Chapter XX

Casi termino  –había terminado de bajar varias cajas llenas de bibloratos.

Las demás chicas con ropajes negros la observaban atentamente, la habían fastidiado prácticamente todo el día. Utilizando palabras hirientes e insolencias propias de ellas.

– No es nuestra culpa que te demores.

– ¿Por qué están aquí?

Shiori apretó los dientes al saber que seguirían ahí a pesar de que ella observase con asco, las chicas sólo le daban la misma respuesta; miradas llenas de odio. Una sonrisa escapó de los labios de una de ellas.

– Vayan por Shiori.

– ¿¡Qué!? –la de cabellos negros abrió los ojos de par en par. Sabía que eso era malo.

Había comenzado a pensar que sufría de recuerdos estúpidos.

– ¿Estás bien?

– ¡Hay que encontrarla, Zero!

Ambos habían descubierto que sería mil veces más sencillo treparse a la copa de los árboles e ir saltando de copa en copa. Hubiese parecido tan fácil pero de igual manera, el claro estaba casi lejano al salón. Evitaron cruzar miradas entre ellos mismos, era un momento bastante incómodo.

Shiori seguía pensando a velocidades increíbles maneras de rescatar a Rizu si es que la misma estuviese en problemas. En un universo alterno, no le hubiese importado demasiado la vida de una criada, al fin y al cabo, eso era. Pero la Natsuri la considerada de otra forma; la hermana que deseaba tener.

– Huelo su sangre. –fue lo último que deseó escuchar de la boca de Zero.

Un peso en su corazón tensó todas las fibras de su ser, alterándola al máximo y haciendo que desee enloquecer. No podía perder la cabeza en esos momentos, se trepó a la copa de un árbol y volvió a deslizarse por la copa del siguiente, evitando varias ramas y espinas, aterrizó sobre altos juncos con un poco más de metro y medio.

– ¿Shiori? –su corazón se detuvo, palideciendo al oir la melodiosa voz de Rizu. Ahí estaba ella, recostada a la sombra de un árbol, su aspecto no era el mejor y mucho menos lo eran sus signos vitales, dudaba si su corazón tendría la suficiente fuerza para reaccionar.

– ¡Zero, la encontré! –gritó Shiori. Apuró el paso hasta donde la chica descansaba, notó los rasguños de su antebrazo– ¿Qué te han hecho Rizu?

Notaba el desgate del vestido de Rizu, tensó la mandíbula al ver los tajos semi-invisibles pero aún muy notables. Sintió que su corazón se encogía y se atajaba para no soltar lágrimas, en esos momentos sólo podía rogar porque Zero volviese rápido.

Praesent pharsal –murmuró Rizu.

– ¿Qué...?

Praesent pharsal...–volvió a soltar, fijando la vista a la derecha.

Un aire gélido se sintió en el ambiente, Shiori se tensó al oir pasos detrás suyo, pudo haber jurado que algo o alguien pasaba la vista hacia su espalda. Las vibraciones de una fina tela de algodón al ser rasgado.

Ella sabía. Sabía que Rizu estaba en problemas, sabía que no podía huir si es que iba en busca de la chica; alguien la estaría esperando. Rido se había mantenido en las sombras hasta ese momento, ¿quién sabe? Nadie, sólo Shiori, algo en su mente, tan profundo que ni la misma Natsuri podía dar por concreto pero en síntensis, desde muy adentro suyo aquella alerta había sido activida, avisándole que sería un error. Era peligroso, arriesgado, Zero no iba a venir. Él estaría lidiando con los vampiros de distracción.

– Huye...–suspiró Rizu, el latín se había escapado de sus labios.

– ¡Traición! –fue el primer aullido que oyó. Sí, era un aullido, así sucedió y por primera vez en su vida, Shiori creyó que todo cuento de hadas ocurre. Que los hombres lobos existían.

– ¡Te dije que estaba hablando la lengua de los Originales! –soltó secamente otro, un aullido más suavizado pero igual del potente que el anterior.

Prestó mayor atención a las sombras ubicadas detrás suyo. Grandes ojos amarillos que iban detrás de un hocico largo con afilados caninos luciendo en él, demostrando lo hambriento que su poseedor se encontraba, retazos de tela colgando del cuello y partes que aún iban ocultas en las sombras, magnificas patas color nieve con uñas oscurecidas, tanto como el carbon e igual de opacas que la misma. Las orejas comenzaron a trabajar, registrando todo a su alcance.

– Hemos de disponer de ambas.

– Sólo de la chismosa.

– ¡No! –gritó Shiori tensando los puños, podrían ser lobos pero ella nunca se sentiría intimidada por ellos– Ninguno de ustedes tiene el por qué estar aquí, el tratado establece que...

– El tratado va a ser olvidado, cuando Rido-sama alcance la cima del senado y próximamente la presidencia, todos los traidores serán comida para mis hijos –un tercero y cuarto se asomaron, él último en aparecerse poseía la melena más cremosa que los otros tres, con sus ojos más acaramelados y el hocico más corto.

Un iniciado, pensó Shiori. Los licántropos se diferenciaban por el color de su pelaje y ojos, y no sólo eso, variaban según su origen. Ellos y los vampiros eran tan detestables, pero existía un convenio entre los mismos. Los hombres lobo no mataban humanos, y si convertían a un uno sin consentimiento del mismo, ellos mismos eliminaban al traidor.

Los vampiros eran más complicados de lo que parecían. Los licántropos acustambraban a vivir en los bosques o preferían las grandes ciudades muy cálidas y muy frías. Lo más resaltante era el mismo hecho de que se odiaban, vampiros y licántropos como licántropos y vampiros. Simple.

– Maldición.

– Si te vas, ella ocupará tu lugar.

  No había logrado huir, seguían persiguiéndola. Trató de evitar que la agarraran ya una muchas veces, esquivó las muchas cosas que intentaron arrojarle, era inevitable, cuando la alcanzaran estaría perdida.

No comprendía en absoluto el por qué iban detrás de ella pero sufría cada una de las veces que Priscilla la perseguía. No era la primera vez, ya eran varias y cada vez era peor.

– ¡No huyas!

Un sabor metálico había aflorado en sus labios, sentía tensa toda su mente y el cansancio la invadía por completo, esa vez no lograría escaparse. En veces anteriores, sólo eran intimidaciones. Todo eso había cambiado.

– ¿Adónde vas? –varias chicas venían corriendo detrás de Priscilla, haciendo sentir que su corazón estaría por tener un paro. Notó que el camino de los pasillos se iba haciendo angosto, reduciendo el espacio a una capacidad de tres personas.

– ¡Vuelve!

Una puerta..., pensó notando que tenía oportunidad de pasar por ella y tener mejor movilidad en un ambiente más abierto, una posibilidad de escapar.

* * *

– ¿Cómo que no se pueden abrir las salidas?

– No se pueden abrir.

– Con un demonio...–Shiro observó a Kaname desde su lugar, intentando desfrizar la mirada que el mismo le daba– ¿ya probaron forzando?

– Exactamente, es imposible. Están selladas, hemos hecho de todo para poder abrirlas.

– ¿Qué se supone que es?

– Han concentrado energía alrededor, tardaremos un momento en consumirla.

  Un zumbido recorrió los ventanales de vidrio y varios de ellos comenzaron a quebrarse a grandes pedazos, al igual que varias copas y la mayoría de los vasos. Algunos niños que rondaban por ahí corrieron hasta esconderse detrás de sus padres, la novia misma se había ocultado detrás del novio.

Nadia podía creerlo. El salón se había sumido en una plena oscuridad, tan profunda que ni el amparo de la luna lograba dar una leve idea de en donde podrían estar, si bien, ya todos estaban preparados, un temblor pasó por el salón seguido la caída de los tres candelabros que adornaban el techo delicadamente, uno de ellos fue a parar justo encima de un vampiro, dejándolo hecho polvo en cuestión de segundos.

– Demonios.

* * *

La había abierto, logró abrirse paso y escapar, pero ahora tenía un problema aún más grande. Reencontrar un camino. Se había salido del sendero para asegurarse completamente de que no iban a seguirla, Priscilla era muy inteligente, por eso no sería tan estúpida como para meterse a lo oscuro del bosque del Fauno. Siguió su recorrido, a lo mejor tendría a mano un camino paralelo o algún guía.

Uh, ah, uh, ah –resonó como un aullido, atravesando su mente y dejándola en leve confusión.

– ¿Quién está ahí? –preguntó clavando la mirada en un punto, más allá del mismo, quizás había un arroyo o algo así. ¿Quién mandaba poner la Asociación en medio del bosque? Ni la menor idea.– ¿Hola?

Le daba miedo. Temía que Priscilla haya sido estúpida, temía porque ésta vez fuese a darle un peor golpe, temía por la simple razón de que Priscilla sabía su verdadera naturaleza y era capaz de asesinarla vilmente por una "justa razón". Ella era un vampiro purasangre.

El murmurllo de los árboles terminó dejándola en el claro del bosque, pequeños pasos se escucharon; unos cuantos conejos iban saltando por todos lados. Blancos de rabo negro y orejas cafés, increíblemente preciosos.

– No deberías estar aquí.

– Yo...–se mordió el labio inferior– tú no deberías estar aquí.

Se había entregado. No podía permitir la muerte de Rizu, no deseaba el dolor de su hermano pero tampoco quería morir a manos de hombres lobos traidores, mucho menos de licántropos con olor a ropa húmeda y un pésimo humor.

– Esto debe ser una broma.

Como si fuese el paraíso paradisiaco del desierto, una gran casa se alzaba en medio de interminables pinos. Contaba con rejas altas terminas en puntas, como lanzas soldasas a dos barras de metal infinitas, luciendo amplios ventanales que llegaban a tocar el techo, siendo el mas alto un tragaluz. Las puertas y los marcos lucían un marfil trabajado, y montando distancia, una rosal que comenzaba con estatuas de gárgolas y terminada con una única chica gótica de alas de murciélago y una corona con pequeñas incrustraciones de lapislázuli y amatista. ¿Qué demonios era eso?

Para colmo, los hombres lobos iban en forma humana. Uno de ellos, el que parecía ser el padre mayor, venía arrastrando a Rizu de los hombros, logrando que sus talones fuesen apoyados entre el musgo del bosque.

– Bonito lugar.

– Construido en el año 1589, nada que un vampiro como tú no haya visto.

– Rido-sama quiere verla, es mejor que se apuren. –murmuró uno de los lobos al oído del padre mayor.

– Avisa a toda la manada que proteja el perímetro, no queremos a ningún vampiro o cazador cerca. Impregnen su aroma, que no detecten el olor a sangre.

– Como usted diga.

Shiori que había sido testigo de aquella conversación.

– No puede ser cierto...–se dijo a si misma.

– Es momento que vuelvas a ver a Rido-sama.

* * *

– ¿Dónde está Yuuki?

– ¿Qué? –Kaname se puso de pie. Eso no era bueno.

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