I
El Príncipe deforme
El corcel blanco galopaba rítmicamente, ajeno a todo.
Arriba, el enfermo cuerpo de Igor se mecía como una marioneta. A ratos recobraba la consciencia, y conseguía ver el pasaje de jazmines, cuyo perfume lo impregnaba todo a su paso, le traía a la mente viejos recuerdos reprimidos de su triste infancia, a ratos por la fiebre deliraba, y creía ver la sonrisa bonachona de su madre, meciéndolo entre sus frágiles brazos. Bajo los rayos del veraniego sol, ella tarareaba una triste melodía, en medio del jardín secreto, de aquel lejano y prohibido paraíso, donde todo era paz y razón.
A ratos cerraba los ojos, era cuando regresaban fragmentos ocultos bajo herméticos mantos de la memoria, y creía verse a sí mismo, más joven, y menos enfermo, sintiendo sobre su cabeza el esplendor de aquella primavera, y un fuerte y viejo impulso por adentrarse al bosque siniestro lo obligaba a emprender el viaje.
El aterrado rostro de su madre lo retenía sin palabras.
Él sabía el motivo, solo que no lo recordaba... no lo recordaba.
Abrió los ojos.
Su madre ya no estaba más, ya no quedaba nada de aquel jardín detrás de la casona veraniega, ya no quedaba nada del chico que un día fue.
El dolor en sus piernas quebradizas se intensificaba, iba avanzando, hasta apoderarse de cada parte de su cuerpo, lentamente todo se convertía en tinieblas.
I
El corcel trotaba cerca de plantaciones de algodón.
Igor escuchaba unas risas provenientes de alguna parte que no supo identificar.
―¿Por qué no dejan de reír y cuchichear a mis espaldas?
Los escuchaba con claridad, era molesto.
Abrió los ojos, y de repente todos los susurros cesaron, el silencio hizo que lo recordara todo de una. Miró sus manos, las tenía entumecidas y ensangrentadas. Sujetaba las riendas del corcel con firmeza para no caerse.
Miró al norte, estaba tan cerca, ya sólo faltaba atravesar el peñasco, el riachuelo y estaría en el palacio.
En casa...
El aroma de los jazmines no llegaban hasta ese lugar, ya la magia se había esfumado hace rato, pero el malestar era permanente, sin darse cuenta cayó en un profundo sueño.
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