13. Flavo
7:00 a.m.
—Estúpida alarma, no puedo esperar el día en que te dañes. —murmuró Sara mientras se removía entre las sábanas. Le quedaban dos segundos de tranquilidad hasta que las demás chicas comenzaran a levantarse.
Aprovechó los dos segundos de ventaja y salió disparada hacia el baño, sonriendo victoriosa cuando logró cerrar la puerta con pestillo. Las mañanas en la casa de las altas eran muy similares a los Juegos Olímpicos, solo que con más mujeres malhumoradas.
Sara se miró en el espejo y no pudo evitar sonreír, su pelo estaba desmarañado y tenía espinillas por todos lados, pero aun así se veía linda, se veía como ella misma. Por más que se quejara de los zapatos amarillos, se sentía agradecida porque le habían liberado de sus inseguridades, era como si le hubieran quitado un peso de los hombros.
Mientras tenía su odisea de pensamientos escuchó cómo comenzaron a tocar en la puerta y a vociferar que se diera prisa, Sara rodó los ojos y terminó con lo suyo lo más rápido posible. Una casa con cientos de mujeres y solo 10 baños no era muy divertida.
Todas las mujeres en el pasillo le miraron mal mientras se dirigía a su habitación y Sara tuvo que reprimir una carcajada, se veían como caricaturas enojadas.
Cuando llegó a su habitación revisó su celular y le tomó unos segundos recordar que ese era el día del plan. Salió corriendo en busca de Mercurio y la encontró –como siempre- en la sala de videojuegos.
— ¿A qué hora te levantaste? —le preguntó extrañada mientras le veía jugar La Leyenda de Zelda.
— ¿Por qué asumes que me fui a dormir en algún momento? —respondió divertida Mercurio, todavía mirando la pantalla.
—Buen punto. —comentó Sara y se fue a parar frente a la pantalla de la computadora—. Tenemos trabajo que hacer. —espetó con los brazos cruzados.
—Hoy no me toca lavar la ropa, déjame en paz. —gruñó Mercurio mientras trataba de ver el juego, fallando miserablemente.
— ¿Se te olvidó lo que hablamos ayer con las chicas? —preguntó Sara con el ceño fruncido, causando que Mercurio se pusiera a pensar y la realización le golpeara.
—Oh. —se limitó a decir.
—Sí, oh. Párate de ahí que tenemos que comenzar. —manifestó Sara y se fue de allí.
—Ya va, mami. —murmuró Mercurio con una sonrisa y apagó la computadora –no sin antes guardar su progreso- para dirigirse a la habitación de Sara.
Mientras caminaba se ajustó su gorro de lana y se miró los zapatos cubiertos con fundas negras.
—Por su culpa no pude terminar el nivel de Zelda. —Les recriminó con un ápice de enojo—. Me la van a pagar.
8:00 a.m.
El desayuno era la comida más importante del día, y, aunque para las gruesas cualquier comida era la más importante del día, se tomaban el desayuno muy enserio. Por lo que, como era de costumbre, la cocina estaba atiborrada de mujeres medias dormidas y en pijama.
—Alguien páseme un pedazo de pan. —gritó una de las mujeres en algún lugar de la cocina y Katy como pudo sacó la bandeja con panes y la llevó hacia la mesa.
—Gracias Katy, ¿qué haríamos sin ti? —dijo felizmente una rubia mientras tomaba dos trozos de pan.
—Adelgazar, probablemente. —murmuró Katy de manera inaudible y se fue para su habitación.
Ya en la tranquilidad de su cuarto se vistió, reemplazó las bolsas de los zapatos y se acercó al espejo para peinarse.
— ¿Quién diría que la batalla más recia en mi vida sería con mi propio cabello? —preguntó al aire con una mueca en su rostro, realmente le tomaba bastante tiempo arreglarse el pelo.
Mientras luchaba con un lado de su cabello escuchó unos golpes en la puerta y se dirigió a abrirla, Sahona le saludó con una sonrisa y se invitó ella misma a la habitación.
— ¿Lista para el gran día? —preguntó mientras se sentaba en la orilla de la cama con una sonrisa enorme. Katy se giró hacia donde ella y continuó cepillándose el pelo en silencio.
—Lo tomaré como un "no". —Dijo Sahona e hizo una pausa—. ¿Estás bien?
Katy se lo pensó por unos segundos y decidió dejar de peinarse para sentarse junto a Sahona, todavía con el cepillo en la cabeza.
—Para serte honesta, no. —respondió con una risa seca—. Me levanté de malhumor, se acabaron toda la mantequilla para el pan y mi pelo no quiere colaborar con que me vea presentable. El universo está conspirando en mi contra. —concluyó con un suspiro pesado.
Sahona se quedó callada por unos segundos, retiró el cepillo del cabello de Katy y comenzó a peinarle tranquilamente. Se habían vuelto muy unidas luego de todo el problema con los zapatos amarillos. Era algo que Sahona siempre le agradecería a toda esa situación.
—Te entiendo. Yo también estaba molesta porque me tuve que comer el pan vacío. —admitió Sahona con voz apenada, causando que Katy soltara una carcajada.
—Necesitamos ayuda profesional. —opinó Katy con una sonrisa hueca. Sahona asintió en respuesta y terminó de hacerle una pequeña trenza, volteándose para mirarle de frente y sonriendo con su creación.
—Listo. —anunció alegremente y Katy se levantó para verse en el espejo, su rostro iluminándose con una sonrisa.
— ¿Estás segura que quieres hacer esto en vez de volverte estilista de todas las chicas? —preguntó divertida mientras señalaba los zapatos amarillos—. Seguro te pagarían una fortuna.
—Voy a tener que rechazar esa oferta. —Respondió Sahona con un tono refinado y soltó una risita—. Será mejor que empecemos o nos perderemos la merienda. —recomendó mientras se levantaba y Katy entrelazó su brazo con el suyo mientras salían de la habitación.
9:00 a.m.
— ¡¿Quién tiene mi pantalón negro?! —bramó una baja mientras entraba como bola de humo en una habitación llena de chicas.
Casualmente todas llevaban pantalones negros, así que nadie respondió, sino que comenzaron a reírse.
— ¿Desde cuándo vuelves a ver algo que perdiste en esta casa? —preguntó una rubia mientras se miraba en el espejo. La baja se sacudió enojada y cerró la puerta de golpe, dirigiéndose a la próxima habitación en busca de su pantalón.
Esta vez cuando entró sin permiso a la habitación de al lado, se encontró con Mora agachada atándose los cordones de sus zapatos.
— ¡¿Amarillos?! —chilló con los ojos como platos. Causando que Mora también gritara de la sorpresa y se lanzara a cerrar la puerta con pestillo.
—Ally, Ally... no puedes decir nada sobre esto. —manifestó Mora mientras le sacudía suavemente, tratando de sacarla del estado de shock. Sin darse cuenta de que en el proceso rozó sus zapatos con las zapatillas de Ally.
—Pero... pero... son amarillos, y eso no se puede, es ilegal, yo no entiendo nada. —formuló Ally y le miró a los ojos por primera vez.
Mora le miró con tristeza y la llevó a sentarse a su cama para explicarle todo.
—Hay otras como yo. —empezó tranquilamente—. Es algo que está fuera de nuestras manos, pero estamos trabajando para descubrir por qué está pasando. —explicó y esperó que Ally lo procesara.
— ¿Entonces son como una especie de sociedad secreta? —preguntó luego de unos minutos.
—Algo así. —rio Mora y cuando bajó la mirada soltó un pequeño grito—. Okay... no es para alarmarte pero tienes que mirar tus zapatillas, ahora.
Ally bajó la mirada extrañada y ahogó un grito cuando vio que sus zapatillas estaban amarillas, se paró con rapidez y comenzó a caminar de un lado a otro.
— ¡Mis zapatillas están amarillas, Mora! ¡Yo solo quería mi estúpido pantalón negro! Es que nada bueno pasa en esta casa. —comenzó a gritar descontroladamente.
Mora no sabía qué hacer, así no era como se suponía que debía ejecutar el plan. Cerró los ojos por unos segundos y recordó la voz suave de su papá mientras le decía que cuando una persona estaba alterada, no se le podía mostrar que también estabas alterada ya que solo lo empeoraría todo. Así que se levantó de la cama lentamente y se acercó a Ally con la mirada seria.
—Si no dejas de gritar alguien va a venir y va a ser peor, Ally... necesito que te calmes. —susurró mientras trataba de llamar su atención, Ally respiró hondo y se fue calmando poco a poco, mirándole con sus hermosos ojos azules.
— ¿Qué voy a hacer ahora? —preguntó derrotada y bajó la mirada a sus zapatillas, formándose una mueca instantáneamente.
—Primero debes saber que vas a experimentar algunos cambios, si no lo has hecho ya. Te prometo que son buenos cambios, por lo menos. —Aseguró Mora y fue a buscar unas bolsas en su closet—. Ponte estas, funcionan de maravilla.
Ally se colocó las bolsas en los pies y comenzó a reír por lo rara que se veía.
—Así que por eso es que tú y Amanda han estado usando bolsas estos días, creí que era un nuevo estilo. —comentó con una sonrisa divertida.
—Hablando de Amanda, deberíamos ir a buscarla. Nos puedes ser útil para algo que tenemos que hacer. —habló Mora con emoción.
—Está bien, no es como que me queda de otra. —dijo con molestia fingida y se dirigió a abrir la puerta. Mora rio en lo bajo y le siguió hasta la habitación de Amanda.
10:00 a.m.
A las delgadas no les gustaba perder el tiempo, se levantaban temprano, desayunaban rápido, se cambiaban para el gimnasio y se iban a hacer ejercicio. Cynthia entendía la rutina y se esforzaba por seguirla para no levantar sospechas, sin embargo a Chris, Jordan y Elimar les valía un pepino.
Las chicas recién llegaban del gimnasio y mientras se amontonaban en la cocina buscando agua fresca, Cynthia aprovechó para colarse en la habitación de Elimar, donde se encontraban las tres chicas jugando Charadas.
En medio de la interpretación de un mono de Chris, Cynthia entró y cerró la puerta con seguro, causando que todas se le quedaran mirando con el ceño fruncido.
— ¿No estabas estirando esas caderas en el gimnasio? —preguntó Jordan con el celular en la frente. Chris le hizo una seña para que lo bajara y se fue a sentar en la cama junto a ellas.
—Ya son las 10. —explicó y las chicas le miraron horrorizadas—. Lo sabrían si por lo menos intentaran disimular que no hay nada misterioso entre ustedes. —espetó y cruzó los brazos.
—Estamos tratando de pasar desapercibidas, es lo mejor. —habló Chris con seguridad.
—Oh, claro que sí. No es para nada sospechoso que se pasen el día encerradas aquí y cada vez que salgan tengan bolsas en los zapatos. Estoy segura que creen que están haciendo una pijamada. —dijo Cynthia sarcásticamente y todas rodaron los ojos en molestia.
—Perdón por no poder actuar como que todo está bien, señorita perfecta. —bramó Elimar con un ápice de enojo. Causando que Cynthia soltara una risa seca y se fuera de la habitación sin decir nada.
—Elimar... —comenzó Chris.
—No digas nada, Aleen. —le interrumpió Elimar y gesticuló para que continuaran jugando, pero Chris nunca había sido de las que hacían caso.
—Sí lo voy a decir, El. No podemos darnos el lujo de estar peleadas con Cynthia por cualquier bobada. —dijo con una fina línea en los labios—. Cynthia tiene su carácter, es verdad, pero si algo he aprendido con estos zapatos es que hay que querer y aceptar a las personas tal como son, ¿no crees? —concluyó y le pinchó la mejilla con el dedo, causando que Elimar sonriera.
—Te juro que me saca de mis casillas cada vez que habla. —dijo entre risas e hizo una pausa—. Pero supongo que tienes razón... No puedo imaginar lo mucho que me ha aguantado, creo que le debo una disculpa. —manifestó con una mueca.
—Cynthia es una gran chica. Además, tiene razón, somos terribles en todo esto de no llamar la atención. Deberíamos saber que en esta casa lo diferente es lo que más resalta. —opinó Jordan y las chicas asintieron lentamente.
— ¿Creen que deberíamos comenzar ya con el plan? —preguntó Chris luego de unos segundos de silencio. Las chicas lo pensaron y luego se levantaron enérgicamente.
—Vamos a comenzar con el plan. —proclamó Jordan mientras ladeaba una sonrisa divertida.
♣♣♣
1:00 p.m.
—Esta es una mala idea, esta es una mala idea...—dijo para sí misma Katy mientras se acercaba a una chica que estaba leyendo en el patio—. ¡Hola, Sharon!
Sharon dejó a un lado el libro y le saludó con una sonrisa, haciendo que Katy se sintiera menos mal.
—Me preguntaba si te gustaría acompañarnos más tarde a un rato de juegos en la habitación de Sahona. —preguntó Katy con una sonrisa nerviosa.
— ¡Claro! Me encantaría. Pero con una condición. —dicho esto último se le quedó mirando fijamente, causando que Katy tragara saliva—. Yo pongo la música. —sentenció con una sonrisa y Katy le sonrió de vuelta, soltando el aire que tenía acumulado.
—No hay problema, te veré allá. —se despidió Katy y cuando estuvo fuera de su vista se echó a correr, accidentalmente chocándose con alguien en la casa.
— ¿Qué haces corriendo? —espetó Sahona mientras se acariciaba el brazo.
—Los nervios me tienen así. Esto es más difícil de lo que pensé. —explicó Katy apenadamente.
— ¿A cuántas chicas has invitado? —preguntó Sahona con el ceño fruncido, Katy lo pensó por unos segundos y comenzó a contar con sus dedos.
—12, ¿y tú?
—15.
— ¿Crees que es suficiente?
—Es suficiente. —dicho esto Sahona se sentó de golpe en uno de los sillones, soltando toda la tensión acumulada. Katy no lo pensó dos veces para imitar su acción.
—Se siente incorrecto. —comenzó Sahona y Katy le miró confundida—. Sé que fui yo la que di la idea, pero se siente mal hacerles esto a las chicas. Son como familia. —explicó con la mirada perdida.
—Hey...—Katy le obligó a mirarle—. No es como que las vamos a matar o algo. Creo que les vamos a hacer un favor, no saben lo buena que es la vida cuando no usas maquillaje las 24 horas del día. —dijo entre risas y Sahona sonrió levemente.
—Mi punto es, que por el mismo hecho de que son nuestra familia es por lo que debemos ayudarles a salir de esa burbuja. —concluyó Katy y se le quedó mirando fijamente.
—No puedo creer que de verdad esta pesadilla se va a terminar pronto... —pronunció Sahona ilusionada. Katy sonrió ampliamente y le rodeó los hombros con su brazo.
—Yo tampoco, Sahona, yo tampoco.
2:00 p.m.
— ¿Quieres que lo busque en internet? —preguntó Mercurio con el ceño fruncido.
— ¿El qué? —cuestionó Sara mientras arreglaba su cama.
— "¿Cómo lidiar con 30 chicas en una misma habitación?" —respondió mientras se removía incómoda en una silla.
— ¡¿Invitaste a 30 chicas?! —exclamó Sara con horror.
—Creí que ese era el punto... espera, ¿cuántas invitaste tú? —preguntó Mercurio con los ojos entrecerrados.
—Uhm... 5 —se sinceró y Sara le miró mal—. ¡No es mi culpa! No confío en ninguna de estas víboras. —explicó y fingió un escalofrío.
—Bueno, tal vez es lo mejor. Admito que se me fue la mano. —comentó Mercurio con una mueca y antes de que pudiera continuar tocaron a la puerta.
Sara le dio una mirada de pánico y se acercó lentamente a abrirla, encontrándose con una multitud de chicas emocionadas.
— Wow... sí que son puntuales. —pronunció con una sonrisa fingida y les indicó que pasaran.
La habitación se llenó rápidamente hasta el punto de que casi no podían moverse. Como pudo, Sara se subió a su cama para intentar llamar la atención de todas las chicas, cuando la consiguió carraspeó y comenzó a hablar.
—Están aquí hoy por algo muy importante... —inició—. Todos estos años hemos sido forzadas a vivir bajo las reglas de vida de la gobernadora, mas no bajo nuestras propias reglas. —las chicas se miraron entre sí con confusión—. Esos zapatos que tienen todas puestos son evidencia de lo que les digo.
— ¿Cuál es tu punto? —preguntó una chica con el rostro severo.
—Su punto es, que tenemos una solución, pero necesitamos la ayuda de ustedes. —concluyó Mercurio y todas se voltearon a verla.
La habitación se llenó de murmullos hasta que una pelirroja comenzó a hablar.
—No sé qué es lo que van a hacer, y que conste que tampoco me interesa, pero yo estoy bien como estoy. Si quieren jugar a la revolución, adelante. Fue un placer conocerlas. —sostuvo y dicho esto salió de la habitación.
Un pequeño grupo de chicas comenzaron a soltar quejidos y siguieron a la pelirroja, Sara contó que fueron 10. El resto de las chicas se quedaron en silencio a la espera de una explicación.
— ¿Las que están aquí significa que nos van a dar la oportunidad de explicar? —preguntó Mercurio con la mandíbula apretada.
Todas asintieron en respuesta.
—Bien.
3:00 p.m.
—Estos zapatos tienen el poder de cambiar sus mentalidades. Algo así como una manera de despertar de esta fantasía. —explicó Chris mientras se quitaba las bolsas.
El pequeño grupo de delgadas miraron con interés y se quedaron horrorizadas al ver los zapatos amarillos de Chris. Como si fuera coreografiado, se echaron hacia atrás.
— ¡¿Acaso quieren que nos arresten?! —bramó una chica con pánico en la voz.
— No, no, no. No dejaremos que eso pase. —aseguró Elimar rápidamente. Aun así la habitación se llenó del pánico que emanaba de todas las chicas y los murmullos disiparon el silencio.
— ¡Silencio! —exclamó Cynthia con toda su voz. Todas se callaron y le miraron expectantes—. ¿No están hartas de las estúpidas reglas de Ashley? ¿Acaso no recuerdan el día en que se apareció y nos lo quitó todo? —espetó con la cara roja del enojo.
Cynthia era la líder de las delgadas. La mayor parte del tiempo no lo parecía porque se comportaba como una chica normal, pero aun así tenía el poder de ordenar y organizar como nadie podía. Por eso cuando dijo estas últimas palabras algo pareció cambiar en la cabeza de las chicas.
— ¿Qué tenemos que hacer? —se adelantó una chica con el rostro en alto.
Chris sonrió como no lo había hecho en mucho tiempo.
—Solo necesitas un cambio de colores. —explicó con un ápice de emoción. La chica asintió y se acercó a Chris, quien simplemente tocó sus zapatos con los de la chica. Tornándose amarillos al instante.
Todas ahogaron un suspiro y comenzaron a hacer fila frente a Chris. Listas para hacer el cambio.
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¡Hola hola!
Como pudieron ver el capítulo fue un tanto diferente a los anteriores. Pudimos ver más sobre las vidas de cada grupo de chicas y espero que eso les haya gustado.
Otra cosa, ¡Resaltado ya tiene 2k! Muchísimas gracias a todos y todas las que se han tomado el tiempo de leer la historia y dejar sus votos. Estoy segura de que vamos por más :)
Si tienen alguna sugerencia sobre algo que les gustaría ver o algo que piensan debería mejorar, no lo duden para comentarlo.
Además, díganme si les gusta que deje notas en cada capítulo o si no les gusta. Estaré leyendo sus comentarios.
Dato importante: Flavo significa amarillo en latín.
Besitos desde Moltum.
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