3. Reverberación del pasado
Titán
Cinco años más adelante.
Ubicación desconocida.
Lo último que Titán pudo percibir fue la oscuridad que lo rodeaba, abrazándolo y envolviéndolo en su manto. Un grito de dolor desgarrador resonó en el aire, pero se perdió en la inmensidad del lugar en el que se encontraba. Era como si estuviera perdido en un universo vacío, solo y sin esperanza de escapar o encontrar una muerte rápida.
—Sería menos doloroso si cooperaras con nosotros —susurró una voz melódica que parecía surgir de la oscuridad.
Titán no respondió. Nunca lo haría. Preferiría morir antes que ceder. Fue una lástima que no hubiera tenido tiempo suficiente antes de ser capturado.
—Entonces, dejaremos que descanses un poco. No hay prisa por destrozar tu mente —ordenó la voz, dirigiéndose a él y a los demás prisioneros invisibles en la sala.
Las ataduras magnéticas que lo mantenían inmovilizado en su asiento se desactivaron, liberando sus muñecas y permitiéndole moverse con cierta libertad. Titán flexionó sus dedos, sintiendo la sensación de liberación. Aunque seguía vistiendo su armadura, notó que le habían retirado el casco. Recordaba vagamente que se lo habían quitado para conectar su cabeza a una serie de cables, en un intento de extraer y manipular sus recuerdos. Sin embargo, su resistencia había complicado sus planes, y como consecuencia, sufría intensos dolores de cabeza cada vez que los Caminantes intentaban acceder a sus memorias por la fuerza.
El robot llevó una mano hacia la parte posterior de su nuca, desencajando con cuidado el grueso cable que estaba conectado a su cabeza, a través del cual fluía toda la información.
Un intenso grito de dolor rompió el silencio una vez más.
Titán intentó levantarse, pero solo logró caer de rodillas, sosteniendo en una de sus manos lo que antes había estado conectado a su cabeza.
—¿Qué es lo que quieren de ti? —preguntó una voz que provenía de su flanco izquierdo.
—No lo sé... —respondió, levantando la mirada hacia otro Nexo que ya había pasado por ese tortuoso proceso.
El otro hombre de metal de carcasa verdosa le ofreció una mano, y Titán la aceptó, permitiéndole ayudarlo a ponerse de pie y caminar hacia el patio. La luz artificial de la gran ciudad, protegida por una cúpula de cristal, iluminaba su figura, aunque sin brindarle mucha calidez. Cuando se sintió lo suficientemente fuerte, se separó de su apoyo y avanzó por sí mismo hacia los otros dos Nexo que esperaban bajo la sombra de un árbol.
—Por el Hacedor, esta vez fue un día de tortura... —exclamó Dysis, mientras examinaba minuciosamente a su compañero.
—Y apenas están comenzando con él —indicó el Exo que había ayudado a Titán al principio.
—Si esto continúa, te matarán —dijo Dysis, visiblemente preocupada.
—Me estarían haciendo un favor —replicó Titán, con los ojos fijos en los brillantes destellos naranjas de Dysis.
Acto seguido, se alejó caminando, deseando estar solo y, si fuera posible, desaparecer. Su viaje a esa extraña ciudad creada por los Caminantes había sido una de las cosas que más deseaba borrar de su mente. Lo que había hecho antes de ser capturado, aquel acto al que se vio obligado a cometer. Nunca podría olvidarlo.
Sabía por qué lo querían, a pesar de que se había negado en repetidas ocasiones, y era porque deseaban acceder a lo que había en su cabeza. Desafortunadamente, solo podía guardar esa información para sí mismo, al menos eso intentaba hacer.
—Titán, ¿por qué no les dices lo que buscan con tanto empeño? —inquirió un Nexo desde detrás.
Aquel soldado desde su despertar apretó los puños y giró sobre sus talones para enfrentarlo. Odiaba que sus compañeros siguieran insistiendo en que permitiera a los Caminantes tomar lo que quisieran.
—¿Qué más me queda? —contestó, con evidente enojo. Se dirigió hacia los tres Exo que lo seguían de cerca, observándolos detenidamente—. Fuimos creados para la victoria o una muerte honorable en el campo de batalla. Ahora mírense, cómodos en un lugar como este.
Dysis acortó la distancia y trató de tranquilizarlo, pero Titán rechazó aquel gesto como si fueran completos desconocidos.
—¿Qué opciones nos das? En este lugar no hay forma de resistirse. No tenemos armas, recursos, ni fuerzas suficientes para ello —replicó el Nexo de armadura ocre—. ¿Realmente quieres que luchemos?
—Es lo mejor —concluyó el soldado de patrones de color negro y rojo.
Las pequeñas placas de metal en la parte superior del rostro de Orión se juntaron, mostrando su desacuerdo. Su expresión era tan humana que él, al igual que muchos otros, parecía ser un ser humano oculto bajo una coraza de metal.
—Por supuesto. Avisaré a todos y les diré que recojan palos y piedras para la guerra —añadió con sarcasmo.
Dysis pareció golpear a Orión con el codo antes de dirigirse al Nexo que ansiaba salir de aquel lugar.
—Lo que estás insinuando ya se ha intentado antes —informó, manteniendo la calma—. Todas esas veces terminaron en fracaso y con bajas innecesarias. No hay razón para repetirlo.
Titán apretó los puños. Afuera, sus compañeros estaban muriendo uno tras otro en una implacable persecución, mientras que ellos disfrutaban de vidas cotidianas que no les pertenecían en absoluto.
—Ellos se han rendido —dijo el soldado, relajando los hombros y soltando los puños. Luego, señalándose a sí mismo con audacia, continuó—. Pero yo no.
El robot dio media vuelta y avanzó apresuradamente. Prefería irse a cualquier otro lugar, lo más lejos posible de todos esos Exo. Por suerte, ninguno lo siguió. Creían que un poco de paz y soledad podría aclararle la mente, pero no habría nada de eso. En absoluto.
Continuó su camino indefinido hasta que la ciudad se oscureció, las luces cubriendo puntos clave. Los presentes que disfrutaban de otra tranquila noche no pudieron apartar los ojos de él, aunque algunos trataban de disimularlo. Dos Exo abandonaron sus posiciones y lo siguieron tomando su distancia.
Titán se percató de las sombras detrás de él, por lo que antes de salir decidió enfrentarlos.
—¿Se les perdió algo? —les preguntó desafiante.
Los dos robots no respondieron y optaron por regresar a sus posiciones anteriores, no por intimidación, sino porque alguien más se lo había ordenado.
—De hecho, sí. —Una voz femenina agradable habló desde atrás—. Necesitamos que nos ayudes.
Titán se giró hacia la voz sin mostrar ninguna expresión. La Exo, vestida con un largo abrigo oscuro, le indicó que la siguiera. Al ver que el soldado no se movía, ella mostró la pistola metálica azulada que llevaba enfundada en su pantalón gris militar.
—¿Por qué no acabamos con esto aquí y ahora? —inquirió Titán. No se sentía intimidado en lo más mínimo, de hecho, deseaba que alguien acelerara el proceso.
La Exo soltó una carcajada.
—La verdad, esperaba que me amenazaras en lugar de pedirme que te asesinara —respondió la Nexo femenina mientras se tomaba la cintura con las dos manos—. Ya sabes, como la mayoría por aquí.
Luego extendió la mano para saludarlo.
—Soy Fragment-2, sargento mayor de la antigua compañía Marte.
Su acompañante entrecerró los ojos. Se preguntaba si eso podría ser cierto. Antes de llegar allí, ya había escuchado hablar de esa compañía que, según se decía, había sido exterminada por completo en una escaramuza. O al menos eso creían muchos, incluido él. Con cierta vacilación, extendió la mano para devolver el saludo.
—Soy Titán.
Finalmente, estrecharon sus manos, depositando su confianza mutua.
—Sígueme. Hay mucho de qué hablar.
Así fue como Titán dejó de caminar sin rumbo, siendo guiado esta vez por alguien que parecía muy diferente a todos los demás que había conocido en esa ciudad.
—¿Qué hay de los matones que me seguían antes? —preguntó.
—Fueron enviados por un amigo mío. Tiene miedo de que reveles algo realmente importante a aquellos que nos mantienen aquí como sus ratas de laboratorio.
—No quiero hacerlo, pero...
—Ellos te mantienen aquí hasta que empieces a ceder, poco a poco —susurró Fragment, mostrando su resentimiento guardado por aquel tortuoso proceso. Luego, elevando su volumen de voz nuevamente, continuó—. Yo lo sé, soy una de las pocas que ha experimentado esa tortura.
Fragment giró la cabeza hacia su compañero y luego le dio un golpecito en el hombro.
—Quizás superes mi récord de dos días.
«Espero que no», respondió en su mente, mientras miraba fijamente los ojos blancos de Fragment. Como siempre, sus pensamientos eran para sí mismo, y aún le resultaba extraño el inmenso silencio que seguía a sus reflexiones.
Aceleraron el paso a medida que se adentraban en una serie de edificios donde vivían otros como ellos. Cada esquina estaba vigilada por cámaras de seguridad instaladas por los Caminantes para vigilarlos.
—¿Cómo puedo saber que puedo confiar en ti? —cuestionó Titán, mostrando cierto escepticismo en sus palabras.
—Somos los únicos que intentamos salir de este lugar. No importa cuánto intentemos, al final prevaleceremos —respondió ella, con determinación en su voz.
—Te muestras muy segura de eso —observó Titán, echando un vistazo fugaz a una cámara esférica que los seguía de cerca.
Ella soltó una risa suave. Luego, lo guió por otra larga pasarela, donde perdieron el contacto visual con la vigilancia que rodeaba el área. Una de las cámaras controladas a distancia abandonó su posición y se movió en busca de los dos Nexo, pero al no encontrarlos en el punto ciego donde la vigilancia no alcanzaba a cubrir, regresó a su lugar.
Los ojos oscurecidos de ambos robots recobraron su brillo mientras se alejaban de la fría pared de la pasarela. Fragment estaba acostumbrada a desaparecer de esa manera, pero para Titán era una locura. Le costaba creer que la cámara no los hubiera visto mientras permanecían inmóviles en su lugar.
—Creo que podemos escapar de este lugar y convertir nuestro planeta en la tumba de esos bastardos —respondió ella al comentario anterior de Titán, dando pasos decididos para salir de la pasarela y contemplar la luna artificial que les habían proporcionado—. No pertenecemos aquí. Nunca lo haremos, aunque intenten simular que estamos en nuestro hogar.
—Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganar esta guerra —declaró Titán.
Fragment inclinó la cabeza, volviéndose hacia él para guiarlo a través de la oscuridad hacia el lugar deseado. Un guardia que custodiaba una imponente puerta les permitió el paso una vez que la guía de Titán se identificó. Al cruzar esa puerta, ingresaron a un gran salón lleno de luces sincronizadas con la música. Había varios Nexo disfrutando de la noche, charlando, bailando e incluso peleando entre sí, en un estado en el que no estaban plenamente conscientes de lo que hacían.
—Mantente alerta —advirtió Fragment.
Titán continuó observando a su alrededor sin entusiasmo. Algunos de los presentes se insertaban implantes en la nuca, lo que los llevaba a comportarse de manera extraña y errática. Mientras se movían de un extremo a otro del salón, Fragment presentó a Titán a otro robot que parecía formar parte de la resistencia de los Nexo. Este lo miró con expresión desconfiada.
—Él es el amigo del que te había hablado —explicó Fragment, como si no notara la antipatía evidente en su "amigo" hacia Titán.
Titán inclinó la cabeza en un gesto de saludo. El otro, claramente hostil, negó con la cabeza repetidamente.
—No se te ocurra hacer ninguna tontería, o yo mismo me encargaré de enviarte al Valhalla —amenazó, apuntando al chasis del soldado. Titán apartó de inmediato el dedo que lo señalaba con un movimiento brusco.
—Puedes intentarlo —desafió, entrecerrando los ojos.
La respuesta provocó que el otro, quien había lanzado la primera amenaza, apretara los puños con el deseo de poner en su lugar al recién llegado que se había atrevido a desafiarlo. Pero, para su desgracia, no podía hacer nada de eso, al menos no hasta que tuvieran los medios necesarios para enfrentar a sus captores. Al final, tuvo que resignarse y seguir con la misión.
—Apresurémonos. No quiero arrepentirme —dijo, alejándose de la puerta que estaba a su espalda.
Sin hacer preguntas, ingresaron a otra habitación oscura. Automáticamente, una lámpara integrada en la armadura de Titán se encendió, iluminando el área que tenía frente a él, al menos dos metros de distancia. Fragment aprovechó esa luz para levantar una pesada compuerta en el suelo y, con un salto, fue la primera en descender por ella. Los otros dos la siguieron poco después.
El clima en ese lugar subterráneo era húmedo. Se podía escuchar el goteo constante de las gotas que caían del techo, formando pequeños charcos que resonaban como un antiguo reloj marcando las horas y los minutos.
El lugar estaba lleno de túneles que aparentemente conectaban con diversos puntos de la ciudad, y el sonido del agua que descendía al suelo resonaba en cada uno de ellos. Fragment señaló una de las rutas a su derecha. Continuaron caminando hasta llegar a una sala de operaciones donde varios robots parecían ignorar por completo la presencia de los tres Nexo que acababan de llegar.
—Tewa —llamó Fragment, acercándose a otra Nexo que estaba frente a varias pantallas con imágenes en vivo de las cámaras de seguridad instaladas en la ciudad.
—¿Sí? —preguntó Tewa sin demora, su rostro oscuro sin ojos ni boca parecía un casco de combate.
—Necesitamos que atiendas a nuestro invitado —indicó Fragment.
Tewa inclinó su cabeza a un lado para ver detrás de la sargento a Titán y lo examinó detenidamente, luego abandonó su asiento para dirigirse a otro túnel que llevaba a otra sala llena de artefactos similares a los utilizados por los Caminantes para extraer los recuerdos.
—Siéntate —ordenó.
Titán no se movió ni un centímetro.
—¿Qué es lo que pretenden? —inquirió, con un genuino deseo de saber qué le iban a hacer.
—Veremos y guardaremos tus recuerdos desde el principio —respondió Fragment.
Titán pareció vacilar ante la idea de someterse nuevamente al doloroso proceso al que lo obligaban cada semana.
—Debes confiar en nosotros —agregó ella—. Si llegamos al punto crucial antes que ellos, no tendrán poder sobre nosotros.
—¿No sería menos doloroso simplemente contarlo todo? —propuso Titán—. Puedo relatarles cada detalle sin omitir nada.
—Desafortunadamente, en estos tiempos, las palabras tienen poco valor —dijo Fragment, cruzándose de brazos—. Se requieren pruebas para tener razón, incluso cuando la verdad no esté de nuestro lado.
Titán aceptó que Fragment tenía un buen punto. Tal vez por eso los Caminantes lo obligaban a revelar sus recuerdos.
Finalmente, caminó hacia donde se le indicaba, tomó asiento y se relajó mientras Tewa conectaba cuidadosamente el único enlace en su cabeza a una supercomputadora creada por ellos mismos.
—Pase lo que pase, intenta mantener la calma. Si no lo haces, podría doler un poco —advirtió Tewa, iniciando el último proceso para adentrarse en la mente del soldado.
Titán miró fijamente a Fragment, quien observaba con atención el progreso de Tewa. Segundos después, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal cuando el enlace tuvo éxito, y cerró los ojos.
Estaba igualmente decidido que Fragment a luchar y ganar la guerra de más de cien años contra los Caminantes. Pero, ¿a qué costo?
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