10. La realidad en una alucinación

—Siento como si ya hubiera estado aquí antes. —murmuró Chris con una pizca de diversión en sus palabras. Angelo frunció el ceño y le miró notablemente confundido.

— ¿Déjà vu? —pronunció el moreno y Chris agitó su cabeza repetidas veces, levantó la mirada y distinguió la expresión afligida de Angelo mediante el destello de luz de la pequeña lámpara.

—Sí, es como si hubiera estado aquí antes, pero en algo así como un sueño... o más bien una alucinación. —afirmó más para sí misma que para el chico.

—Wow, nunca pensé que alguien soñaría con estar en este lugar, tan solo míralo, es espeluznante. —dicho esto recorrió con la mirada la habitación y a pesar de la escasa luz, el rojo en las paredes se hizo notable junto con las pequeñas ráfagas de dorado esparcidas de manera unánime.

De cierto modo Chris estaba de acuerdo con el comentario de Angelo, pero estaba tan sumida en las burbujas de aquel sueño, que se le había olvidado por completo el tema que tenían.

—Una noche mientras dormía escuché un ruido en las escaleras... tenía esa sensación de que ya conocía de qué o de quién se trataba, pero aun así me escurrí de entre las sábanas y seguí el sonido de sus pasos. —El destello de la tristeza y nostalgia tomaron lugar en el cuerpo de la rubia.

—Era tan ingenua, pensando en que seguirle me llevaría a algo bueno, sin duda ese lugar no lo era. —hizo una pausa para respirar hondo y esta vez fijó sus ojos en los de Angelo, éste le miró con la misma intensidad y se mostró presto ante cada una de sus palabras—. Por alguna extraña razón terminé en el pasillo de al lado huyendo del diminuto monstruo, no tenía muy claro el por qué me aterraba pero tal vez era por el hecho de que su identidad era desconocida, o porque no había un momento en el día en el que no estuviera ahí para recordarme lo miserable que era mi vida.

De pronto la frialdad en sus palabras causó que se estremeciera levemente, sentía que estaba siendo dramática pero en ese momento no le importó, necesitaba contarle a alguien lo que había sucedido.

— ¿Y cómo terminaste en esta habitación? —preguntó Angelo con curiosidad, Chris le dio una mirada rápida y la apartó de inmediato.

La inestabilidad de la luz alertó a Chris y no pudo evitar sentirse un poco intimidada por la oscuridad que les rodeaba a ambos.

—El monstruo abría y cerraba la puerta para mí, sabía que una de mis mayores debilidades era la curiosidad y dado el caso... se aprovechó de eso. —Chris suspiró vencida y decidió no darle más vueltas al asunto—. ¿Quieres saber qué había dentro?

Angelo asintió con el ceño fruncido.

—Pues... había un espejo. El único objeto en la habitación, el único que reflejaba el rostro del monstruo, luego lo demás estaba oscuro y solitario, estábamos ella y yo en una guerra silenciosa.

— ¿Ella? ¿No que no tenía rostro? —preguntó aludido el chico mientras agitaba sus piernas en el aire.

—El monstruo era yo, Angelo, mi reflejo siempre fue mi enemigo. —concluyó la rubia dejándolo atónito.

El silencio reinó en la habitación y en el aire la tensión era cada vez más notable, Angelo miró de reojo la hora que marcaba en su reloj y suspiró pesadamente.

—Bien... No has respondido mi pregunta de hace un rato, pero voy a suponer que tiene algo que ver con tus pies. —tragó saliva y forzó una sonrisa.

— ¿Es tan evidente? Bueno, pero me imagino que no debo contarte mucho porque ya lo sabes, sabías que esto iba a pasar ¿cierto? —bramó Chris sin premeditar sus palabras.

—De todas las cosas sin sentido que hubiera podido hacer te aseguro que esa no fue una de ellas, ¿por qué querría hacerte eso? —la sinceridad era palpable en su tono de voz—, así que deja de hacerte suposiciones y mejor enséñame lo que hay dentro de esas bolsas. —concluyó con el mismo tono tranquilo.

Chris respiró hondo y le miró con sospecha, luego de unos segundos se rindió y Angelo sonrió victorioso.

Sin más se agachó y procedió a desatar el nudo de las bolsas, pero antes de sacarlas por completo se detuvo y le miró con el ceño fruncido.

— ¿No hay cámaras en esta habitación? —le preguntó mientras inspeccionaba con la mirada la habitación.

—Las cámaras han sido desactivadas desde hace mucho tiempo, no son necesarias teniendo en cuenta que las mujeres no cometerían ningún acto de vandalismo. —explicó entre risas.

—Nos están subestimando otra vez. —pronunció Chris, sorprendiéndose por lo frías que sonaron sus palabras, Angelo torció la boca en una mueca y se mantuvo en silencio.

Nunca había tenido que lidiar con otra mujer que no fuese su madre o las empleadas, y sin duda ellas no eran nada comparadas con la actitud de Chris, en su cabeza se preguntó si ella siempre había sido así o si los años le habían convertido en lo que era.

La rubia terminó de quitarse las bolsas de los zapatos al sentir el silencio desgarrador de Angelo, y una vez dejó a la vista sus zapatos amarillos, el moreno le miró a ella y a los zapatos sucesivamente.

—No está tan mal... —pronunció Angelo tratando de sonar lo más convincente posible, Chris le miró mal y por segunda vez esbozó una pequeña sonrisa que fue reemplazada por una mueca cansada.

— ¿Has leído los reglamentos de la ciudad? —le preguntó Chris y se sentó a unos metros de distancia de Angelo, apoyó su espalda de la pared y le miró expectante.

Angelo parecía estar pensando en si lo había leído o no, al recordar que sí lo había hecho asintió lentamente.

—Entonces ya debes saber que estamos en severos problemas. —Las palabras de Chris hicieron eco en la habitación​ por el tono en que lo había dicho, se llevó una mano a la boca y no pudo evitar reír.

—No me digas que hay más chicas con estas abominaciones amarillas. —cuestionó Angelo, el horror plasmado en su rostro y en sus palabras.

—Tú lo has dicho, ¿tienes alguna información que podría ayudarnos? ¿Un método para quitarlos? Presiento que esto traerá muchos más problemas que los legales con el pasar del tiempo. —dijo Chris y recordó el CD que tenía en su bolso, podía contarle acerca de él pero prefirió hacerlo cuando lo viera.

—Por ahora no tengo nada, pero tengo mucho tiempo libre y mi madre saldrá unos días de la ciudad. —anunció con seriedad y agitó su pelo de un lado a otro en busca de acomodar un mechón rebelde que se había colado en su rostro.

Chris rio por lo bajo, identificándose con lo que estaba haciendo el moreno, era bastante incómodo tener un mechón estorbándote en cada momento.

—Perfecto, muchas gracias. —Chris hizo una pausa y tocó el bolsillo de su pantalón en busca de su celular—. Ten —se lo entregó y el chico le miró confundido.

— ¿Qué hago con eso? —preguntó extrañado.

—Quédate con él, tiene mi otro número en los contactos así que cuando tengas alguna información me avisas y veré cómo vengo, por favor ten alguna información. —le suplicó y se agachó para volver a acomodar las bolsas en sus pies.

—Ni siquiera sé cómo se usa esta cosa, ¿no me dirás qué es esto? —formuló mientras señalaba el botón circular en la parte baja del celular, Chris se echó a reír y Angelo le miró mal.

—Descúbrelo por ti mismo, yo debo irme antes de que tu madre sospeche algo o piense que tengo problemas estomacales, créeme que no deseo pasarme días haciéndome exámenes por orden del gobierno.

Una mueca se formó en su rostro al recordar la vez que había pasado una semana haciéndose pruebas en un laboratorio ya que la gobernadora había pensado que tenía algún problema estomacal, lo peor de todo era que el culpable era el alcohol.

—Si termino llamando a la mitad de tus contactos no me eches la culpa. —expresó con los ojos chicos.

—Mientras no hables ni respires estaría bien, cuando llames no digas nada hasta que yo lo haga, en la casa las chicas son demasiado curiosas y básicamente andan por ahí tomando las llamadas de las otras.

Dicho esto Chris se despidió con la mano y se giró camino a la salida, detrás de ella Angelo observaba el celular como si fuera un aparato de otra dimensión, tenía mucho que aprender.

El pasillo por el que Chris caminaba se encontraba solitario y lo único que destacaba era el ruido de las lavadoras en la parte de atrás de la casa. Chris caminó tranquilamente hasta que llegó a la sala de espera y se adentró con una sonrisa inocente a la oficina de Ashley, donde la morena continuaba hablando por teléfono mientras hacía apuntes en una libreta de finas y delicadas páginas.

Ashley era zurda, por lo que sostenía el teléfono con la mano derecha y escribía con la izquierda a la misma vez, a Chris siempre le había parecido un poco extraño y más porque su padre también era zurdo y le recordaba a él.

Una pequeña sonrisa apareció en su rostro pero se obligó a reemplazarla por cualquier otro gesto que no mostrara ningún aprecio hacia él, luego se sentó en la silla frente a Ashley esperando una respuesta.

La mujer removió su marcada cintura en la silla y colgó el teléfono bruscamente, respiró frustrada y se volvió hacia Chris forzando una sonrisa.

— ¿Qué ocurre? —preguntó una impaciente Chris al verle mantenerse en silencio.

—No es nada, solo problemas de familia. —mintió descaradamente—. ¿Y tú por qué tardaste tanto en el baño? ¿Tendremos que hacerte estudios de nuevo? Es el estómago ¿no? —la preocupación en su rostro hizo que el corazón de Chris se ablandara levemente y le sonrió con tranquilidad.

—Estoy bien, mejor que nunca. —le mintió de igual forma y Ashley asintió antes de volver a hablar.

—He llamado a las encargadas de la electricidad y me han dicho que cuando chequearon digitalmente la caja con los cables descubrieron una pequeña fuga de electricidad que quemó los otros en cuestión de segundos, al parecer es algo complejo por lo que se tomarán unas semanas para arreglarlo.

— ¡¿Unas semanas?! —soltó casi en un grito y le miró horrorizada.

—Lo lamento pero así son las cosas, el sistema de su casa es más especial que el de las demás casas por lo que sería imposible repararlo en días. —explicó apenada.

—Genial... —pronunció en un susurro y cayó en la cuenta de que si no tenía electricidad no podría cargar su celular y Angelo no podría escribirle, toda clase de blasfemias pasaron por su cabeza mas no emitió ningún sonido.

Se levantó de su asiento y sin preocuparse por el orificio que había en su blusa se dirigió a la puerta, pero la voz de Ashley le detuvo. De repente contuvo la respiración y se tensó.

— ¿Para la próxima me explicarás por qué tienes bolsas en los zapatos? —le preguntó en voz baja y soltó una risita, Chris soltó el aire que tenía guardado para reír también pero lo que salió de sus labios fue un débil alarido.

—Claro. —se limitó a responder y salió de prisa de la oficina, el estruendo causado por la puerta de madera resonó en la sala de espera y se regañó por el mal hábito que tenía de cerrar tan bruscamente las puertas.

La salida de la casa de la gobernadora fue tranquila y silenciosa, una que otra empleada le miraban de reojo pero no se atrevían a formular una palabra, cuando pasó por la cocina se encontró a Cobaín y a Esther charlando en voz baja, el hombre se giró y le dio una mirada rápida pero Esther ignoró su presencia una vez más.

Chris rodó los ojos y salió disparada de allí, se despidió de la seguridad que le había recibido y se encaminó a su casa con los pies adoloridos, necesitaba descansar y todo su cuerpo opinaba lo mismo.

En la entrada de la casa todavía quedaban algunas chicas, aunque la gran mayoría había decidido entrar porque debían prepararse para ir a la tienda.

Una tradición muy importante en la casa de las delgadas era el ir de compras los martes, usualmente Chris no iba con las chicas y tenía por sentado que esa no sería la excepción.

Ignorando la mirada confusa por parte de un buen grupo de chicas se encaminó a su habitación y tras cerrar la puerta con pestillo se quedó sumida en un profundo sueño.

La casa de las delgadas se encontraba totalmente vacía a excepción del ligero cuerpo de Chris que descansaba entre las sábanas de su cama. A causa de la falta de electricidad el ruido proveniente del gran transformador no estaba, por lo que cualquiera que entrara en ese lugar pensaría que no quedaba ni una mosca.

— ¿El vestido negro o los pantalones azules? —preguntó Cynthia mientras miraba a Jordan con el ceño fruncido.

— ¿Qué tiene que ver un vestido con un pantalón? ¿O el negro con el azul? Mejor compra ambos y deja de molestarme. —espetó sin darle tiempo a su cerebro de procesar las palabras.

—Bien, bien. Creo que deberías calmarte ¿sí? —murmuró a la misma vez que se sentaba junto a la pelirroja e intentaba tranquilizarle con una pequeña sonrisa.

—Sabes bien que tú y yo tenemos algo que debemos mantener oculto. —comenzó a hablar Cynthia y levantó levemente sus pies—. ¿Crees que estoy feliz de estar aquí? De hecho me parece inútil la idea de gastar mi sueldo en esto, pero no podemos darnos el lujo de comenzar a actuar diferente mientras tengamos bolsas en los zapatos. —concluyó mientras tiraba a un lado el vestido y el pantalón.

—Wow, al parecer los zapatos te regalaron un nuevo cerebro también, ya vemos que sí salió algo bueno de todo esto. —comentó sarcásticamente la pelirroja mientras esbozaba una sonrisa divertida que Cynthia no logró captar.

Molesta, se levantó y le dio la espalda por unos segundos intentando pensar en una buena respuesta.

—Estoy tratando de hacer las cosas bien, Jordan, como tú yo no pedí esto. —Le fulminó con la mirada—. Y sí, tal vez ya no veo las cosas como solía hacerlo antes. —respondió en un susurro inaudible y se giró rápidamente para unirse al grupo de las demás chicas.

Jordan ladeó una sonrisa divertida y le siguió a regañadientes hacia el área de la ropa interior.

El pequeño espacio de la tienda que estaba asignado específicamente para este tipo de prendas estaba siendo obstruido por la gran masa de delgadas que buscaban alocadas algo para el día a día.

La pelirroja torció sus gruesos labios en una mueca mientras observaba la gran variedad de prendas que había, no se había percatado de lo mucho que le molestaba estar allí rodeada con todas esas chicas pensando única y exclusivamente en lo que debían ponerse.

Por unos segundos una voz en su cabeza le recomendó que comenzara a contagiarles la fiebre amarilla a las demás, pero su sentido de supervivencia lo rechazó de inmediato.

—Rojita, ¿me das una mano aquí? —una voz chillona detrás de ella le sacó de sus pensamientos, soltó un suspiro pesado y se giró para ir a ayudarle.

Rápidamente deslizó la cortina roja y se encontró con una morena en ropa interior mirándose en el espejo, Jordan tragó saliva y peleó consigo misma para no dirigir la mirada hacia algo más que sus ojos.

—Eh, Nataly... ¿Qué necesitas? —pronunció y se reprendió al notar lo rara que había sonado su voz.

— ¿Crees que este sujetador me queda bien? Es decir, no lo sé, me parece muy puntiagudo para ser de los más normales. —cuestionó mientras acariciaba la tela de encaje del sujetador.

La pelirroja pensó en una buena respuesta pero lo único que salió de su boca fue un suspiro agotado que desconcertó a la morena.

—Jordan... Estás pálida. —comentó mientras le examinaba de pies a cabeza.

—Debo irme ya, y no te preocupes, te queda perfecto. —dicho esto salió del cubículo y al cerrar la cortina soltó el aire que tenía contenido en sus pulmones.

Una de las chicas al verle se acercó rápidamente para ayudarle, pero no se trataba de una delgada, sino de una baja, de esa baja.

Pareces un poco aturdida ¿eh? —comentó la baja mientras le miraba fijamente y guardaba una distancia considerable.

—Oh Clarissa, no sabía que estarías aquí hoy. —respondió Jordan evitando su comentario, la tensión entre ambas chicas era indiscutible.

—Digamos que un poco de ropa nueva no hace daño, además no recordaba que este era su día para comprar, de haber sido así no habría venido. —su tono de voz fue disminuyendo hasta convertirse en un susurro.

—Qué gusto verte, nos vemos luego. —dijo cortante Jordan y formó una fina línea con sus labios, se giró sobre sus talones y se mostró dispuesta a irse de allí.

—Jordan, espera. —le llamó la otra pelirroja, dudando de sus palabras.

— ¿Qué deseas? —preguntó y Clarissa tensó la mandíbula.

—Debes saber que nada de lo que pasó fue nuestra culpa, lo que teníamos era bueno... y no me arrepiento de nada. —Las palabras llegaron a los oídos de Jordan y fueron como cuchillos atacando directamente a su corazón.

—Me alegra que lo hayas dicho en pasado, por lo menos una de nosotras sí ha podido superarlo. —le respondió fríamente y se encaminó a la salida intentando reprimir sus lágrimas.

—Al menos una de nosotras merece ser feliz. —le habló al aire y emprendió su camino hacia la casa, dejando atrás a las demás.

Cuando la pelirroja llegó a la casa en lo primero que pensó fue en revisar la habitación​ de Chris para ver si había llegado, dejó las llaves en un recipiente y se dirigió al pasillo con pasos lentos.

Una vez estuvo frente a la puerta intentó girar el pomo pero se percató de que estaba cerrado, por lo que volvió a la entrada de la casa y tomó el puñado de llaves, cuando encontró la que tenía las iniciales de Chris abrió la puerta y lo que encontró tras ella le dejó atónita.

—Chris... —susurró cerca de su oído con los ojos muy abiertos.

Chris murmuró algo parecido a un regaño pero no se despertó, Jordan cerró los ojos por unos segundos y al abrirlos perdió toda pizca de esperanza de que se tratara de un sueño.

—Rubia, tenemos que hablar y es ahora, podríamos comenzar platicando acerca del hecho de que tienes escritas cientos de palabras en el cuerpo. —le habló esta vez con tono más alto.

Chris abrió los ojos pesadamente y suspiró al encontrarse con Jordan frente a ella.

—Creo que ya entiendo el sentimiento de las ratas de laboratorio, porque cada vez que abro los ojos hay alguien observándome. —se quejó y a duras penas se sentó en la cama.

— ¿Acaso escuchaste lo que dije? Ve a verte en el espejo. —dijo Jordan con la mandíbula apretada.

—Cálmate fiera, ya voy, más te vale que no sea una de tus bromas con crema de azúcar, bastante tengo con los estúpidos zapatos estos y todas estas chicas que me van a volver loca.

Chris se levantó de la cama y frotó sus ojos con sus puños, se posó frente al espejo y se quedó petrificada ante su reflejo.

Luchadora... Hermosa... Digna... Respetuosa... —leyó las palabras que adornaban su cuerpo.

Mujer. —concluyó Jordan mientras señalaba la palabra en grande en la frente de la rubia.

— ¿Quién pudo haberte hecho esto? Es decir, ¿para qué? —expresó confundida la pelirroja y se sentó en el borde de la cama.

—Creo que tengo una idea, comienza con z y termina con s, pero eso no es lo peor de todo... —comentó con voz anodina.

Jordan le miró con el ceño fruncido en espera de una explicación.

—Esto lo escribí yo mientras estaba dormida, son mis letras.

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