4. Escombros y sacrificios. (Parte uno)
Secuencia 2.
El casco de Titán reiniciaba su HUD, evaluando los daños y mostrando el estado de sus compañeros en tiempo real. El soldado luchó por moverse, pero su cuerpo se encontraba completamente inmovilizado por la pesada armadura que llevaba puesta, diseñada para protegerlo de cualquier daño adicional. Por más que intentaba hacer algún movimiento, cada músculo parecía estar bloqueado, incapaz de responder a su voluntad. La armadura, aunque indispensable para su supervivencia, se había convertido en una prisión momentánea que le impedía actuar. La sensación de impotencia y frustración comenzó a crecer dentro de él, mientras observaba la situación a su alrededor con una mezcla de preocupación y ansiedad.
Trató de hablar, pero modulador de voz estaba averiado por el ataque de un Fenrák. Sólo podía girar la cabeza de un lado a otro, observando cómo otro Nexo había detenido los escombros que caían sobre ellos. Ella giró la cabeza con dificultad para mirarlo. Titán casi podía jurar que había una sonrisa en su rostro robótico. A pesar de la adversidad y la difícil situación en la que se encontraban.
—Titán... —dijo Ann, aliviada—. Aguanta, pronto será tu turno de salir.
El cuerpo de Titán se desbloqueó por completo, descuidando por un momento las pesadas losas que había estado sosteniendo para proteger a la niña. Como consecuencia, una estela de polvo y pequeñas rocas cayeron sobre ellos. Ambos se reajustaron rápidamente y se ayudaron mutuamente a soportar el peso que ahora compartían. No era sorpresa para nadie que pertenecieran a la misma unidad y generación de creación. Ver a otros de su clase era algo raro, casi excepcional, y aunque no estaban seguros de cuál era su especialidad específica, sabían que formaban parte de la clase Vanguard. Eran como tanques andantes capaces de levantar toneladas y resistir daños de todo tipo gracias a su armazón blindado. Sin embargo, también sentían que había algo más en ellos, algo que los diferenciaba. Desde que Titán podía recordar, había sentido un vacío en su interior, un sentimiento compartido por Ann.
Seis llegó a través de un hueco en el derrumbe, que por suerte se había mantenido estable hasta el momento. Conforme se alzaba la mitad de su tamaño normal por el limitante espacio, buscó una forma de sacar a Titán sin causar otro colapso.
—No creo poder... —el soldado que intentaba ayudar a su compañero fue interrumpido por Ann.
—Sí, sí puedes.
—Por su hombro derecho hay un escombro que, si se deja caer, el resto se derrumbará —informó Seis, todavía realizando los cálculos necesarios y simulaciones rápidas para encontrar otra solución a su cuestionante.
Ann gruñó y extendió su brazo izquierdo hacia el punto indicado por su compañero. Luego asintió, transmitiendo una orden sin pronunciar una sola palabra. Seis rápidamente y con cuidado liberó a Titán, pero al hacerlo, el enorme escombro que Ann sostenía con un solo brazo se deslizó unos centímetros. Los demás escombros también emitieron crujidos amenazantes sobre ellos.
—Váyanse —ordenó ella, su voz reflejando todo el esfuerzo que estaba haciendo—. No vuelvas, Seis.
—No podemos dejarte aquí —objetó el soldado, negándose a abandonarla.
Titán clavó su mirada en Ann con determinación. No podía permitir que quedara atrapada allí, aplastada por ese abrumador peso. No, las cosas no debían terminar así, y él se negaba rotundamente a aceptarlo.
—Tampoco todos debemos morir... —murmuró Ann en respuesta, sacando a Titán de sus pensamientos.
Titán bajó la cabeza, asintiendo en silencio. Ann tenía razón. Durante su tiempo juntos en el pelotón, había desarrollado una estrecha relación con ella. Recordaba las noches en las que todos se reunían, desafiándose mutuamente para ver quién era más fuerte. Nunca habían llegado a una conclusión, siempre igualados en fuerza y determinación. Era un vínculo que había ido más allá de la amistad, eran como hermanos en armadura. Nuevamente alzó la mirada y observó con pesar a su compañera. Apreciaba profundamente su sacrificio, pero se negaba rotundamente a permitirlo, a tener que extrañarla en el futuro. Aunque carecía de los medios para expresarlo verbalmente, sus ojos transmitían su desesperación. Ann sostuvo su mirada, sintiendo empatía por sus sentimientos, ya que ella también comprendía lo que estaba por venir.
—¡Maldición, salgan de aquí! —gruñó con determinación, recuperando su temple firme e inquebrantable.
Nuevamente, la losa en el brazo izquierdo de Ann se desplazó unos centímetros más, advirtiéndoles de otro inminente derrumbe. Ann gruñó una vez más, ejerciendo una fuerza más allá de su propio límite para soportar más de lo que le era posible.
—No te preocupes, Brat —susurró, luchando por hablar con su fuerte acento ruso pero mostrando otra sonrisa—. Estoy preparada.
Las palabras de Ann golpearon a Titán como balas. Como ella decía, estaba dispuesta a morir. En algún momento, todos los Nexo debían estarlo.
—Estaré en la radio. Avísenme cuando lo logren. Les daré el tiempo necesario —dijo, ahora dirigiéndose a Seis para mantenerlo informado sobre la situación.
Llevando consigo la carga de la decisión de Ann, Seis indicó con un gesto de cabeza la ruta que debían seguir y se dedicó a guiar a Titán a través de estrechas aberturas dejadas por el derrumbe. A medida que avanzaban, pequeñas rocas y polvo se acumulaban entre las líneas de junta de sus armadura.
Por la radio, se podían escuchar los gemidos y palabras de ánimo que Ann se decía a sí misma en su lengua materna. Luego, comenzó a reír con dificultad.
—¿Qué te parece tan gracioso? —preguntó Seis por el intercomunicador, intentando sonar igualmente divertido, para acompañarla en sus últimos momentos.
—Gané... Al final, yo gané —contestó, aún riendo—. Puedo levantar más peso que Titán.
Aquello provocó una sonrisa cargada de pesar en Titán. No había forma de negarlo, y al menos de esa manera, podía consolarse sabiendo que Ann se iría de la mejor forma posible.
—Me aseguraré de que todos lo sepan —le dijo Seis, deseando brindarle más consuelo.
Ann dejó escapar otra risa, seguida de un gruñido debido a otro desplazamiento de rocas. Afortunadamente, sus compañeros no tardaron más de diez minutos en reunirse con el resto del grupo. Todos lucían igual de polvorientos, con abolladuras en sus armaduras.
Sentinel observó uno a uno mientras llegaban, esperando ansioso ver a la Nexo que faltaba. Sin embargo, nunca apareció.
—No teníamos otra opción que dejarla —dijo Seis, bajando la cabeza como si temiera recibir algún reproche.
Titán examinó el estado de cada Nexo a su alrededor, incluyendo el de Ann, quien se había quedado rezagada. Su pantalla de visualización destacaba en un parpadeo rojo intenso todo el cuerpo de la mujer metálica, indicando los daños críticos sufridos.
Sentinel logró captar la débil señal de Ann y, a pocos pasos del grupo, comenzó a murmurar una oración para honrar el inminente sacrificio de ella.
—...Elevo mis palabras hacia ti, que pronto cruzarás el umbral... —Titán apenas pudo escucharlo; su tono de voz estaba impregnado de tristeza. El discurso continuó lo suficiente como para que Titán perdiera el hilo, y sólo captó las últimas palabras de la oración: —...Que tu memoria sea transmitida a nuestros camaradas eternos, y sepan que en algún momento nos reuniremos en ese lugar más allá de las sombras.
Cuando terminó, se giró hacia el grupo y avanzó hasta ponerse al frente de todos. Permaneció en silencio por unos momentos, como si contuviera el aliento del que carece, antes de dirigir su mirada hacia los demás.
—Sigamos adelante —apenas logró articular. Sentía tanto afecto por todos sus compañeros que le resultaba difícil dejar a alguien atrás, pero como buen soldado, tuvo que mirar hacia adelante.
Con pesar, el grupo continuó avanzando, y el soldado sin habla fue el último en mirar hacia atrás antes de seguir adelante. Ann permanecía allí, atrapada entre los escombros, sin poder hacer más que presenciar cómo todo se derrumbaba poco a poco. Tan solo unos minutos después, la señal de su compañera desapareció repentinamente, dejando un pequeño círculo carmesí oscuro por su ausencia en la señal de situación del HUD del grupo. Dreizack se volvió de inmediato, y los demás robots aminoraron la velocidad. Todos sabían lo que había sucedido.
Continuaron su camino por lo que quedaba de la instalación, que no era más que otro callejón sin salida. La única vía de escape se encontraba bajo más escombros, debido al derrumbe. De alguna manera, debían regresar a la superficie y reunirse con el resto del pelotón y la Compañía Beta.
—Cryo, ¿hay alguna novedad para informar? —inquirió el Nexo que los lideraba, apenas recuperando la compostura que el grupo necesitaba.
Cryo intentó nuevamente comunicarse a través del transmisor que tenía en su cabeza, esperando escuchar a Banshe del otro lado. En el momento escuchó la voz de Banshee pero siendo inteligible y luego sólo escuchó estática dominando el canal.
—Debe haber alguna interferencia —respondió, volviendo su atención al problema.
Dreizack pensó en silencio por un momento antes de llegar a una conclusión sobre el problema de las comunicaciones:
—Los Fenráks.
Muchas miradas se posaron en el robot que llevaba consigo la mayor parte de su otro brazo colgando como cualquier otra pieza de refaccionaria.
—Esas criaturas emiten pulsos electromagnéticos cuando están en peligro —informó—. Así que debemos buscar a ese Fenrák para obtener algo de ayuda.
Mientras Dreizack indicaba qué hacer, el Nexo con la cresta también tuvo una idea. Habían visto a los Fenrák en más misiones, y sabían que no eran seres que se adaptaran a la oscuridad. Al contrario, tenían una piel gruesa debido a los nutrientes que les proporcionaban los rayos del sol, y sin esa misma exposición durante un largo tiempo, serían vulnerables a cualquier ataque en su cuerpo.
—Todavía tengo Granadas de proximidad —habló Cryo, buscando en sus desgarradas bolsas.
El robot de menor estatura finalmente les pasó una de esas granadas a dos de sus compañeros para que le dieran buen uso. Centurión fue el primero en utilizarla, lanzándola a unos metros frente a él. La granada explotó, pero en lugar de revelar al Fenrák atrapado que esperaban, reveló a otros tres de menor tamaño que parecían responder al llamado.
Sentinel llamó a Titán y Seis para que se pusieran al frente y enfrentaran a esas bestias si fuera necesario. Los tres avanzaron con determinación por los estrechos pasillos, siguiendo el rastro de las criaturas. Justo cuando el efecto de la primera granada se desvaneció, el robot de nombre numérico accionó la siguiente. Ahora tenían cuatro objetivos en su HUD: uno atrapado y los demás intentando ayudarlo.
—Preparen sus armas —ordenó el líder del reducido grupo.
Un pequeño indicador verde se encendió en la esquina superior derecha de su HUD, señal de que la orden había sido acatada. Luego, los tres Exo hicieron su entrada por el largo pasillo donde se encontraban las bestias. El más grande, el que estaba atrapado entre vigas metálicas, gruñó ferozmente, y los demás intentaron imitarlo. Los tres jóvenes Fenráks gruñían y avanzaban con incertidumbre unos pocos centímetros antes de retroceder bruscamente a sus posiciones iniciales. Tenían miedo. El temor de los jóvenes Fenráks era evidente en sus movimientos erráticos.
Los tres robots avanzaron lentamente, sin apuntar sus armas directamente a las bestias. No percibían una amenaza real en los Fenrir que intentaban mostrarse intimidantes. Sentinel dio un gran paso adelante, lo que provocó que los jóvenes Fenráks dieran un salto hacia atrás.
—No creo que vayan a hacernos daño —habló Seis y luego señaló con la cabeza a las crías —. Al menos, no ellos.
El soldado al frente sólo lo miró de reojo. No podían dejarse llevar por las apariencias, ya que podría ser engañosa. Entonces se preparó para dar otro gran paso adelante, pero esta vez lo acompañó con un grito. Como esperaba, los Fenráks retrocedieron una vez más, aterrorizados. El único que reaccionó de manera hostil fue el que estaba atrapado.
—Bien, hagamos esto rápido —indicó, desenfundando un cuchillo que aún conservaba su filo.
Titán detuvo su acción, sujetando firmemente el brazo que sostenía el arma mortal. Desde que vio la reacción de los Fenráks, supo que los jóvenes eran crías del que estaba en apuros. Liberar a la madre de las bestias podría ser la mejor o peor opción en ese momento.
—Parece que Titán no quiere matarlo —Seis señaló lo obvio.
—¿Y qué solución nos ofreces entonces? —cuestionó Sentinel. Permaneció en silencio por unos segundos, dejando que la respuesta se hiciera evidente por sí misma. Titán era un soldado obediente, pero en ocasiones prefería explorar opciones más pacíficas antes de recurrir a la violencia. —Esta es la peor idea que me has propuesto en todo el tiempo que hemos trabajado juntos.
Titán soltó a Sentinel y se acercó a la bestia atrapada entre los escombros. Observó cómo criaturas escapaban despavoridas. Cuando estuvo a suficiente distancia, adoptó una postura para asegurarse de mantener el hocico del ser inmovilizado con un agarre firme, usando sus brazos de extremo a extremo. Con cuidado, evitó que las patas delanteras le causaran daño.
Los otros dos soldados comenzaron a retirar uno a uno los pesados escombros que habían caído sobre el cuerpo del Fenrák hasta liberarlo por completo. Justo cuando la criatura fue liberada, utilizó la fuerza de sus patas traseras para impulsarse, empujando a los otros dos robots en el proceso y terminó por colocarse encima de Titán. Seis fue el primero en levantar su arma desde el suelo y apuntar directamente al diminuto ojo del ser. El Fenrák rugió a centímetros del rostro del Nexo y luego se alejó lentamente, cojeando en una de sus patas. A medio camino, rugió nuevamente, llamando a sus crías. Estos jóvenes seres escurridizos alcanzaron a la madre nodriza y pronto desaparecieron en la oscuridad.
—Algún día te harás matar con tus acciones —dijo el soldado con apariencia de Espartano acercándose a su compañero caído y extendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse.
Su compañero aceptó la ayuda. Una vez que Titán se puso de pie, llamaron al resto del grupo. Los dos soldados que custodiaban a la pequeña niña acudieron de inmediato.
—¿Tan pronto? —preguntó Dreizack.
—Así parece —respondió Cryo, buscando por los canales hasta encontrar la señal que Banshe emitía sin cesar una y otra vez.
El líder del grupo activó un altavoz incorporado en su antebrazo para que todos pudieran escuchar la voz de Banshe, aunque con algunas interferencias:
—Aquí Cabo Banshe, ¿alguien me recibe?
Sentinel sintió un alivio momentáneo y pidió a Cryo que hiciera contacto y mantuviera estable la comunicación.
—Transfiereme la señal.
Cryo rápidamente redirigió la señal al sistema de comunicación en el casco de Sentinel y asintió cuando estuvo listo.
—Banshe, es un alivio escuchar tu voz —dijo el soldado —. Necesitamos un guía aquí abajo. ¿Encontraste algo útil con Crow antes de perder el contacto?
—Sí —respondió la Nexo de inmediato, pero su tono se volvió dudoso. —. Hablando de eso... ¿han visto a Crow? Perdí la comunicación con ella después de que se adentrara en busca de algo.
Aunque las expresiones faciales de Sentinel no fueran visibles a través del visor de su casco, frunció las placas metálicas sobre sus ojos.
—Lamentablemente, no la hemos visto. Lo siento.
Banshe guardó silencio por un momento.
—Les enviaré el mapa que encontré —informó, antes de tomar una breve pausa para enviarles la información que necesitaban —. También he marcado un punto de encuentro. Si se apresuran, nos encontraremos allí al anochecer.
—Diez-cuatro —afirmó el Exo al otro lado. Luego se escuchó un chasquido que indicaba el final de la conversación.
Cryo examinó cuidadosamente el mapa subterráneo una vez estuvo en su posesión, señalando los puntos obstruidos por los escombros.
—Mantengamos la atención en posibles señales de Crow. Si es posible, la rescataremos —ordenó el jefe del grupo, recibiendo confirmación de todos, excepto uno.
—No creo que sea necesario. Ella sabe cuidarse, incluso mejor que todos nosotros juntos —objetó Seis, mirando fijamente a su líder.
Como siempre, Seis depositaba toda su confianza en Crow. Era evidente que habían sido compañeros durante muchos años antes de encontrarse con el resto del grupo, pero a algunos les preocupaba que se separaran del equipo para llevar a cabo misiones de las que solo ellos dos tenían conocimiento, y Sentinel no era la excepción.
—Podemos continuar nuestro camino sin demora —intervino Cryo, rompiendo el momento de reflexión y guiando al grupo en una ruta específica para salir de aquel lugar subterráneo.
Finalmente, lograron salir de entre las losas y los escombros, emergiendo a la agradable superficie. Para su sorpresa, no eran los primeros en hacerlo. Múltiples huellas pertenecientes a los temidos Fenrák se extendían por el suelo, y dos largos rastros en el suelo indicaban que las criaturas habían arrastrado algo o alguien más en una dirección indeterminada.
Todos observaron en esa dirección, movidos por la mera curiosidad, aunque sabían que no tenían tiempo ni instrucciones para seguir esas huellas. Su único objetivo era el bienestar de la humana que los acompañaba, incluso si eso significaba sacrificar más que sus propias vidas. Después de todo, habían sido creados para servir y morir por la humanidad.
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