1. Lo que se quedó atrás.

Secuencia Uno//

Titán

 
La marcha no cesaba para las incansables máquinas en medio del terrorífico terreno que fue testigo del exterminio.

El viento que soplaba con fuerza levantando a su paso tierra y polvo, y silbando entre las estructuras como una suave melodía eran sin duda su única compañía. Sin mencionar que, sólo en momentos oportunos, se le podía escuchar a un perro vagabundo ladrar a todos los soldados metálicos que iban de paso por una de las mejores y antiguas ciudades africanas. Y para ser exactos, Leiza fue de las últimas ciudades en caer a manos de los "Caminantes" aproximadamente en los años 2160, un siglo antes de la completa extinción del ser humano. Ahora sólo era de las mejores rutas por tomar para los Nexos, la autodenominada raza de hombres máquinas creados en un tiempo olvidado.

—¿A dónde vamos? —indagó un robot de baja estatura. El tono agudo de su modulador de voz daba a entender de que se trataba de un Nexo femenino.

Uno de los tantos soldados de metal centró su atención por poco menos de cinco minutos a la robot a su izquierda. Su acompañante se trataba de un antiguo humano que había abandonado su cuerpo de carne y hueso, creyendo que esa sería la única escapatoria a la extinción.

—¿Es seguro? —volvió a cuestionar.

A pesar de que su voz se distorsionó un poco con la tranferencia de conciencia, todavía era fácil distinguir lo que transmitían a través de ella. En este caso, la aguda voz no reflejaba nada más y nada menos que miedo; un temor hacia la muerte tan implacable que era capaz de sentenciar a cada robot a un fatídico final.

—Ningún lugar lo es —respondió otro, bajando la voz a pesar de encontrarse entre cientos de aliados.

Un robot de un metro ochenta aceleró su paso para lograr estar de lado de la inquisitiva robot. Éste contaba con un rifle binario Ignis-14 entre sus brazos, una pesada coraza alrededor de su cuerpo, y un solo ojo con el que miraba atentamente a su compañera.

—¿Tú también eres...?

El cíclope asintió, resolviendo al instante aquella duda que había emergido en la mujer.

—Pero no te preocupes, si seguimos con todos estos Nexos sobreviviremos —le comentó, seguro de que así sería —. ¿Sabes por qué?

La robot negó con la cabeza sucesivamente. Realmente no estaba segura de poder sobrevivir con otro cuerpo, sobre todo si con el primero fracasó en cuanto los Caminantes se percataron de su existencia.

—Ellos nos protegerán —el cíclope susurró, en respuesta a su propia pregunta —. Están diseñados para hacerlo por el simple hecho de que somos humanos. Nosotros los creamos para que nos defendieran de todos nuestros invasores.

Poco más allá de aquel par, se encontraba Titán: un soldado que escuchaba con atención aquella pequeña conversación mientras admiraba el desolado paisaje color arena y cobre. En cuanto pudo se acercó a ellos, desenfundando una pistola de corto alcance para luego abrir fuego en un sola ocasión contra el chasis del cíclope.

Una notable marca de despintado se creó en la placa metálica del individuo, similar a un rasguño de alguna criatura temida entre los Nexos.

El sonido de la bala retumbó de edificio en edificio que los rodeaba, siendo escuchado por lo menos a tres cuadras de distancia, sin descartar a toda la compañía correspondiente de ciento setenta y cinco soldados de metal bien armados para cualquier enfrentamiento que detuvieron su paso después de setenta y dos horas de caminata sin parar.

—Ya no son humanos —los sentenció con la habitual voz intimidante que poseía, esperando sacar de golpe aquella idea errónea que mantenía ese robot —. Ahora son como nosotros. Eso no quiere decir que pierden importancia, pero tampoco significa que se arriesgaría a todo un batallón para salvarlos.

La reacción del soldado fue tan precipitada por el simple hecho de que allá atrás, a unos cientos de kilómetros, había perdido a varios de sus compañeros defendiendo un punto para dar tiempo a los demás pelotones de movilizarse y acudir a la baliza de emergencia dejada allí. Muchas voces por la radio creían que por fin encontrarían humanos después de tanto tiempo de caminar sobre la tierra, solos. Para su desgracia no lo hicieron; sólo encontraron a esa mujer que había transferido su consciencia hacía mucho tiempo a un nuevo recipiente igual de mortal que el anterior arrinconada en una cueva sin saber qué hacer o a dónde ir.
El cíclope se quedó en silencio al igual que su compañera, mientras que los demás Nexos, incluyendo a Titán, reanudaron su curso como si aquella pequeña discusión nunca hubiese pasado.

El soldado tuvo que ser tajante ante ese par antes de que por alguna negligencia como la suya les costara bajas innecesarias. Los humanos se habían extinguido. Punto. Nada podría cambiar eso por más que se quisiera, o al menos eso era lo que pensaba.

Los Nexos habían fallado en su tarea principal, aún así no cometerían el mismo error dos veces y permitirían que ellos también fuesen los siguientes en desaparecer. Podrían seguir así por muchísimos años más, ya que no les sería ningún impedimento entrar en un combate con una duración de más de ciento veinte horas. En cambio con los Caminantes, sí. Éstos seguían siendo seres orgánicos que se alimentaban y descansaban para satisfacer las funciones primarias de sus cuerpos.

Sin nada más que pensar o hacer, Titán miró a los robots a su alrededor. Muchos de los soldados se cubrían con mantas y arápos viejos para evitar que pequeñas estelas de arena que levantaba el viento entrase en sus articulaciones y dañaran sus gráciles movimientos, otros simplemente viajaban mostrando sus relucientes armaduras al sol sin temor alguno.

—Sargento —una Nexo pasó a un lado de él para terminar lo más cerca posible del mencionado —, recibimos un nuevo mensaje —informó, situando un radio transmisor a un costado de la cabeza del robot.

Tras ser colocarlo, instantáneamente el mensaje hizo reproducción dentro de su cabeza. La voz de una Nexo anunció de los extraños movimientos enemigos al suroeste de su posición. Lo que sea que los Caminantes estuvieran haciendo, nunca era bueno dejarlos seguir con lo suyo.

Por un momento Titán tuvo curiosidad de saber qué era lo que se decía en tal transmisor, aunque suponía que debía ser tan importante como para que la Nexo Banshe arribara hasta el sargento a gran velocidad. Cuando el mensaje finalizó, el transmisor fue retirado por la cabo B4NSH33. La Nexo aguardó ahí en espera por la respuesta de su sargento.

—¿El capitán ya está enterado? —inquirió.

—Sí, él esperaba que usted respondiera —Banshee no se demoró ni un segundo en contestar, retomando el transmisor para llevarlo a un costado de su cabeza.

—Notifica al pelotón —ordenó, tomando de su espalda el rifle binario que la mayoría de los Nexo portaban.

Banshee hizo un breve saludo militar y comenzó a contactar con todos los integrantes, integrandolos a una red de batalla exclusiva para el pelotón. Titán, apenas escuchando las primeras sílabas del llamado fue el primero en llegar a un paso ansioso, seguido de los otros soldados que salieron de uno en uno de las filas para reagruparse a su lado. Eran únicos siete que habían logrado seguir en pie durante todo el camino después de tantas escaramuzas con los Caminantes.

El más alto de todos dio dos pasos al frente, destacando una cresta teñida entre el negro y el rojo que se elavaba con orgullo al cielo y formaba parte de su casco, empezando desde la frente a la nuca, siendo la única imagen viviente de lo que en antaño fueron los guerreros Espartanos. Se colocó en posición firme y erguida con los pies juntos y brazos a los lados. Luego, levantó su mano derecha hacia su cabeza sin despegar la mirada de su mayor.

—¿A dónde, sargento? —solicitó con el entusiasmo de aventurarse afuera de la lenta y aburrida marcha.

El sargento regresó el saludo. Se giró sobre sus talones e indicó que siguieran su paso, alejándose poco a poco de los demás Nexos que pese a todo seguirían su curso. Gracias a ello, el pelotón pudo apreciar con más claridad el misterioso color cobre de los edificios que relumbraba con hasta el más mínimo destello de sol. Ningún Nexo sobre la tierra tenía la menor idea de lo que había pasado en esa gran ciudad, o porqué todo se había reducido a sólo arena y cobre. Cuando el sargento aumentó el ritmo alargando sus zancadas, todos le siguieron de manera ordenada y sin queja alguna. Titán sabía a la perfección que eso era nada que se pudiera comparar con antiguos subordinados de carne y hueso que no serían capaz de seguirle a un metro de distancia sin soltar un solo reclamo. No era que despreciara a su hacedor, pero por pequeñeces como esa era la razón razón por la que habían desaparecido ante los Caminantes.

En tan sólo menos de veinte minutos la velocidad del sargento descendió. «Estamos cerca», su pensamiento resonó en las cabezas de todos los Nexos que conformaban la red de batalla del pelotón.

La mayoría de los Nexos contaban con transmisores y receptores sofisticados que permitían la comunicación mediante la transmisión de señales eléctricas desde sus cabezas. Cada una de las señales eran recibidas y decodificadas por otros soldados en la red, permitiendo la transmisión de información en tiempo real.

Metros más adelante el sargento alzó su puño cerrado para señalar que debían de detenerse en seco. Su cuerpo cubierto por placas de metal se irguió hacia el frente.

—Bajen la cabeza —indicó después.

—¿Qué ocurre? —el francotirador del pelotón se incó en su lugar, curioso de saber a qué iban hacia aquel lugar.

El sargento, originalmente nombrado B-7AYDE, lo calló al instante clavando su mirada en él.

—Escuchen —insinuó, llevando su dedo índice en la lateral de su cabeza.

Los soldados aumentaron la capacidad auditiva de sus sensores para poseer la habilidad de discernir otros sonidos que se escondían detrás del rugido del viento. A los pocos segundos pudieron percibir un molesto rechinido metálico, proveniente de la estructura base de una nave colonial que jamás fue terminada. La mayor parte de ella se encontraba de aquel ilustre color cobre a pesar de que el material de cada nave fuese inoxidable.

—Eso está por caer —comunicó Banshee, cortando con el silencio creado entre ellos al posicionarse a espaldas del grupo.

Blayde asintió. Después de eso señaló con su mano una de las azoteas que los rodeaban. Un Caminante se encontraba ahí mismo montando guardia con un largo rifle de luz. El resplandor en su armadura oscura capturó la atención del resto del pelotón. El sargento señaló más puntos donde otros Caminantes enemigos patrullaban. H4V0C, más a menudo llamado simplemente Havoc, levantó su rifle de precisión con una conexión al sistema de su portador y con una visión precisa comenzó a marcar de forma secuencial y uno a uno. Los hostiles localizados aparecieron con un contorno rojizo en el HUD de sus cascos.

—Banshe, Havoc y Seis. Vienen conmigo —indicó el sargento.

Los mencionados se alzaron de sus lugares y se encaminaron a un lado del sargento. La munición de la que dispondrían en un enfrentamiento apareció en la esquina inferior derecha, así como el estado de sus sistemas internos.

—Sentinel, tú liderarás el resto —Blayde los señaló a todos ellos con un par de dedos —. Se debe de evitar el combate frontal, siempre que sea viable. ¿Entendido?

—Sí, señor —el alto soldado de la cresta confirmó su orden, igual de obediente como le era posible.

A partir de ese momento, los dos grupos se separaron y avanzaron por diferentes flancos con el objetivo de sorprender al enemigo. Algunos de ellos utilizaron viejas mantas para camuflarse entre la arena, mientras que otros avanzaron agachados cuando fue necesario. Aunque Centurión estaba emocionado, Titán no sentía lo mismo, pues todo parecía igual para él. Si no eran cuidadosos, podrían terminar muertos o heridos. Aunque los Nexos estuvieran dispuestos a vengar a los humanos al final de la guerra, esto no sería más que una prolongación de la violencia y las muertes que podrían llegar a ser interminables. Sin embargo, no podían evitarlo, ni siquiera aquellos que eran conscientes de ello; habían sido creados por señores de la guerra, programados para defender la Tierra y sus habitantes y, por encima de todo, obtener la victoria.

—Activa tu radar de cercanía, Cryo —ordenó Sentinel, asegurándose de que ningún enemigo se les escapara.

Cryo, un soldado cuyos patrones de armadura variaban en una peculiar escala de grises y más pequeño que todos, obedeció la orden y avanzaron de nuevo, acercándose al primer enemigo que debían eliminar y que se movía lentamente en su ruta de vigilancia. Cuando estuvieron a una distancia segura, Titán desenfundó su pistola y se acercó sigilosamente al Caminante. Llegó hasta él sin ser detectado y con su mano metálica destrozó el visor que le protegía de un fuerte agarre. Luego, ejerció más fuerza para destrozar su rostro y asegurarse de que estaba muerto. Ignorando la sangre que goteaba de su mano, observó al otro Caminante que patrullaba su área y procedió a eliminarlo de manera similar.

—Titán, no hacemos arte con su sangre —reprendió Sentinel a través del canal grupal al que estaban conectados.

—Ya voy para allá—respondió Titán, sacudiendo su mano para eliminar la mayor parte de la sangre del Caminante que acababa de matar.

Mientras regresaban, levantó la vista al cielo y vio cómo las aves carroñeras se dirigían hacia su posición para ser las primeras en disfrutar de la carne alienígena, o las últimas si las hienas se adelantaban.

—Ya sé por qué están aquí—anunció Banshe por la radio. Titán y los demás prestaron atención. —Están buscando el origen de una señal. Probablemente humana.

Los Nexo que esperaban en cuclillas se miraron entre sí. ¿Podría ser posible?

—No se distraigan —dijo Centurión, avanzando al frente para que los demás lo siguieran.

Titán sabía que, debajo de la coraza que cubría a Sentinel, llena de marcas que evidenciaban numerosas batallas, aún había humanidad. Una pequeña esperanza de encontrar a esa persona especial de la que siempre hablaba.

En una racha de bajas, sin ser descubiertos, se reunieron con el grupo de Blayde y se dirigieron a la señal "humana" que aumentaba su frecuencia mientras se acercaban a la vieja nave colonial.

—No es seguro subir, sargento —señaló Dreizack, aún escuchando los rechinidos del metal viejo.

A pesar de ello, Blayde insistió en hacerlo antes de que los Caminantes llegaran allí y se llevaran lo que buscaban.

—Der Tod erwartet —masculló Zack de regresó, nada entusiasmado con la iniciativa de su superior.

—Que positivo, Zack —bromeó Crow, con sus sensores oculares sobre el sargento.

Banshe desvió su atención por un momento hacia aquel par, pero luego se enfocó en analizar la señal recibida con mayor atención. Ella no entendió su respuesta de la misma manera que sus otros compañeros y Seis trató de encontrar una explicación en su rostro.

—¿Qué dijo? —inquirió, siendo el primero en mostrarse curioso.

Posteriormente el mismo soldado observó a la imponente Nexo que se acercaba cargada de bolsas de munición, su armadura sin casco y con faros luminosos en lugar de ojos, parecía mirarlo con desdén ante su obviedad. La armadura oscura con franjas carmesí y un emblema desgastado de una daga larga y afilada que se elevaba en el cielo, decorado con símbolos y ornamentos de una cultura humana ya extinta, dejaba claro que se trataba de una soldado increíblemente resistente y difícil de abatir.

—La muerte nos espera —aclaró Ann, su acento ruso pronunciando cada palabra con una gravedad inquietante.

Blayde asintió con la cabeza, su rostro imperturbable dejaba en claro su resolución.

—Pero no será nuestra muerte la que llegue hoy —añadió con una determinación implacable —. Sigamos adelante.

Mientras el sargento avanzaba, Titán levantó la vista y contempló con asombro la colosal nave colonial, capaz de albergar a más de mil trescientas personas. Pero todo eso era antes de que los Caminantes arrasaran con todo a su paso. Ahora, solo quedaba esa estructura, llena de cápsulas de Criogen y posiblemente personas muertas en su interior. A menudo, se preguntaba cómo habría sido si la guerra nunca hubiera estallado, si en lugar de pelear entre sí, hubieran trabajado juntos para progresar.

Banshe notó que algo no cuadraba en la situación, y se preguntó por qué había guardias abajo en lugar de arriba, donde podían repeler los ataques con mayor efectividad. En ese momento, dos brillantes haces de luz impactaron en la espalda de Blayde. Otro más se sumó al dar en su hombro derecho en el acto de salvar a Seis de un letal choque en su chasis. Blayde cayó al suelo, emanando un extraño olor a metal fundido. Centurión se lanzó sobre él y lo arrastró junto a los demás hacia una cobertura mientras los disparos enemigos seguían cayendo sobre ellos. Banshe se culpó a sí misma en varias ocasiones. Debería haber anticipado el ataque.

—¡Lo que buscamos está bajo nuestros pies! —exclamó, agarrando de su espalda un viejo rifle de asalto

Havoc y Ann desplegaron sus dispositivos Aegis, cuyos paneles de diamante sintético se ensamblaban con rapidez sobre el carril superior de sus armas y se ajustaban en el ángulo correcto para reflejar los Haz de luz, mientras que Dreizack solicitó uno para proteger su cuerpo.

—Zack no pudo haber sido más literal —se quejó Havoc. Dreizack soltó una risa burlona.

El sargento comenzó a recobrar la conciencia, intentando ponerse de pie lo más rápido posible. Rápidamente Cryo se abocó sobre él, impidiéndole levantarse para evitar que fuera herido nuevamente.

—¿De dónde vienen los disparos? —preguntó Sentinel, escudriñando por un costado de su cobertura en busca del ser al que debían neutralizar.

Los dos soldados, con los Aegis protegiéndolos, permanecieron ocultos detrás de una gran roca, incapaces de asomar siquiera la cabeza antes de que sus escudos fueran alcanzados por los disparos. En ese momento, el soldado con una apariencia digna de un guerrero espartano le arrebató el Aegis de Dreizack justo antes de que se activara por completo. Lo tomó del pequeño soporte que habían colocado para protegerse mientras lo usaban y lo levantó por encima de sus cabezas. Desde esa posición, observaba a su alrededor a través de su reflejo. A lo lejos, dos figuras grises se desplazaban con cautela en sus posiciones mientras recargaban. Si no fuera por las agudas habilidades de los Exo, esos dos Caminantes podrían haber pasado desapercibidos, confundiéndose con las estatuas de algún edificio.

—Los he encontrado —declaró, llamando a Havoc con su mano libre para que se acercara.

El francotirador se deslizó hasta su posición y examinó con atención el reflejo del espejo que portaba su compañero, registrando meticulosamente el ángulo, la altura y la distancia entre él y su objetivo. Sin previo aviso y en cuestión de segundos, se desplazó rápidamente como un tronco fuera de la cobertura hacia un montículo de tierra, disparando un par de veces mientras se movía. Afortunadamente, los disparos que recibió rebotaron en su escudo Aegis. Cuando se levantó del suelo, el último de los Caminantes yacía muerto en el suelo, con su sangre esparcida entre los escombros cercanos.

—¿Ves a alguno más cerca? —preguntó, resguardándose detrás del montículo y esperando que la respuesta fuera negativa.

Sentinel movió el espejo de un lado a otro, buscando su siguiente objetivo, pero no encontró nada.

—Déjame intentar algo —solicitó Cryo. Sacó una especie de granada de su cintura y se la entregó a Sentinel.

El soldado la examinó en sus manos. ¿Para qué querría una granada?

—Tienes que lanzarla —explicó Cryo, tratando de persuadir al imperturbable soldado para que no abandonara su posición—. Al detonar, revelará la tecnología de los alienígenas en un escáner de proximidad.

Sentinel presionó un pequeño botón rojo que activó un contador en la granada. Luego, la lanzó cerca de la ubicación de los Caminantes caídos. Dos segundos después, la granada emitió una descarga que escaneó completamente un área de unos diez a veinte metros de radio. El único enemigo detectado fue marcado en el HUD de todos los presentes, indicando que se encontraba oculto en un sótano o algún lugar inaccesible para ellos.

Sabiendo que no había más peligro en las cercanías, Titán fue el primero en levantarse con la determinación de eliminar hasta el último de esos desgraciados. Sin embargo, fue detenido por un brazo púrpura y desgastado que le impidió avanzar. Con sus ojos azulados y brillantes ocultos tras el visor negro de su casco, buscó al responsable. Pronto se dio cuenta de que era Banshe quien mantenía su agarre, siendo su única ancla para que no se alejara sin ellos.

—¿Qué pasa con Blayde? —preguntó, preocupada—. Está gravemente herido. Si no hacemos algo, lo perderemos.

El sargento intentaba disimular su agonía por el devastador ataque que había recibido. El rayo había fundido su armadura y aún había alcanzado su cuerpo. Quién sabe cuánto más daño había sufrido, y no estaban en un lugar seguro para tomarse el tiempo de evaluarlo.

—Vayan... —dijo Blayde con dificultad—. Eso es para lo que hemos venido.

—Señor, necesita que alguien lo revise —dijo Sentinel, negándose.

—Es una orden —insistió Blayde, siempre autoritario y dedicado a cada misión, sin importar si él o alguien más resultaban heridos. No estaba dispuesto a rendirse.

Fue entonces cuando el agarre de Banshe se aflojó, permitiendo que Titán se ocupara del resto. Uno por uno, sin dudar en seguir adelante sin su sargento, avanzaron por el suelo ardiente, vigilando sus espaldas y manteniendo la vista fija en todos los edificios que los rodeaban.

—Volveremos —declaró el soldado de la cresta antes de asignar a Havoc para que cuidara de Blayde y unirse al resto del equipo.

Sentinel pronto alcanzó al robot que lideraba el grupo, siguiéndolo de cerca para asegurarse de que nadie más resultara herido.

«Banshe, ¿por qué crees que buscarían esta señal? ¿Qué importancia tiene?», preguntó el disciplinado soldado, lanzando una mirada rápida a su compañera a su costado, a quien veía pequeña debido a su altura.

«No lo sé con certeza, pero sé que es una transmisión de auxilio en código Morse. Aunque las últimas señales están interrumpidas.», contesto ella, manteniendo el ritmo pese a que los demás eran favorecidos por su estatura.

«¿Serán realmente humanos?», interrumpió Cryo. Varios pensamientos similares se hicieron presentes en la red de combate pero dos de ellos mantuvieron silenciado lo que pensaban.

—En algún momento lo fueron —afirmó Banshe —. Algo debió activar la baliza. Tal vez un terremoto, un ataque... Algo sucedió.

—¿Y si son ellos? —sugirió Crow, siendo la única especialista en reconocimiento Nexo que los acompañaba.

Un nuevo silencio se formó en la atmósfera. Cada uno de ellos, y uno más que el otro, creían que sus creadores debían seguir con vida. ¿Era que aún se aferraban a la terca naturaleza de estos por la supervivencia, o simplemente querían dejar de sentirse como perdedores a pesar de haber ganado cientos de batallas?

—No puede ser —objetó Titán con pesadez, yendo al frente del grupo—. Estamos hechos de metal porque ellos ya no existen. Tienen que aceptarlo.

Sentinel, a su lado, dejó caer los hombros, evidenciando el golpe emocional que había recibido. Era sorprendente ver cómo aquel soldado imponente y respetable podía ser herido por palabras tan simples.

—Enfoquémonos en lo que tenemos entre manos, ¿de acuerdo? —indicó Sentinel, asumiendo el liderazgo del grupo como siempre lo había hecho.

Aunque la realidad en la que vivían fuera tremendamente difícil, nadie comprendía esa verdad mejor que sus propios compañeros aunque algunos quisieran negarlo. Ellos representaban lo que
se quedó atrás, lo que se negó a perecer o someterse ante los invasores.

En ese despiadado y desolado mundo, se erigían como el testimonio vivo de la fortaleza y la determinación humana. Con el legado de sus creadores impulsando sus cuerpos mecanizados, persistían en su lucha, conscientes de que su existencia tenía un propósito trascendental: recuperar su planeta y obtener retribución por las vidas perdidas y los sacrificios realizados.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top