VI
Ya lo recordaba...
Recordaba estar tendido en medio del campo, y la suave voz de Infinia.
―Recuerda mi querido pequeño, que jamás debes entrar al bosque.
―¿Por qué mami?
―Te contaré la historia pero antes debes jurar que pase lo que pase jamás debes entrar.
―Jamás romperé mi juramento, mami.
―Hace mucho tiempo atrás, justo a la media noche los Djinn merodeaban en las profundidades del bosque, iban buscando a alguien a quién servir, pero los humanos les temían, y evitan entrar al bosque. Eso ofendió a los Djinn, y en venganza decidieron comerse a todo el que ingresara a las profundidades de Arlen.
Igor abrió los ojos.
Ahora esas viejas historias que de pequeño le fascinaban no significaban nada ya. Los Djinn no existían y el bosque de Arlen no era más que un triste y lúgubre bosque.
Igor tenía los labios resecos, estaba sediento.
Sed, hambre, y dolor, eran los vehículos a la muerte.
Igor reconoció el ruido familiar de caballos a buen trote. Seguro venían por él para arrebatarle lo único que le quedaba en el mundo: el anillo de Archar, era la única posesión que le quedaba y era lo único con lo que podía avalar que era el legítimo rey.
Las voces de los hombres de su tío le llegaban al oído con claridad, apoyó sus codos a la tierra y se arrastró hasta llegar a atrás del árbol. Se sacó el anillo y lo apretó con la mano. Sus dedos torcidos le dolían. Le arrebatarían la vida, pero jamás permitiría que le usurparan el anillo, su primer pensamiento fue lanzarlo a cualquier lado, mejor un don nadie se haga del reinado y no el traidor de su tío.
El ruido de los caballos se escuchaba demasiado cerca y todavía no sabía qué hacer con el anillo.
Se estiró para ver mejor, sus ojos se clavaron en el rostro demacrado de uno de los sicarios.
Había llegado la hora.
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