19. Superficie
Jordan siempre se había preguntado cómo serían las cárceles de Moltum, pero nunca se imaginó que las vería con sus propios ojos.
A pesar de que se encontraban bajo tierra, las cárceles de la ciudad -como todo en ella- tenían un aspecto sofisticado y elegante. El característico color rojo decoraba las paredes y en el suelo resaltaba una cerámica meticulosamente cuidada, señal de que no muchas personas pasaban por allí. El lugar desprendía un aroma a rosas un tanto desconcertante, y aunque Jordan no quería aceptarlo, le parecía un ambiente muy agradable.
Las celdas poseían gruesas barras de metal que lucían escalofriantes, pero eran disfrazadas por una delicada capa de pintura rojo vino. Además en su interior destacaba una pequeña cama con sábanas de seda y almohadas de algodón, y más al lado figuraba un inodoro cubierto con una cortina roja.
Jordan se había cansado de examinar su alrededor en busca de algo asqueroso y descuidado -como lo que se esperaría encontrar en una cárcel- pero no encontró ni una sola cosa.
—Hora de comer. —resonó una voz y Jordan se levantó de prisa, distinguiendo los suspiros pesados provenientes de las demás celdas.
La comida se trataba de una simple ensalada de pollo con una cajita de jugo a su lado, sin embargo para el hambre que tenía Jordan, esa comida era una maravilla.
—Gracias. —pronunció Jordan una vez tenía la bandeja en sus manos. La seguridad se limitó a sonreírle y a continuar con las demás prisioneras.
Jordan no tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde que la arrestaron, pero estaba segura de que ya era un nuevo día. Luego de devorarse la pequeña porción de ensalada dejó a un lado la bandeja y fue a sentarse en la cama.
Era una sensación muy extraña estar tanto tiempo sola con sus pensamientos, y Jordan no sabía si alguna vez se acostumbraría, aunque tenía el sentimiento de que debía de hacerlo si iba a pasar el resto de su vida en esa celda.
Jordan sabía en lo que se estaba metiendo cuando mencionó el nombre de Selena Tray, pero no pensó en que las consecuencias podrían llegar tan deprisa y tan inesperadamente. Ella pensaba que tendría más tiempo para explicarle todo a Marissa, pero ahora temía nunca volverle a ver.
Ante el pensamiento de Marissa, Jordan recordó que horas después de su encarcelamiento llevaron a Lydia y le colocaron en una celda bastante alejada de la suya y aun así le reconoció por todas sus quejas y amenazas hacia las mujeres de seguridad. Ashley había cumplido con su palabra y por eso Jordan estaba agradecida. Mientras su novia estuviera fuera de peligro a Jordan no le importaba pasarla mal.
Según el cálculo de Jordan, de su lado había diez celdas, de las cuales solo cuatro estaban ocupadas. No podía negar que tenía curiosidad por sus vecinas de celda pero aun así tenía miedo de decir algo inadecuado, por lo que decidió mantenerse callada y solo hablar cuando alguna seguridad le preguntara algo.
Luego de unos minutos Jordan se levantó de la cama y comenzó a dar vueltas por la celda, ansiosa por encontrar algo que hacer. Sin darse cuenta bajó la mirada y se encontró con que todavía tenía bolsas en los pies, con todo lo que había pasado no se había parado a pensar en eso. Alarmada de repente comenzó a preguntarse por qué no se las habían quitado antes de encarcelarla y por unos segundos comenzó a pensar en la posibilidad de que tal vez ya sabían que tenía zapatos amarillos.
Sintiéndose mareada se apoyó de la pared y se dejó caer en el suelo, acercó las rodillas a su pecho y cerró los ojos por unos segundos. De repente un estruendo hizo que levantara la cabeza y supo que habían abierto la puerta de la cárcel, lo único que escuchó fueron pasos resonando en el lugar y tuvo que levantarse a mirar cuando escuchó a las demás prisioneras golpear las barras de metal con sus bandejas, formando un ruido ensordecedor.
—Jordan Sarní. —pronunció una voz que la pelirroja no pudo reconocer, por lo que se apresuró a esconder sus pies detrás de la pequeña cama.
—Aquí. —masculló Jordan con nerviosismo.
Ante sus ojos apareció un hombre con traje negro y porte elegante que le miraba con una sonrisa divertida.
— ¿Quién eres? —preguntó Jordan con el ceño fruncido.
—Oh, no te preocupes por mí. Mejor hablemos de ti. —respondió el hombre y le repasó de la cabeza a los pies—. ¿Por qué los escondes? Me encanta el color amarillo. —cuestionó con una sonrisa inocente, causando que Jordan se atragantara con su propia saliva.
— ¿Dis...culpe? —vaciló con voz temblorosa.
—Vamos a hacerlo sencillo...primero tú sales de tu escondite, luego me enseñas tus zapatos y finalmente yo me voy con una sonrisa en el rostro. —dispuso el hombre con una sonrisa.
— ¿Quién eres? —preguntó nuevamente Jordan, tratando de desviar el tema.
—Bien, bien. Si tanto insistes. —manifestó el hombre con aire despreocupado—. Cobaín Hamington, un placer conocerte. —se presentó y acarició su barba lentamente.
A Jordan le tomó unos segundos recordar quién era el hombre, pero una vez lo hizo supo que estaba en problemas.
—El padre de Ashley. —pronunció Jordan y Cobaín soltó un suspiro pesado.
—Lamentablemente. Pero ahora que estamos en confianza, ¿por qué no me enseñas tus zapatos? —preguntó y haló una silla de metal para sentarse.
Jordan le fulminó con la mirada pero salió de detrás de la cama y comenzó a quitarse las bolsas de los pies, sintiéndose desnuda una vez sus zapatos estuvieron al aire libre. Cobaín los examinó por unos segundos y soltó un gruñido al notar que no eran los que estaba buscando.
—Voy a tener que traer a la rubia fastidiosa después de todo. —bramó lo suficientemente alto como para que Jordan le escuchara.
—Ni lo pienses, Chris no va a venir. —espetó con seguridad y Cobaín se echó a reír.
— ¿Quieres apostar tu comida a que sí vendrá? —cuestionó Cobaín y Jordan le miró con enojo.
—Como le pongas una mano encima... —comenzó Jordan con tono amenazador.
—Nada, no vas a hacer nada. —le cortó Cobaín, borrándose la sonrisa de sus labios—. Tú estás ahí adentro, yo estoy aquí afuera, ahora dime ¿qué podrías hacer? —preguntó y ante el silencio de Jordan volvió a sonreír.
—Disfruta la comida que no vas a recibir por hablarme así. —se despidió y mientras se levantaba le lanzó un beso que le provocó náuseas a Jordan.
En cuanto la pelirroja escuchó la puerta de metal cerrarse se tiró a su cama y comenzó a gruñir por lo estúpida y débil que había sido, los gruñidos se convirtieron en jadeos y antes de que diera cuenta, en sollozos.
Jordan tomó todos esos sentimientos que había estado embotellando desde el momento en que le dijeron que iría a prisión y los dejó salir en la almohada, tratando de ser lo más silenciosa posible. Sin embargo una de sus vecinas de celda le escuchó y no pudo mantenerse callada.
—Chiquita, ¿estás bien? —preguntó la voz de lo que parecía ser una anciana. Jordan se sacudió la nariz y trató de limpiarse las lágrimas lo mejor que pudo.
—Sí, sí. No es nada. —mintió. Realmente no tenía ganas de hablar con nadie.
—Sé que Cobaín puede ser un tormento muchas veces, lamento que te hablara así. —dijo apenada la señora.
— ¿Conoce muy bien a Cobaín? —inquirió Jordan y se sentó en el suelo con la espalda apoyada de la pared.
—Oh, sí. Cobaín es mi hijo.
♣♣♣
Con todo lo que estaba pasando Chris había olvidado lo mucho que le gustaba escuchar música, así que mientras hacía unas investigaciones en su computadora bailaba al ritmo de una vieja canción country que le encantaba.
—Jolene... Jolene... —tarareó y fue interrumpida por el tono de llamadas de su celular. Como si su vida dependiera de ello se lanzó a su cama y aceptó la llamada de inmediato.
— ¿Angelo? —preguntó al no escuchar a nadie.
— ¿Quién es Angelo? —le respondió una voz femenina, causando que Chris maldijera por lo bajo.
— ¿Dije Angelo? Me refería a Ángela. —masculló Chris con una risita nerviosa mientras se golpeaba mentalmente.
—Bueno... Te habla Marissa. —dijo la chica en voz baja—. Encontré una información que creo podría serte útil. —explicó y Chris sonrió emocionada.
— ¡Marissa! Qué gusto saber de ti, Jordan no deja de mencionarte. —chilló Chris y escuchó una risa del otro lado de la línea.
—Sobre eso, ¿has sabido algo de ella? —preguntó Marissa con un ápice de preocupación.
—Creí que ella estaba contigo. —respondió Chris extrañada—. ¿Pasa algo? —inquirió luego de unos segundos.
—No, olvídalo. Justo me acaba de escribir. —mintió Marissa y comenzó a morderse las uñas.
—Está bien... —pronunció Chris—. ¿Me puedes decir qué encontraste? —preguntó finalmente.
—Oh, sí. —respondió y se escuchó el ruido de un teclado—. Estuve investigando sobre la fábrica Calceus Hodie y descubrí que llevan más de 25 años fabricando zapatos en la ciudad, y no solo zapatos para las ciudadanas, sino también los zapatos de la gobernadora. —expuso con un ápice de emoción en la voz.
— ¿Dices que esta fábrica también trabajaba con la antigua gobernadora? —preguntó Chris luego de unos segundos.
—Así es. Pero desde hace 19 años solo fabrican zapatos rojos. Aproximadamente desde la fecha en que Ashley entró al poder. —respondió y comenzó a teclear algo en su computadora.
—Creí que Ashley había mandado a destruir las antiguas fábricas cuando incluyó la Diversidad Organizada. —pronunció Chris con confusión.
—Eso hizo con la mayoría, pero por alguna razón con esta no. —aclaró Marissa y Chris se acomodó en la cama—. ¿Quieres que investigue algo más sobre la fábrica? —preguntó mientras leía unas informaciones. Chris lo pensó por unos segundos y luego esbozó una pequeña sonrisa.
— ¿Crees que puedas localizar su historial de fabricaciones? —cuestionó Chris y se levantó para buscar un bolígrafo y papel.
—Dame unos minutos. —dijo Marissa y Chris pronunció un pequeño «sí» mientras levantaba papeles y cosas en su mesa.
—Lo tengo. —anunció Marissa y Chris dio un salto de la emoción.
— ¿Puedes localizar un modelo de zapatos que fabricaron hace 20 años? —preguntó Chris y sabía que su pedido era bastante inusual.
—Creo que podría, ¿tienes el código numérico? —inquirió Marissa con una pizca de sospecha.
—No... pero tengo un color. —indicó Chris y se sentó para tomar nota.
— ¿Qué quieres decir? ¿No son rojos? —cuestionó Marissa con el ceño fruncido.
—De hecho son amarillos. —replicó Chris con inocencia y Marissa miró al teléfono extrañada.
—Chris. ¿En qué me estás metiendo? —preguntó Marissa con severidad.
—Por favor, Marissa. Necesito esa información, te lo explicaré luego. —rogó Chris mientras presionaba el bolígrafo nerviosamente.
—No, quiero que me lo expliques ahora o no te voy a ayudar. Jordan me dijo lo mismo y ya me están asustando. —espetó Marissa. Chris respiró hondo pero al final se rindió.
—Necesito información sobre unos zapatos amarillos mágicos que están trayéndome más problemas de lo que había pensado. Quiero saber cómo quitármelos. —se sinceró Chris y Marissa le cortó la llamada.
—Bueno, ya me lo esperaba. —musitó Chris mientras volvía a llamarle. Marissa no respondió a las primeras cinco llamadas de Chris, pero luego se cansó y tomó el celular con evidente enojo.
— ¿Crees que soy una tonta? ¡No existen zapatos amarillos mágicos! Esto es increíble. —bramó la pelirroja y Chris rodó los ojos.
—Me dijiste que te contara qué está pasando, pues lo acabo de hacer. De ti depende si me crees o no. Pero por favor, ¿podrías investigar lo que te dije? —pronunció Chris con voz calmada y escuchó a Marissa suspirar del otro lado de la línea.
—Bueno. —se limitó a decir y luego de unos segundos encontró la información—. Dice que está en Litore, pero no especifica dónde. Al parecer ahí se guardaban todos los archivos de los zapatos y la información de los compradores. —dijo con voz anodina y no le dio tiempo a Chris de agradecerle puesto que cortó la llamada.
Chris no pudo evitar sentirse mal por Marissa, entendía que algo como unos zapatos amarillos mágicos era necesario verlo para creerlo, pero también agradecía que a pesar de todo terminara ayudándole, no tenía duda de que era una chica muy especial.
Chris -como pudo- se hizo dos trenzas y se colocó su acostumbrado outfit negro que consistía en una blusa negra y unos jeans del mismo color, ahora combinando con una bolsa azul marino que escondía sus zapatos amarillos. Con una idea de a qué lugar se refería Marissa, tomó su celular y salió de su habitación rápidamente.
Camino a la salida se encontró con varias chicas que estaban planeando lo que iban a usar para la ejecución del plan, y también se encontró con otras que simplemente estaban tiradas en una esquina comiendo una bolsa de papas fritas. Chris se preguntó internamente de dónde las habían sacado pero lo dejó pasar con una carcajada.
Ya acostumbrada al viaje Chris llegó a Litore y se encaminó a la angosta calle de la librería, que como siempre, estaba desolada. Se dirigió al callejón que conectaba con el almacén y cuando escuchó las puertas de la librería abriéndose, salió corriendo y se adentró al lugar. De prisa cerró la puerta y encendió las luces anaranjadas.
Chris comenzó a preguntarse en qué lugar específicamente podrían estar los archivos, y entonces recordó el cuarto misterioso del almacén. A paso rápido se dirigió a este lugar y cuando estuvo dentro no pudo evitar estornudar, notando lo mucho que había incrementado el polvo.
La rubia examinó con la mirada los grandes contendores de archivos y vio un tanto inútil revisarlos todos de nuevo ya que los había mirado de reojo la última vez y estaba segura de que no había indicios de nada relacionado con zapatos. Un tanto decepcionada hizo el amague de girarse, pero algo en una esquina del cuarto captó su mirada.
Chris sabía perfectamente cómo lucía un decorado, pues en el set de un cine era lo que más se veía, por lo que en el segundo que divisó ese pequeño estante de madera supo que no era uno real.
Con el ceño fruncido se acercó a donde se encontraba el estante y luego de propinarle un par de golpecitos, este se derrumbó, dejando a la vista un cuadrado de madera de diferente color que el resto del suelo, un tanto intrigada y a la vez asustada Chris haló una manecilla que estaba incrustada en la madera, dejando a la vista una línea de escaleras.
Luego de unos segundos pensando en si bajar o no, Chris respiró profundo -lamentándolo al instante a causa del polvo- y comenzó a bajar los peldaños oxidados de la escalera. Cuando pisó el último peldaño levantó la mirada y se encontró con una copia exacta del cuarto de arriba, o por lo menos eso pudo divisar a causa de la oscuridad, como pudo buscó un interruptor y cuando las luces se encendieron confirmó su teoría.
Chris no perdió tiempo y comenzó a revisar rápidamente los grandes contenedores de archivos, encontrándose con los registros de hace quince años y luego con los de hace veinte años. Redujo la lista de los zapatos amarillos hacia los últimos fabricados y entonces se dispuso a revisar la información de los compradores.
—Selena Tray. —leyó en la información de los últimos zapatos amarillos fabricados. Buscó la fecha en que fueron comprados y distinguió 12-03-1999 en una esquina.
—El mismo día en que Selena falleció... —murmuró Chris y sintió un amargue en la garganta que le dejó confundida. De repente los zapatos se sintieron raros en sus pies, como si trataran de decirle algo a Chris. La rubia dirigió la mirada hacia sus pies y en el momento en que iba a desatar las bolsas sintió una vibración en su bolsillo, causando que se le acelerara el corazón. Luego de respirar profundo sacó su celular y esta vez sí se fijó en la persona que le estaba llamando, sintiéndose más aliviada al ver que se trataba de Angelo.
—Hola, guapo. —saludó Chris con una pequeña sonrisa, todavía tratando de estabilizar sus latidos.
—Chris, creo que hay un problema. —espetó Angelo con seriedad.
—Claro que hay un problema, te acabo de llamar guapo y me dejaste en visto. —manifestó Chris con enojo fingido. Del otro lado de la línea Angelo respiró hondo y Chris supo que hablaba en serio—. ¿Qué pasó? —preguntó con los labios apretados.
—Creo que Jordan está en problemas. —soltó Angelo y algo en Chris se sacudió.
— ¿Problemas? ¿Qué clase de problemas? —inquirió Chris rápidamente y comenzó a arrastrar las palabras.
—Escuché a mi madre hablar sobre que ya la tenían, ¿sabes a qué se refiere? —preguntó Angelo con preocupación, Chris lo pensó por unos segundos antes de responder.
—No puede ser...—dijo Chris y se le rompió la voz—. Está presa, Angelo. A eso se refiere.
—Pero no vi que la trajeran, no entiendo. —pronunció Angelo casi en un susurro.
—Tengo que ir, voy a ir. —decidió Chris y se dirigió a la escalera rápidamente.
—No, Chris, ¿no ves que es una trampa? Si tienen a Jordan significa que saben lo de los zapatos amarillos. —razonó Angelo y Chris apretó la mandíbula.
—No me importa. Si hay alguien que se merece estar en una celda soy yo, no ella. —dijo Chris mientras caminaba.
—Chris, por favor. Déjame averiguar un poco más primero. —le pidió Angelo con preocupación.
—Angelo, esto es algo que debo hacerlo yo ¿sí? Es a mí a quien Ashley quiere. —le reafirmó Chris y se detuvo en su paso. Ya estaba a punto de salir del almacén.
—No es mi madre quien me preocupa. —susurró Angelo.
— ¿Cobaín? —preguntó Chris y Angelo suspiró.
—No sabemos de lo que es capaz, amor. ¿Qué tengo que hacer para que no vayas? —cuestionó con voz cansada.
—No te preocupes por mí. Me aseguraré de que todo salga bien. —dijo Chris en un intento de convencerse a sí misma—. Quiero que te mantengas en tu habitación y me ayudes investigando, ¿está bien? —le pidió con voz cariñosa.
—Está bien... —murmuró Angelo y cortó la llamada, dejando a Chris un tanto desconcertada.
Chris se apresuró a salir del almacén y sin importarle levantar sospechas salió corriendo hacia la estación de autobuses, su cabeza dando vueltas por todas las emociones que estaba sintiendo y por la incertidumbre de toda esa situación. Una vez dentro del autobús comenzó a mover los pies de un lado a otro, tratando al máximo de distraerse para no perder la cordura.
—Jordan está bien. Tú estarás bien. —repitió para sí misma, el agrio recuerdo de todas las veces que utilizó esa técnica causando estragos en su mente. Chris cerró los ojos e inconscientemente viajó hacia el día de su cumpleaños número seis.
—Ni una palabra, ¿me oíste? —le había dicho una mujer con vestimenta blanca.
— ¿Qué le pasó a mi mamá? —había preguntado Chris mientras sostenía un conejo de peluche, el único regalo que le habían dado por su cumpleaños.
—Tu mami se fue a un lugar mejor. —le había explicado la mujer. Chris había sonreído y soltado unos brincos de emoción.
— ¿Se fue a acompañar a mi papá? —le había preguntado con inocencia.
—Digamos que sí, pero nadie puede saber de esto, ¿está bien?
— ¿Por qué? Si ellos están felices hay que contárselo a los demás. —había cuestionado con el ceño fruncido. La mujer de pelo cobrizo se había agachado y le había mirado con tristeza.
—Los demás están pasando por un mal momento ahora, lo entenderás después. Solo te pido que no le digas ni una palabra a nadie acerca de tu madre. O Ashley se molestará mucho. —le había dicho la mujer y seguido esto se había alejado de Chris, dejándole con miles de preguntas en la cabeza y ninguna respuesta.
—Si mamá y papá están bien, yo estoy bien. —había susurrado Chris y solo esas palabras habían logrado calmar su mente.
Chris abrió los ojos cuando sintió una mano en su hombro sacudiéndole y por unos segundos confundió a la chica frente a ella con la mujer de cabello cobrizo.
— ¿Estás bien? —preguntó la chica con voz preocupada.
—Sí, ¿por qué? —respondió Chris un tanto confundida.
—Pues estabas susurrando cosas mientras dormías y la verdad es que me preocupé. —explicó la baja mientras se rascaba la cabeza.
—Disculpa, tiendo a hacer eso. —comentó Chris avergonzada y la chica esbozó una pequeña sonrisa.
—No te disculpes, le pasa a cualquiera. —pronunció amablemente y volvió a su asiento.
— ¿Vas a la tienda? —preguntó Chris luego de unos segundos. La chica le escuchó y se acercó para sentarse a su lado.
— ¡Sí! —chilló emocionada—. ¿No escuchaste la otra parte del plan? —preguntó con extrañez y Chris le miró confundida.
— ¿Qué otra parte del plan?
♣♣♣
— ¿Quieres que yo, Catalina, entre mi cuerpo en eso? —preguntó la gruesa y las demás chicas en la habitación de Sahona le miraron de reojo.
—Exacto. —respondió Madison mientras sostenía el celular en su cara.
— ¿En qué universo una gruesa puede usar lo mismo que una delgada? —inquirió Catalina con los labios apretados.
—En el que vamos a crear, Cata. —respondió Sharon sin despegar la mirada de su libro.
— ¿Qué tanto lees ese libro, Sharon? —preguntó Aide mientras miraba su celular.
— ¿Qué tanto ves esa estúpida novela, Aide? —contraatacó Sharon y le fulminó con la mirada.
—Tranquila, fiera. —se apresuró a decir Sahona mientras tomaba del brazo a Aide.
—No creo que sea legal usar la misma ropa que las demás chicas. —soltó Catalina y las demás chicas rodaron los ojos.
—Dime una sola cosa legal de lo que vamos a hacer. —manifestó Madison. Catalina lo pensó por unos segundos y luego le quitó el celular de la mano.
—Buen punto. —se rindió y comenzó a observar unas imágenes.
— ¿Cuál fue el outfit que escogieron? —preguntó Sharon al dejar a un lado su libro, Madison le arrebató el celular a Catalina y se lo pasó a Sharon, quien le miró horrorizada.
— ¿A quién se le ocurrió que usáramos esto? —masculló—. Nos clasificarán contenido +18. —sentenció con una mueca.
—Sharon, por milésima vez, no estamos en un libro. —espetó Aide con molestia y Sharon rodó los ojos.
—Una alta sugirió que todas usáramos ese conjunto como parte del plan. —explicó Sahona de prisa y Sharon asintió lentamente, todavía con una mueca en su rostro.
— ¿Es raro que ya tenga lo que está en la foto? —preguntó Madison y las chicas se quedaron pensativas.
—No. —razonó Sahona.
—Puede ser. —masculló Sharon.
—Un poco. —replicó Aide.
—Sí. —concluyó Catalina y las chicas se miraron fijamente antes de echarse a reír.
—Tenemos que ir a la tienda antes de que se haga tarde. —recordó Sahona todavía sonriendo y las chicas se levantaron para comenzar a arreglarse.
♣♣♣
Mientras Chris caminaba hacia la casa de la gobernadora recordó la información que había encontrado en el almacén y comenzó a atar cabos sueltos.
Hasta el momento sabía que Selena había muerto por una enfermedad el día doce de marzo del mil novecientos noventa y nueve, el mismo día que compró los zapatos amarillos que Chris tenía puestos.
Aun así Chris no entendía cómo los zapatos pudieron terminar siendo mágicos y estando en un almacén por tantos años sin que nadie tuviera idea de su existencia.
Mientras iba pasando por el centro comercial divisó una gran masa de mujeres que corrían de un lado a otro descontroladamente, algunas sosteniendo telas y otras sosteniendo algo que Chris no pudo distinguir. Si la rubia no tuviera tanta prisa hubiera entrado a averiguar lo que estaba pasando, pero tampoco era que tenía muchas ganas de descubrirlo.
A unas cuantas calles de la casa de la gobernadora Chris decidió llamar a Angelo para contarle lo que había encontrado puesto que se le había olvidado en la llamada anterior.
— ¿Qué pasa? —preguntó Angelo con preocupación.
—Ya casi llego. Tengo que contarte algo antes de que sea tarde. —respondió Chris con voz agitada.
—Sí, dime. —dijo Angelo mientras movía unos papeles.
—Selena Tray. —pronunció en voz baja—. Ella fue la propietaria de estos zapatos amarillos, y no solo eso, los compró el mismo día que murió. —explicó y Angelo se quedó en silencio por unos segundos.
—Chris. —musitó Angelo y Chris se tensó—. ¿Recuerdas la Leyenda del Amarillo? —preguntó con rapidez.
—Sí, ¿por...? —comenzó pero fue interrumpida por el recuerdo.
—Sí. —afirmó Angelo ante su silencio—. Cualquier objeto de color amarillo puede conseguir propiedades mágicas si a su alrededor ha ocurrido un evento trágico resultante en muerte. —recitó con seriedad.
— ¿Crees que los zapatos estuvieron junto a Selena cuando murió? —inquirió Chris mientras se acercaba al portón de la casa.
—No lo sé... dice que "si ha ocurrido un evento trágico resultante en muerte", morir a causa de una enfermedad suena bastante normal para mí. —razonó Angelo y Chris se mordió el labio inferior.
—Sé que tienes algo en mente, ¿qué es? —cuestionó Chris ya conociendo al chico.
—No te va a gustar. —manifestó Angelo y Chris presionó el timbre.
—Dime. —pronunció la rubia mientras esperaba a que le abrieran.
—Creo que Selena no murió por una enfermedad. —explicó Angelo e hizo una pausa—. Creo que la asesinaron. —soltó y Chris se quedó paralizada.
— ¿Pero quién? —pronunció antes de que una horda de guardias le recibieran.
♣♣♣
De todas las cosas que Jordan se esperaba, ciertamente conocer a la madre de Cobaín en prisión no era una de ellas. Ella no sabía mucho de Cobaín, pues apenas había escuchado a Chris mencionarle de vez en cuando, pero tampoco pensaba que llegaría a conocerle como lo estaba haciendo en ese momento.
—Él no siempre fue así. —pronunció la mujer que se había presentado como Tabitha—. Cuando era pequeño solía fascinarle caminar por las calles en busca de algún vagabundo que ayudar. A veces escondía el dinero que le daba para dárselo a esas personas. —recordó con nostalgia y aun así a Jordan le costó sentir empatía por el hombre.
— ¿En qué momento cambió? —se limitó a preguntar mientras arrastraba las manos a sus lados.
—Cuando llegó a la adolescencia se volvió obsesivo y demandante por las cosas más estúpidas. —explicó la mujer con pena.
— ¿Cómo qué cosas? —inquirió Jordan.
—La ropa que usaba, el maquillaje que llevaba puesto, si hacía ejercicio o no. Solo pensé que estaba pasando por una etapa difícil y que se le pasaría después. —contó la mujer con voz cansada—. Nunca se le pasó, sino que empeoró.
— ¿Me puede decir lo que pasó? —preguntó Jordan al notar el silencio de la mujer.
—Pues, conoció a una mujer hermosa e inteligente. Pero ella estaba pasada de peso. —explicó.
— ¿Una gruesa? —inquirió Jordan con curiosidad.
— ¿Así le llaman? —cuestionó la mujer rápidamente.
—Sí... —respondió Jordan apenada.
—Vaya, sí que está feo allá afuera. —manifestó la mujer—. En fin, se casó con la mujer y tiempo después vi que ésta estaba perdiendo peso drásticamente, pero luego de unos años consiguió una posición de poder y comenzó a ganar peso de nuevo. —dijo en un tono que Jordan no pudo descifrar.
— ¿Y qué pasó con Cobaín? —cuestionó Jordan.
—Las pocas veces que me visitaba lucía muy deteriorado, siempre trataba de hablar con él pero nunca me decía nada. —replicó e hizo una pausa—. Lo último que supe fue que su esposa había muerto, luego de unos días simplemente llegaron a mi casa y me trajeron a esta celda. —concluyó y en el rostro de Jordan se formó una mueca horrorizada.
— ¿Por qué la encarceló si usted no hizo nada? —preguntó luego de unos segundos. La mujer lo pensó antes de responder porque sabía que iban a haber consecuencias, pero de todas formas le contó la verdad.
—Tal vez porque soy la única que sabe que Selena Tray era su esposa.
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Estamos en la recta final, amores. Solo un capítulo más. Voy a dividir el capítulo 20 en dos partes para que no sea tan incómodo de leer, aun así trataré de publicar las dos partes el mismo día.
¿Qué creen que pasó con Selena?
¿Será que los zapatos amarillos se irán o están cómodos donde están?
Díganme sus teorías.
Besitos desde Moltum.
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