, ¿o sí? —cuestionó Ashley con semblante rígido.
—Sí, ella... —comenzó Cobaín pero al Ashley notar la indecisión en su voz apretó la mandíbula.
— ¿Qué le hiciste a mi madre? —preguntó la morena y deseó con todas sus fuerzas no saber la respuesta.
—No le hice nada. —musitó Cobaín y se le escapó una pequeña sonrisa involuntariamente.
— ¡No me mientas! —bramó Ashley histéricamente y su cabello quedó todo alborotado. Cobaín dejó de sonreír y entonces le miró con molestia.
—Me deshice de ella. —soltó con simplicidad y Ashley sintió su mundo caerse de repente.
—Tú la mataste. —pronunció con la poca voz que le quedaba.
—Sí. —admitió Cobaín y Ashley le tomó de la camisa y lo estrelló contra la pared.
— ¿Cómo pudiste? —le reprochó con enojo y sintió sus nudillos doler por la presión en su camisa.
—Técnicamente no lo hice. —comentó Cobaín con rostro pensativo y Ashley le miró confundida.
— ¿A qué te refieres? —inquirió y apretó más su agarre, causando que Cobaín cerrara sus ojos momentáneamente.
—Verás. —comenzó el hombre—. Yo solo coloqué el arma en tus manos y tú la disparaste. —explicó y a Ashley le tomó unos segundos entenderlo.
—Las pastillas... —susurró y Cobaín sonrió emocionado.
— ¡Exacto! —chilló y Ashley perdió las fuerzas de repente—. Tú misma le llevaste las pastillas que la mataron, yo solo las puse ahí. —manifestó mientras se arreglaba la camisa.
—Pero... pero esas eran pastillas para el dolor, yo lo revisé... —masculló Ashley y comenzó a proyectar ese momento en su cabeza, buscando alguna confirmación de lo que había dicho.
—Bueno, está muerta. Así que al parecer no. —comentó Cobaín restándole importancia y Ashley se encerró en un estado de pánico.
— ¿Qué hizo para que la odiaras tanto? —preguntó Chris que tenía ya un rato escuchando la conversación con expresión horrorizada. Cobaín lo pensó por unos segundos y luego miró fijamente a Chris.
—Selena siempre me mantuvo en la sombra de su gobierno. —comenzó—. Nunca me presentó públicamente como su esposo, nunca me dejaba ayudarle en la toma de decisiones, nunca me tomaba en cuenta. —finalizó con rencor en la voz.
— ¿Así que todo era una cuestión de poder? ¿De sentirte como un hombre? —cuestionó Chris con repugnancia y su mirada viajó a la figura inexpresiva de Ashley.
—El poder era necesario, sí. Pero nunca se trató de eso. —manifestó Cobaín y se apoyó de la pared—. Era una cuestión de mejorar la vida de las mujeres. De acabar con el patriarcado. —explicó y Chris frunció el ceño.
—Eres hombre, estás dentro del patriarcado. —enfatizó Chris y Cobaín soltó una carcajada.
—Mi género no define lo que creo. —le corrigió Cobaín.
— ¿Y en qué crees? —preguntó Chris.
—Creo que en el poder femenino. Creo en que las mujeres deben ser forzadas a hacer lo que sea para que puedan demostrar que son mucho más capaces que los hombres. —explicó y Chris rodó los ojos.
—Déjame adivinar, para hacer eso tenías que sacar a los hombres de sus vidas. —pronunció con molestia y Cobaín ladeó una sonrisa.
—Parece que tus neuronas han despertado. Buenos días, chicas. —se burló y Chris le clavó la mirada—. Los hombres son... un obstáculo. No podía permitir que arruinaran mi plan. —concluyó y Chris le miró confundida.
— ¿Qué plan? —inquirió y esta vez fue Ashley que le miró fijamente.
—Devolver a las mujeres a su naturaleza perfecta y hermosa. —respondió la morena y no se atrevió a mirar a su padre.
—De nuevo con la perfección, se nota que Cobaín te ha lavado el cerebro. —espetó Chris y Ashley apretó la mandíbula.
—Solo sigo los ideales de mi madre. —habló Ashley con voz lejana.
—No creo... —pronunció Chris pero fue interrumpida por el sonido de pasos resonando en las escaleras.
Dos guardias de seguridad se apresuraron hacia la gobernadora y colocaron la pantalla de un celular ante sus ojos, causando que Ashley saliera de la especie de limbo en el que se encontraba.
— ¿Qué está pasando? —le preguntó a las mujeres uniformadas y Chris se acercó a las barras con curiosidad para escuchar mejor.
—Las mujeres se están reuniendo alrededor de la casa. No sabemos qué planean hacer. —explicó la seguridad de la derecha y Ashley le miró mal.
—Necesito más información. —espetó con voz fuerte y las mujeres se mostraron pensativas.
—Vi algo muy extraño pero no estoy muy segura... —pronunció la de la izquierda y Ashley le incitó a que continuara hablando—. Un buen grupo de mujeres parecía tener... ¿zapatos amarillos? Y las otras estaban descalzas. Fue bastante raro. —manifestó la mujer y se rascó la cabeza. Ashley apretó la mandíbula y respiró profundo.
—Quiero que se deshagan de esas mujeres ahora mismo. —ordenó pero las mujeres no se movieron.
—Señorita, técnicamente no podemos hacer nada contra ellas. Están en la calle. —explicó la de la derecha y Ashley le miró con enojo.
— ¡¿Dónde dice eso?! —bramó.
—En las leyes. —respondió la de la izquierda.
— ¿Y quién hizo esas estúpidas leyes? —cuestionó Ashley.
—Usted, señorita. —replicó la de la derecha y Ashley le fulminó con la mirada.
—Hagan lo que sea pero alejen a todas esas mujeres de aquí. —ordenó entonces la mujer y las guardias se giraron para irse.
—Antes de. —comenzó Ashley y las mujeres se giraron para mirarle—. Encierren a Cobaín. —mandó y la sonrisa se borró de los labios de Cobaín.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó el hombre mientras veía a las mujeres acercándose a él.
—Lo que debí hacer hace mucho tiempo. —respondió Ashley con los labios apretados y Chris casi da un salto de la felicidad.
Las mujeres tomaron de los brazos a Cobaín y a pesar de todas sus quejas y amenazas le empujaron hacia la celda colindante a la de Chris. En cuanto cerraron la puerta de metal las mujeres se giraron hacia Ashley y ésta les miró con la mandíbula apretada.
—Voy a recuperar mi ciudad.
♣♣♣
—Resumiendo todo lo que dijiste, no confías en mí. —puntualizó Marissa mientras jugaba con un bolígrafo.
—Claro que confío en ti. —manifestó Jordan con voz cansada y Marissa se le quedó mirando.
—Yo te oculté lo de mi madre para protegerte, ¿cuál fue tu excusa? —inquirió la baja y sintió un calambre en la pierna por estar tanto tiempo sentada.
—Tenías suficiente con eso de tu madre, no quise cargarte con mis problemas. —respondió Jordan y bajó la mirada.
Marissa se le quedó mirando por unos segundos y luego se levantó y se fue a sentar más cerca de Jordan, luego tomó su barbilla y le obligó a mirarle.
—Tus problemas nunca serán una carga para mí, ¿me oíste? —sonrió levemente—. Ya sea que necesites ayuda con un vestido o con unos zapatos mágicos. —aseguró y Jordan sonrió también.
—Te extrañé. —pronunció Jordan y dirigió la mirada a los labios de la chica.
—Y yo a ti, rojita. —susurró Marissa y se acercó para darle un pequeño beso el cual Jordan correspondió alegremente.
En cuanto se separaron ambas chicas permanecieron simplemente disfrutando la presencia de la otra y aunque el silencio inundó el lugar, se sentía placentero. Luego de unos segundos Marissa apartó la mirada de Jordan y examinó la oficina de la gobernadora con una sonrisa en el rostro.
— ¿Recuerdas nuestro primer beso? —preguntó la chica y Jordan sonrió ampliamente.
—Fue aquí mismo. —respondió y soltó una risita, de repente recordando ese momento.
—Teníamos tanto tiempo saliendo y aun así nuestro primer beso fue en la oficina de la gobernadora. —rio Marissa y Jordan fingió estar ofendida.
— ¡Hey! No fue mi culpa. —manifestó Jordan y Marissa no pudo dejar de reír.
—Todavía me duele la nariz por el choque. —se burló Marissa y Jordan se sonrojó violentamente.
—A mí también. —admitió y ambas chicas comenzaron a reír.
— ¿Cómo fue que terminamos en este lugar específicamente? —preguntó Marissa cuando se calmó un poco y Jordan le miró pensativa.
—Era el día de la gala mensual. Recuerdo que entré a buscar a Chris porque estaba borracha. —explicó e hizo una pausa—. Cuando no la encontré pensé en preguntarle a Ashley pero tampoco estaba aquí, sin embargo tú sí. —concluyó y Marissa pareció recordarlo ya que dejó de sonreír.
—Tenía una cita con Ashley para hablar sobre mi madre. —se sinceró y Jordan le miró sorprendida—. De todas formas no se pudo ya que Ashley estaba muy ocupada con la gala. —recordó y Jordan asintió lentamente.
— ¿No pensaste en volver después? —inquirió con la voz calmada.
—Mi madre se enteró de lo que había tratado de hacer y me amenazó, no tuve las agallas para desobedecer. —replicó Marissa apenada y Jordan colocó una mano en su pierna.
—Siempre creí que mi madre era problemática, pero cada vez me doy cuenta de que yo la pasé bien comparado contigo. —masculló Jordan y Marissa esbozó una pequeña sonrisa.
—A veces la vida nos golpea para que aprendamos a ser fuertes. —pronunció Marissa—. Y aunque tu madre ya no está, te has ganado una nueva. —sonrió.
—No puedo contar las veces que Cynthia me ha sacado de apuros. —manifestó Jordan y esbozó una sonrisa—. A veces a los puños pero por una buena razón. —añadió y Marissa soltó una carcajada.
— ¿Crees que Cynthia acepte a otra pelirroja como su hija? —preguntó Marissa con una sonrisa divertida y Jordan asintió enérgicamente.
—Estoy segura que sí. —respondió y Marissa esbozó una sonrisa verdadera.
La pelirroja iba a decir otra cosa pero fue interrumpida por un repentino cambio de luces y un ruido ensordecedor que envolvió al edificio completo.
—La alarma de emergencia. —pronunció Jordan con alarme mientras veía las parpadeantes luces rojas que ahora iluminaban el lugar.
— ¡¿Qué está pasando?! —gritó Marissa para que Jordan pudiera escucharle con todo el ruido.
Jordan le escuchó pero se quedó callada y se apresuró a acercarse a la ventana de la oficina, removiendo las cortinas rápidamente y encontrándose con la vista de miles de mujeres rodeando la casa.
Las mujeres poseían una única pieza de ropa que constaba de una blusa y un pantalón de licra del mismo color de su piel, la mayoría iban descalzas y en el frente iban un buen grupo con resplandecientes zapatos amarillos.
—Creo que están ejecutando el plan. —respondió Jordan y Marissa se acercó rápidamente a la ventana y entonces entendió a qué se refería.
—Pensé que con el encarcelamiento de Chris todo se había cancelado. —pronunció la baja con confusión y Jordan ladeó una sonrisa divertida.
—Aparentemente no.
En algún lugar de la casa, la gobernadora de Moltum se encontraba rodeada de una docena de guardias listas para recibir órdenes y comandos.
—Quiero todas las entradas y salidas bloqueadas. Nadie entra ni sale de esta casa si yo no lo autorizo. Quiero dos guardias en la puerta de mi oficina y quiero cuatro guardias encargadas de la seguridad de mi hijo. Que no salga del cuarto por el tiempo en que tengamos la alarma activada. ¿Entendido? —ordenó Ashley con voz fuerte y todas las uniformadas asintieron.
—Necesito los altavoces listos para el comunicado y necesito que por favor alguien me diga cómo está mi hijo. —manifestó la mujer y su voz se suavizó.
—No hemos sentido movimiento en su habitación, señorita. Creemos que está dormido. —explicó una de las guardias y Ashley le fulminó con la mirada.
—No quiero que crean, quiero que lo sepan. Vayan ahora mismo. —mandó y un grupo de cuatro mujeres se dirigieron a paso rápido hacia la habitación de Ashley.
—Señorita, ¿qué hacemos con la delgada Chris Aleen? —preguntó una guardia y Ashley le sostuvo la mirada.
—Yo me encargaré de ella, si la chica quiere salir de ahí entonces me va a tener que ayudar. —respondió y la mujer asintió—. ¡Váyanse! ¿Qué esperan? ¿Una invitación? —chilló luego de unos segundos y todas las mujeres se fueron en distintas direcciones.
Mientras caminaba hacia la cárcel Ashley se detuvo frente a un espejo y en su rostro se formó una mueca de repugnancia ante su propio reflejo. Su cabello estaba alborotado, su chaqueta parecía ligeramente arrugada y sus ojos estaban rojos de contener todas las lágrimas.
—No te voy a fallar, madre. No de nuevo. —pronunció al aire y luego de arreglarse se giró para continuar con su recorrido.
La puerta de la cárcel ya no tenía guardias cuidándola, puesto que estaban ocupadas asegurando todas las puertas, por lo que Ashley tuvo que -trágicamente- arriesgar sus hermosas uñas abriendo la áspera puerta de metal.
En cuanto bajó las escaleras se dirigió hacia la celda de Chris y luego de reprimir las ganas de vomitar que le provocó el ver a Cobaín de nuevo, se detuvo con semblante serio frente a la celda de la rubia.
—Otra oportunidad. —comenzó Ashley—. Les voy a dar otra oportunidad para que se den la vuelta y se vayan todas a sus casas. —espetó la mujer y Chris soltó una risa seca.
—Te deseo mucha suerte. —comentó sarcásticamente y la mujer le sonrió.
—Oh, yo no se los voy a decir. Tú lo vas a hacer. —manifestó y Chris rodó los ojos.
— ¿Y por qué haría eso? —cuestionó la rubia.
—Porque sé que no quieres pasar el resto de tu vida en esta celda. —respondió Ashley y Chris se le quedó mirando.
—Te aseguro que si eso es lo que tengo que hacer para que esas chicas sean felices, entonces necesito un cambio de sábanas para este colchón. —dispuso con seguridad y Ashley le lanzó una mirada asesina.
—Te empeñas tanto en destruirme, ¿que no ves que solo quiero honrar el mandato de mi madre? —inquirió la mujer y Chris le lanzó una mirada indescifrable.
—Tu madre no quería esto. —aseguró.
—Tú no sabes lo que mi madre quería, tú no la conociste. —espetó Ashley y Chris frunció el ceño.
—Entonces dime cómo era, Ashley. —bramó Chris con voz cortante y Ashley se acercó más a las barras de metal.
—Mi madre era una mujer subida de peso que pasó toda su vida queriendo cambiar lo que era, pero la vida no le dio la oportunidad. —explicó—. Sé que ella está feliz con lo que he construido, les he brindado una oportunidad de cambiar a todas las mujeres de esta ciudad. Pero mira cómo lo agradecen. —gruñó y Chris bajó sintió una vibración en su celular pero no se atrevió a revisarlo.
—Estoy segura que tu madre quería lo contrario a eso. —manifestó la rubia y Ashley se giró con la intención de irse.
—Como sea. Disfruta tu tiempo pudriéndote aquí. —bramó y comenzó a alejarse de Chris.
Chris quería decirle que los zapatos amarillos eran realmente su madre tratando de ponerle un alto a lo que Ashley estaba haciendo, pero sabía que en ese momento Ashley no le creería ni una sola palabra.
Derrotada y con una mezcla de sentimientos sobrecogedora, Chris encendió la pantalla de su celular y se encontró con dos mensajes de Angelo que le llamaron mucho la atención.
No preguntes, solo reproduce esto para Ashley.
[Archivo de audio adjunto]
Chris miró confundida el mensaje pero confiaba lo suficiente en Angelo como para seguir sus instrucciones.
— ¡Ashley! —exclamó Chris y por unos segundos pensó que la mujer ya se había ido, sin embargo el repiqueteo de sus tacones le indicó lo contrario.
— ¿Cambiaste de opinión? —preguntó la mujer mientras se acercaba a ella.
—Tienes que escuchar algo. —manifestó Chris y Ashley le miró con molestia.
—No tengo tiempo para eso, ¿y cómo tienes un celular aquí? —inquirió al ver el celular en sus manos.
—Ese no importa. Solo escucha esto. —indicó Chris y Ashley le miró mal antes de girarse para irse.
—Ashy... —comenzó la grabación.
Ashley se detuvo de golpe al escuchar esa simple palabra y notó a Cobaín refunfuñando algo al mismo tiempo.
Ahora mismo estoy en el gimnasio, así que si ves que se corta el audio es porque la caminadora finalmente me ganó [risas], estoy grabando esto porque quiero que sepas lo difícil que es cambiar lo que eres [suspiro], yo he tenido que hacerlo tantas veces que parece que ya no sé quién soy...
Ashley no podía creer que estaba escuchando esa voz que tanto había extrañado, y sin duda no podía creer lo que su madre estaba diciendo.
... quiero que sepas que estoy orgullosa de quién eres, y que nunca te pediría que cambiaras. Ya eres una chica grande, no puedo creer que tengas dieciocho, y sé que no te he presentado al mundo como mi hija y eso ha creado repercusiones en nuestra relación, pero no es porque me avergüence de ti, es porque me da miedo que te juzguen de la manera en que lo hacen conmigo...
Una pequeña lágrima se deslizó de la mejilla de Ashley y de repente sintió la necesidad de sentarse.
El mundo allá fuera es peligroso, pero también está lleno de sus maravillas, espero que aprendas a ver lo hermoso en él y en todas las personas que te rodean. Sé que a veces las mismas personas más cercanas a nosotros nos lastiman y eso destruye nuestra idea de la realidad, pero nunca olvides que así como hay bien en tu corazón, también lo hay en la mayoría de las personas.
Ama con el corazón, respeta con tu vida, quiere a los que te quieren, y, sobre todo, nunca te olvides de ser feliz.
La vida es demasiado corta para no disfrutarla, y aunque sé que no soy el mejor ejemplo de eso, espero que tú puedas serlo.
Te amo, chiquita.
La cabeza de Ashley comenzó a dar vueltas y un fuerte dolor se instaló en su pecho, el recuerdo de esas palabras siendo como cuchillos en su corazón.
Ya me voy porque el instructor me está mirando mal, chao.
En cuanto el audio concluyó Chris dejó a un lado el celular y con los ojos cristalizados miró a Ashley que se encontraba mirando un punto fijo con las lágrimas rebosando de sus ojos.
—Señorita. —le llamó una guardia mientras bajaba las escaleras. Ashley no pareció escucharle por lo que no respondió.
—Señorita, hay un problema con Angelo. —informó la mujer con urgencia y ante la mención de su hijo Ashley levantó la mirada.
— ¿Qué pasó? —pronunció con la voz entrecortada y los ojos llenos de lágrimas.
—Revisamos toda la casa pero no lo encontramos, según una seguridad el chico se fue. —explicó con miedo a la reacción de Ashley.
— ¿Cómo que se fue? —preguntó la mujer con todas sus fuerzas.
—Estamos seguras de que su hijo está en Mann. —respondió la mujer y ante estas palabras Ashley palideció.
— ¿En...Mann? —titubeó la morena y se levantó como pudo.
—Sí, hemos recibido una notificación por parte de su oficina de transporte de que el chico ya tiene casi una hora en el lugar. —habló la mujer y Ashley comenzó a mirar frenéticamente a todos lados.
—No, pero... no, él no puede estar ahí. Si está ahí entonces está... —se le rompió la voz y un sollozo salió de su boca.
— ¡No! ¡No! ¡No! —gritó la mujer con un alarido de dolor y Chris tomó su celular para asegurarse de que Angelo estuviera bien.
Ashley no lo aguantó más y salió corriendo fuera de ese lugar, la mujer de seguridad siguiéndole rápidamente para asegurarse de que no le pasara nada malo.
La gobernadora de Moltum se adentró al primer baño que encontró y luego de cerrarlo con pestillo se echó al suelo a llorar todo lo que estaba sintiendo.
— ¡Señorita! ¡Señorita! —exclamó la mujer de seguridad mientras intentaba abrir la puerta.
— ¡Déjame en paz! —gritó entre llantos la morena pero aun así la seguridad siguió insistiendo.
—Déjeme pasar, vamos a encontrar a su hijo. Lo prometo. —le aseguró pero luego de unos segundos no hubo respuesta por parte de Ashley.
♣♣♣
Chris estaba intentando comunicarse con Angelo pero éste por alguna razón no tomaba el teléfono, lo que comenzó a producirle una ansiedad y miedo indescriptible a la rubia. Luego de un rato intentándolo Chris ya estaba a punto de enloquecer, cuando el sonido de los pitidos cesando le devolvió la tranquilidad.
—Dime que estás bien. —fue lo único que salió de su boca.
—Estoy bien. —respondió Angelo y Chris soltó todo el aire que tenía acumulado.
— ¿Dónde estás? —preguntó Chris rápidamente. Del otro lado de la línea se escucharon una serie de ruidos y luego el suspiro de Angelo.
—Logré salir a tiempo de la casa de Cobaín pero ahora no sé dónde estoy. —respondió y Chris se alarmó.
— ¿A qué te refieres? ¿Qué es lo que ves? —inquirió.
—Pues, veo muchos árboles y agua. Creo que estoy en la parte de atrás de la casa pero no sé cómo regresar a Moltum. —explicó y Chris podía sentir el miedo en su voz.
— ¿Saben que eres tú el que está allá? —preguntó Chris con preocupación.
—No, me puse un disfraz. —replicó—. ¿Cómo salió todo? ¿Le enseñaste el audio a mi madre? —cuestionó con rapidez.
—Sí... —respondió Chris y Angelo frunció el ceño.
— ¿Cómo está ella? ¿Me la puedes pasar? —se apresuró Angelo y en el rostro de Chris se formó una mueca.
—Estaba muy conmocionada... cuando le dijeron que estabas en Mann pensó que estabas muerto y salió corriendo. Todavía estoy encerrada, no sé cómo ayudar. —explicó Chris y sintió sus ojos cristalizarse.
—Oh, no. —pronunció Angelo—. Mi madre es capaz de hacer cualquier cosa cuando está triste. —manifestó Angelo y Chris respiró profundo.
—Una mujer de seguridad fue tras ella, seguro está bien. —masculló Chris y Angelo se mostró más tranquilo.
— ¿Y tú cómo estás? —preguntó el moreno mientras se sentaba encima de una roca.
—Tengo hambre. —se sinceró Chris y Angelo no pudo evitar reír.
—Me imagino, yo también estoy deseando una rica ensalada de esas que duraban días en la nevera. —rio Angelo y a Chris le envolvió una sensación de tranquilidad.
—Creo que el plan ya terminó. Estoy ansiosa por ver lo que nos espera. —pronunció Chris mientras miraba un punto fijo en la pared.
— ¿Y los zapatos amarillos? —cuestionó Angelo y Chris bajó la mirada a los zapatos, de repente recordando su existencia.
—Están ahí, supongo que le caigo bien a Selena. —respondió Chris.
— ¿Así que sí es el espíritu de Selena? —preguntó Angelo con sorpresa.
—Eso lo explicaría todo realmente. —replicó Chris y Angelo se quedó en silencio—. ¿Estás bien? —susurró con preocupación.
—Quiero estarlo. —musitó Angelo—. Pero enterarme de la identidad de mi abuela que fue asesinada por mi abuelo y está ahora en unos zapatos lo hace un poco difícil. —se sinceró y Chris no pudo evitar sentirse triste.
—Te va a tomar un tiempo procesarlo pero yo voy a estar ahí para ayudarte, ¿sí? En cada paso del camino. —le aseguró Chris y Angelo esbozó una pequeña sonrisa triste.
—Te amo, Chris Aleen. —susurró el chico y Chris sintió por primera vez que todo estaría bien.
—Yo también te amo, Angelo. —musitó la rubia.
Angelo sonrió felizmente e iba a decir algún chiste para hacer reír a Chris, pero, antes de que pudiera hablar, la llamada se cortó.
— ¿Angelo? —pronunció Chris al notar que se había caído la llamada y miró extrañada a su celular.
—Al fin. —manifestó la voz de Cobaín en la celda de al lado—. Me estaba aburriendo de su novela barata. —comentó con molestia y Chris frunció el ceño.
— ¿De qué estás hablando? —preguntó la chica y escuchó a Cobaín reír.
—Te advertí que por el bien de tu corazón no le dijeras nada a Ashley. —recordó el hombre y Chris se mostró aún más confundida pero luego de unos segundos comenzó a entenderlo.
— ¿Qué le hiciste a Angelo? —cuestionó rápidamente.
—Verás, bonita. —comenzó Cobaín—. En el segundo en que mi nieto puso pie en Mann ya había una recompensa por su cabeza. —explicó con simplicidad y Chris comenzó a entrar en pánico.
—Eso no es cierto, él tiene muchísimo tiempo allá y está bien. —trató de convencerse a sí misma, pero la carcajada de Cobaín le convenció de lo contrario.
— ¿De verdad? —preguntó el hombre en tono burlón—. Desde que me pusiste en esta cárcel tu novio no está bien. —puntualizó el hombre y Chris se acercó a las barras con la intención de verlo, fallando miserablemente.
—No hay manera de que en Mann supieran que estabas encarcelado. —manifestó Chris con rapidez.
—De eso se encarga la tecnología. —habló el hombre con desinterés—. Ahora, en exactamente dos minutos las barreras impenetrables de Mann se cerrarán y la cacería por tu novio comenzará. ¿Quieres apostar cuánto tiempo durará vivo? —preguntó el hombre con verdadera curiosidad.
Chris escuchó detenidamente cada una de sus palabras y aunque sentía que no eran reales no podía evitar mostrarse asustada por lo que pudiera pasarle a Angelo.
Cada ciudad estaba rodeada por barreras impenetrables que se mantenían apagadas hasta que hubiera alguna señal de invasión o peligro cerca, donde se encendían y la ciudad prácticamente quedaba aislada de todo el mundo.
— ¿Qué tengo que hacer para que lo dejes en paz? —cuestionó Chris con enojo en la voz y Cobaín se quedó en silencio.
—Bueno, me gustaría verte muerta pero eso no te ayudaría en nada. Así que mejor aprovecha los minutos que te quedan para salvar a tu novio. —indicó el hombre y Chris comenzó a mirar a su alrededor en busca de una manera de salir.
La chica comenzó a golpear las barras de la celda frenéticamente e intentó con todas sus fuerzas halar la puerta para abrirla, fallando en el proceso.
—Un minuto. —anunció Cobaín con un ápice de diversión y Chris soltó un gruñido desesperado.
La rubia intentó golpear la puerta con las patas de cama pero le fue imposible causarles algún daño, por lo que miró desesperada a sus zapatos e hizo lo que menos se esperaba.
—Selena, si estás aquí, por favor ayúdame, por favor... —rogó Chris con el corazón en la boca y unos momentos después notó un parpadeo en las luces de la cárcel, por lo que respiró profundo, cerró los ojos y sin más intentó abrir la puerta.
En un abrir y cerrar de ojos Chris ya estaba fuera de la celda. La chica le agradeció internamente a lo que sea que fuera Selena y salió corriendo en dirección a las escaleras, escuchando la risa descontrolada de Cobaín.
—30 segundos. —gritó el hombre y Chris cerró los ojos de golpe mientras corría por el pasillo.
Las mujeres que estaban reunidas alrededor de la casa de la gobernadora tenían ya un rato organizándose y esperando alguna respuesta por parte de Ashley aparte de la incesante alarma que resonaba en sus oídos, sin embargo se cansaron y decidieron hacer la última parte del plan.
Todas y cada una de ellas comenzaron a tomarse de la mano, las delgadas con las gruesas, las gruesas con las altas, las altas con las bajas y así sucesivamente. En ese momento ya no eran cuatro grupos de mujeres unidas por sus zapatos rojos, en ese momento eran un solo grupo de mujeres unidas por el mismo propósito, alcanzar la felicidad.
— ¡Míranos ahora! —gritaron al unísono y finalmente todas se tomaron de la mano.
En ese momento todas las luces de la ciudad se apagaron y la oscuridad envolvió a todos las que habitaban en ella.
En cuanto las luces volvieron a encenderse ya no existía el color amarillo en los zapatos de las mujeres, sino que sus zapatos habían vuelto a la normalidad.
Sin embargo, Chris, que todavía estaba tratando de salir de la casa, se tropezó y cayó de frente sin saber cómo.
La chica dirigió la mirada a sus pies y se asustó al notar que uno de sus zapatos se había quitado, pareciendo ahora unos simples y normales zapatos amarillos.
— ¿Qué...? —pronunció pero fue interrumpida por un fuerte estruendo que hizo a la tierra temblar.
Aterrorizada Chris se levantó y se dirigió a la primera ventana que encontró, removió las cortinas y en la distancia divisó una gran barrera negra alzándose alrededor de Mann.
La chica se quedó petrificada y tuvo que sostenerse de la cortina cuando observó el puente que conectaba a Moltum con Mann cayéndose a pedazos.
Una, dos, tres bombas explotaron ante los ojos de Chris y antes de que lo supiera, Mann estaba alejado del mundo con Angelo dentro.
La delgada sintió el segundo exacto en que sus piernas dejaron de funcionar y sin más se cayó de rodillas con lágrimas en los ojos.
—Angelo...
................................................................................
Agradecimientos:
Ahhhh, na, mentira.
Todavía falta el epílogo :)
No me odien plox, yo los amo.
¿Qué les pareció el final? No sean tímidosss.
¡Besitos desde Moltum!
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