2. Abandonado bajo tierra. (Parte dos)
Sentinel se encontraba absorto en la tarea de encontrar la manera de rescatar a todas esas personas. El tiempo de hibernación al que habían sido sometidas estaba llegando a su fin, justo como se les había prometido cuando les ofrecieron huir a otro planeta para escapar de la amenaza de los Caminantes. Sin embargo, su misión nunca se llevó a cabo. En cambio, simplemente habían dormido, confiando en que estarían a salvo durante poco más de sesenta años.
—¿Cómo vamos a sacar a todos de aquí? —titubeó Seis, planteando una pregunta que también sembró dudas en los otros Nexos presentes. Eran demasiadas personas que necesitaban ser guiadas, lo cual las hacía vulnerables a cualquier ataque.
—No lo sé —respondió Sentinel.
Una de las cápsulas se abrió, liberando las sustancias que mantenían al ocupante congelado y dormido. Sentinel se alarmó, ya que no era el momento adecuado para sacar a sus creadores sin tener a mano los Nexos especializados en la reanimación adecuada. Rápidamente se dirigió hacia el responsable, un soldado con armadura roja y negra cubierto de alguna sustancia oscura. Estaba a punto de reprenderlo cuando quedó estupefacto ante lo que vio. La habitante de la cápsula estaba muerta, aunque su cuerpo se encontraba en buen estado. Su corazón no latía. Ante esto, se movilizó y mientras recorría las cápsulas una tras otra, se dio cuenta de que todos los ocupantes habían muerto repentinamente dentro de ellas. Los registros indicaban que se había iniciado el proceso de reanimación, pero el comando había sido anulado, condenando a todas esas personas a una muerte dolorosa cuando las sustancias crioprotectoras fueran retiradas y las temperaturas extremas dañaran irreversiblemente sus cuerpos. El registro también mostraba el nombre de la persona que realizó esa supuesta "reanimación", claramente un acto malintencionado.
—¿Fue todo esto una pérdida de tiempo? —se preguntó a sí mismo, lanzando la pregunta al aire en busca de una respuesta.
Titán posó una mano en el hombro de Sentinel y negó con la cabeza. Su viaje no había sido en vano, y aunque su compañero aún no lo supiera, habían logrado rescatar a un hombre y a una pequeña niña. El simple hecho de encontrarlos ya era motivo suficiente para estar orgullosos. El robot les indicó que lo siguieran con un gesto de la mano. Aunque la escuadra estaba desconcertada por su falta de comunicación verbal, lo siguieron hasta llegar a otro punto de entrada, donde Cryo y una pequeña niña de unos siete u ocho años esperaban ansiosos el regreso de Titán. Sobre todo la niña, quien anhelaba reunirse con su madre.
—Atención, los Caminantes se acercan —advirtió la voz de Banshe a través de los canales, repitiendo una y otra vez—. Procuremos irnos antes de tener que enrolarse en un conflicto innecesario.
—¿Un conflicto innecesario? —argumentó Ann. El único lenguaje que conocía era el de la batalla.
—Sigamos las indicaciones de Banshe —dijo Sentinel, observando a la pequeña niña temerosa en los brazos de Cryo—. No debemos ponerla en peligro.
Todos asintieron y siguieron adelante sin quejas ni objeciones. Sentinel y su escuadra se quedaron impresionados al ver el cuerpo del otro Fenrák muerto cerca de la entrada. Por un momento, dudaron de que solo dos Nexos hubieran sido capaces de derrotarlo, pero luego lo aceptaron. Cryo era astuto, mientras que Titán poseía una fuerza y resistencia impresionantes. Juntos, formaban un poderoso equipo de soldados dispuestos a luchar codo a codo hasta la muerte.
Durante la marcha la mente de Titán estaba plagada de pensamientos. Había visto claramente el nombre del culpable de la muerte de todas las personas en las cápsulas. Sin lugar a dudas, era un humano, y si su mente no estaba afectada por el encuentro cercano con el Fenrák, podía estar seguro de que se trataba del hombre que habían encontrado.
Finalmente llegaron al lugar donde Titán y Cryo se habían encontrado al científico amenazado por dos Caminantes. En el suelo, había un rastro de sangre fresca perteneciente a un humano. Entre las manchas, se podía ver una bota que se estaba empezando a cubrir de coágulos.
—Banshe, Crow, ¿dónde están? —preguntó Cryo a través de la radio.
No recibieron respuesta, sólo estática que llenaba el canal de comunicación.
Banshe
Planeta Tierra. Ciudad Leiza, África. 10 minutos antes.
Banshe observaba nerviosa lo que su compañera planeaba hacer. Parecía no importarle el dolor que le causaría al hombre al cortarle parte del brazo. Muchos podrían considerarlo una locura, pero era una locura necesaria en la que, sorprendentemente, Banshe no se veía obligada a intervenir para evitar que un humano sufriera daño.
—Agárralo fuerte. No quiero fallar ni un centímetro —ordenó Crow, manteniendo su cuchilla a poca distancia de la piel del hombre.
—¡No, por favor! —suplicaba el hombre, intentando liberarse del agarre de Banshe—. Lo siento. No quise traerlos aquí, ¡de verdad!
—Cierra la boca o también haré algo con tu lengua —sentenció la Nexo.
Banshe hizo todo lo posible para contener los forcejeos del humano. No entendía por qué tenían que cortarle parte del brazo, pero tenía que confiar en Crow: la veterana curtida que había sobrevivido a los primeros ataques de los Caminantes en las ciudades africanas.
—No te preocupes, no te desangrarás —le dijo la Nexo amenazadoramente, levantando su arma para realizar el corte en dos movimientos dolorosos.
El hombre habría retorcido de dolor si no fuera por la otra robot que lo sujetaba para evitarlo. Aun así, no pudo evitar soltar aullidos de agonía, especialmente cuando vio cómo Crow usaba una navaja calentada con un soplete para cauterizar la herida. Sin previo aviso, sintió el calor abrumador calcinar su piel y carne. Los gritos que emitía eran ensordecedores y casi insoportables, hasta que finalmente se desmayó por el dolor.
Un tiempo después, cuando todo estuvo terminado, Crow se levantó con más calma, guardando en su lugar los utensilios que había utilizado para tratar al hombre.
—Es hora de irnos —declaró, levantando de suelo la mano pálida con el rastreador en su muñeca—. Avisa a los demás. Yo me encargaré de los Caminantes.
Banshe no tuvo más opción que seguir al pie de la letra las instrucciones. Levantó al hombre sobre sus hombros y transmitió de inmediato la orden mientras se alejaba del rastro de sangre dejado por la intervención de Crow.
Titán
Planeta Tierra. Ciudad de Leiza, África.
—Crow, responde. —Cryo continuaba intentando comunicarse con alguna de las dos.
Titán se acercó a la huella dejada en la sangre, los patrones le resultaban muy familiares. Al final, concluyó que debía ser de Banshe. ¿Cómo lo sabía? Le llevaría un par de segundos, pero reconocería esa bota que dejó la marca en cualquier lugar. Pertenecía a ella, la dedicada Nexo que siempre estaba pendiente de él. Ahora era Titán quien se preocupaba por ella.
—¿Ya están fuera? —preguntó Banshe, llena de agitación y preocupación.
—No, aún no. —Cryo y los demás se sintieron aliviados—. ¿Dónde están?
—Junto al sargento —respondió la Nexo.
Por la radio, se escuchó la voz de alguien más uniéndose al canal.
—Si lo que Banshe me dice es cierto, deben salir de ahí inmediatamente —ordenó Blayde, hablando con menos dificultad de la que se podría esperar.
—Eso haremos —confirmó el soldado.
Los demás a su alrededor se prepararon para avanzar. Debían salir de allí lo más pronto posible. Solo Cryo iba a un ritmo más tranquilo, sosteniendo a la niña y planeando un plan de emergencia en caso de ser alcanzados. En realidad, nunca se sabía qué sufrían los Nexo si eran capturados. Aunque, como se mencionó antes, si es que se daba la desafortunada ocasión de ser tomados prisioneros. En su mayoría, les recordaban qué hacer si no tenían posibilidad de escape, como borrar toda la información de sus mentes para evitar que cayera en manos enemigas. Simplemente ingresaban una serie de códigos detrás de su nuca que los llevaría a eliminar todo. Números que los conducirían a aniquilar sus propias mentes, o como muchos lo llamarían, el suicidio. El final de sus vidas en el campo de batalla. Estaba claro que Cryo no deseaba morir; algo dentro de él le temía a ese destino.
—¿Y mamá? —La dulce niña, aferrada a su mano, lo sacó de sus pensamientos.
Titán volvió la mirada hacia ellos. Cryo lo observó y esperó una respuesta, pero su compañero negó con la cabeza.
—Ella... —se detuvo, buscando una pequeña mentira piadosa que surgiera en su mente al instante—. Ella no vendrá. Necesita descansar un poco más, pequeña.
Los ojos extraños y brillantes de la niña lo miraron con incredulidad.
—Mamá tiene que descansar un poco más —agregó, sintiendo un estremecimiento interno.
La "vida pasada", como algunos Nexo la llamaban, de Cryo no había sido fácil. Sus escasos recuerdos se centraban en un par de niños que aparentemente estaban bajo su cuidado y protección. Recordaba haber jugado con ellos, mencionar sus nombres, pero sus rostros ya no eran visibles en su mente, solo eran un borrón del cual Cryo no podía estar seguro si era algo bueno o malo. Sabía lo que les había ocurrido, cómo no pudo protegerlos. Aunque fuera su vida pasada, aún cargaba con la culpa y hacía todo lo posible para redimirse. Esta era su oportunidad, esta vez sería diferente. Se armó de valor y apretó suavemente la mano de la niña, expresando que no la perdería a ella también. No en su guardia.
—¿Quieres jugar a un juego? —propuso, tratando de distraerla.
(...)
Las luces en la estructura subterránea comenzaron a fallar, parpadeando hasta cuatro veces por minuto. Eso no inquietaba a Titán, después de todo, había derrotado a un Fenrák, esa temible bestia entre los Nexo y a la vez una de las criaturas deseadas para ser domesticadas. Si tan solo pudieran tener a esos seres de su lado, podrían convertirse en la pesadilla de los Caminantes. Pero los parpadeos comenzaron a hacerse más largos, indicando que no quedaba mucho tiempo antes de que se sumieran en la oscuridad total. Aunque no les supusiera una gran dificultad, no podían permitirse descuidos. Debían ser cautelosos, ya que perder extremidades era un lujo que ya no podían permitirse.
Desde su posición, pudo escuchar cómo Cryo entretenía a la niña con un extraño juego. Enumeraban los planetas que conocían y sus características, el juego terminaba cuando uno de ellos se quedaba sin ideas. Podía ser un poco ruidoso, pero era mejor que tener a la niña asustada.
De repente, un temblor los sacudió, apagando por completo la iluminación del lugar. La niña soltó un agudo grito.
Las luces adheridas a sus cascos y armaduras se encendieron uno tras otro. Golpearon con fuerza una superficie metálica, desencadenando más golpes hasta que un Fenrák escapó con una de sus crías entre sus feroces fauces. La criatura los observó brevemente antes de salir corriendo, huyendo de algo aún más peligroso.
El lugar volvió a temblar, impidiendo que avanzaran. Luego retrocedieron al escuchar un rugido escalofriante proveniente de la oscura abertura. Seis extrañas y largas extremidades finas emergieron, seguidas por un largo cuerpo de color arena que brillaba débilmente en la escasa iluminación del lugar.
Los Nexo retrocedieron, nunca antes habían visto algo como eso. Sabían que era peligroso, dado cómo el Fenrák había huido sin luchar.
El ser desconocido frente a ellos se movía con dificultad por los estrechos pasillos, buscando algo de su interés. Las dos patas adicionales que poseía parecían servir únicamente para sostener su enorme estómago. Su voracidad se manifestaba en su caja torácica transformada en una boca vertical gigantesca capaz de triturar casi cualquier cosa. Su cabeza, de aspecto reptiliano, retrocedió para revelar una especie de probóscide corta que utilizaba para detectar posibles presas.
—Y así es como los Caminantes reviven traumas de la infancia —se quejó Seis, retrocediendo intimidado.
El lagarto alienígena los observó fijamente, buscando algo en particular. Cuando pareció encontrarlo, avanzó sin preocuparse por lo que se encontrara en su camino. Incluyendo a los Nexo.
La niña gritó horrorizada ante la criatura que amenazaba su vida.
Todos los soldados de metal dispararon sin piedad al ser que intentaba pasar por encima de ellos. Las balas perforaron su cuerpo con facilidad, dejando marcas en varios puntos hasta que finalmente se detuvieron a pocos centímetros de la niña. Desde el lugar donde la criatura finalmente cayó, derramó un líquido verdoso que corroía el suelo metálico.
El grupo continuó sin hacer preguntas ni lanzar acusaciones. Solo Seis se detuvo para tomar varias fotografías, curioso por lo que habían encontrado. Pronto, Ann lo interrumpió tirando de su chasis para asegurarse de que los Nexo que los seguían no se quedaran atrás por su culpa.
—Cryo, ¿cómo está la niña? —preguntó Sentinel con severidad.
—No hay de qué preocuparse, solo se asustó un poco —respondió Cryo, tomado de la mano de la adorable humana.
—Bien. Después de esto, no perderemos más tiempo para salir de aquí —afirmó el soldado.
Los demás asintieron, tomando sus palabras como una orden a seguir. Todos comenzaron a correr rápidamente, creando un eco notable mientras avanzaban al unísono. La falta de iluminación y los nuevos y extraños enemigos en su camino no serían suficientes para detenerlos.
—¿A dónde vamos? —preguntó la niña mientras era levantada en los brazos de su protector robótico.
Cryo estaba dispuesto a responder, pero antes de hacerlo, el lugar tembló, haciendo que algunos de los Nexo perdieran el equilibrio. Titán se acercó a su lado para asegurarse de que estuvieran bien.
—Estamos experimentando un terremoto de magnitud desconocida —anunció Banshe, un poco agitada—. Eso debe ser lo que activó la baliza... —Más que comunicarlo a sus compañeros, parecía decirlo para sí misma.
Sentinel negó con la cabeza, indicando a todos los que lo seguían que no había problema. Continuaron avanzando y descubrieron que el camino que habían tomado estaba completamente bloqueado.
—Veamos qué podemos hacer —susurró Sentinel, adelantándose para intentar remover los escombros y placas oxidadas que obstruían su camino.
Anne, Titán y Seis se unieron a él.
El Nexo más pequeño escuchó un crujido apenas audible. Antes de advertir a su equipo sobre el ruido, todos dirigieron su atención al estruendoso sonido que provenía del exterior. Era probable que se debiera a la frágil estructura de la gran nave colonial.
—Banshe, informe —pidió el líder, preocupado.
La solicitada intentó dar su informe, pero las comunicaciones se vieron afectadas, dificultando que sus palabras fueran escuchadas claramente.
—Esta es nuestra única salida... —murmuró a regañadientes—. Seremos sepultados si no hacemos algo.
Antes de que todos continuaran removiendo escombros y basura, otro crujido estruendoso los hizo apartarse de la entrada, reconociendo al instante el odioso chirrido de la vieja nave colonial oxidada. Estaba a punto de caer sobre ellos y ninguno estaba seguro de que el lugar subterráneo pudiera resistir el peso de esa estructura colosal.
Sin dudarlo, se reagruparon con los demás y formaron un círculo alrededor de la pequeña a la que habían jurado proteger antes de que el lugar se derrumbara sobre ellos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top