1. Organización en la ciudad
En Moltum, las mujeres buscaban descontroladamente algo para lucir en la gala de zapatos rojos. La gobernadora había anunciado que cada mes se realizaría una gala, en la que revisarían el estado de los zapatos y si era necesario, la entrega de unos nuevos.
En el hogar de las chicas bajas de estatura, unas lanzaban vestidos al aire, algunas se mordían los labios por la frustración y otras reían ante los comentarios obscenos que se lanzaban entre ellas, estas chicas eran consideradas las más alegres y divertidas en toda la ciudad. Lo que no sabían era que, al llegar a la comodidad de sus hogares, se dividían y no volvían a dirigirse la palabra hasta que debían elegir el outfit para cada día o el traje para la gala mensual.
Mientras que en la mansión de las altas los vestidos se encontraban totalmente ordenados por colores y formas, así como por los escotes y cortes. Algunas chicas se quejaban porque al utilizar la misma talla de zapatos los confundían y terminaban unas con los de las otras. A diferencia de las bajas, éstas eran bastante unidas cuando estaban alejadas de las demás pero en la calle se mantenían indiferentes entre ellas.
En el grupo de las gruesas reinaban los suspiros pesados y gestos de cansancio, a ellas les parecía todo un sacrificio introducir sus voluminosos cuerpos dentro de un vestido, pero lo peor era que en toda la semana eran sometidas -por regla del gobierno- a realizar ejercicios físicos con el fin de adelgazar y poder unírseles a las delgadas, pero al progreso ser muy poco visible, no les quedaba de otra más que seguir con su lucha diaria a la hora de vestirse.
Por último, las delgadas, o más bien, las favoritas del gobierno y por lo tanto las más elogiadas, contaban con vestidos de mayor calidad y suaves telas, haciendo que sus figuras resaltaran delante de las demás chicas, lo que causaba un ápice de envidia hacia ellas, sin embargo, las delgadas contaban con algo que las demás no, amabilidad, podían fácilmente agradarle a las chicas con tan sólo saludarlas, ya que, en ellas relucía este precioso don que no todas poseían.
Cuando los cuatro grupos de chicas estuvieron listas, revisaron nuevamente sus zapatos rojos, y con la mirada en alto, salieron camino a casa de la gobernadora.
Las calles de la ciudad Moltum dejaron de estar solitarias y frías gracias a las grandes masas de mujeres que a paso rápido, caminaban con la intención de no llegar tarde.
Una regla básica del gobierno era, las chicas no podían mezclarse a la hora de regresar a sus respectivos hogares, tanto las bajas como las altas debían separarse y mantenerse en orden. La regla no cambiaba cuando se trataba de las delgadas y las gruesas, a las que solamente se les tenía permitido si bajaban o aumentaban de peso.
Algo bueno de todas estas reglas era que a la hora de salir a la calle, se les tenía permitido unirse con los diferentes grupos y hacer actividades como salir de compras o hacer yoga los fines de semana. Por lo que, mientras caminaban, charlaban entre sí como si nunca hubieran existido diferencias o estuvieran separadas por sus físicos.
En la gran casa de la gobernadora, las mesas estaban decoradas con todos los tonos de rojo que existían y alrededor del salón de eventos destacaban miles de cajas de zapatos rojos, éstos serían entregados a las chicas que, después de la revisión mensual, estuvieran utilizando zapatos deteriorados o por voluntad propia quisieran cambiarlos.
—Ashley, ya colocamos las mil quinientas cajas de zapatos, ¿necesita algo más? —preguntó una de sus empleadas. Mientras, ella revisaba unos papeles con el registro de las ciudadanas que estarían presentes ese mes. No podía faltar ninguna ni sobrar alguna, por lo que al ir llegando debían dejar su firma en la lista roja, y esta sería revisada a la hora de entregar los zapatos en la ceremonia.
— ¿Ya les informaste a las de seguridad que debían repartirse entre las diferentes puertas de la casa? —preguntó tranquila y dejó a un lado los papeles para prestarle más atención.
Ashley, la gobernadora de Moltum, era originalmente una delgada, por lo que de ahí salía el gran respeto y fascinación que le tenía a ese grupo de chicas, un tanto diferente a lo que sentía por las demás. Aunque igual amaba a todas las chicas y siempre trataba de brindarles su apoyo.
En lo que sí era muy estricta y las reglas iban para todas, era en las pautas que debían seguir para asegurar que ninguna chica estuviera en el grupo físico equivocado, a esto le llamaban "La diversidad organizada", e inició desde que los hombres habían sido mandados a una ciudad alejada y el caos reinaba entre todas las mujeres por el distanciamiento de sus parejas, hermanos y padres.
—No, discúlpeme, es que había estado muy ocupada modificando las sillas para las gruesas, ya sabe, uniendo algunas para que pudieran sentirse más a gusto. —soltó una risita y Ashley imitó su acción.
—No tienes que disculparte cariño, órdenes son órdenes, ahora ve y haz lo que te pedí que en unos minutos debemos iniciar con la gala. —le ordenó simpáticamente y volvió la mirada a los papeles, llevaba un rato luchando con la pronunciación de un nombre y estaba comenzando a frustrarse, se acomodó en la silla y se recordó a sí misma que no había por qué estresarse, los errores del gobierno eran vistos de buena manera, o así estaban educadas las mujeres de Moltum.
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